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Verano interior

1.

Cuando la charla perentoria terminamos

quedé a la vez ingrávido y pensante.

Seguí sentado y con la ventana abierta,

te molestaba en la casa olor a humo.

Aprovechaste el momento y saliste

volando y me miraste desde una rama

del olivo que contemplábamos, de mañana,

la taza en la mano, la tostada en la mesa.

2.

“La tostadora nos espía, te lo dije.”

“¡Otra vez, caray, tus fantasías!”

Pero lo que te conté en el lavadero

sobre las rebajas segundas convenientes

en las camisas lindas de lino pastel,

¿por qué se anuncia ahora

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al margen de la página sin tinta?

Está bien, no cabe alarma: felicidad

de nosotros es como un dado sólida.

Podemos desayunar hasta pan crudo,

“¡Lástima que ya tiramos también la exprimidora!”.

3.

¿Cómo es que el grillo se durmió

y su afiladora a pedal sigue chispeando?

Cada vez que entra un vecino

la puerta de la calle hipnotizada

relincha a la indolente luna

que de un estornudo la despierta.

Nos tiramos al agua del colchón

confiando en la flotación de las almohadas:

las abrazamos fuerte. El verano

no tiene cuartel y calcina las analogías.

4. LLEGA LA TORMENTA

El viento hace de casa una ocarina:

toca a la vez la entera escala; ¿afina?

Que vaya al fin del cielo el astronauta,

yo: vivo encerrado en una flauta.

5. UNA SALIDA

Tiempo camina sobre el agua y llora

escamas que funden plomo y plata.

El agua, reducido día, abolla

contra la piedra olvido, insiste, vuelve.

El mar tiene en los bordes labio y ojo.

El parasimpático

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