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ОглавлениеCAPÍTULO 3
EL ESQUELETO
CARTÍLAGOS
Los cartílagos, junto con los huesos, son los principales componentes del esqueleto, preformándose una gran parte de ellos en cartílago durante la etapa intrauterina de la vida. Se encuentran allí donde se necesita rigidez y resistencia, como, por ejemplo, en las superficies articulares, las partes finales frontales de las costillas y la estructura que sostiene la tráquea y los bronquios, la nariz y las orejas. Los principales tipos de cartílagos son los siguientes:
1.El liso, cartílago hialino de las superficies articulares, con muy poca fricción y que produce una superficie resbaladiza.
2.El resistente fibrocartílago blanco, que contiene tejido de fibras blancas, se encuentra en los discos intervertebrales y en las placas o meniscos que se proyectan en ciertas articulaciones (por ejemplo, los cartílagos semilunares de la rodilla).
3.El fibrocartílago elástico amarillo se encuentra en estructuras que cuelgan, como, por ejemplo, la oreja o la epiglotis.
El cartílago es un tejido conjuntivo, en su mayoría sin riego sanguíneo directo, por lo que no puede repararse a sí mismo tras una lesión, siendo reemplazado por tejido fibroso cicatrizal. Es un tejido conectivo cuya matriz se ha solidificado y endurecido, conjuntamente con proteínas fibrosas (colágeno y elastina). Su contenido orgánico incluye la molécula compleja de condromucoproteína, unida al condroitín-sulfato polisacárido. El condroblasto o célula cartilaginosa es gruesa y redondeada, y se distribuye por todas las zonas de la sustancia cartilaginosa en pequeñas agrupaciones. Es la responsable de la formación de la matriz cartilaginosa y se nutre por difusión a partir del fluido de la articulación vecina y, de alguna manera, desde el hueso que le sirve de base. La inactivación lleva hacia la degeneración del cartílago articular, mientras que la actividad ayuda a la difusión de los nutrientes.
Figura 3.1: Células cartilaginosas
El cartílago tiene la propiedad de la calcificación, es decir, las sales del calcio se depositan en él, volviéndolo resistente y opaco. La calcificación es un proceso normal durante el crecimiento y se produce como una etapa preliminar a la osificación de los precursores cartilaginosos de los huesos. No obstante, también es un proceso de senectud; en este estadio de la vida, existe una degeneración fibrilar de los cartílagos de las articulaciones, el proceso de desgaste natural de la osteoartritis.
HUESOS
El hueso también es un tejido conectivo especializado, con una función mecánica y una importante conexión con el metabolismo mineral. En su interior se encuentra el tuétano, donde se forman nuevos glóbulos rojos.
Si exceptuamos los dientes, es el tejido más duro. Proporciona el armazón del cuerpo, protege los órganos internos, suministra las uniones de los tendones y de los músculos y forma las palancas sobre las que nos movemos. Su estructura combina la fuerza con la economía de material; sus puntales internos o trabéculas se disponen de forma que consiguen cargar el máximo. Existe un margen de seguridad considerable: por ejemplo, la cabeza del fémur puede soportar una carga vertical de una tonelada y sostener tres veces el peso del cuerpo en cada paso. El hueso está sujeto a presiones, tensiones, torsiones e inclinaciones, y se opone a éstas gracias a su resistencia y elasticidad. En edades avanzadas y en algunas enfermedades, esta resistencia está alterada, produciéndose, entonces, fracturas.
