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gÉnesIs de Un comUnIsTa

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La infancia

Respecto de los cinco o seis grupos de preguntas que le había presentado sobre diferentes temas, Mao había hablado durante una docena de noches, casi nunca refi­riéndose a él mismo o su propio papel en algunos de los eventos que describía. Yo empezaba a pensar que era in­útil esperar que me diera esos detalles: obviamente con­sideraba que lo individual era de muy poca importancia. Como los otros comunistas que conocí, tenía la tenden­cia a hablar solo sobre comités, organizaciones, ejércitos, resoluciones, batallas, táctica, “medidas” y así por el esti­lo, y rara vez de la experiencia personal.

Por un tiempo pensé que esta renuencia a explayar­se sobre temas subjetivos, o incluso las proezas de sus camaradas como individuos, podría provenir de la mo­destia, o del temor o sospecha respecto de mí, o una con­ciencia del precio que muchos de estos hombres tenían sobre sus cabezas. Más tarde descubrí que no era tan así y que la mayoría de ellos no recordaba en realidad deta­lles personales. A medida que recolectaba biografías ad­vertí que muchas veces el comunista podía contar todo lo que había ocurrido en su primera juventud, pero una vez que se había identificado con el Ejército Rojo, su Yo se perdía en algún lugar y, sin que se repitieran una y otra vez las preguntas, no era posible oír nada sobre él, sino solo historias sobre el Ejército o los Soviets o el Partido… todo con letras mayúsculas. Estos hombres podían ha­blar indefinidamente sobre fechas y circunstancias de las batallas y los movimientos entre un millar de lugares desconocidos, pero esos eventos parecían haber tenido significado para ellos solo en forma colectiva, no porque ellos como individuos hubieran hecho historia allí, sino porque el Ejército Rojo había estado allí y detrás de él, toda la fuerza orgánica de una ideología por la cual esta­ban peleando. Fue un descubrimiento interesante, pero me dificultó la realización de mi trabajo.

Una noche, cuando se habían respondido todas las otras preguntas, Mao tomó la lista que yo había titula­do “historia personal”. Sonrió ante una de las pregun­tas: “¿Cuántas veces estuvo casado?”… y luego corrió el rumor de que le había preguntado a Mao cuántas espo­sas tenía. De todos modos, él era escéptico respecto de la necesidad de suministrar una autobiografía, pero argu­menté que en cierto modo eso era más importante que la información sobre otros asuntos. “La gente quiere sa­ber qué tipo de hombre es usted”, le dije, “cuando leen lo que usted dice. Además usted debería corregir algunos de los falsos rumores que circularon”.

Le recordé los diversos relatos sobre su muerte, que al­gunas personas creían que hablaba francés con fluidez, mientras que otras decían que era un campesino igno­rante, que un reportaje lo describía como un tuberculo­so medio muerto, mientras que otros sostenían que era un fanático loco. Pareció levemente sorprendido de que la gente dedicara tiempo a especular sobre él. Estuvo de acuerdo en que era necesario corregir esos relatos y lue­go volvió a mirar los puntos que yo había escrito.

“¿Qué le parece”, dijo al fin, “si simplemente descarto sus preguntas y en cambio le hago un bosquejo general de mi vida? Creo que resultará más comprensible y al fi­nal todas sus preguntas serán igualmente respondidas”.

Durante las entrevistas nocturnas que siguieron (real­mente parecíamos conspiradores apiñados en esa cueva ante una mesa con mantel rojo y velas que chisporrotea­ban entre nosotros) escribí hasta que caía dormido. Wu Liang-ping se sentaba junto a mí e interpretaba el dia­lecto sureño de Mao en el cual un pollo, en lugar de ser un buen y sólido chi, se convertía en un romántico ghii, Hunan se transformaba en Funan y un tazón de ch’a se convertía en ts’a, y así se producían muchas variaciones más extrañas. Mao relataba todo a partir de lo que recor­daba y escribía mientras hablaba. Como dije, ese texto se volvía a traducir y corregir, y este es el resultado, sin intención de aportarle excelencia literaria, más allá de algunas correcciones necesarias en la sintaxis del pa­ciente Sr. Wu:

“Nací en la aldea de Shao Shan, en el hsien 1 de Hsiang Tan, provincia de Hunan, en 1893.2 El nombre de mi pa­dre era Mao Jen-sheng y el nombre de soltera de mi ma­dre era Wen Chi-mei.

