Читать книгу El verano sin final - Donacio Cejas Acosta - Страница 9

Dalida

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Compruebas la hora en tu reloj y lanzas una ojeada al bigotudo que, unos metros más allá, te hace señas con la mano invitándote a seguirle mientras sonríe en cinemascope, y tú piensas ¡Qué coño!, ¡vamos a pasarla bien! ¡Vámonos con estos de fiesta! y Oli pega un respingo de alegría mientras anuncia que os apuntáis al bombardeo.

Perdidos en el bullicio de las calles, armando jaleo, buscando jarana, alguien del grupo pide un cigarro, otro apura una copa, roba un beso, mete mano, envía un mensaje fuera de tono sin esperar respuesta, comprueba direcciones, alguien pide un taxi y tú diciendo a todo que sí, que fantastique, ¡quelle fantaisie! y quiere la casualidad que en el taxi te toque sentarte junto a Omar Sharif, que resulta llamarse Erhan como pronto averiguas cuando al fin os presentáis, aunque con el alboroto no entiendes bien su nombre y te lo tiene que repetir dos veces, tres veces, acercando cada vez más su boca a tu oído hasta que te hacen cosquillas los pelos de su bigote, electrizándote con un escalofrío.

A diferencia de Oli, que sería capaz de hablar con una mismísima piedra encontrada en el camino, a ti te cuesta un poco más arrancar una conversación con un perfecto desconocido, sobre todo si no hay alcohol o música alta de por medio, y tu fracaso por sacarte de la manga alguna ocurrencia, algún comentario ingenioso para acercarte al muchacho turco te resulta frustrante, así que lo dejas para más tarde y te dedicas a observar a través de la ventanilla, preguntándote quién vivirá tras esas puertas y ventanas ahora a oscuras, y si serán felices por el mero hecho de vivir en París.

El taxi se detiene en una callejuela empinada de Montmartre, dejando atrás los fluorescentes burdeles y sex shops que iluminan de shocking pink las aceras de Pigalle, frente a un portal de formas labiales pintado de ardiente rojo lipstick, rouge de fachada Russian Red con grandes letras blancas rotulando Madame Arthur como en un poster de Toulouse-Lautrec. Uno de vuestros nuevos amigos, un muchacho de rasgos argelinos con ojazos negros se camela al portero que sin duda conoce de otras ocasiones para que os deje saltaros la cola y entrar cual invitados VIP al cabaret, para mayor alegría de Oli, que invade el local con ademanes de Farah Diba impératrice.

A la derecha tras el pequeño foyer, pasáis a una sala alargada y más bien estrecha, decorada con maderas nobles y pintada de verde oscuro como cristal de botella, con un par de recias barras de bar y una entreplanta desde donde asomarse al mínimo escenario cubierto con un telón de terciopelo rojo que ha conocido mejores días; huele a tabaco y a perfume de mujer, a maquillaje sudado y copas derramadas, un ambiente de cabaret decadente o de burdel con ínfulas de elegancia, iluminado por globos de vidrio que arrancan destellos al oropel de las molduras pintadas con esa pintura mala que hace a oro, pero que no es oro.

Invadís de inmediato algunas de las mesitas más cercanas al escenario, pero esta vez la fuerza del destino no te coloca junto a Erhan, ¡en fin! piensas ¡qué mala suerte!, cuando ya alguien grita Garçon! Garçon! S’il vous plaît... y pide un par de botellas de vino de la casa, blanco, barato y frío para todos, porque esta noche ellos invitan, ellos pagan todo porque están celebrando un no sé qué, un cumpleaños o algo por el estilo.

¡Pero a callar! ¡Que están bajando las luces!, ¡que se está pidiendo silencio al público, que el spotlight ya apunta al telón! ¡silencio! shhhhh...

...que comienza el espectáculo.

Un par de piernas ceñidas en medias cristal se cuelan entre los labios del telón, como recién nacidas, a lomos de un par de tacones de vértigo en charol negro, relucientes como el revólver de un asesino. La chaqueta de frac puro relumbrón de lentejuelas negras rielando bajo los focos, ¿y el cabello? Platino Marilyn, ¡por supuesto!, ¿y las cejas? Circunflejas e imposibles a lo Marlene, ¡faltaría más!, y el sombrero de copa, y los labios falsarios de profundo carmesí mintiendo con su mímica transformista, fingiendo cantar con su lip-sync sincopado...