El hueso es una combinación de: (a) una matriz fibrocelular orgánica u osteoide, y (b) una matriz mineral que está formada por fosfato cálcico y carbonato, magnesio y flúor en estado cristalino. El componente orgánico se puede eliminar por combustión, dejando un esqueleto mineral quebradizo; la materia inorgánica puede disolverse por la acción de ácidos, produciendo un hueso flexible descalcificado. El osteoide está formado por fibras colágenas, más algunas agrupaciones de sustancias que contienen mucopolisacári-dos y proteínas. La matriz mineral tiene una estructura cristalina rígida, conocida como hidroxiapatita, representada por Ca10(PO4)6(OH)2, con cantidades variables de otros iones –magnesio, sodio, carbonato, citrato y fluoruro. La matriz colágena actúa como un área para la cristalización de minerales a partir del calcio disuelto y del fosfato de los fluidos de los tejidos bajo la influencia de una enzima, la fosfatasa, que concentra iones de fosfato e inicia el crecimiento del cristal. En un cuerpo sano, toda la sustancia ósea está mineralizada y sólo se encuentra osteoide no mineralizado donde el hueso se está formando con rapidez, como, por ejemplo, en las zonas de fracturas. En ciertas enfermedades, como el raquitismo, la mineralización es defectuosa, y el hueso, flojo y blando. En algunas ocasiones, como en la fluorosis endémica, la mineralización es excesiva y el hueso está duro, pero quebradizo. Las sales del hueso están en un intercambio dinámico con los iones de los fluidos corporales, siendo ésta la base del proceso constante de remodelado y reemplazamiento de la sustancia ósea. El calcio de la sangre está en equilibrio con el del hueso, con cerca de 1 g que se cambia cada día, un proceso influido por la secreción de las glándulas tiroides y paratiroides, y por la vitamina D y el pH local. Los huesos contienen un 99% del calcio total del cuerpo, un 88% del fosfato, un 70% del citrato, un 80% del carbonato y un 50% del magnesio. Está constantemente sujeto a las influencias de formaciones y reabsorciones simultáneas. Ambas son muy activas durante el crecimiento, con formaciones óseas en la época ascendente. Durante la edad adulta y cerca de la mitad de la vida, la masa ósea permanece completamente constante en el individuo sano, pero hacia el final de la vida la reabsorción sobresale y la cantidad de hueso disminuye de tal forma que aparece más translúcido en la radiografía (osteoporosis). Este proceso comienza antes en las mujeres y explica la frecuencia de fracturas de la cadera en la gente mayor.
Figura 3.2: Estructura microscópica del hueso
Figura 3.3: Diagrama de la zona cortical del hueso, que muestra la estructura de un osteón. Estas unidades en forma de varillia de la estructu ra ósea están formadas por series de laminillas (de Ellectrical Effects in Bone por C. Andrew L. Bassett. Copyright © 1965 por Scientific American Inc. Todos los derechos reservados)
Desde una perspectiva microscópica, la parte cortical del denso hueso externo de las diáfisis de los huesos largos se ordena en capas, o laminillas, que contienen pequeñas hendiduras o lagunas, ocupadas por las células óseas, u osteoblastos, donde las apófisis se ramifican alrededor. Las laminillas se disponen alrededor de un canal haversiano central que contiene vasos sanguíneos y nervios, formándose el hueso con una gran cantidad de estos sistemas haversianos, u osteones. Esto se modifica cerca de la superficie de la diáfisis del hueso, donde las laminillas corren paralelas y no existen canales. Los osteoblastos son células de tejido conectivo especializado que ayudan en la formación de la matriz orgánica y contienen fosfatasa alcalina, que participa en su actividad de formación ósea. En las zonas donde el hueso se absorbe o remodela, existe otra clase de célula, el osteoclasto, una célula multinuclear que reabsorbe activamente la sustancia ósea. Las dos clases de células trabajan juntas para configurar la arquitectura interna del hueso en respuesta a la tensión mecánica.
El periostio es una membrana fibrosa, vascular y resistente que rodea el hueso, excepto en las zonas donde está cubierto por cartílago articular. Su estrato fibroso externo se mantiene constante, formando parte del suministro sanguíneo del hueso y proporcionando uniones a los músculos y a los ligamentos. Desde aquí, las fibras penetran dentro del hueso. En las capas profundas del periostio se encuentran los osteoblastos, responsables del aumento del hueso durante el crecimiento. En este período, el periostio puede fácilmente separarse del hueso que le sirve de base, en concreto, cuando existe alguna lesión o infección. La unión es mucho más firme en el individuo adulto.