”Mi padre era un campesino pobre y siendo aún jo­ven lo obligaron a unirse al ejército debido a sus grandes deudas. Fue soldado durante muchos años. Luego volvió a la aldea donde nací y mediante un cuidadoso ahorro, y luego de reunir un poco de dinero con pequeñas tran­sacciones comerciales y otros emprendimientos, logró volver a comprar su tierra.

”Como campesinos de nivel medio, mi familia poseía entonces quince mou 3 de tierra donde podía cultivar se­senta tan 4de arroz por año. Los cinco miembros de la fa­milia consumían un total de treinta y cinco tan, es decir, alrededor de siete por cabeza, lo que dejaba un exceden­te anual de veinticinco tan. Con este excedente mi padre acumuló un pequeño capital y con el tiempo compró sie­te mou más, lo cual le dio a la familia el estatus de cam­pesinos ‘ricos’. Podíamos cultivar ochenta y cuatro tan de arroz por año.

”Cuando tenía diez años de edad y la familia solo te­nía quince mou de tierra, los cinco miembros de la fami­lia éramos mi padre, mi madre, mi abuelo, mi hermano menor y yo. Después de adquirir los otros siete mou, mi abuelo murió, pero vino otro hermano menor. Sin em­bargo, todavía teníamos un excedente de cuarenta y nue­ve tan de arroz por año y con esto mi padre continuó prosperando.

”En la época en que mi padre era un campesino de ni­vel económico medio, empezó a comerciar con el transporte y venta de cereales, con lo cual hizo algo de dinero. Después de que se convirtiera en un campesino ‘rico’, de­dicó la mayor parte de su tiempo a ese negocio. Contrató a un peón agrícola de jornada completa y puso a sus hijos y a su esposa a trabajar en la granja. Comencé a trabajar en tareas agrícolas a los seis años de edad. Mi padre no te­nía un local para su negocio. Simplemente compraba ce­real a los campesinos pobres y luego lo transportaba a los comerciantes de la ciudad donde obtenía un precio ma­yor. En el invierno, cuando se molía el arroz, contrataba a otro peón para que trabajara en la granja, de modo que en ese tiempo había siete bocas que alimentar. Mi fami­lia comía frugalmente, pero siempre tenía lo suficiente.

”Comencé a estudiar en una escuela primaria local cuando tenía ocho años y continué hasta los trece. A la mañana temprano y a la noche trabajaba en la granja. Durante el día leía las Analectas de Confucio y los cua­tro Clásicos. Mi maestro chino pertenecía a la escuela del trato rígido por lo que era riguroso y severo, y golpea­ba a sus alumnos con frecuencia. Debido a eso me esca­pé de la escuela cuando tenía diez años. Tenía miedo de volver a casa por temor a recibir una paliza y me fui en dirección a la ciudad que creía se encontraba en un va­lle en alguna parte. Deambulé durante tres días antes de que mi familia finalmente me encontrara. Luego supe que había caminado en círculos y me había alejado solo ocho li 5 de mi casa.

”Sin embargo, después de retornar con mi familia, y para mi sorpresa, las condiciones habían mejorado en cierto modo. Mi padre mostraba un poco más de consi­deración y el maestro, más moderación. El resultado de mi acto de protesta me impresionó mucho: había sido un ‘golpe’ efectivo.

”Mi padre quería que comenzara a llevar los libros de la administración familiar tan pronto como aprendiera unos pocos caracteres. Quería que aprendiera a usar el ábaco y como insistía con esto, comencé a trabajar con las cuentas por la noche. Era un severo supervisor. No le gustaba que estuviera ocioso y si no había libros en los que hacer anotaciones, me ponía a trabajar en las tareas de la granja. Era un hombre impulsivo y nos pegaba a mis hermanos y a mí con frecuencia. No nos daba nada de dinero y la comida era escasa. El día quince de cada mes hacía una concesión a sus trabajadores y les daba huevos junto con el arroz, pero nunca les daba carne. A mí no me daba ni huevos ni carne.

”Mi madre era una mujer gentil, generosa y compasi­va, y siempre dispuesta a compartir lo que tenía. Tenía compasión por los pobres y a menudo les daba arroz cuando venían a pedirlo durante las hambrunas. Pero no podía hacerlo cuando estaba mi padre: él no estaba de acuerdo con la caridad. Teníamos muchas peleas en casa por esta cuestión.

