Читать книгу A contracorriente - Eduardo Abad García - Страница 13

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Además, este primer número también pretendía ser una muestra de fuerza. Su cuidada edición y la buena calidad de los materiales transmitían una imagen de continuidad respecto al PCE que ofrecía mayor credibilidad. Especialmente, si se compara con las artesanales publicaciones clandestinas que elaboraba la izquierda revolucionaria de la época.115 No fue solo la estética, también exístían otros factores importantes que reforzaban su legitimidad. Por ejemplo, en sus páginas se ofrecían muchos testimonios en los cuales los comunistas españoles de distintas partes del mundo ofrecían su apoyo a los disidentes. En este sentido, se reproducían muchos comunicados y cartas en las cuales diversos militantes manifestaban su insubordinación a Carrillo. La intencionalidad que se ocultaba tras la reproducción de este tipo de contenidos era atraer a otros potenciales disidentes. Muchos lectores podían verse reconocidos con este tipo de declaraciones. En definitiva, de lo que se trataba era de construir un relato en el cual su proyecto fuese viable y tuviese oportunidades de recuperar el PCE. Sin embargo, los contactos en esta primera fase no podían ser muy numerosos. Probablemente, su militancia no alcanzaría más que a unos escasos centenares de militantes, sobre todo en países socialistas.116 Aunque sí que es cierto que ya existían relaciones con diversos grupos del interior que serían la base de la futura estructura del PCE (VIII) en España. Entre ellos destacarían el colectivo de repatriados de la URSS, militantes obreros y veteranos del partido.117 Las críticas expuestas en Mundo Obrero (cabecera roja) trataban de mostrar que existía un descontento en bastantes organizaciones del PCE con muchos más temas que el del asunto de Checoslovaquia:

Los comunistas asturianos están frente al carrillismo en lo de Checoslovaquia, en lo de las expulsiones, en la actitud hacía la Unión Soviética, en lo que se refiere a las formas de lucha obrera, en el problema de las alianzas, hacen duras y justificadas críticas a toda la orientación política del grupo de Carrillo […] Pese a todas estas dificultades paso a paso, la verdad de lo que pasa en el partido se va abriendo camino y cada vez son más los camaradas que en Asturias se plantean la tarea de levantar al Partido.118

El PCE, por su parte, continuaba a la expectativa de ver las dimensiones del golpe. Para ello había estado controlando a todos aquellos militantes que se mostraban críticos con la línea de Carrillo en política exterior e interior, tratando de marginarlos al máximo y haciendo un seguimiento de lo que decían y hacían:

Aquí, aunque sin mucho entusiasmo, siguen los mismos que ya en otra ocasión os dijimos; en torno al cual actúa un elemento que había sido un activo de (16). Este es un elemento intrigante y ambicioso, no dando la cara a los c[amara]das. Que él sabe que le van a desplazar, pero se arrastra a los que considera más débiles tratando de llevarlos a su mismo terreno, pero sin ningún éxito. El (17) ha desenmascarado la labor de estos elementos y ha prevenido a todos los militantes de los fines que persiguen, aislándolos.119

Otra transformación central para la consolidación de su subcultura política fue la forma de identificarse. El complejo proceso de construcción de una imagen pública. Como ya se ha comentado, estos comunistas se veían a sí mismos como los defensores de los verdaderos valores del partido que el «carrillismo» estaba tratando de destruir. Por lo tanto, sus críticas se centraron en atacar al único elemento que consideraban ajeno a esa cultura política: los actuales dirigentes del PCE. La fijación en este sujeto estaba vinculada con la construcción de la figura de los «traidores» como antítesis de ellos mismos. Esta fue la manera en que intentaron resolver la fuerte contradicción que para los militantes suponía tener que elegir entre acatar la disciplina de partido o sumarse a las filas de la disidencia. En todo caso, ellos decidieron autodenominarse también como PCE conscientes de que existía otro PCE y de la confusión que esto generaba. Sin embargo, esta decisión venía determinada por la necesidad de reforzar su autoafirmación y tratar de arrebatarle a Carrillo la legitimidad de esas siglas:

Hay motivos y razones para ser optimistas y confiar en que existan fuerzas sanas suficientes en el partido para restablecer la democracia interna y celebrar nuestro VIII Congreso, donde se corrijan las deformaciones de los métodos de dirección, se acabe para siempre con la autocracia y el partido no pierda lo que siempre fue en él tradicional: su fidelidad a los principios del marxismo-leninismo, su internacionalismo proletario y su combatividad revolucionaria.120

