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Capítulo 2

Nuestra historia

Antes de empezar queremos contarte brevemente nuestra historia. Consideramos que la confianza y la empatía son dos valores importantes para transitar este camino. Por eso queremos que sepas quiénes te están hablando y cómo son nuestras vivencias. Tenemos la intención de que al abrir nuestros corazones y compartir nuestra historia puedas conectarte desde un lugar más genuino con este trabajo y contigo mismo, contigo misma.

Historia de Daniela

A mis 30 años, cuando estaba en lo que consideraba un momento de éxito profesional, tuve una fuerte crisis sobre el estilo de vida que estaba llevando. Me empecé a preguntar qué estaba haciendo, para qué y qué era lo que quería hacer.

Muchas de mis preguntas no tenían respuestas concretas, pero sí identificaba una emoción muy clara: lo que estaba haciendo no me conducía a la vida feliz y con sentido que yo quería vivir. Así inicié mi proceso de transformación.

Transformación que aún estoy viviendo y que me invitó a cuestionar muchas cosas. Me llevó a escucharme. Al prestarle atención a esa voz interior que me decía que algo no iba bien por ese camino, pude sentir y conectar con mi corazón y con la certeza interna de que aquello que tanto anhelaba –y que mucha gente me decía que no era posible– sí existía, sí se podía lograr.

Sentía la necesidad de vivir de otra manera, de encontrarle un sentido, de despertar mi parte creativa, jugar, divertirme. Y comprendí que si quería que las cosas fueran diferentes, yo tenía que cambiar, y que para eso tenía que tomar decisiones.

Decidí dejar mi trabajo corporativo y tomarme unos meses para viajar, seguir conociendo el mundo (conociéndome), ver (verme) y observar (observarme). La mayor enseñanza que me dejaron el viaje y los países que visité fue que siempre hay otra forma de hacer las cosas. Y que cada uno tiene que encontrar la forma que mejor se ajuste a su esencia, a su ser.

Al regreso del viaje, tuve un momento en que sentí un “click” interno y de pronto se unieron los puntos que a primera vista parecían sin conexión entre sí:

Un año antes, mis abuelos me habían regalado una máquina de coser con la que yo quería aprender a hacer mi propia ropa.

Meses después, a modo de hobby y como forma de descarga de mi rutina, empecé clases de corte y confección.

Durante el viaje que hice por el mundo, visité la India y me enamoré de sus telas. Compré varias para regalar.

De regreso a casa, mirando las telas e imaginando todo lo que podía hacer, me pregunté: ¿y si hago vestidos y creo una marca de ropa?

Así nació hola lola, mi emprendimiento de indumentaria con diseños exclusivos inspirado en telas de la India. A partir de ese momento se desencadenaron una serie de eventos, sinergias, conexiones especiales, vínculos entre personas maravillosas y un proceso creativo interno que dio lugar a lo que hoy es hola lola, una marca de indumentaria que nació desde mi corazón. Me convertí en emprendedora. El hermoso y desafiante mundo del emprendedor.

En el transcurso de ese proceso, empecé a observar que había mucha gente que también quería conectar con su pasión o que tenía ideas muy buenas para desarrollar su negocio y que aún no había adquirido las herramientas necesarias para lograrlo. Di con muchos casos de personas que ya tenían en marcha su negocio o emprendimiento y necesitaban hacer mejoras o transformarlo. Fue ahí cuando uní otros tres puntos:

Mi formación y experiencia profesional como economista y asesora, desarrollada principalmente en el ámbito privado, dentro de grandes empresas y como asesora en el sector público.

Mi experiencia como emprendedora. Comprendí lo que significa transitar ese camino desde la perspectiva empresarial, y más aún desde la emocional.

Todo el trabajo de desarrollo personal realizado, que día a día sigo sosteniendo con pasión y compromiso.

Sentí la necesidad de brindar todas estas herramientas y poder acompañar a las personas en la creación y desarrollo de sus proyectos. Así como me convertí en asesora de proyectos.

Contar mi historia me motiva porque sé que muchas personas viven las mismas sensaciones diariamente. Mi primer mensaje es que no están solos y que estamos acá para acompañarlos y apoyarlos. Considero que cada ser humano tiene derecho a vivir realmente la vida que ama. En eso trabajo cada día.

Estoy agradecida y quiero compartir mi experiencia con el objetivo de acompañar a cada una de las personas que desean transformar su vida.

Mi sueño es ver cómo la gente cumple sus sueños.

Historia de Francisco

Puedo resumir mi década de los veinte en dos palabras: metas y logros.

Durante muchos años trabajé duro para poder cumplir lo que yo sentía que era mi sueño: una maestría en la Universidad de Columbia, en la ciudad de Nueva York. Me refugié en el éxito académico, trabajé sin parar y logré graduarme en distintas carreras y cursos.

Simultáneamente, algo más me impulsaba y me llamaba a trabajar sobre mí, a entenderme mejor, a escuchar mi cuerpo. Sentía que había algo más esperándome. Me dejé llevar por mi curiosidad y opté por apuntarme en una formación de coaching de tres años, cuyo nombre me llamó la atención: Coaching Ontocorporal.

A los 26 años, me encontré viviendo en Nueva York, solo, cumpliendo el sueño que me tomó casi ocho años lograr: la maestría en Columbia. Pero en muchos sentidos fue el comienzo del fin. Confrontado con la realidad de aquello que soñé tanto tiempo, me vi nuevamente en mis patrones de exigencia, perfeccionismo y alto rendimiento.

