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¿POR QUÉ NOS DUELEN LAS LUMBARES?

El dolor lumbar es una de las principales causas de baja laboral y millones de personas en todo el mundo lo padecen. Las lumbares soportan mucho peso y mucha presión y, por ello, son la parte de nuestra columna vertebral más propensa a sufrir lesiones. En líneas generales, el dolor lumbar puede deberse a inflamaciones, infecciones y otras enfermedades o a alteraciones de la musculatura, los discos vertebrales, las articulaciones y las propias vértebras. Estas últimas son las más frecuentes y las que nos afectarán a la mayoría de nosotros a lo largo de nuestra vida. Antes de centrarnos en ellas, es importante saber que el dolor se debe, en ocasiones, a irregularidades de la columna vertebral. La escoliosis es una de ellas. Se trata de una deformación que puede darse en la zona dorsal, en la lumbar o en ambas. Debido a ella, nuestra columna, o una parte, no es recta, sino que dibuja una curva en forma de S o de C. Una persona con escoliosis puede vivir años con ella sin que le provoque ningún síntoma, pero al final es probable que aparezcan dolor lumbar o contracturas en la espalda. Por su parte, la hiperlordosis y la rectificación lumbar son otras dos irregularidades que pueden acarrearnos problemas. La primera se refleja en una curvatura excesivamente acentuada de la zona lumbar y está relacionada con la aparición de la artrosis facetaria, que afecta a las articulaciones entre las vértebras. A causa de la segunda se ha perdido una parte de esa curvatura y ese puede ser el origen de la aparición de hernias discales.

Las lesiones en los músculos y las vértebras

Cuando hablamos de nuestros músculos lumbares solemos referirnos solo a ellos, pero la musculatura también incluye otras estructuras importantes: los tendones y los ligamentos. Los tendones son las fibras finales de los músculos que se unen a las vértebras. Los ligamentos son como paquetes robustos de fibras que refuerzan las vértebras y frenan los movimientos que pueden dañarlas. Cuando sometemos a los músculos a un esfuerzo excesivo se pueden romper o desgarrar, lo que nos provoca una distensión muscular. Si estiramos demasiado los ligamentos o los desgarramos debido a un sobreesfuerzo, el resultado será un esguince lumbar. Es lo que ocurre, por ejemplo, cuando levantamos mucho peso adoptando una postura incorrecta. En ambos casos, sentiremos de repente un dolor fuerte en la zona inferior de la espalda, que a veces puede llegar hasta el muslo, y tendremos dificultades para movernos.

Las vértebras, por su parte, pueden moverse de su sitio. Normalmente, cuando eso ocurre una de ellas se desplaza hacia delante, aunque también puede hacerlo hacia atrás, y no queda alineada con las demás. ¿Y cómo una estructura tan fuerte puede sufrir ese daño? Un accidente o un traumatismo grave pueden provocarlo, pero también puede suceder que, desde la infancia, tengamos una vértebra más pequeña que las demás. Sin embargo, ese menor tamaño se debe habitualmente a que con la edad la articulación de las vértebras se va desgastando, lo que provoca que se vayan deslizando poco a poco. El desplazamiento de las vértebras es lo que conocemos como espondilolistesis y puede provocar dolor en la zona lumbar y cansancio en las piernas, además de una tensión excesiva en los músculos isquiotibiales, situados detrás del muslo. Si la vértebra desplazada comprime los nervios que salen de la columna, el dolor aumenta y se irradia a las piernas, que pierden fuerza.

Por otra parte, las vértebras, como cualquier otro hueso del cuerpo, pueden romperse y sus fracturas provocan que las unas aplasten a las otras. El aplastamiento vertebral se origina tras un accidente o debido a la osteoporosis, que es la causa más frecuente, ya que se trata de un proceso que provoca una disminución de la masa ósea y hace que los huesos sean más débiles y más propensos a una fractura. Si sufrieras un accidente y se rompiera una de tus vértebras, sentirías un dolor muy fuerte. Si padecieras osteoporosis, la fractura no se produciría de golpe, sino que sería progresiva, e irías notando un dolor leve que se convertiría en agudo cuando la vértebra se rompiera del todo. Incluso es posible que no sufrieras ningún dolor hasta que eso ocurriera. La fractura de una vértebra, además, podría comprimir los nervios y aumentar la tensión en las demás, y eso produciría una reacción en cadena que podría provocar que otras también se rompieran.

Los problemas en los discos vertebrales

Los discos, esas almohadillas gelatinosas que separan las vértebras, amortiguan y facilitan sus movimientos. Pero, como cualquier otra parte de nuestro cuerpo, no se libran del paso del tiempo y van perdiendo elasticidad. Ese desgaste, que todos acabamos experimentando, es la principal razón de su degeneración, aunque existe una pequeña posibilidad de que sea hereditaria y en otras ocasiones se debe a un accidente leve que impide al disco regenerarse. Debido a hábitos como el sedentarismo o al sobrepeso, los especialistas estimamos que un 30 % de las personas entre treinta y cincuenta años pueden acabar padeciendo degeneración vertebral. Sin embargo, como ya he comentado, es muy normal que a partir de los sesenta todos tengamos un cierto nivel de desgaste de los discos.