Por su parte, el PCE continuó viendo con alguna preocupación el avance de los ortodoxos. La difusión de estas nuevas ideas que incluían la denuncia del «carrillismo» como una desviación del comunismo no parecía agradar especialmente al secretario general. Por eso, el propio Carrillo se esforzaba por desmentir estas acusaciones y presentar su política como una liberación frente a la tutela soviética: «En el Partido no hay “carrillistas”, sino comunistas, marxistas-leninistas. Difícilmente puede haber más democracia en un partido clandestino. Se trata de ver si queremos un Partido independiente, con voluntad propia, o volver “a la época de a incondicionalidad” y convertirnos en caja de resonancia o agencia de propagandistas de tal o cual Partido».121 Algunos comités provinciales, como el caso del asturiano, continuaron con sus ataques a los disidentes. Según su opinión, se trataba de una operación que solo podía beneficiar al mismísimo Franco, ya que «contiene una difamación del Partido que no creemos que la propaganda franquista haya superado jamás». Además, también insistían en defenderse de las acusaciones que pretendían presentarles como contrarios al legado soviético: «afirmamos que estamos y estaremos siempre con Lenin. Creemos que mantener con franqueza y con firmeza nuestras posturas dentro del Movimiento Comunista Internacional no es antisoviético». Otro argumento que el PCE divulgó dentro de su propaganda fue la apelación a la modernidad. El PCE debía renovarse y ser un partido moderno, acorde a los tiempos que les tocaba vivir. Mientras que los ortodoxos estarían «caducos» y vivirían en el pasado. El aparato repitió abundantemente esta idea, incluso aseguraba que lucharía contra todos aquellos que se les había «parado el reloj en 1936, sean franquistas o se crean comunistas».122

La nueva cabecera de la prensa ortodoxa fue utilizada como una importante herramienta para la difusión del nuevo movimiento disidente. En las páginas del Mundo Obrero (cabecera roja), no solo se escribían artículos denunciando al PCE o reivindicando aspectos teóricos del marxismo-leninismo. Los redactores del periódico también tuvieron mucho interés en ir reflejando las distintas luchas obreras que se iban sucediendo en el interior de España. Las crónicas de estos conflictos los describían como parte de un auge exponencial de la lucha de clases que amenazaba con terminar con la dictadura. Sin embargo, como no podía ser de otra manera, estas crónicas aparecían siempre acompañadas de reflexiones llamando a reforzar el partido ortodoxo, porque según su cosmovisión: «sin ese Partido la clase obrera no puede marchar hacia adelante».123 Durante este primer periodo, extender el partido se convirtió en una auténtica prioridad. Los comunistas ortodoxos se volcaron en acercarse a la militancia de todas las organizaciones del PCE para explicarles su visión de los problemas que atravesaba el comunismo español, lo cual como ya hemos visto, generó importantes tensiones y roces con el PCE. El trabajo de proselitismo y propaganda se realizó en todos aquellos lugares donde había comunistas españoles, tanto entre la emigración como en el interior. Los éxitos iniciales fueron más bien discretos, aunque es verdad que lograron captar simpatizantes en muchas organizaciones del partido de Carrillo. Un lugar donde obtuvieron un mayor éxito fue en los países del bloque socialista. En estas repúblicas existió una mayor sensibilidad y empatía hacía su disidencia y por eso cosecharon bastantes éxitos. Aunque no se puede decir que arrasaran por completo, sí que es verdad que lograron alguna conquista. Muchas de las secciones del PCE en los países del este (RDA, URSS, Polonia, Hungría, etc.) quedaron diezmadas por la acción «anticarrillista» de García y Líster.124

Lógicamente, el trabajo disidente en el interior fue más complicado debido a la situación de clandestinidad a la que obligaba la dictadura. La forma de trabajo se orientaba desde los focos de la emigración en países como Francia o Bélgica. Allí lograban captar a comunistas emigrados, que aprovechaban sus viajes de vacaciones para realizar contactos y extender la organización. Toda esta situación exasperaba especialmente al PCE: «Como ya sabéis por aquí circula en cantidad la basura de Líster y cía. Unos llegan por correo desde Bélgica y Francia y otros se meten en buzones».125 Sin embargo, los pequeños éxitos no parecían corresponder con las amplias expectativas que podían haberse creado muchos dirigentes y militantes. El levantamiento contra Carrillo no acababa de generalizarse y después de los éxitos en el este, las adhesiones llegaban con cuentagotas. Algunas cartas, supuestamente mandadas a la redacción del periódico, mostraban un cierto grado de desesperación ante la inmovilidad de sus «camaradas»:

Nos hemos quedado parados, tenemos miedo. Aceptamos todo lo que dice Carrillo sin importarnos que haya renegado de los principios revolucionarios, que confunda los intereses de la burguesía con los del proletariado, que no distinga entre ideología y teoría científica. Unos camaradas han dado un paso al frente, se han separado del pelotón carrillil [sic]. ¿Si estamos de acuerdo con sus razones por qué no nos situamos a su lado? ¿No nos interesa el problema? ¿Somos comunistas o seguidistas?126

Sin embargo, durante el primer año de existencia se logró asentar la organización e incluso extender sus contactos de manera importante. No obstante, faltaba un nuevo golpe de efecto y para eso la dirección de este grupo fue dando los pasos para llevar a cabo su objetivo principal: la celebración de un autoproclamado VIII Congreso del PCE. Un evento que debía servir para legitimarles en tres frentes. El primero, ante su propia militancia. Este congreso debía ser un acto capaz de cohesionarles y reforzar sus convicciones ante la lucha que quedaba por delante. El segundo, ante los comunistas que continuaban en las filas del PCE. Se trataba de construir una imagen sólida que diera garantías de que el sacrificio era menor que la posible recompensa. Y el tercero, ante los partidos comunistas del bloque oriental, especialmente el PCUS. Conseguir el reconocimiento público de este partido era un objetivo muy importante y para ello era necesario convencerles de que la mayoría estaba de su lado. Construir la imagen de un congreso exitoso donde los comunistas españoles, entre ellos varios dirigentes de reconocido prestigio, se unieran frente a Carrillo, era importantísimo. Sobre todo, porque el congreso era presentado como un importante acontecimiento en el que se iban a enmendar de forma colectiva los errores y «crímenes» del «despotismo carrillista». Por eso, como ya se ha explicado, se insistía en que sus militantes debían hacer una ardua labor voluntarista para tratar de atraer al mayor número posible de comunistas a su proyecto. Además, era necesario insistir en la necesidad de recuperar a aquellas personas que, aun siendo comunistas, se encontraban en sus casas apartados de la militancia activa:

Si el Partido, el glorioso partido comunista de España es el heredero del marxismo-leninismo y es capaz de purificarse a sí mismo, embarcándose en una tarea dolorosa pero positiva, debe orientarse también a un trabajo difícil y urgente: la recuperación de los camaradas que injustamente fueron separados de él o que ellos mismos se alejaron sin dejar de ser comunistas.127

Por otra parte, es necesario recordar que la relación con los partidos comunistas en el poder durante esta etapa fue muy compleja. El PCUS mantuvo una posición complicada en la cual trató de distanciarse públicamente de los disidentes españoles. Incluso no parece muy claro que el propio PCUS estuviera a favor de su estrategia. Al fin y al cabo, la celebración de un VIII Congreso suponía la ruptura definitiva con el PCE y la formación de un nuevo partido. Inevitablemente, este movimiento era visto por los soviéticos como una división del comunismo español, lo que debilitaba su fuerza. Probablemente, los soviéticos hubieran preferido que los ortodoxos continuaran dentro de las estructuras del partido condicionando las acciones de Carrillo. El apoyo a una discreta disidencia interna no podía comprometerles de la manera que sí lo hacía la construcción de un nuevo partido. Incluso, según los testimonios consultados, se pusieron ciertas trabas en cuanto a la financiación del nuevo partido.128

Con todo, el trabajo para la celebración del VIII Congreso continuaba su marcha. Una comisión se encargó del proceso de elaboración de los documentos congresuales. En ellos se ponía en tela de juicio la línea política de los últimos años en el PCE. También se plasmaba su táctica y estrategia de cara al futuro. Aunque a primera vista pudiera parecer que suponía un continuismo con los postulados clásicos del PCE, esto no fue exactamente así. La combatividad rodeaba muchas de las propuestas políticas. Finalmente, la comisión de dirección se encerró durante ocho días para el debate de los documentos. El lugar escogido, a las afueras de Praga, mostraba la sintonía con el PCCH. Lidia Falcón, asistente a esta reunión, recordaba la impresión que le causaba estar rodeada de veteranos militantes de la talla de Líster. También se quejaba de las formas escogidas por estos dirigentes: «En el trato asiduo que sostuve con los promotores de aquel movimiento de renovación del partido, pude enterarme de lo mal que aceptaban cualquier discusión u objeción a sus análisis y decisiones […] Se trataba de aceptar en bloque todo lo que dijeran los líderes o nuevamente sentirme excluida del proyecto. Ante tal disyuntiva decidí seguir adelante con él».129