Figura 3.4 : Diagrama que muestra la distribución de los vasos sanguíneos en el hueso antes y después del crecimiento óseo Obsérvese que la placa de crecimiento aísla la circulación epifisaria de la metafisaria durante el período de crecimiento, pero se produce en ambos una anastosmosis cuando finaliza el crecimiento Los vasos periósticos irrigan la capa osteogénica de la superficie ósea mientras se produce el crecimiento del hueso, pero en la edad adulta penetran en la corteza e irrigan la arteria nutricia (de A Companion ton Medical Studies, Vol 1)
Suministro sanguíneo de los huesas
Un hueso largo característico presenta cuatro conjuntos de vasos (Fig. 3.4). El vaso epifisario suministra sangre a las epífisis, o centros de osificación en los terminales de crecimiento de los huesos. Un conjunto separado de vasos, los metafisarios, son relevantes en relación con el crecimiento. La diáfisis recibe suministro desde una o más grandes arterias nutricias que penetran en la corteza y entran en la cavidad medular. Por último, los vasos periósticos nutren las capas externas de la diáfisis ósea. Si la arteria nutricia se lesiona, o si el periostio se separa debido a una infección, puede morir la mayoría de la diáfisis.
Tipos de huesos
Existen cinco tipos característicos de huesos:
1.Los huesos largos, que son los de las extremidades, como, por ejemplo, el húmero en el brazo o el fémur en el muslo. Presentan una diáfisis con una marcada forma cilindrica (aunque a veces en algunas zonas aparece en forma de triángulo o de polígono) y dos extremos expandidos (por lo general redondeado en la cabeza y ancho en el cóndilo). Los extremos del hueso participan en las articulaciones adyacentes y están cubiertos por cartílago articular liso para facilitar el movimiento. Los dos extremos que forman una articulación están encerrados en una cápsula articular común. El periostio que cubre la diáfisis se continúa con la cápsula en el extremo del hueso (Fig. 3.5 b). La superficie ósea está cubierta por numerosas y minúsculas aberturas (foramina) para sus vasos sanguíneos, con un gran foramen nutricio para la arteria principal, cerca de la parte intermedia de la diáfisis.
Una sección transversal de un hueso largo muestra la corteza exterior de la sustancia ósea y la cavidad medular central. La corteza presenta una porción externa de hueso denso compacto alrededor de hueso esponjoso. En los extremos, donde finaliza la cavidad medular, existe una masa sólida de hueso esponjoso (Fig. 3.5 a).
La médula amarilla adiposa ocupa toda la médula en el adulto, mientras que los intersticios del hueso esponjoso en los extremos se cubren con médula roja, responsable de la formación de glóbulos rojos y blancos. En el nacimiento y en edad de crecimiento, la médula roja ocupa toda la diáfisis, pero se retira más tarde hacia los extremos. Este proceso puede invertirse si una anemia o una hemorragia requieren una demanda extra de formación sanguínea (en la anemia crónica, por ejemplo, la diáfisis está cubierta por médula roja que trabaja continuamente). En la edad adulta, la médula roja se encuentra de forma prioritaria en los huesos planos, el cráneo, las costillas, el esternón y la pelvis; también en las vértebras de la columna vertebral.
2.Los huesos largos cortos son simplemente huesos largos en miniatura; los encontramos en las manos y en los pies.
3.Los huesos cortos son de forma cuboide o irregular, y están formados completamente por hueso esponjoso con un delgado armazón compacto. Son los huesos de la muñeca (carpo), la parte correspondiente en el pie (tarso) y las vértebras.
4.Los huesos planos son el cráneo, la bóveda, las costillas y la escápula (omóplato). Están formados por dos placas de hueso compacto que encierran una delgada capa esponjosa. En el cráneo, estas capas se denominan tablas interna y externa, con el diploe en medio. Ciertos huesos del cráneo se expanden gracias a unas cavidades aéreas que reemplazan esta capa esponjosa, los senos aéreos.
5.Los huesos sesamoideos son minúsculas masas redondeadas que se encuentran en algunos tendones en puntos de fricción. El más grande es la rótula en la rodilla.
Figura 3.5: (a) Sección transversal de un hueso largo (b) Sección longitudinal de un hueso
DESARROLLO Y CRECIMIENTO DE LOS HUESOS
En el embrión de pocas semanas, el núcleo central del tejido conectivo gelatinoso primitivo de los miembros que se están formando se transforma en una hilera axial de cartílago. Esta hilera se absorbe en las zonas de las futuras articulaciones, como, por ejemplo, el codo y la rodilla, separando el brazo del antebrazo y el muslo de la pierna, respectivamente, y se escinde longitudinalmente en los segmentos distales como precursor de los pares de huesos radio y cúbito o tibia y peroné. La mayoría del esqueleto está formada por cartilago desde la sexta semana, y en la séptima se desarrolla un centro de osificación en la parte media de la diáfisis de los huesos largos. Aparecen las células óseas, la matriz se impregna con sales de calcio, y la osificación se extiende por toda la diáfisis hasta que, en el nacimiento, los huesos largos están osificados de forma total, excepto en sus extremos cartilaginosos.
