Читать книгу Emprende tu vida: 7 pasos para ponerte en acción - Daniela Salvitti - Страница 14
ОглавлениеDani: “amo los lunes”
Recuerdo que cuando descubrí mi mayor molestia mi cabeza me decía que no podía ser. Que en realidad eso estaba bien y que el problema era mío. Que era una insatisfecha. Que me quejaba de llena. Que tenía una vida armada, socialmente exitosa, y que no tenía derecho a quejarme.
Entonces empecé a pensar que algo en mí estaba mal y que seguramente había algo de este mundo que yo no estaba comprendiendo.
Así pasaron varios meses, en los que mi molestia y mi incomodidad seguían presentes. Cuanto más me juzgaba, más crecía. Cuanto más avanzaba en ese camino “exitoso”, más sentía la incoherencia con mi ser.
La molestia estaba en la zona de mi trabajo. Recuerdo dos frases que resonaron en todo mi ser y permitieron que durante esos meses no olvidara, no tapara ni ignorara lo que me estaba pasando.
La primera la enunció una persona que conocí en un taller de creatividad y es tan simple como: “amo los lunes”. Yo quería amar los lunes, quería dejar de esperar que la semana pasara rápido para poder disfrutar y descansar el fin de semana. Deseaba levantarme motivada y con ganas de trabajar, encontrarle un sentido a aquello que estaba haciendo. Anhelaba un trabajo con significado para mí. Un trabajo con sentido. Quería amar los lunes.
Así fue como llegué a la segunda, la encontré leyendo el libro Lunes felices de Diego Kerner, y me permitió dejar de ser tan dura conmigo misma y bajar la intensidad de la forma en que me juzgaba. Kerner propone un concepto que expresa lo que nos sucede a la gran mayoría de nosotros en algún momento de nuestras vidas: la jaula de oro.
Ese concepto me hizo ver mi propia jaula de oro y comprender desde otro nivel de consciencia qué era lo que me estaba pasando y cómo estaba −¡yo misma!− impidiéndome crear y vivir mi propia vida solo por mantener una posición social, una imagen y cumplir con el “deber ser” que había creado en mi cabeza y que tenía establecido ya como mandato. Me había comprado el paquete entero del “deber ser” y el “deber hacer” y creía realmente que tener un trabajo y una carrera exitosa me haría una persona feliz y libre. Pero a medida que fui construyendo mi carrera profesional y fui creciendo en posición, comencé a darme cuenta de que ese no era mi camino. No de esa forma.
Recuerdo un sabio consejo que alguna vez me dieron, y consiste en que si quieres ser algo, por ejemplo director de tu empresa, observa a esa persona que lleva más de diez años en la posición y pregúntate: ¿es eso lo que realmente quieres?, ¿te imaginas ahí con ese estilo de vida?
La respuesta no es correcta o incorrecta. Simplemente es distinta para cada persona. En mi caso, fue muy claro que ese no era mi camino.
La jaula de oro es muy personal, pero generalmente es de oro porque cuenta con comodidades, éxito y prestigio social. La jaula y el oro son distintos para cada persona; sin embargo, usualmente se encuentran en el dinero que ganas a fin de mes, la vivienda y la zona en la que vives, los bienes que compras, los lugares y la gente que frecuentas, el estilo de vida que creas y que sostienes.
Así creas tu propia prisión con barrotes de oro y la mayor parte del tiempo, el brillo del oro te encandila y te ensordece a tal punto que no puedes escucharte. Sin embargo, al final del día una jaula es una jaula, y esto resulta evidente cuando sientes que no tienes libertad. Es una jaula que tiembla ante la pregunta: ¿para qué?. Si ya no le encuentras sentido, el vacío que le sigue a la pregunta tiene un valor mucho más grande que los barrotes de oro que recubren la jaula.