Además, los materiales para la elaboración de los documentos congresuales habían sido facilitados con poca antelación y la dirección se encargó de marcar férreamente los ritmos de trabajo. De tal manera que las conclusiones no guardaron grandes contrastes con las tesis propuestas. Líster y García tenían muy claro qué línea debían seguir.130 El proceso culminó con la celebración del congreso en París a principios de 1971. Este evento fue presentado como el auténtico VIII Congreso del PCE llevado a cabo por sus «fuerzas sanas». Es decir, por aquellos sectores conscientes de lo que suponían las políticas de Carrillo y que no habían sucumbido a la «enfermedad del carrillismo». En estos documentos destacan proclamas clásicas en la cultura política comunista. En primer lugar, se explicitaba la adhesión a los países del campo socialista y se saludaba, especialmente, el nuevo rumbo tomado en Checoslovaquia tras la entrada de los tanques de las tropas del Tratado de Varsovia. También se puede apreciar el proceso por el cual trataban de autolegitimarse como los verdaderos continuadores de la historia del PCE, apelando de forma constante a lugares comunes de su memoria colectiva. La definición de sus enemigos quedaba nuevamente perfilada al considerar al PCE oficial como una «plataforma antimarxista y antileninista de Santiago Carrillo y su grupo».131 También se encontraba entre sus acuerdos la creación de una comisión para el esclarecimiento de la historia del partido, con el objetivo de rehabilitar públicamente a toda la militancia injustamente expulsada. En cuanto a su línea política, se condenaba a la «alianza de las fuerzas del trabajo y la cultura» por «reformista». Como alternativa, recuperaban la importancia de la tradicional «alianza obrero-campesina» y apostaban por la creación de un frente antifranquista y antimonopolista. Todo esto estaba impregnado de los grandes elementos simbólicos de la cultura política comunista: la lucha de clases y el frente popular. Otro factor de divergencia con Carrillo era su concepción de la articulación europea. Tanto era así que se consideraba al Mercado Común Europeo como una «organización supranacional de los monopolios destinada a aumentar la explotación de los trabajadores». Su estrategia en el movimiento obrero pasaba por apoyar la lucha de las Comisiones Obreras como una herramienta para construir la unidad obrera. Además, respecto a la futura forma de gobierno, ellos defendían la república democrática como única salida para asegurar las transformaciones democráticas y revolucionarias que el país necesitaba.132

Tras la celebración de este congreso trató de darse un nuevo impulso al proselitismo. En este sentido, llaman la atención algunos de los rasgos característicos de su perfil de militancia. Se trataba de un «militante de resistencia» acostumbrado a un trabajo político en una situación muy dura y a la realización de enormes sacrificios. Los años de exilio, represión y clandestinidad dieron lugar a una cultura política con unos rasgos muy específicos. Aunque su visión de la militancia estaba muy ligada a la disciplina, este tipo de militante podía, llegado el momento, incluso romper con el partido gracias a la percepción de que su principal lealtad se debía con su código moral. De esta manera, este tipo de activistas podía llegar a tener una praxis tremendamente versátil. En primer lugar, estaría dispuesto a organizar una disidencia dentro del PCE, con el riesgo que ello conllevaba. Una vez derrotada esta táctica, trataría de construir otra estructura de forma autónoma para más tarde «buscar al partido». Precisamente por eso, el recién constituido PCE, (VIII Congreso) realizó un llamamiento a los y las comunistas para que se encuadrasen en células. Sin embargo, debido a la precariedad organizativa, debían de ser ellos mismos quienes dieran el paso y construyeran el partido desde abajo. La iniciativa debía organizarse de forma autónoma para, más tarde, entrar en contacto con la dirección en Francia. De esta manera lo describía el responsable de organización Agustín Gómez:

Para formar una célula del Partido y un comité de célula en una empresa, barriada, pueblo Universidad, cuartel, los militantes que están de acuerdo con el VIII Congreso y con sus documentos y decisiones no deben esperar recibir orientaciones e instrucciones de los organismos superiores, sino que deben constituirse inmediatamente en célula y elegir un comité. Al mismo tiempo, los militantes deben esforzarse por entrar en contacto con la dirección del Partido utilizando para ello formas y conductos conocidos.133