”Había dos ‘partidos’ en la familia: uno era mi padre, el poder dominante, y la oposición estaba formada por mi madre, mi hermano y yo, y a veces incluso el peón. Sin em­bargo, había diferencia de opiniones en el ‘frente unido’ de la oposición. Mi madre abogaba por una política de ata­que indirecto, ya que criticaba toda muestra explícita de emoción y los intentos de rebelión manifiesta contra el po­der dominante. Ella decía que esta no era la usanza china.

”Pero a los trece años descubrí un poderoso argumen­to para debatir con mi padre en su propio terreno: citar a los Clásicos. Las acusaciones favoritas de mi padre contra mí eran que me comportaba como un hijo ingrato y que era perezoso. Entonces yo citaba pasajes de los Clásicos que decían que los mayores deben ser amables y afec­tuosos. A su acusación de que era perezoso le oponía el argumento de que las personas de más edad deben ha­cer más tareas que las más jóvenes, que mi padre tenía el triple de edad que yo y que, por lo tanto, debía traba­jar más. Y decía que cuando tuviera su edad yo tendría mucha más energía.

”El viejo continuó ‘amasando fortuna’ o lo que se con­sideraba una gran fortuna en esa pequeña aldea. No com­pró más tierras sino que compró muchas hipotecas sobre las tierras de otras personas. Su capital aumentó a dos o tres mil dólares chinos. 6

”Mi insatisfacción crecía. La lucha dialéctica en nues­tra familia aumentaba más y más.7 Recuerdo especial­mente un incidente: cuando tenía alrededor de trece años mi padre invitó a muchas personas a su casa y mien­tras estaban presentes, surgió una disputa entre él y yo. Mi padre me acusó de perezoso e inútil ante todo el gru­po. Esto me enfureció. Le dije algunos improperios y me fui de la casa. Mi madre corrió detrás de mí y trató de convencerme de que volviera. Mi padre también me per­siguió, diciendo improperios a la vez que me ordenaba que volviera. Llegué al borde del estanque y amenacé con arrojarme al agua si se acercaba. En esta situación, se pre­sentaron demandas y contrademandas para el cese de la guerra civil. Mi padre insistió en que me disculpara y que kuo-tuo 8como señal de sumisión. Acepté hacer kuo-tuo con una rodilla si me prometía que no me golpearía. De esa manera la guerra terminó y a partir de allí aprendí que cuando defendía mis derechos mediante una rebe­lión manifiesta, mi padre cedía, pero cuando era sumi­so y dócil, él maldecía y me golpeaba más.

”Al reflexionar sobre esto, pienso que al final la severi­dad de mi padre lo derrotó. Aprendí a odiarlo y creamos un frente realmente unido en su contra. Al mismo tiem­po, esto probablemente me benefició ya que me hizo más diligente en mi trabajo y más cuidadoso al llevar los libros para que no tuviera motivos para criticarme.

”Mi padre había ido dos años a la escuela y podía leer lo suficiente como para llevar los libros. Mi madre era completamente analfabeta. Ambos provenían de familias de campesinos. Yo era el ‘erudito’ de la familia. Conocía a los Clásicos, pero no me gustaban. Lo que disfrutaba eran las novelas de la vieja China y especialmente las his­torias de rebeliones. Leí las Yo Fei Chuan (las Crónicas de Yo Fei), Shui Hu Chuan (El borde del agua), Fan Tang (La rebelión contra los Tang), San Kuo (los Tres reinos) y Hsi Yu Chi (Viajes en el oeste, la historia del casi legendario peregrinaje a India de Hsuan Tsang en el siglo vII) mien­tras aún era muy joven y a pesar de la vigilancia de mi viejo maestro que detestaba estos libros prohibidos y los consideraba nocivos. Solía leerlos en la escuela y los cu­bría con uno de los Clásicos cuando pasaba el maestro a mi lado. Lo mismo hacían la mayoría de mis condiscí­pulos. Aprendimos muchas de las historias casi de me­moria y las analizábamos una y otra vez. Sabíamos más sobre ellas que los ancianos de la aldea que también las amaban y solían intercambiar historias con nosotros. Creo que quizás esos libros me influyeron mucho, leídos a una edad en que uno es impresionable.