Figura 3.6 : Estados en la osificación de un hueso largo
Epífisis
Se producen entonces desarrollos y disposiciones, peculiares de los mamíferos, que permiten un crecimiento continuo de la longitud ósea durante los años que preceden a la maduración. En los primeros años de vida aparecen centros secundarios de osificación, que realizan una osificación completa, salvo en una delgada placa cartilaginosa que los separa de la diáfisis. El extremo redondeado se denomina epífisis, y la placa cartilaginosa, placa epifisaria. Esta placa está formada por columnas longitudinales de células cartilaginosas que se autorreproducen de manera continua en la zona diafisaria de la placa, y como se va formando sin interrupción nuevo hueso, que es empujado dentro de la diáfisis, el hueso puede crecer en longitud. Así, la placa epifisaria mantiene su integridad hasta que la epífisis se fusiona con la diáfisis gracias a la osificación que realizan ciertos cartílagos –a los dieciocho o veinte años en el hombre, a los dieciséis o dieciocho en la mujer (ver Fig. 3.6).
Crecimiento de los extremos
Aunque el crecimiento de cada extremo de un hueso largo es un crecimiento propio, una epífisis aparece más temprano que la otra y se fusiona más tarde, siendo, además, la principal responsable del crecimiento en longitud. En el brazo, estos “puntos de crecimiento” principales se encuentran en el extremo del hombro para el húmero y en el extremo de la muñeca para el radio y el cúbito. Por su parte, en la pierna, los hallamos en el extremo de la rodilla para los tres huesos. La destrucción completa de una epífisis causa detención del crecimiento y atrofia, mientras que una destrucción parcial causa una distorsión del crecimiento en la que la extremidad se desvía hacia fuera desde el lado aún activo.
Unos pocos huesos, de forma prioritaria en la bóveda craneal, la mandíbula y la clavícula, no están pre-formados por cartílago, pero se osifican de manera directa de un tejido membranoso primitivo y no presentan ninguna epífisis.
Remodelación
El cartílago articular, o superficie articular, que cubre los extremos libres de la epífisis, persiste a lo largo de toda la vida. Es una porción del sistema cartilaginoso original que no ha sido sustituido por hueso formado en el centro secundario (epifisario) de osificación. La diáfisis del hueso crece en grosor por la formación de hueso nuevo dentro del periostio. Cuando se añade hueso externamente, se reabsorbe en el interior, por lo que la diáfisis se mantiene tubular, es dura sin ser compacta y hace sitio a la médula ósea. Este proceso de reposición externa y reabsorción interna se denomina “remodelación”. La remodelación también se produce en la metáfisis (la metáfisis es el “cuello” del hueso, exactamente en la zona de la diáfisis de la placa epifisaria).
Crecimiento
El feto va creciendo de forma continua, pero su tasa de crecimiento varía considerablemente. Es lenta durante los primeros dos meses, alcanza su punto más alto en el cuarto y quinto meses y desciende otra vez al final del embarazo. La tasa de crecimiento desciende rápidamente después del nacimiento y luego más lentamente hasta la pubertad, cuando aparece una aceleración del crecimiento. Se detiene el crecimiento en estatura hacia los dieciocho años en los hombres y los dieciséis en las mujeres, debido a la fusión epifisaria en los huesos largos. En los ancianos desciende la estatura debido a la incurvación y a los cambios degenerativos de la columna vertebral. Las proporciones del cambio de los diferentes componentes del cuerpo se muestran en la figura 3.7. Al inicio de la vida fetal, la cabeza es desproporcionadamente grande como consecuencia del desarrollo precoz del cerebro; en la edad madura, las extremidades inferiores son las que realizan una mayor contribución. Antes de la pubertad, las piernas crecen más rápido que el tronco, y los chicos son por lo general más altos que las chicas porque tienen un período prepuberal más prolongado. La mayoría del incremento en los adolescentes se produce en el tronco.
