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3. La visita de compromiso

Al día siguiente, Archer y May visitaron

a la abuela de esta, la señora Manson Mingott.

Era un ritual imprescindible para confirmar el compromiso.

La anciana era una de las grandes damas

de la alta sociedad de Nueva York.

Viuda desde los 28 años,

había conseguido vivir rodeada de lujo,

entre duques y embajadores,

gracias a su enorme fuerza de voluntad.

Era una mujer de carácter firme, digna y decente.

Y su reputación había permanecido siempre intacta.

El encuentro fue muy agradable:

la anciana, que había engordado hasta el punto

de no poder subir y bajar escaleras,

recibió a los novios con amabilidad.

Observó el anillo de compromiso ―un gran zafiro―

y dijo que era muy hermoso.

―¿Y para cuándo la boda? Espero que sea lo antes posible.

¡No esperéis a que me muera! ―comentó, divertida―.

¡Quiero pagar el convite de la boda!

La pareja estaba a punto de irse

cuando la puerta se abrió y apareció la condesa Olenska,

acompañada por el señor Beaufort.

―¡Ah, Beaufort! ―exclamó la anciana―. Me alegro de verle.

―Encontré a la condesa Olenska en Madison Square

y me permitió que la acompañara a casa

―respondió el caballero.

Beaufort y la anciana empezaron a conversar,

olvidándose por completo de los jóvenes.

En el recibidor, May se ponía el abrigo de pieles.

Mientras, Ellen Olenska miraba a Archer

con una sonrisa levemente interrogante.

―Ellen, supongo que ya sabes que May y yo...

―dijo el joven―. No pude contártelo en la Ópera,

entre tanta gente.

Ellen parecía más joven y más atrevida.

―Claro que lo sé. Y me alegro muchísimo ―dijo sonriendo.

Y sin dejar de mirar a Archer, añadió―:

Adiós. Ven a verme algún día.

En el coche, mientras bajaban por la Quinta Avenida,

Archer pensaba: «Ellen comete un error al pasear sola

con Beaufort, delante de todo el mundo.

Además, debería saber que un hombre como yo,

que acaba de comprometerse,

no se dedica a visitar a mujeres casadas como ella...».

Y dio gracias al cielo por estar a punto de casarse

con una joven como May,

que le comprendía y compartía sus opiniones.

La edad de la inocencia

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