”Finalmente dejé la escuela primaria cuando tenía trece años y comencé a trabajar muchas horas en la finca ayu­dando al peón contratado, haciendo el trabajo completo de un hombre durante el día y, a la noche, llevando los li­bros para mi padre. No obstante, pude continuar con mis lecturas y me devoraba todo lo que podía encontrar, ex­cepto los Clásicos. Esto disgustaba a mi padre que deseaba que yo los dominara, especialmente después de que per­diera un juicio debido a que su oponente hiciera una cita acertada de los Clásicos en los tribunales. Yo solía cubrir la ventana de mi habitación tarde a la noche para que mi padre no pudiera ver la luz. De esta forma leí un libro lla­mado Sheng-shih Wei-yen (Palabras de advertencia), 9 que me gustó muchísimo. El autor, uno de los viejos eruditos reformistas, pensaba que la debilidad de China estaba en la falta de artefactos occidentales –trenes, teléfonos, telé­grafos y barcos a vapor– y deseaba que ingresaran al país. Mi padre consideraba que esos libros eran una pérdida de tiempo. Quería que yo leyera algo práctico, como los Clásicos, que lo ayudarían a ganar juicios.

”Seguí leyendo viejas novelas y cuentos de la literatu­ra china. Un día se me ocurrió que había algo peculiar en esas historias y era la ausencia de campesinos que cultivaran la tierra. Todos los personajes eran guerreros, oficiales o eruditos, nunca había un héroe campesino. Pensé en esto durante dos años y luego analicé el con­tenido de las historias. Descubrí que todas glorificaban a los hombres de armas, a los gobernantes del pueblo, que no tenían que trabajar la tierra porque la poseían y controlaban, y evidentemente hacían que los campesi­nos trabajaran para ellos.

”Mi padre era en su juventud, y a su mediana edad, un escéptico, pero mi madre veneraba devotamente a Buda. Ella le dio a sus hijos educación religiosa y todos nos entristecíamos porque nuestro padre no era creyente. Cuando tenía nueve años, hablé seriamente con mi ma­dre del problema de la falta de devoción religiosa de mi padre. Hicimos, entonces y más tarde, muchos intentos de convertirlo, pero no tuvimos éxito. Él solamente nos maldecía y nosotros, abrumados por sus ataques, nos re­tirábamos para elaborar nuevos planes. Pero él no tenía nada que ver con los dioses.

”Sin embargo, mis lecturas gradualmente me influye­ron y yo mismo me volví cada vez más escéptico. Mi ma­dre comenzó a preocuparse por mí y me retaba por mi indiferencia ante las demandas de la fe, pero mi padre no hacía comentarios. Luego, un día él salió del camino para cobrar un dinero y se encontró con un tigre. El ti­gre se sorprendió con el encuentro y huyó de inmediato, pero mi padre estaba aún más asombrado y después del episodio reflexionó mucho sobre su escape milagroso. Empezó a preguntarse si no habría ofendido a los dioses. Desde ese momento mostró más respeto por el budis­mo y quemaba incienso de vez en cuando. No obstante cuando aumentó mi alejamiento de la religión, el viejo no interfirió. El le rezaba a los dioses únicamente cuan­do estaba en dificultades.

”Sheng-shih Wei-yen (Palabras de advertencia) estimu­ló en mí el deseo de reanudar mis estudios, ya que tam­bién me disgustaba cada vez más mi trabajo en la granja. Mi padre naturalmente se opuso. Discutimos y finalmen­te huí de casa. Fui a la casa de un estudiante de derecho desempleado y allí estudié durante medio año. Después de eso, estudié más a los Clásicos con un viejo erudito chino y también leí muchos artículos contemporáneos y algunos libros.

”En ese momento se produjo un incidente en Hunan que influyó toda mi vida: afuera de la pequeña escuela china en la que estudiaba, nosotros los estudiantes vi­mos a muchos comerciantes de legumbres que volvían de Changsha y les preguntamos por qué se iban todos. Nos contaron sobre la gran revuelta en la ciudad.

