Читать книгу Dibuja tu Fe - Danii Marín - Страница 17
ОглавлениеLa objeción número uno de las personas cuando voy a dar un taller o les muestro mi Biblia o las notas de mis predicaciones y mis charlas es la misma: «Yo no nací con el don de dibujar». Y yo siempre repito la misma respuesta: «¡Yo tampoco!».
Cuando yo cursaba el jardín de infantes en la escuela primaria, mi maestra sentó a mis padres para darles una noticia que podía derrumbar todos mis sueños.
—Daniel es un niño brillante —dijo mi maestra (porque esta es mi historia y así es que recuerdo cómo me la contó mi mamá)—, pero he notado que él tiene problemas con el motor fino y está muy atrás con sus destrezas motoras.
El motor fino es la habilidad de nuestras manos y muñecas para hacer movimientos delicados y refinados que llevan a actividades como la costura, la caligrafía y el dibujo. Mi maestra le estaba diciendo de una forma elegante a mis padres que yo era un asco coloreando y dibujando porque mis tareas tenían la elegancia de un gato saltando del susto cuando ve un pepinillo.
—He notado que a él le gusta mucho dibujar; pero, para no frustrarlo, recomiendo que lo integren a actividades como deportes o las ciencias y las matemáticas —remató mi maestra.
Yo no nací con el talento innato de dibujar. Es más, según mi maestra y algunos terapeutas vocacionales, yo tenía CERO capacidad para dibujar… estaba en negativo. Y quizás tú piensas que nadie nace con la capacidad para dibujar, pero yo conozco muchos amigos que desde pequeños daban señas de un gran potencial. En cambio, yo daba lástima.
Hoy sé comunicarme visualmente porque mis padres invirtieron mucho en alimentar mi deseo de practicar, practicar y practicar. Me compraban muchas resmas de papel y todo tipo de lápices, bolígrafos y marcadores. Al sol de hoy, una libreta y un bolígrafo son mis regalos favoritos.
La razón por la que comparto esta historia es porque el talento no es requisito para explorar la Biblia con garabatos. Es más, yo diría que es hasta mejor porque entonces podemos enfocar toda nuestra atención a lo que realmente importa: la idea.
Te invito a que busques un lápiz o un bolígrafo y que escribas y subrayes lo siguiente: la idea es más importante que el arte.
Siempre que hago un taller, comienzo con un ejercicio en el que los asistentes tienen que dibujar. A veces les pido que dibujen algo que los describa, pero recientemente descubrí un ejercicio que ha hecho la experiencia mucho más interesante: les pido a las personas que dibujen a su compañero. A mí me encanta ese ejercicio porque las personas se comienzan a quejar de que no saben dibujar, se sienten un poco incómodas porque no quieren ofender a su compañero; pero cuando el lado crítico del cerebro hace silencio, el verdadero valor del ejercicio comienza a tomar forma.
Vamos a hacer un ejercicio similar ahora. Párate frente a un espejo, usa un lápiz o un bolígrafo y dibuja un retrato de tu rostro. Calla por un momento el lado crítico de tu cerebro que dice que no sabes dibujar o que te va a quedar bien feo. Simplemente párate frente a un espejo, mírate bien y comienza a plasmar lo que ves. La única regla es que los ojos van en el centro y van uno al lado del otro. Toma unos minutos y dibuja honestamente en el espacio aquí provisto, lo que ves.
¿Qué sentiste? ¿Qué puedes ver en tu dibujo? ¿Qué partes en tu dibujo puedes notar que sí son tus características?
Cuando hago el ejercicio con mis estudiantes, lo primero que noto es quién sabe y quién no sabe dibujar. ¿Cómo? Porque los artistas nunca terminan el ejercicio.
Los que saben dibujar están tan enfocados en hacer las sombras, el brillo en los ojos y las proporciones que nunca terminan a tiempo la asignación. Cuando lo comparo con el dibujo de alguien que no es dibujante, noto que el dibujo del no dibujante tiene más vida y personalidad y hace un buen trabajo en identificar lo que se ve de la otra persona. Mientras tanto, el dibujante se enfoca tanto en la técnica y en que quede bien que diluye la idea de lo que está viendo. Alguien que no sabe dibujar hace mejor trabajo en identificar los aretes que tiene su modelo, si tiene mucho cabello o una barba singular; el que dibuja todavía no ha terminado de hacer la degradación de la sombra en el ojo derecho. El que no sabe dibujar tiende a hacer una interpretación honesta de su compañero, mientras que el dibujante parece estar haciendo un boceto para la policía.
Tú puedes dibujar un árbol de diferentes maneras:
Ambos dibujos muestran un árbol. A la hora de la verdad, tu cerebro ve un árbol y eso es todo lo que necesita saber para asimilar y retener la idea. ¿La única diferencia? Dibujar uno me tomó dos segundos y el otro unos cuantos minutos adicionales. ¿El árbol de la izquierda va a terminar en una galería de arte? No. Pero en menos de un segundo tú sabías que es un árbol y no tuve que invertir 10 minutos dibujándolo.
MI PRIMER ARTE.
APRENDER A LA MALA
Tengo que confesar que el concepto de idea sobre el arte fue algo que aprendí a la mala.
Yo soy de las muchas personas que pensaba que hacer Bible Journaling o ilustraciones en la Biblia era cosa de mujeres. Para ser justos, casi todo lo que se ve en las tiendas sobre este tema está dirigido a mujeres; hasta las Biblias son súper florales.
Un día, mientras navegaba en la Internet, miraba el arte de un caricaturista al que seguía y me percaté que él hacía pequeñas tiras cómicas en los márgenes de su Biblia. Yo pensé: si él lo hace, yo también lo voy a hacer.
Tuve que comprar una Biblia de márgenes amplios en Amazon porque las que había disponibles para ilustrar eran rosadas y con flores. Cuando llegó mi Biblia, tardé como dos semanas en decidir qué texto Bíblico iba a trabajar, y tardé tanto en decidirme por un texto porque estaba más preocupado de escoger qué pasaje se prestaba mejor para hacerle un arte que de la idea de ilustrar en sí. De esto aprendí que le estaba dando más prioridad al arte, no a la idea, y eso me estaba estancando el poder comenzar. Tú tienes la bendición de que más adelante hablaremos sobre cómo comenzar a descubrir pasajes en la Biblia, pero yo no la tuve en aquel momento.