...Show me the way to the next whisky bar...

El travesti lanza su hechizo y ya no estás en París, sino en algún oscuro sótano berlinés en 1945, por decir alguna fecha, y afuera, en la calle, todo es caos y destrucción, pero entre estas sórdidas paredes se está bien, la música es alegre y los chicos son fáciles y hermosos, hasta la orquesta es hermosa...

...Show me the way to the next pretty boy, oh, don’t ask why...!!

¡Qué tontería y qué divertido todo! ¡Qué bien entra el vino blanco y qué guapos son los chicos!, ¡qué dulce esta borrachera que te suelta la lengua al fin!, ¡si hasta pareces entender las bromas que te gasta el chico de al lado en su francés de acento imposible pero que tiene una pluma tan graciosa!, ¡tan chispeante! Pero, ¡atención!, ¡en el escenario el travesti ejecuta su metamorfosis descocada, arrojando la peluca platino para revelar un cabello sintético, rubio y largo!, y mirad, ¡al desabotonarse la blazer le ha nacido un vestido dorado que se desparrama hasta el mismo suelo!

¿Es que no lo ves, Álex? El público enloquecido lo ha entendido todo, ¡ya no estáis en Germania anno zero, sino de vuelta en París!, aunque tú no puedes recordarlo porque aún no has nacido, porque son los primeros ochentas...

...Moi je veux mourir sur scène Devant les projecteurs Oui je veux mourir sur scène...

Oli enloquece chillando ¡Dalida! ¡Dalida! y alguien te sirve una tercera –tal vez cuarta, quizá quinta– copa de vino justo cuando caes en la cuenta de que Erhan se ha sentado a tu lado y te anima a unirte al coro que ya se pone en pie para cantar al compás de...

...Salma ya salama,

Je te salue ya salama

Salma ya salama

Je reviendrai bessalama...

Le preguntas si sabe lo que significa la letra, pero te responde que él es turco, no árabe, y enrojeces de vergüenza, pero Erhan no parece molesto ni ofendido y brinda su copa con la tuya con una risotada que de alguna forma rompe el hielo entre vosotros y al poco le estás contando qué te ha traído a la ciudad y vuestro plan para descubrir el tout Paris y de pronto su brazo recio te abraza por la cintura animándote a bailar, y tú te dejas, por supuesto, porque te gusta el olor de su perfume y cómo su camisa blanca, al pegársele al cuerpo por efecto del sudor, transparenta algo del abundante vello, muy negro, que le cubre el pecho, lo cual te resulta de lo más varonil.

Tú también sudas, pero ¿qué más da? ¡Si la música es tan buena! Y sobre el escenario no paran de desfilar los artistas a lo largo de la noche con su repertorio de canciones y chistes picantes que no puedes entender, pero ¡joder!, ¡qué bien te lo estás pasando! ¡Si hasta Oli se ha subido al escenario para participar en una especie de juego absurdo y por poco te arrastra a ti también! ¡Menos mal que Erhan te ha agarrado con fuerza para que no te le escapes!

¡Todo qué alegre y qué risa más tonta!

Sin apenas espacio entre vosotros, a escasos centímetros de su sonrisa cinematográfica no te cuesta encontrar el camino hasta su boca, hasta que el pelo de su bigote hace enrojecer la comisura de tus labios. Buscáis una esquina un poco más oscura para escapar del grupo de amigos que jalean vuestro beso, un rincón discreto para poder colar tus dedos debajo de su camisa blanca y enredar el vello de sus pezones endurecidos.

Entregados al frenesí, no te sorprende la invitación de Erhan para que os vayáis a su casa, que él te paga el taxi, que no te preocupes por nada, que te puedes quedar a dormir, si es que queda tiempo para dormir...

Si decides quedarte en la fiesta con Oli pulsa aquí.

Si decides irte con Erhan pulsa aquí .

El verano sin final

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