Читать книгу Castendolf y los secretos del bosque - Diana Salazar Santamaría - Страница 8

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Capítulo III

¿CUÁNDO COMEREMOS TRUFAS?

Sin saber lo que estaba sucediendo, pues sus hermanos no se lo habían contado, mientras Bayi desayunaba al día siguiente preguntó:

—Mami, ¿cuándo comeremos trufas?

—¿Trufas?, ahora no tenemos trufas en la despensa, pero hay otro tipo de chocolates —contestó su madre.

—No preguntaba por las trufas de chocolate, sino por las originales —continuó Bayi.

—¿A qué te refieres con las originales? —preguntó su madre, extrañada.

–A las que crecen en los bosques –contestó Bayi con naturalidad.

—Tienes un gusto muy peculiar para ser un niño que apenas va a cumplir ocho años, Bayi —opinó su madre.

—Nunca las he probado, pero me han dicho que son deliciosas —dijo Bayi.

—¿Cuáles son las trufas que no son de chocolate? —preguntó Guigo, intentando participar en una conversación que le parecía de mayores.

—Son hongos muy especiales, pues crecen debajo de la tierra y es difícil encontrarlos, pero tienen un sabor exquisito —contestó su padre.

—¿Y cómo sabes donde tienes que excavar para encontrar las trufas? —preguntó Bayi cada vez más interesado, haciendo honor a su fama de glotón que siempre buscaba nuevos sabores.

—Pues necesitas un potente olfato para poder detectarlas a través de las capas de tierra, como el de los cerdos y los perros —continuó su padre.

—Y también el de Castendolf —opinó espontáneamente Guigo.

La mención de Castendolf pasó desapercibida para sus padres, no así para Bayi, que asintió con su cabeza ante el comentario de Guigo, y, menos aún para Nolo, que se puso muy nervioso al volver a oír ese nombre, y más al darse cuenta de que Bayi también parecía haberlo oído antes. Decidió no preguntar nada a sus hermanos en frente de sus padres, pero se aseguraría de interrogarlos en cuanto estuvieran solos.

—¿A que sí, Bayi?, ¿a qué a Castendolf le encantan las trufas y es un experto buscador? —insistió Guigo.

—Sí, Guigo, así es, pero ahora termina tu pan con miel o llegaremos tarde al colegio —contestó Bayi.

—Bayi tiene razón, chicos, a terminar todos ya, pues es hora de irse —dijo su madre, y todos se apresuraron a alistar sus mochilas y bicicletas.

Al salir de casa, Nolo no pudo contener su curiosidad y les lanzó a sus hermanos la primera pregunta—: ¿Vais a decirme que es eso de Castendolf?

—No puedo decir nada –contestó Guigo—. Lo prometí y una promesa nunca se rompe.

—¿Como que lo prometiste?, ¿a quién?, ¿cuándo? —preguntó Nolo, molesto.

—No puedo decir nada —repitió Guigo.

—Conque esas tenemos… —continuó Nolo—. Y entonces, ¿cómo es que se lo has dicho a Bayi?

—Yo no le he dicho nada a Bayi —aseguró Guigo.

—Esta vez te tengo pillado, Guigo, así que no vale la pena que intentes mentirme —continuó Nolo.

Con un par de lágrimas ante la acusación de Nolo, Guigo aseguró casi en voz baja:

—No estoy mintiendo, no le he dicho nada a nadie.

—¡Ah, no! ¿Y cómo es que Bayi sabe de quién estás hablando? —insistió Nolo.

—¡Pues porque Castendolf se lo ha dicho directamente a él! —le gritó Guigo.

—¿Tú también has visto al tal Castendolf, Bayi? —preguntó Nolo, incrédulo.

—No exactamente —contestó Bayi.

—¿Me vas a mentir al igual que Guigo? —preguntó Nolo cada vez más alterado.

–No te estoy mintiendo, Nolo, yo a Castendolf solo lo he visto en mis sueños —contestó Bayi con calma.

—¿Cómo que en tus sueños? —siguió preguntando Nolo, sin entender nada.

—Pues sí, en mis sueños; a veces cuando estoy dormido siento cómo me susurra al oído, contándome que le encantan las trufas y cuánto extraña su casa. Como a mí me interesa mucho lo que tenga que ver con comida, pues sabes que soy un goloso, le hago preguntas a ver si logro averiguar más sobre las misteriosas trufas. Me ha contado muchas cosas, pero también me advirtió que podría traerme muy mala suerte traicionar su confianza —confesó Bayi.

—Cada vez me tenéis más confuso y ¡no entiendo nada! –aseguró Nolo—. Yo vi algo en la cocina que tenía unas orejas raras y puntiagudas, pero no logré ver qué tipo de animal era, y ahora resulta que vosotros dos decís saber secretos sobre ese bicho, que además habla y tiene nombre. La verdad es que todo esto me huele a que os habéis puesto de acuerdo para jugarme una broma, pero yo no soy tan ingenuo como vosotros pensáis. ¿Sabéis por qué? ¡Porque soy vuestro hermano mayor!

Bayi y Guigo negaron al mismo tiempo con sus cabecitas, pero no tuvieron tiempo de explicar nada más, porque ya estaban a las puertas del colegio.

—Esta conversación no ha terminado —les advirtió Nolo muy serio, mientras los besaba con cariño, a pesar de su enfado–. Esta tarde continuaremos, y ¡pasad un buen día! —dijo mientras se alejaba.

Castendolf y los secretos del bosque

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