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CAPÍTULO TRES

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La felicidad que llenaba el castillo de Manchester no se parecía en nada a la casa de Annalise. Atestiguar dicha alegría y tener que abandonarla, odiaba ese pensamiento, aunque se daba cuenta de que en menos de un día tendría que dejarla atrás. En el pasado nunca había envidiado a su hermanastra. Aunque ahora...añoraba lo que Estella tenía. El amor que compartía con su esposo era puro. Incluso lord y lady Manchester tenían algo especial entre ellos.

“¿Qué la tiene tan sensible?”, preguntó Estella.

“Nada”, dijo Annalise. “Al menos, no es algo que pueda cambiarse. Padre nunca permitirá que pueda quedarme más tiempo del que he pasado”. Puso una sonrisa en su rostro, esperando tranquilizar la preocupación de Estella. “¿Cuánto tiempo piensan pasar usted y lord Warwick en el castillo de Manchester? ¿Él no cuenta con una propiedad?”. Eso podía ser suficiente para distraer a su hermanastra. No deseaba comentar lo horrible que podía ser su padre.

“La tiene”, contestó Estella y luego soltó una sonrisita. “Partiremos poco tiempo después de ustedes. Garrick, lord Manchester tuvo la amabilidad de darnos un lugar donde quedarnos por un tiempo. Lo he disfrutado y Hannah es una nueva amiga que nunca había pensado tener”.

“Me alegra que haya encontrado una amiga”. Otro aspecto que agregar a la creciente lista de cosas que envidiaba que Estella tuviera. Si pensaba demasiado en ello, podría empezar a resentirse con su hermanastra. “Me alegro por usted”.

“Algún día encontrará alguien a quien amar”, dijo Estella. “Su padre no siempre estará presente para evitar que usted encuentre esa felicidad”.

Él estará el tiempo suficiente... su padre siempre había tenido la manera de evitar que algún cortejo iniciara. No tenía ninguna posibilidad de encontrar el amor. Era como si tuviera alguna forma de sentir cuando un hombre se interesaba en ella. El duque estaba decidido a elegir un esposo para ella, y Annalise rechazaba a todos los ‘lords’ que ponía delante de ella. Todos eran del tipo de su padre, y por el resto de su vida, no se uniría a otro hombre parecido a él.

“Eso es verdad”, estuvo de acuerdo. “Pero eso no significa que alguna vez no encuentre el amor. Algunas personas están destinadas a estar solas. Yo puedo ser una de ellas”.

“Mi querida Annalise”, dijo Estella y después le sonrió. “Tenga un poco de fe y atrévase a soñar. Tal vez tenga un hada madrina, como yo la tuve”.

Era su turno de reír. “No tengo un amor verdadero del que me mantengan alejada”. De cierta manera, deseaba tenerlo. Nunca se había enamorado, ni siquiera entendía cómo era que alguien la amara. Estella siempre había amado a Donovan. Annalise no tenía a nadie, y probablemente nunca lo tendría. Al menos mientras viviera su padre... “el amor no es para todos. Estaré bien...lo prometo”.

“Bueno, mientras lo prometa”. Estella puso los ojos en blanco. “No sea tan escéptica. En ocasiones los sueños se vuelven realidad. Si no tiene fe, dependerá que yo tenga un poco por usted”.

No quería discutir con Estella. Tenía poco tiempo y pronto su carruaje partiría rumbo a casa. Annalise quería que sus últimas horas fueran de alegría y no de tristeza. Si tener fe sobre que un día podría encontrar el amor, hacía feliz a su hermanastra, Annalise la tendría. No era un secreto que necesitara toda la ayuda que podía conseguir. Con un padre empeñado en hacerla miserable por completo, ella no alejaría a una verdadera amiga. Estella había sido siempre mejor socializando que Annalise. La mayoría de la sociedad la consideraba pretenciosa y cruel. A decir verdad, le resultaba difícil hablar con la gente y así resultaba. Le encantaría tener más amigos, pero no tenía idea de cómo desarrollar ese tipo de relaciones. “Si ocurre un milagro y encuentro el verdadero amor, sabré a quién agradecer”.

“Veré que lo haga”, Estella le guiñó un ojo. “Ahora venga a dar un paseo conmigo al jardín. Hannah está descansando y no deseo pasar tiempo con lady Corinne”.

“¿Quién es ella?”, preguntó Annalise. “No es muy conversadora. Intenté hablar con ella durante la cena y me ignoró por completo”.

La hermosa mujer rubia se había mantenido reservada la mayor parte del tiempo que se encontraba allí. En secreto había estado mirando a Marrok, y a su vez, su hermano había estado mirando a la dama. Algo estaba sucediendo entre ellos.

“De alguna manera está relacionada con lord Manchester, o tal vez fuera su sobrina...”. Estella frunció el ceño. “Ahora lo recuerdo. Es la tía de Amelia. Es la joven sobrina de Garrick. Pobre chica, perdió a sus padres. Lady Corrine era la hermana de su madre. Garrick le permite quedarse durante largas visitas para que Amelia no se sienta sola”.

“Eso es muy amable de su parte”, contestó Annalise. “Es bueno ver que hay un hombre que realmente se preocupa de sus relaciones femeninas”. Sí, su amargura se derramaba con esas palabras. Para su padre, ella no era más que una ficha de intercambio a usar para promover su ganancia personal.

Mi Marqués Eternamente

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