Читать книгу El arte de persistir - David Bueno - Страница 11
RAIMON
ОглавлениеLos datos que emplearemos en este ensayo provienen de la investigación en neurociencia y neuroeducación, pero, como ya hemos dicho, tienen consecuencias sociológicas, filosóficas y políticas. Todas estas dimensiones humanas nacen de la actividad del cerebro, que es el órgano donde se generan y se gestionan todos nuestros comportamientos. Además, el cerebro está en construcción y reconstrucción permanente, y se ve influido de manera constante tanto por el entorno como por las decisiones propias e, incluso, por sus mismos pensamientos. Por eso, en el sentido cerebral, resistir no implica las mismas actividades que persistir, y ambas acciones tienen consecuencias personales que pueden reflejarse en la organización social. También por este motivo hay que abordar estos temas desde una perspectiva neurocientífica y educativa, y no solo desde la sociología, la política, la economía o la filosofía, aunque eso también debe hacerse, claro está.
Ahora bien, antes de seguir adelante debemos tener claro cuál es la función de la ciencia en general y de la neurociencia en particular. La ciencia es el método sistemático y sistematizado de adquirir conocimiento que permite y potencia el intercambio reflexivo, razonado y racional de resultados y conclusiones o, dicho de otro modo, es una actividad humana que nos permite explicar la naturaleza del mundo en que vivimos. Se sustenta en la observación y la experimentación, y sigue unas normas muy estrictas que tienen la finalidad de eliminar los aspectos subjetivos inherentes a la actividad humana. Los resultados que se obtienen por medio de la aplicación del método científico son, por tanto, objetivos. Eso no implica que no puedan discutirse, sino todo lo contrario. Deben discutirse, pero siempre desde la objetividad, desprovistos de ideas preconcebidas que no se basen en el método científico.
Por ejemplo, la ciencia no puede abordar la cuestión de si las alas de los ángeles tienen plumas o no, porque no se ha demostrado que los ángeles tengan alas, ni siquiera que los ángeles existan. Creer o no creer en la existencia de ángeles alados es un preconcepto dogmático que no se sustenta en el método científico. Podría decirse lo mismo, por ejemplo, de las presuposiciones racistas, según las cuales habría razas humanas más evolucionadas. Todas las investigaciones científicas que se han llevado a cabo en el campo genético y neurocientífico, del todo objetivas, indican claramente que en la especie humana no se puede hablar de razas y que las diferencias entre etnias no son significativas en ningún caso. En el ámbito genético o neuronal podemos tener más diferencias con nuestro vecino de toda la vida que con una persona que haya nacido en la otra punta del planeta. Las distinciones que percibimos son sobre todo culturales y, por tanto, se deben al aprendizaje. Eso, por desgracia, no evita ciertos preconceptos extendidos en muchas sociedades que bordean el racismo y que, en situaciones de crisis, cuando la incertidumbre se gestiona desde el miedo, hasta lo promueven. Son preconceptos subjetivos y, por tanto, alejados del método científico.
No obstante, cualquier dato o resultado obtenido a través del método científico, pese a ser cien por cien objetivo, puede utilizarse de maneras muy distintas dependiendo de la finalidad deseada, ya que esa finalidad es subjetiva: depende de nuestros intereses, de la situación en que nos encontremos, etcétera. El conocimiento de la estructura atómica de la materia, por ejemplo, nos permite adentrarnos en las particularidades del mundo físico, pero la utilización de ese conocimiento puede llevarnos a generar nuevas fuentes de energía, como la energía nuclear de fusión (que es la que se produce en el interior de las estrellas) o nuevos materiales mucho más sostenibles y ecológicos; pero también puede usarse para fabricar armas de destrucción masiva. De hecho, ese fue el primer uso al que se destinó. Lo que queremos decir con esto no es que de los estudios neurocientíficos sobre el cerebro podamos deducir que, ante cualquier obstáculo, cambio o incertidumbre de la vida, persistir sea más beneficioso que resistir. Lo que sí podemos afirmar es que, si queremos contribuir a potenciar una sociedad más transformadora y con más capacidad de gestionar de manera reflexiva las incertidumbres inevitables asociadas al cambio, desde la mayor corresponsabilidad democrática posible (y estas propuestas son sin duda subjetivas), las acciones que deben emprenderse tienen que priorizar la persistencia por encima de la resistencia. Os proponemos un último ejemplo para aclarar este punto.
