Читать книгу El hotel blanco - D.M.Thomas - Страница 8
Оглавление19 Berggase,
Viena
9 de febrero de 1920
Querido Ferenczi:
Gracias por tu carta de condolencia. No sé qué más puedo decir. Durante años he estado preparado para la pérdida de mis hijos; ahora sobreviene la de mi hija. Puesto que soy profundamente irreligioso no hay nadie a quien pueda acusar, y sé que no puedo dirigir mi queja a ningún sitio. «El invariable círculo de los deberes de un soldado» y «el dulce hábito de existir» harán que las cosas sigan como antes. Ciega necesidad, muda resignación. Muy profundamente puedo detectar el sentimiento de una honda herida narcisista que no va a cicatrizar. Mi mujer y Annerl están terriblemente afectadas, pero de un modo más humano.
No te preocupes por mí. Soy exactamente el mismo aunque un poco más cansado. La séance continue. Hoy he pasado más tiempo del que puedo permitirme en el Hospital General de Viena, formando parte de la comisión que investiga las alegaciones de malos tratos a los neuróticos de guerra. Me asombra más que nunca que alguien pueda pensar que la administración de corriente eléctrica a enfermos supuestamente fingidos los convertirá en héroes. Inevitablemente, al volver al campo de batalla, perdieron el temor a la corriente al encarar una amenaza inmediata: por tanto, fueron sometidos a shocks eléctricos aún más rigurosos; y así sucesivamente, sin ningún sentido. Estoy dispuesto a conceder el beneficio de la duda a Wagner-Jauregg, pero no me gustaría responder por otros miembros de su equipo. Nunca se ha desmentido que en los hospitales alemanes hubo casos de muertes durante el tratamiento y de suicidios como consecuencia del mismo. Es demasiado pronto para decir si las clínicas vienesas secundaron la inclinación típicamente alemana de conseguir sus objetivos despiadadamente. Tendré que presentar un memorándum a finales de este mes.
Me he visto asimismo impulsado a reanudar mi ensayo Más allá del principio de placer, que había dejado en suspenso, con la fortalecida convicción de que estoy en lo correcto al postular que el instinto de muerte es tan poderoso a su manera (aunque más oculto) como la libido. Una de mis pacientes, una mujer joven que padece una grave histeria, acaba de «dar a luz» unos escritos que parecen sustentar mi teoría: un grado extremo de fantasía libidinosa combinado con un grado extremo de morbosidad. Es como si Venus se mirase en el espejo y viese la cara de 1 Puede ser que hayamos estudiado los impulsos sexuales de una manera demasiado exclusiva y que nos hallemos en la situación del marino que al contemplar con tanta fijeza la luz del faro se estrella contra las rocas en la densa oscuridad.
Tal vez en septiembre presente en el congreso un artículo sobre ciertos aspectos de este tema. Estoy seguro de que la reunión nos animará a todos, después de estos años terribles y desalentadores. He oído que Abraham se propone leer un artículo sobre el complejo de castración femenino. Tus sugerencias sobre el desarrollo de una terapia activa en el psicoanálisis me parecen admirables como tema de discusión. Aún es preciso convencerme de que «se puede obtener mucho más de los pacientes si se les proporciona parte del amor que han anhelado de niños», pero escucharé tus argumentos con gran interés.
Mi mujer y yo te agradecemos tus amables atenciones.
Cordialmente,
FREUD