Читать книгу Las No Personas - Dorian Derek - Страница 7
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Lo peor a lo que se puede enfrentar la humanidad es a una pandemia, una emergencia sanitaria donde te indican explícitamente que evites tocarte la cara. Es completamente imposible no tocarse la cara y cuanto más mentiroso más se la tocará todavía. Muchos de los microgestos se producen en una fracción de segundo y solamente pueden detectarlos los profesionales, los comerciales entrenados y aquellas personas que tienen un don perceptivo. La cara y el cuerpo se puede leer, el siglo XXI nos otorga el poder de esconder la cara detrás de una pantalla y no tener que exponerlo a la vista. Por ello en un interrogatorio policial se sitúa al individuo en el centro con una luz que le enfoque con fuerza a ella. En los interrogatorios es muy importante la zona personal de alguien, todos hemos escuchado o dicho alguna vez "que corra el aire" cuando alguien se acerca demasiado a ti. Todos somos territoriales individualmente, socialmente tenemos fronteras, países, comunidades, pueblos... en definitiva, diferentes zonas. Las personas tenemos una distancia programada e invisible llamado "espacio privado" y va desde donde nace tu cuerpo hasta 50 centímetros más allá, luego está el "espacio público" que va desde esos 50 centímetros hasta los 150 centímetros. El espacio privado es el más importante y aquel que las personas cuidan como su propiedad, estén donde estén, únicamente se permite la entrada en ese espacio a las personas que más apego emocional tienen. El espacio público lo comparten en reuniones, con conocidos, en el trabajo y más allá de esos 150 centímetros está el "espacio social", es el resto del mundo que camina por la calle. Estos espacios invisibles hacen que nos sintamos incómodos cuando alguien los intenta violar, por ejemplo, en el clásico subir al ascensor con alguien que no conocemos nos hace sentir así, cuando no hay forma de respetar ese espacio. Cuando subes a un autobús siempre buscas un lugar vacío para no sentarte con ningún desconocido y hacemos ese lugar como nuestro y evitamos que otro se siente al lado. Somos territoriales en todos los escenarios de la vida, nos encanta hacer las cosas nuestras, de nuestra propiedad, cuando las cosas que hacemos nuestras de manera posesiva son personas tenemos serios problemas mentales. Haz un autoexperimento y ves un día solo al cine, fíjate en el comportamiento de la gente desde que llegan a la butaca hasta que se sientan, comenzarán como robots a obedecer las reglas no escritas del territorio, pondrán sus cosas en la butaca vacía de al lado para evitar que alguien se siente, si alguien la tiene asignada lo tendrán que sacar cuando se presenten, aunque estén viendo que unos desconocidos están buscando su butaca justo al lado de ellos, en esa butaca están sus chaquetas o su bolso, harán como que no los ven hasta que estos les digan "esta butaca es mía", entonces pedirán perdón y dirán que no se han dado cuenta. Son las reglas del territorio, cuanto más acaparemos mejor. Te darás cuenta de comportamientos como ese y también del por qué los que van al cine solos prefieren entrar cuando se han apagado las luces. Los policías que interrogan utilizan la invasión territorial para sacar información, invadir el espacio privado hace que la persona se ponga verdaderamente nerviosa. Penetrar en ese espacio privado es la estrategia que usa mucha gente para ligar, si la otra persona permanece en el mismo lugar y permite que el intruso invada su espacio privado perfecto, pero muy importante, si la persona retrocede no hay nada que hacer. La psicología dice que el coche multiplica por diez este espacio privado, al ser más grande el coche que la persona, la persona se vuelve coche y necesita más espacio, si un coche te adelanta aunque no sea ningún peligro y sea totalmente lícito te molestará, esto produce cambios fisiológicos en ti. Si esto te ocurre en el ascensor no pasa nada, si te ocurre en un coche probablemente insultarás al otro, el coche no deja de ser una máscara que nos protege, ya no somos nosotros con nombres y apellidos, somos un color y unos pocos números de matrícula, nos hace más anónimos.
Existen dos posiciones fundamentales para exponerse al mundo con las manos: con las palmas hacia arriba o hacia abajo. Una forma de descubrir si alguien es honesto es fijarse en el movimiento de las palmas de sus manos. Cuando alguien quiere decir la verdad automáticamente levanta una o ambas palmas hacia la otra persona, es una manera de decir "¡mira! No escondo nada" y significan sumisión. A la mayoría les resulta excesivamente difícil mentir levantando las palmas, al mentir las palmas quedan bocabajo y significan dominancia. ¿Qué ocurre cuando la mano y la mirada van por sitios distintos? Normalmente cuando señalamos algo nuestra mirada se dirige en la misma dirección que lo que señala nuestro dedo. Si nuestra mirada va para un sitio y nuestro dedo para otro nada de lo que salga por esa boca será verdad. Un solo dedo nos puede decir mucho, cuando mientes tu mente trabaja tan rápido que tu cuerpo no puede seguirlo y ocurren cosas como esta:
Bill Clinton en la primera rueda de prensa después del escándalo Lewinski mientras decía "No tuve relaciones con esa mujer", sus ojos miraban a la izquierda, su dedo señalaba al frente, no convenció a nadie.
Si quieres ocultar una emoción negativa, sea la que sea, utilizarás la sonrisa. La sonrisa actúa como todo lo contrario a todas las emociones negativas (ira, asco, temor, culpa, vergüenza...). La alegría se muestra con una sonrisa en la boca. La boca queda entreabierta cuando la sonrisa es verdadera y los ojos achinados, cuando alguien sonríe de verdad destacan unas arrugas en los laterales de los ojos, las llamamos "patas de gallo". Pero hasta fingir la emoción más fácil de todas a veces sale mal. Ponte en situación, llama a tu puerta un comercial de seguros, abres y te sonríe, fíjate en su cara... te saluda sonriendo y levanta las cejas. Te está mintiendo ya de primeras, en una sonrisa verdadera no se alzan las cejas. Por supuesto no es una mentira vital, es su trabajo, pero es una mentira al fin y al cabo. La máscara de la sonrisa es muy frecuente incluso para saludar, es un intercambio social que produces inconscientemente aunque no te sientas bien ese día y disimulará tu malestar. Es muy difícil no devolver una sonrisa, las personas lo hacen incluso sin querer ante un rostro sonriente en una fotografía, eso lo saben los productores de publicidad que te inyectan todos sus productos innecesarios en la cabeza a través de sus carteles.