En 2017, al autor le pidieron que participara como conferenciante en la «7a Escola d’Estiu de l’Institut de Seguretat Pública de Catalunya», un encuentro de los cuerpos y las fuerzas de seguridad, para que hablara, en calidad de especialista, de por qué los adolescentes tienen más tendencia a enfrentarse con la policía. La conferencia debió de gustar, porque desde entonces impartimos una similar, pero más genérica, en un curso sobre gestión de grandes emergencias que se celebra anualmente en la misma institución. En el caso de los adolescentes, les explicaba que la reconfiguración neuronal típica e inevitable de tal edad implica un incremento enorme de la sensibilidad y la reactividad emocionales y, al mismo tiempo, una cierta disminución en la eficiencia del funcionamiento de las redes neuronales que permiten racionalizar y gestionar las emociones. Eso permite entender buena parte de los comportamientos que muestran los adolescentes: favorece que reaccionen de manera sobredimensionada ante situaciones externas y ante las emociones que perciben en las demás personas, y al mismo tiempo les cuesta racionalizarlos y reconducirlos.
En este contexto, la principal fuente de información sobre el estado emocional de los demás es la mirada. A través de la mirada de una persona sabemos si está contenta, triste, enfadada, airada o atemorizada, entre otras posibilidades. Y de manera automática ajustamos nuestro comportamiento para hacer frente a ese estado emocional o compensarlo. También influye, claro está, la actitud general de la persona, que va acompasada con la mirada y que puede transmitir agresividad, miedo, prudencia o, incluso, apoyo. Así es como se lo explicamos a los asistentes de ese curso, muchos de los cuales son miembros de los cuerpos de seguridad. Con imágenes ilustrativas, les hacemos ver que la forma en que ellos miran en un principio a los adolescentes, y la actitud general que adoptan cuando tienen que pedirles cualquier cosa, contribuyen a definir su respuesta posterior. Si los miran con rechazo, rabia y odio, algunos huirán impulsados por el miedo, que es una de las emociones básicas; otros, en cambio, según el carácter que tengan, las experiencias previas que hayan tenido, sus convicciones y las actitudes de sus compañeros, se mostrarán agresivos como un simple mecanismo de autodefensa emocional. Y además les costará mucho darse cuenta de lo que están haciendo, porque las redes neuronales de regulación emocional les funcionan de manera poco eficiente.
Por supuesto, los agentes también reaccionan de manera preconsciente a las miradas y a la actitud general del resto de las personas y de sus compañeros. No es lo mismo, por ejemplo, salir del vehículo y ver que los compañeros que ya lo han hecho tienen comportamientos prudentes, que ver que se muestran hostiles; tampoco es igual que las personas que hay alrededor los miren con rechazo a que los miren como si fueran de los suyos, cosa que hace que las conductas, sean las que sean, se vayan retroalimentando. Pero en su caso se les supone una formación adecuada para estas ocasiones que incluye, o debería incluir, una dosis importantísima de gestión emocional. Estos son los datos científicos y objetivos que se explican en las sesiones. Ahora bien, cómo se empleen dependerá de la estrategia policial y de las consignas políticas que reciban. Y eso es subjetivo. De la misma forma que se puede contribuir a rebajar los estados de tensión mostrando prudencia y contención, también se pueden acentuar y exacerbar transmitiendo agresividad e ira. Últimamente hemos tenido ejemplos de ambas situaciones que nos han dejado testimonios gráficos muy impactantes, en uno y otro sentido. Repito, los datos científicos son los mismos, pero pueden utilizarse de maneras muy distintas dependiendo de la subjetividad de cada uno. Eso también lo veremos en este libro.
Como cantaba el cantautor valenciano Raimon:
Parlàvem de tot
i del bé i del mal.
Amb poques coses clares:
la incertesa del futur
l’avidesa d’uns infants.
«Molt lluny», 1972
Hablábamos de todo
y del bien y del mal.
Con pocas cosas claras:
la incertidumbre del futuro
la avidez de unos niños.
En este sentido, la tesis que expondremos sostiene que ante las incertidumbres del futuro, en un mundo dinámico y cambiante, si se quiere contribuir a potenciar una sociedad formada por personas capaces de transformarse desde dentro, por sí solas, y con la voluntad de afrontar el reto de la corresponsabilidad democrática, hay que hacerlo desde la persistencia, no desde la resistencia. Y eso condiciona nuestra manera de ver el mundo.