Factores que controlan el crecimiento de los huesos
Cuando el crecimiento en estatura depende del crecimiento en longitud de los huesos largos, el cual está relacionado con el crecimiento de las placas cartilaginosas epifisarias, la tasa de crecimiento y la estatura final están determinadas por la tasa de proliferación de células del cartílago en la placa de crecimiento y su duración activa. Estos datos pueden afectarse por cierto número de factores.
Figura 3.7: Muestra de las proporciones del cambio del cuerpo durante el crecimiento y el desarrollo (de A Companion to Medical Studies, Vol. 1)
Existe una gran influencia genética: los gemelos idénticos tienen una estatura similar y los padres altos tienden a tener niños altos. La malnutrición en la infancia impide el crecimiento. Existe un íntimo control del crecimiento óseo realizado por ciertas glándulas endocrinas. Las hormonas del crecimiento secretadas por el lóbulo anterior de la hipófisis promueven el crecimiento desde el nacimiento hasta la adolescencia por su efecto sobre la proliferación de las células del cartílago. Un exceso de la secreción en la niñez estimula el crecimiento epifisario y causa gigantismo, alcanzando la persona una altura de 2,13 o 2,44 m. Su acción en el adulto es menos espectacular, pero existe hipertrofia del esqueleto y tejidos débiles, especialmente en las manos, pies, cara y lengua (condición conocida con el nombre de acromegalia). Una deficiencia de la hormona del crecimiento en una etapa temprana de la niñez es una de las causas del enanismo. Las hormonas de la glándula tiroides son también importantes: en una deficiencia congénita (cretinismo) existe atrofia e imbecilidad, y las epífisis retrasan su aparición y su fusión hasta la edad adulta. Las hormonas sexuales, secretadas por los órganos sexuales y las glándulas suprarrenales, causan el tirón del crecimiento en los adolescentes.
Edad del esqueleto
Existe mucha variación en los estadios en los que aparecen signos de madurez y desarrollo sexual. Tales rasgos, por ejemplo, serían el comienzo de la menstruación y el desarrollo del vello púbico. Un chico o una chica con una edad cronológica de trece o catorce años puede ser todavía un crío o virtualmente un adulto. La edad real del desarrollo se calcula mejor estudiando las fechas de aparición de los centros epifisarios secundarios de osificación en los huesos largos y los centros primarios en los huesos cortos, como los que se encuentran en la muñeca. Es entonces posible juzgar la edad esquelética como un buen índice de madurez. Las edades esquelética y cronológica pueden diferir, pero no más de dos años.
Los huesos duros del esqueleto pierden su plasticidad durante la vida como capacidad para responder a la tensión, de igual forma que los árboles responden al viento y al tiempo atmosférico. Cuanto más trabajo les hagamos realizar, mayor hipertrofia se producirá, sobre todo como respuesta a una presión o empuje muscular, siendo la disposición interna de las trabéculas óseas una solución mecánica a los problemas de ingeniería impuestos.
Figura 3.8: Sutura
ARTICULACIONES Y MOVIMIENTOS
Tipos de articulaciones
Las articulaciones entre los huesos varían en relación con la movilidad de las diferentes partes del esqueleto, siendo algunas bastante inmóviles. Los principales tipos son los siguientes:
1.Fibrosas. Pueden ser como suturas (fijas) en zigzag entre los huesos del cráneo, cuyas irregularidades se articulan mediante una delgada banda fibrosa, a menudo obliterada por la osificación en la senectud; como una sindesmosis, que permite alguna extensión y movimiento, como la articulación distal de la tibia y el peroné, o como una placa ancha o membrana interósea entre pares de huesos (radio y cubito, tibia y peroné).
2.Cartilaginosas. Los cartílagos que cubren los extremos del hueso se unen gracias a una placa de grueso fibrocartílago, como, por ejemplo, el cojín entre las dos mitades de la pelvis por delante de la sínfisis púbica, o el disco intervertebral entre las vértebras. El movimiento de esta articulación es limitado, pero la totalidad de los movimientos entre vértebras adyacentes puede ser considerable.