”Había habido una tremenda hambruna ese año y en Changsha, miles no tenían alimentos. Los hambrientos enviaron una delegación al gobernador civil para pedirle socorro, pero les respondió con arrogancia: ‘¿Por qué no tienen comida? hay mucha en la ciudad. Siempre tengo todo lo que necesito.’ Cuando la gente supo la respues­ta del gobernador se enojó muchísimo, por lo que hicie­ron reuniones masivas y organizaron una manifestación. Atacaron la sede del gobierno (yamen) manchú, cortaron el mástil de la bandera, símbolo del poder, y echaron al gobernador. A continuación, el Comisionado de Asuntos Internos, un hombre llamado Chang, salió con su caba­llo y le dijo a la gente que el gobierno tomaría medidas para ayudarlos. Chang evidentemente era sincero con lo que prometía, pero al Emperador no le gustaba Chang y lo acusó de tener conexiones con ‘el populacho’, así que lo apartaron del cargo. Llegó un nuevo gobernador y de inmediato ordenó el arresto de los líderes de la revuelta. Muchos de ellos fueron decapitados y sus cabezas exhi­bidas en varas como advertencia ante futuras ‘rebeliones’.

”Se habló de este incidente en mi escuela durante mu­chos días. Me impresionó muy profundamente. La ma­yoría de los estudiantes simpatizaba con los ‘insurrectos’, pero solo como observadores. No comprendían que esto tenía relación con sus propias vidas, simplemente esta­ban interesados porque se trataba de un incidente fas­cinante. Nunca lo voy a olvidar. Sentí que allí, con los rebeldes, estaban las personas comunes como mi pro­pia familia y me molestó profundamente la injusticia del trato que les daban.

”Poco después, en Shao Shan, hubo un conflicto en­tre los miembros de Ke Lao hui 10, una sociedad secreta, y un terrateniente local. él les entabló juicio y, como era un terrateniente poderoso, fácilmente compró una deci­sión favorable para él. Los miembros de Ke Lao hui fue­ron derrotados, pero en lugar de someterse, se rebelaron contra el terrateniente y el gobierno, y se retiraron a una montaña del lugar llamada Liu Shan donde construye­ron una fortificación. Se enviaron tropas para atacarlos y el terrateniente difundió la historia de que habían sa­crificado a un niño cuando levantaron el estandarte de la revuelta. El líder de los rebeldes se llamaba Pang, el fabricante de ruedas de molino. Finalmente fueron re­primidos y Pang tuvo que huir. Luego fue capturado y decapitado. Sin embargo, a los ojos de los estudiantes, él era un héroe ya que todos simpatizaban con la revuelta.

”Al año siguiente, cuando todavía no se había cosecha­do el nuevo arroz y el arroz del invierno se había acabado, hubo falta de alimentos en nuestro distrito. Los pobres pidieron ayuda a los granjeros ricos e iniciaron un mo­vimiento que se llamó ‘Comer arroz sin cargo’.11 Mi padre era un rico comerciante de arroz y exportaba gran can­tidad a la ciudad desde nuestro distrito a pesar de la es­casez. Uno de los cargamentos fue secuestrado por los aldeanos y su ira no tuvo límites. Yo no estaba de acuer­do con él. Y también pensaba que el método de los al­deanos tampoco era correcto.

”Otra influencia que tuve en esa época fue la presen­cia de un maestro ‘de ideas radicales’ en una escuela pri­maria local. Era ‘radical’ porque se oponía al budismo y quería desembarazarse de los dioses. Instaba a las per­sonas a convertir sus templos en escuelas. Su personali­dad era muy controvertida, pero yo lo admiraba y estaba de acuerdo con sus puntos de vista.

”Estos hechos, que se produjeron muy cerca unos de los otros, hicieron una fuerte impresión en mi mente juvenil, que ya era rebelde. Es en este período también que comencé a tener un cierto nivel de conciencia polí­tica, especialmente después de haber leído un panfleto que hablaba sobre el desmembramiento de China. Aún ahora recuerdo que el panfleto comenzaba con la fra­se: ‘¡Qué lamentable! ¡China será sojuzgada!’ relataba la ocupación de Corea y Taiwán por parte de Japón, la pér­dida de la soberanía en Indochina, Burma y otros lugares. Después de leer esto, me sentí deprimido por el futuro de mi país y empecé a darme cuenta de que ayudar a sal­varlo era el deber de todos.

