Читать книгу El parasimpático - Edgardo Dorby - Страница 9
Mañana de verano, Barcelona
Оглавление1.
Mediados de julio: el sol adolescente
atolondrado se levantó con hambre y resacoso
y husmea entre las mermeladas del colmado Quílez.
Las acacias, en fila, se pasarán el día pensando
con rencor en el mar y en la tormenta
que apenas llegará en octubre.
(Un transeúnte se sacude las bermudas
y caen de las arrugas trescientos pasos no dados.)
Cerca del puerto, Colón señala altivo
por sobre las crestas de salmuera sucia
hacia la tumba de tu madre
que no has visitado este año
—él, severo, lo sabe.
“¡Desgraciado almirante! Tu pedestal
no pierda altura —le decís, vengativo—;
las cosas se han puesto últimamente
feas para las efigies de conquistadores.”
2.
Un sol que hoy no es de oro sino de arena y vaho
unta la ciudad y se olvida de lustrarla:
se distrajo fabricando el tiempo —es su trabajo.
Cada cosa palpa su sombra
para consolarse con que sigue siendo opaca.
Podés leer en el diario que hay muertos
por golpe de calor y solamente
cuando mencionan los nombres y el barrio
se te ocurre pensar, sin gran alivio:
“No es de mí de quien hablan”.
3.
No te dictan estas líneas el amor o la musa;
son respuesta a una voz que a la hora de la siesta
es neutra como de encuestadora:
—Del pasado, ¿te acordás?
—Me acuerdo de la cabeza sobre
una olla con hojas de eucalipto,
de la estrella de un abrojo en la rodilla,
de un río espeso como engrudo.
—¿Y por qué seguiste a la Poesía?
—Porque te exige todo sin prometer nada.
—En total, ¿cómo te fue en la vida?
—Eso preguntáselo mejor al fantasma
que envejece en la orilla del río espeso.
—¿Y la muerte?
—La muerte debe ser como cuando
se corta la luz de golpe pero esta vez
ni siquiera a tientas vas a encontrar las sillas.
4.
El ruiseñor no aguanta un día tan largo:
repite un estribillo y te abandona en la hora malva.
Cuando al fin podrás dormir,
la manzana que ruborizaba tu frutero
colgará del limonero del vecino
y los números de teléfono del pasado y del presente
se fundirán en cifras inverosímiles.
El dedo resbala en la pantalla de la luna
y se escucha una señal obstinada,
pipip, pipip, contradanza del ventilador.
(sobre un tema de J. Brodsky)