3.Las articulaciones sinoviales permiten movimientos libres. Los extremos del hueso se cubren con cartílago articular hialino liso y la cavidad articular se encierra dentro de la bolsa formada por la cápsula articular fibrosa, extendiéndose desde un hueso a otro y continuándose con el periostio. Los ligamentos del tejido fibroso y duro mantienen juntos los extremos del hueso. El primero de estos ligamentos es el ligamento capsular principal al que se suman bandas localizadas dentro de la cápsula y ligamentos accesorios que atraviesan la articulación o la exteriorizan en su conjunto. Los tendones que se encuentran dentro de la articulación funcionan como ligamentos extrínsecos, como, por ejemplo, la porción larga del bíceps en la articulación del hombro. En ocasiones, unas placas completas o incompletas de cartílago, o discos, se proyectan en la cavidad articular como si fueran particiones: las encontramos en el extremo de la clavícula, entre el maxilar inferior y el cráneo (articulación temporomandibular), en la rodilla –los cartílagos semilunares (o meniscos) tan a menudo lesionados en los futbolistas– y en la muñeca, en la articulación radiocubital inferior.
Figura 3.9: Articulación sinovial
Normalmente, el espacio articular sólo es potencial, como cuando las superficies cartilaginosas y los tejidos blandos se encuentran en contacto bajo una presión negativa; es una realidad cuando la cápsula está distendida por un líquido o ha dejado entrar aire. La cápsula está tapizada por una membrana sinovial lisa, que se refleja en los huesos y desaparece en la periferia de las superficies cartilaginosas. Esta gruesa membrana vascular, con sus pliegues y bordes, envuelve la articulación y segrega el líquido sinovial lubrificante. Este fluido amarillento y viscoso segregado a partir de la sangre también alimenta el cartílago articular y los linfocitos que contiene limpian los detritos de las superficies móviles. Allí donde los huesos no se unen de forma adecuada, existen gruesas almohadillas entre la cápsula y la membrana sinovial que llenan los espacios muertos y funcionan como cojines en los movimientos. Cualquier estructura que atraviese la articulación, como un ligamento o un tendón, está tapizada por una cubierta de membrana sinovial.
Figura 3.10 : Articulación sinovial dividida por una placa cartilaginosa
Estabilidad
La integridad y la coaptación de las articulaciones se mantiene gracias a cierto número de factores, siendo los más importantes la fuerza de los ligamentos y el tono de los músculos que las rodean. El tono muscular, por lo general, previene deformaciones graves de los ligamentos. Es esencial una gran movilidad, por ejemplo, en el hombro, por lo que la cápsula se encuentra laxa y la porción larga del húmero encaja débilmente en la cavidad glenoidea de la escápula; esta inestabilidad se consigue manteniendo armonizados los tendones de los músculos rotadores pequeños con la cápsula, de forma que la deficiencia anatómica se compense con la defensa muscular. Esto contrasta con la cadera, donde la estabilidad es importante: la cabeza femoral se encuentra profundamente enterrada en la cavidad del acetábulo, por lo que no es necesaria la casación de los músculos adyacentes con la cápsula. Existen otros pequeños factores de apoyo que se entrelazan con los extremos del hueso, raramente estables por sí mismos, y la cohesión producida por la presión atmosférica.
Las superficies articulares presentan un menor encaje durante toda la amplitud de movimientos y se acoplan estrechamente en los extremos de la amplitud. Existe una posición de estrecho acoplamiento cuando la articulación se somete a una tensión y una posición de descanso cuando no se utiliza. Aunque los ligamentos son estructuras importantes de fuerza, son poco extensibles y no pueden adaptarse para resistir grandes deformaciones. Tales movimientos son resistidos normalmente por los músculos vecinos, que pueden permanecer tensos todo el tiempo que dura un movimiento de resistencia o pueden relajarse cuando sus oponentes se contraen, de una manera imposible para los ligamentos no elásticos.
Clases de articulaciones sinowiales.
Las articulaciones sinoviales se subdividen teniendo como referencia la forma de los extremos de los huesos y la amplitud de movimientos posibles.
