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PRÓLOGO

El autor es un querido amigo que nos propone repensar el problema del joven infractor a la ley penal desde una perspectiva novedosa y provocativa: “romper” las cárceles, tanto las físicas que encierran a nuestros jóvenes, con la falsa esperanza de socializarlos; pero, por sobre todo, las cárceles mentales de los adultos que son las causas de la situación que viven nuestros jóvenes.

Las cárceles que señala Luis Viale más sociales y psicológicas que físicas nos “encierran” a todos; en consecuencia, todos somos responsables, tanto en su creación como en su destrucción. La sociedad sufre la cárcel de un sistema político económico que, en aras del progreso, genera la cultura del descarte, tan bien explicitada por el papa Francisco. Cárceles que deben romper la dirigencia política y todos aquellos encargados de diseñar y ejecutar las políticas dirigidas al joven infractor. Las dirigencias social, política, sindical, incluso la religiosa también deben romper cárceles afectivas, intelectuales que en muchas ocasiones son trabas para la mejor calidad de vida de los jóvenes.

Como personas sufrimos de cárceles afectivas e intelectuales. Dime qué deseas y te diré cuáles son tus cárceles en el marco de sociedades modernas que consolidan el modelo existente.

El joven infractor a la ley penal también tiene que romper sus propias cárceles interiores, porque no todos los jóvenes que sufren la brutal exclusión social, económica, educativa que sufren los jóvenes marginales cometen delitos: solo una minoría de este grupo. El joven infractor debe asumir la responsabilidad de sus actos y tenemos que ayudarlo a que lo haga; el joven infractor debe encontrar a la buena persona que existe en todo ser humano y luchar para que esta buena persona sea la que prevalezca en su vida.

Las rejas de metal son las más visibles, pero es la última de una larga serie de cárceles que sufren nuestros jóvenes.

P. José María Di Paola

Condenando la Esperanza

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