”Mi padre había decidido que fuera aprendiz en un comercio de arroz en Hsiang Tan con el cual él tenía contacto. Al principio no me opuse creyendo que sería interesante, pero en ese momento me enteré de una nue­va escuela que era bastante inusual y decidí ir allí a pe­sar de la oposición de mi padre. Esta escuela estaba en el hsien de Hsiang Hsiang donde vivía la familia de mi ma­dre. Uno de mis primos estudiaba allí y me contó de la nueva escuela y las condiciones cambiantes en la educa­ción moderna. Se hacía menos hincapié en los Clásicos y se enseñaba más el ‘nuevo conocimiento’ de occidente. Además, los métodos de enseñanza también eran bas­tante ‘radicales’.

”Fui a la escuela con mi primo y me inscribí. Dije que era de Hsiang Hsiang porque entendía que la escuela solo era para los nativos de allí. Más tarde asumí mi ver­dadera condición de nativo de Hsiang Tan cuando des­cubrí que el lugar estaba abierto para todo el mundo. Pagué 1400 cobres por cinco meses de alojamiento, co­midas y todos los materiales necesarios para estudiar. Mi padre finalmente accedió a dejarme ingresar después de que algunos amigos le habían dicho que esta educación ‘avanzada’ aumentaría mis poderes para obtener ingre­sos. Esta fue la primera vez que estuve a una distancia de más de cincuenta li de mi hogar… tenía dieciséis años.

”En la nueva escuela pude estudiar ciencias naturales y nuevas materias de la educación occidental. otra cosa notable era que uno de los maestros era un estudiante de Japón y usaba una coleta falsa. Era bastante fácil dar­se cuenta de que la coleta era falsa. Todos se reían de él y lo llamaban ‘falso demonio extranjero’.

”Nunca antes había visto tantos niños juntos. La ma­yoría eran hijos de terratenientes y usaban ropas costo­sas. Muy pocos campesinos podían permitirse enviar a sus hijos a ese tipo de escuela. Yo me vestía más pobre­mente que los demás y tenía solo un traje decente de chaqueta y pantalón. Los estudiantes no usaban túnicas, solo los maestros y ninguno, salvo los ‘demonios extran­jeros’, usaba ropas que no fueran autóctonas. Muchos de los alumnos más adinerados me despreciaban porque yo generalmente usaba mi chaqueta y pantalón raídos. Sin embargo, tenía amigos entre ellos y especialmente dos eran mis buenos camaradas. Uno de ellos ahora es escri­tor y reside en la Rusia soviética. 12

”Tampoco les gustaba porque no era nativo de Hsiang Hsiang. Era muy importante ser nativo y también prove­nir de un cierto distrito. Había distrito superior, inferior y medio, y el superior y el inferior peleaban continua­mente por cuestiones puramente regionales. Ninguno de ellos se avenía a la existencia del otro. En esta guerra tomé una posición neutral porque no era nativo. En con­secuencia, las tres facciones me despreciaban, con lo que me sentía muy deprimido.

”Hice un buen progreso en esta escuela. Les agrada­ba a los maestros, especialmente los que enseñaban los Clásicos porque yo escribía buenos ensayos a la mane­ra clásica. Pero mi mente no estaba con los Clásicos… estaba leyendo dos libros que me había enviado mi pri­mo, que relataban el movimiento reformista de Kang Yu­wei. Uno era de Liang Chi-chao, 13 editor de la Hsin-min Tsung-pao [Colección del nuevo pueblo]. Leí y releí esos libros hasta que los supe de memoria. Veneraba a Kang Yu-wei y Liang Chi-chao, y le estaba muy agradecido a mi primo, que yo entonces pensaba era muy progresista, pero que más adelante se convirtió en un contrarrevolu­cionario, un miembro de la alta burguesía y se unió a los reaccionarios durante el período de la gran revolución de 1925 a 1927.

”A muchos de los estudiantes no les gustaba el ‘fal­so demonio extranjero’ por su coleta antihumana, pero a mí me gustaba escucharlo hablar de Japón. Enseñaba música e inglés. Una de sus canciones era japonesa y su título era ‘La batalla en el Mar Amarillo’. recuerdo toda­vía algunos de sus fascinantes versos:

La golondrina canta

y el ruiseñor danza

y los verdes campos son hermosos en Primavera.

Las flores de los granados, carmesí,

los abedules con las hojas verdes.