La articulación plana (“artrodia”) entre pequeñas superficies adyacentes horizontales de los huesos carpianos y tarsianos sólo permite un movimiento mínimo de deslizamiento. La articulación por encaje recíproco (“en silla de montar”) se explica fácilmente mediante su propio nombre, observando sus superficies recíprocas: el mejor ejemplo se encuentra en la relación entre el hueso metacarpiano del dedo pulgar y su correspondiente carpiano. La articulación troclear es un mecanismo frecuente, como en el codo, el tobillo y los dedos, que consiste en el encaje de una superficie convexa en una concavidad, permitiendo los fuertes ligamentos colaterales en cada lado que se realice movimiento alrededor sólo de un eje transversal. Por supuesto, la cápsula necesita estar laxa por delante y por debajo para permitir una flexión y una extensión completas. La articulación trochus (“pivote”) consiste en que el extremo de un hueso cilindrico rota sobre su propio eje como si fuera un machihembrado: por ejemplo, la cabeza del radio en la zona superior (proximal) de la articulación radiocubital en el codo, durante una rotación del antebrazo.
La articulación enartrosis del hombro y de la cadera es la que permite una mayor gama de movimientos y consiste en el movimiento conjunto de una superficie esferoidal y una cóncava, rotando sobre un número infinito de ejes. Sus principales movimientos son los siguientes (Figs. 3.11 y 3.12): la flexión y la extensión en un plano anteroposterior; la abducción y la aducción en un plano mediolateral; las rotaciones medial y lateral sobre el eje largo de las extremidades (no debe confundirse con la pronación y la supinación del antebrazo en la extremidad superior, pues una rotación verdadera sólo se produce en la articulación del hombro), y la circunducción, en la que una extremidad describe la figura de un cono (es un movimiento combinado, derivado de todos los anteriores).
Figura 3.11: Movimientos de las articulaciones enartrosis del hombro y la cadera
Figura 3.12: Rotación del hombro
Los movimientos de las articulaciones casi nunca son tan extensos como dan a entender la forma de los extremos de los huesos, es decir, el cierre real de los huesos es un factor limitante sólo de manera excepcional. Las partes blandas son las responsables del control de la gama de movimientos, como en el contacto del brazo y el antebrazo en la flexión del codo, y la tensión de los músculos isquiotibiales en la parte posterior del muslo al limitar la flexión de la cadera.
EL ESQUELETO AXIAL Y APENDICULAR: LAS CINTURAS
El esqueleto se divide en dos porciones: una central axial (cabeza y tronco) y otra periférica apendicular (huesos de las extremidades). El esqueleto axial está formado por el cráneo, las mandíbulas, la columna vertebral, el esternón y los doce pares de costillas. Además, existe el pequeño hueso hioides en la zona superior del cuello por debajo del suelo de la boca, y tres diminutos huesecillos en cada cavidad del oído medio.
Las cinturas
Existen disposiciones circulares de huesos que conectan las regiones del hombro y de la cintura con el esqueleto axial, de forma que proporcionan una unión firme para los miembros correspondientes, al tiempo que permiten un grado de movilidad. Las dos cinturas difieren bastante. El brazo no lleva peso y sólo debe permitir la utilización lo más libre posible de la mano, mientras que la cintura escapular es inestable y sus principales conexiones son musculares y no óseas. Por el contrario, en la cadera las condiciones son diferentes porque la estabilidad es esencial: la cintura pélvica forma un completo grupo óseo, unido firmemente a la zona inferior de la columna vertebral (Fig. 3.15).
Figura 3.13: El esqueleto, visión anterior
Figura 3.14: El esqueleto, visión posterior
Figura 3.15: Las cinturas
Ambas cinturas están basadas en un modelo circular, aunque la cintura escapular es muy ancha y se abre hacia atrás, pues la escápula sólo se une a la columna por medio de un músculo, por lo que puede moverse con libertad en el tronco. Cada mitad de la cintura escapular está formada por dos huesos: la escápula y la clavícula (esta última es un delgado hueso que articula la escápula con el esternón y participa en el sostén del peso de los brazos). A medio camino alrededor de la cintura y en cada lado se encuentra la cavidad glenoidea de la escápula, que acomoda la cabeza del húmero en la articulación del hombro.
En la cintura pélvica, el anillo óseo es completo en un círculo hermético hacia delante y hacia abajo. Cada mitad está compuesta por un único hueso coxal que posee una cavidad acetabular muy profunda para la cabeza del fémur en la articulación de la cadera. Desde una perspectiva posterior, los dos huesos pélvicos están firmemente unidos a la columna –desde el sacro– por las articulaciones sacroilíacas. La cintura está integrada en el esqueleto axial y no permite movimientos accesorios, salvo los propios de la cadera.