Cuando los discos reciben mucha presión de las vértebras pueden romperse o salirse de su sitio. Es lo que conocemos como hernia discal. Y puede sobrevenirnos de golpe por levantar un peso excesivo sin flexionar las piernas o progresivamente debido al desgaste natural de los discos. Sin embargo, lo cierto es que un 20 % de las hernias discales desaparecen, o bien porque a pesar de haberse roto los fragmentos del disco no se han movido, o porque con la edad nuestro cuerpo es capaz de reabsorber la parte del disco desplazada. En cualquier caso, se trata de lesiones muy comunes en nuestras lumbares y, si nos hicieran una resonancia, a todos seguramente nos encontrarían alguna, por pequeña que fuera. Las hernias lumbares provocan en la zona baja de la espalda un dolor que puede llegar a los glúteos, aunque lo más habitual es que sintamos hormigueo en las piernas, que se nos duerman o que nos duelan. Este síntoma tan frecuente es lo que conocemos como ciática, que no es una enfermedad en sí misma, sino la consecuencia de otra lesión. Sea como sea, si alguna vez la has sufrido sabrás que ese dolor punzante o agudo en una pierna, o más raramente en las dos, puede ser peor que el de la espalda, que a veces ni siquiera nos duele cuando padecemos un episodio de ciática. También es posible que sintamos algo parecido a pequeñas descargas eléctricas y que tanto nuestros tobillos como el pie se vean afectados, dependiendo del disco que esté dañado. El dolor, en general, suele empeorar cuando nos sentamos y nos levantamos, incluso al estornudar y al toser, y sentimos alivio al recostarnos o caminar. No obstante, a lo largo de más de treinta y cinco años de carrera he podido comprobar que algunos pacientes que vienen a mi consulta para tratarse episodios de ciática en realidad no la sufren. Muestran sus síntomas, y eso puede conducir a engaño, porque el origen no está en sus lumbares. Es lo que llamamos pseudociática o falsa ciática. Se produce cuando se contractura el músculo piramidal, que se encuentra en la zona profunda del glúteo y une el sacro con la parte superior del fémur.

Cuando las articulaciones sufren

Las vértebras lumbares están unidas entre sí mediante articulaciones que podemos encontrar tanto en sus cuerpos como en sus arcos y que son imprescindibles para que las vértebras no choquen unas contra otras cuando se mueven. De hecho, durante el movimiento una vértebra se desliza sobre la otra suavemente gracias al cartílago, que es como un tejido firme y flexible que recubre las partes de los huesos que entran en contacto. Cuando ese cartílago se lesiona o degenera aparece la tan temida artrosis. En algunos casos se debe a un traumatismo, a una infección o a un problema congénito, pero en la mayoría no existe una explicación clara, porque en el origen de esta enfermedad se combina un buen número de factores genéticos y ambientales, como el sedentarismo y la obesidad. Cuando padecemos artrosis lo normal es que nos duela la espalda, aunque hay casos en los que no aparece el dolor y la enfermedad se descubre casualmente al realizar pruebas para diagnosticar otro problema. Ese dolor, que al principio aparece solo en ocasiones y con el tiempo se hace más constante, es mayor o menor dependiendo del grado de artrosis y no suele presentarse cuando estamos en reposo, solo cuando empezamos a movernos. Es más fuerte a primera y a última hora del día. Eso sí, cuando, por ejemplo, salimos a caminar porque no nos molestan las lumbares, es posible que al cabo de un rato de hacer ejercicio el dolor vuelva a aparecer. Y se trata de un dolor que afecta a la espalda y que a veces llega hasta las nalgas y los costados de los muslos. También podemos notar ruidos en las articulaciones, como si crujieran, que la cintura está más rígida y que nos falta movilidad. Además, nos duele cuando el médico toca la zona en la que se localiza la artrosis.

La artrosis es una de las causas principales del estrechamiento de los espacios que hay en el interior de la columna, el cual da lugar a una patología llamada estenosis del conducto vertebral. En el caso de la zona lumbar, lo que se estrecha es su parte inferior (estenosis lumbar). Podemos padecerla y no tener síntomas, pero acabarán apareciendo progresivamente. ¿Y qué sentiremos? Ciática, porque a medida que los espacios se estrechan se comprimen los nervios que, como el ciático, salen de la columna. Aunque, como hemos dicho, la artrosis es la causa más habitual de la estenosis lumbar, también puede ocurrir que una hernia discal provoque que una parte del disco se filtre e invada el espacio de la médula espinal o los nervios, o que ocurra lo mismo con un hueso desplazado a causa de una fractura, o que los ligamentos se vuelvan rígidos, se hagan más gruesos y sobresalgan en el conducto vertebral. Los tumores son la causa más infrecuente.

Otras causas del dolor lumbar

Ya hemos comentado que los problemas que afectan a nuestras lumbares suelen estar relacionados con sus estructuras óseas y musculares. Raramente se deben a otras enfermedades, pero no hay que descartarlas. Aunque no es una causa común de dolor, una infección en las vértebras, los discos y las articulaciones también puede provocarlo. Asimismo, la inflamación de estas últimas, la artritis, provoca dolor, especialmente cuando estamos en reposo e incluso puede despertarnos por la noche. Los tumores son una causa muy rara, al igual que el llamado síndrome de cola de caballo, que se produce cuando un disco se rompe y una parte del mismo se introduce en el canal espinal, lo que causa una pérdida de control en la vejiga y el intestino. Las piedras en el riñón y un abombamiento de la aorta, que suministra sangre al abdomen, la pelvis y las piernas, también pueden ocasionar dolor lumbar. La fibromialgia, caracterizada por un dolor muscular generalizado y el cansancio extremo; la osteoporosis, que merma la fortaleza de nuestros huesos, y la endometriosis, que hace que parte del tejido del útero salga fuera del mismo, son otras enfermedades que pueden estar detrás del dolor de lumbares.

En cualquiera de los casos, tanto si nuestro dolor de espalda se debe a lesiones mecánicas como a otras enfermedades, siempre hay que acudir al médico cuando se alarga en el tiempo y no mejora con analgésicos habituales, como el paracetamol. Pero no hay que alarmarse: no es lo normal que se diagnostiquen problemas graves o muy graves.

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