Y hay un nuevo escenario.

”En esta época conocía y sentía la belleza del Japón, también sentía un poco de su orgullo y su poder en este canto de su victoria sobre Rusia14. No pensaba que exis­tía también un Japón bárbaro, el que conocemos hoy.

”Es todo lo que aprendí del ‘falso diablo extranjero’.

”Recuerdo también que por esa época supe que el em­perador y Tzu hsi, la emperatriz viuda, habían muerto, aunque el nuevo emperador, Hsuang Tung [Pu Yi], go­bernaba desde hacía dos años. Yo todavía no era anti­monárquico y consideraba en realidad que el emperador y la mayor parte de los funcionarios eran hombres ho­nestos, justos e inteligentes. Solo era necesario que reci­bieran la ayuda de las reformas de Kang Yu-wei. Estaba fascinado con los relatos sobre los maestros de la anti­gua China: Yao, Shung, Chin Shih huang Ti y Han Wu-ti y leía muchos libros sobre ellos 15. Estudiaba también en esta época historia extranjera y geografía. Oí por prime­ra vez hablar de América en un artículo que se refería a la revolución en Estados Unidos y contenía una frase que decía: ‘Después de ocho años de una guerra difícil, Washington obtuvo la victoria y organizó su país’. En un libro que se titulaba Grandes héroes del mundo leí tam­bién relatos sobre Napoleón, Catalina de Rusia, Pedro el grande, Wellington, Gladstone, Rousseau, Montesquieu y Lincoln”.

1 Un hsien equivale aproximadamente a un condado de los Estados unidos. Era la unidad territorial más pequeña bajo el gobierno central y era gobernada por un magistrado. N. de la T.: también se conoce como “subprefectura” o “localidad” en los países de habla hispana.

2 Mao no mencionó el día de su cumpleaños, que más adelante se informó que era el 26 de diciembre. En 1949, Mao recurrió al Comité Central para que se prohibiera nombrar a las provincias, calles y empresas con los nombres de los líderes y que también se prohibiera la celebración de sus cumpleaños. Ver Selected Works of Mao Tse-tung (Obras seleccionadas de Mao Tse-tung) (Pekín, 1961), IV, 38.

3 Alrededor de 2,5 acres o una hectárea.

4 Un tan es un picul o 133 libras. N. de la Ed.: medida equivalente a 50 kilos.

5 Dos millas y dos tercios (unos 4 kilómetros).

6 Mao usaba el término chino yuan que solía traducirse como “dólares chinos”, 3000 yuan en efectivo en el año 1900 era una suma impactante en la China rural.

7 Mao usaba todos estos términos de la política en forma humorística en sus explicaciones y se reía cuando recordaba esos incidentes.

8 Literalmente, “golpear la cabeza”. Se esperaba que el hijo ante el padre o el súbdito ante el emperador golpeara la cabe­za contra el piso o la tierra como muestra de obediencia filial.

9 De Chung Kuang-ying, que fue el defensor de muchas re­formas democráticas, entre las que se incluyen el gobierno parla­mentario y los modernos métodos de educación y comunicación. Su libro tuvo una vasta influencia cuando se publicó en 1898, el año de la infortunada reforma de los Cien Días.

10 La misma sociedad a la que pertenecía Ho Lung.

11 Literalmente, “Comamos en la casa grande”, es decir, en el granero del terrateniente.

12 Hsiao San (Emi Siao).

13 Liang Chi-chao, talentoso ensayista de finales de la dinastía manchú, fue el líder del movimiento reformista que determinó su exilio. Kang Yu-wei y él fueron los “padrinos intelectuales” de la primera revolución en 1911.

14 El poema evidentemente se refería al festival de la primavera y al enorme regocijo que sintió Japón después del Tratado de Portsmouth y el final de la Guerra entre Rusia y Japón

15 Yao y Shun eran los primeros emperadores semilegendarios (3000 a 2205 a. C.¿?), a quienes se atribuía la formación de la sociedad china en los valles del río Wei y del río Amarillo, y el control de las inundaciones (con diques y canales). Chi Shih Huang Ti (259-221 d. C.) unificó el imperio y completó la Gran Muralla. Han Wu Ti consolidó los cimientos de la dinastía Han que siguió a la Chin y duró (incluida la Han posterior) 426 años. .

La Larga Marcha

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