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Оглавление19 Berggasse,
Viena
4 de marzo de 1920
Querido Sachs:
Aunque sus colegas le echarán mucho de menos en Suiza, creo que tiene toda la razón en ir a Berlín. Berlín se convertirá en el centro de nuestro movimiento dentro de unos años, no me cabe duda. Su inteligencia, firme optimismo, afabilidad y amplia cultura hacen de usted la persona ideal para emprender la tarea de instruir a los futuros analistas, a pesar de que le preocupe su falta de experiencia clínica. Tengo la mayor confianza en usted.
Me tomo la libertad de enviarle, como «regalo de despedida» —si bien confío en que su ausencia no será larga— un «diario» en cierto modo extraordinario que una de mis pacientes, una mujer joven, de carácter sumamente respetable, ha «dado a luz» tras la cura de aguas en Gastein. Salió de Viena delgada y volvió rellenita; e inmediatamente me entregó sus escritos. ¡Una auténtica seudociesis!1 Pasaba las vacaciones en compañía de su tía; apenas necesito declarar que jamás ha conocido a ninguno de mis hijos, aunque es posible que yo le haya comentado que Martin fue prisionero de guerra. No le aburriré con los detalles del caso; pero si algo llama la atención del artista que hay en usted, le agradeceré sus observaciones. La joven ha visto interrumpida una prometedora carrera musical y de hecho escribió los «versos» que figuran entre los pentagramas de una partitura de Don Giovanni... Se trata, por supuesto, de una copia del manuscrito entero (el resto se hallaba originalmente en un cuaderno de ejercicios infantil), que ella ha hecho para mí con toda complacencia. La copia es, podríamos decir, la placenta, y no es preciso que me la devuelva.
Si es capaz de pasar por alto las expresiones groseras que la enfermedad ha arrancado de esta muchacha normalmente tímida y pudorosa, es posible que encuentre gozosos pasajes. Hablo como persona que conoce su temperamento rabelesiano. No se inquiete, amigo mío; ¡eso no me escandaliza! Echaré de menos sus chistes de judíos; ya sabe usted que aquí en Viena son todos terriblemente serios.
Confío en verle en La Haya en septiembre, si no antes. Abraham ha prometido un artículo sobre el complejo de castración femenino. Sin duda esgrimirá un cuchillo muy poco afilado. Es, no obstante, un hombre muy reflexivo y decente. Ferenczi tratará de justificar su reciente entusiasmo por besar a sus pacientes.
Nuestra casa sigue pareciendo vacía sin la presencia de nuestra «niña dominical», aun cuando la hemos visto poco desde que contrajo matrimonio. Pero ya basta.
Un cordial saludo. Atentamente,
FREUD
Desde el Policlínico de Berlín
14 de marzo de 1920
Querido y estimado profesor:
Perdone la postal: la juzgué apropiada a la luz del «hotel blanco» de su joven paciente, ¡por cuyo obsequio le ruego acepte mi agradecimiento! Hizo que el viaje en tren (¡de nuevo lo más idóneo!) me resultase rápido e interesante. Mis ideas sobre el diario son, me temo, elementales; las fantasías de esa mujer me impresionan como el Paraíso antes de la Caída; no se trata de que el amor y la muerte no cupiesen allí, sino de que no existía tiempo para que pudiesen tener un sentido. La nueva clínica es espléndida; no rezuma (qué lástima) leche y miel como el «hotel blanco», pero es notablemente más duradera, ¡espero! Le enviaré una carta cuando haya ordenado mis cosas.
Cordialmente suyo,
SACHS
19 Berggasse,
Viena
18 de mayo de 1931
Al secretario
del Comité del centenario de Goethe
Ayuntamiento de Fráncfort
Querido señor Kuhn:
Lamento haber tardado tanto en responder a su amable carta. No obstante, no he permanecido inactivo en ese plazo, cuando mi estado de salud lo ha permitido, y el artículo está terminado. Mi antigua paciente no tiene inconveniente en que usted publique sus escritos junto con mi texto, de modo que los mando adjuntos. Espero que no le alarmen las expresiones obscenas diseminadas entre sus pobres versos, ni el en cierto modo menos ofensivo, pero asimismo pornográfico, material que ha empleado en la exposición de su fantasía. Debe tenerse en cuenta que (a) su autora padecía una grave histeria sexual, y (b) que su poema pertenece al dominio de la ciencia, donde el principio de nihil humanum es universalmente aceptado y aplicado; y no en menor grado por el poeta que advierte a sus lectores de que no teman ni rehúyan «lo que, desconocido o desdeñado por los hombres, camina en la noche por el laberinto del corazón».
Muy sinceramente suyo,
SIGMUND FREUD