Tras un riguroso período de entrevistas con varias organizaciones internacionales de derechos humanos, me ofrecieron un puesto importante con una visa de trabajo en Nueva York. Ese empleo representaba todo lo que buscaba: seguridad, confort y estabilidad.

Al día siguiente de aceptar esa oferta y comenzar en el nuevo puesto, recibí otra propuesta de una organización de derechos humanos donde había realizado una pasantía, Human Rights Watch. Era la oportunidad para la que me había preparado durante tanto tiempo: realizar una investigación de campo en materia de violación de derechos humanos a personas LGBT y escribir un libro al respecto. Las contras: no me otorgaba visa ni estabilidad.

Ahí fue cuando comenzó mi crisis. Vi claramente cómo los caminos se bifurcaban. Por un lado, un trabajo estable de jornada completa, con colegas y un ambiente laboral agradable. Por otro lado, un trabajo cuya duración era indeterminada, el proyecto incierto ya que debía gestionar y articular el proyecto por mi cuenta.

No me costó tomar la decisión, lo que me costó fue aceptarla. Sabía dentro de mí que tenía que perseguir aquel sueño, diseñar mi proyecto, viajar, realizar una investigación de campo y escribir mi propio libro. Por ello, opté por incursionar con Human Rights Watch.

Esa decisión fue la acertada. Me conectó con habilidades y anhelos enterrados detrás de mandatos fuertemente instalados. Una vez más, el sueño realizado me confrontó con mis más profundas verdades. ¿Era esto para mí? ¿Me veía haciéndolo a largo plazo? ¿Podía realizar un aporte? ¿Lo haría bien? ¿Tendría éxito e impacto el producto final?

La flexibilidad del puesto me dejó tiempo libre para ir en busca de las respuestas: decidí hacer la carrera de Health Coach en el Institute of Integrative Nutrition, tomar clases de Mindfulness, Kabbalah y Astrología, y asistir a cuanto curso de yoga tuviera Nueva York para ofrecer. La curiosidad prevaleció nuevamente.

Todo ello fue altamente nutritivo, pero no fue hasta que llegué a emprender los viajes de investigación para el libro que todo cambió. Tenía que investigar los impactos de las leyes que criminalizan la homosexualidad en siete países. Viajé durante meses, entrevisté a decenas de personas y me encontré con historias profundamente conmovedoras de sobrevivientes de violaciones de derechos humanos, muchas de ellas simplemente desgarradoras.

Me impactó la resiliencia de aquellas personas que habían sufrido y sido ultrajadas por extraños, por sus propias familias y por el mismo Estado, que no solo no los reconocía, sino que los criminalizaba por ser quienes eran. Luego de profundos e intensos encuentros y entrevistas personales, caí en la cuenta de que lo que me motivaba no era el enfoque legal que el libro podía tener, sino el elemento humano que nos atravesaba, a ellos y a mí. No podía evitar preguntarme cómo hubiese sido mi vida de haber nacido en alguno de esos países, sin poder expresar ni construir una vida auténtica.

Cuando tomé nota de eso surgió mi real deseo: aliviar el sufrimiento generado por aquellas experiencias dolorosas. Mi pasión pasó a ser empoderar a los individuos que entrevisté, compartirles recursos, lecturas y conectarlos con profesionales para sobrellevar los impactos de sus historias, en muchos casos traumáticas.

Volví a Nueva York sabiendo que ya no era mi identidad de abogado la que me impulsaba. Me di cuenta de que yo quería acompañar y empoderar a las personas para que pudieran encontrar sentido de pertenencia y surgiera su propósito del lugar que en algún momento “sangraron”. Recordarles su propia valía y dotarlos de herramientas que construyeran a su autocuidado y respeto personal.

Recuerdo aquella tarde de agosto de 2016, luego del horario de trabajo, que permanecí en la oficina cuando todos se habían ido y en un momento de total silencio y calma, vi como mi mano marcaba el teléfono de mi padre en Buenos Aires. Atendió el teléfono muy entusiasmado, yo solo pude decir: “Papá, ya no tienes un hijo abogado”. Sin más, corté la línea. Me invadió una sensación de tranquilidad.

Fue así que durante un viaje de trabajo en Seattle decidí darle estructura al proyecto y emprender algo que surgió de mi deseo de compartir y añadir valor a la vida de los demás: Metta Mindfulness, una consultora que ayuda a individuos y organizaciones a conectar con su propósito y valía interior a través del mindfulness y la autocompasión. La palabra holístico resultó pertinente porque dejé de buscar una solución parcial a cada asunto particular y pasé a concentrarme en una integración en la que el cuerpo, las emociones y la mente estuvieran atendidas y en diálogo. Sistematicé el material de todos los cursos de coaching y desarrollo personal que había tomado los seis años anteriores y le di forma de un programa de seis meses de coaching holístico titulado “Soul BootCamp”.

Con este programa espero acompañar a personas y a organizaciones a conectar con su autenticidad, su propia valía y aceptación recordando que el autocuidado y la autocompasión son el combustible necesario para acercarnos a nuestras metas desde un lugar más generoso, respetuoso y amable con nosotros mismos.

Cómo llegamos es tan importante como a dónde llegamos.

Emprende tu vida: 7 pasos para ponerte en acción

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