Gracias a este llamamiento comenzaron a estructurarse las distintas organizaciones del PCE (VIII Congreso) en 1971. Para la llegada del verano ya existían varios comités de zona que desarrollaron distintas actividades de propaganda llamando a «desenmascarar a los carrillistas» y a regenerar el PCE.134Además, durante esta etapa tuvo lugar un «efecto boomerang». Gracias a que la dirección del PCE impuso un «cordón sanitario» ante cualquiera que planteara algo relacionado con los «escisionistas», algunas personas expulsadas acabaron integrándose en las filas del PCE (VIII Congreso). Este sería el caso del comunista asturiano Pedro Sanjurjo, Pieycha:

La totalidad de los militantes venidos de la URSS clamaban contra Carrillo y comencé entonces a discutir lo ocurrido con todo el que podía. No había tomado decisión alguna sobre qué postura adoptar. El Comité Local de Gijón, sin haber reunido a todos sus miembros, al menos faltaba BRAGA, tomó la decisión de apartarme de la organización bajo la acusación de labor fraccional […] El cabreo fue mayúsculo pues entendía que el discutir sobre los informes del VIII Congreso no podía ser reprobable, así que ayudaron a que diera el paso de integrarme con los camaradas «prosoviéticos» que habían celebrado el congreso.135

Desde fechas tempranas, el PCE (VIII) contó con presencia en la URSS, RDA, Polonia, Hungría, Bulgaria y Cuba. También tenía fuerza en algunos lugares de la emigración como Bélgica, Suiza, Francia o Argentina, y existían contactos con los disidentes mexicanos que se estaban organizando de forma independiente. En el caso del interior, su presencia se reducía a organizaciones en Asturias, País Vasco, Madrid, Cataluña y Aragón. De entre estas últimas, la más importante era la asturiana. Desde su adhesión en 1971, fue el propio Pedro Sanjurjo el encargado de extender y consolidar la organización. Sin embargo, este joven dirigente actuaba bajo las indicaciones del veterano comunista y líder sindical en Duro Felguera, Higinio Canga.

El estudio de caso asturiano de esta organización es un buen ejemplo de la consolidación del partido en una zona del interior. Su composición sociológica no era muy diversa. El grueso de sus miembros era de extracción obrera y, en la mayoría de casos, estaba formado por antiguos militantes del PCE y la UJCE, cuyo trabajo era fundamentalmente sindical. Los primeros núcleos desde donde el partido fue creciendo estuvieron en las zonas industriales de Gijón y de la cuenca del Nalón. En esta última zona, ya a principios de septiembre, estaba constituido un Comité Local. Este comité se proponía difundir los escritos de Lenin, a su parecer condición necesaria para ampliar la formación de los militantes y desenmascarar a «tiranos, acomodados y burgueses».136 Los primeros contactos se realizaron con militantes que Canga había conocido en la cárcel. También se sumaron al proyecto veteranos sindicalistas con un trabajo en el sindicato vertical y un gran respaldo entre sus compañeros como el caso de «Sionín» de Duro Felguera o «Fidel» de UNINSA. Otro sector importante en su composición fueron los repatriados de la URSS, como los casos de Aladino Cuervo, Andrés Ros o Juan Fernández «el ruso». Al poco tiempo también se incorporaron otros militantes con una larga trayectoria, como «el madreñeru» de la fábrica de loza en Gijón y «el zapateru» de La Felguera, que llegaría a ser el responsable de propaganda en la zona. Otros militantes eran más veteranos, como el mierense Luis Álvarez, de mucho prestigio entre los mineros pensionistas. En algunos de estos casos, las incorporaciones no se hacían de forma individual, sino familiar. Como, por ejemplo, el caso del dirigente minero Juan Bonilla (responsable político del Nalón), cuya familia al completo se había pasado a las filas del PCE (VIII Congreso).137 Una buena fuente para alcanzar a tener una visión más amplia de los perfiles militantes se puede encontrar en la sección de necrológicas del periódico del partido. Así, por ejemplo, en las páginas de Mundo Obrero (cabecera roja) se difundió la noticia del temprano fallecimiento de Carlos Villoria (43 años). Este militante era minero del Pozo Santa Bárbara y había ingresado en el PCE a finales de los años cincuenta. Más tarde había desarrollado un importante trabajo sindical y había sufrido las consecuencias de la represión, siendo torturado en el transcurso de la huelga de 1962. Posteriormente, se había exiliado en Bélgica, donde había encontrado trabajo en una fábrica. Sin embargo, tras la ruptura en el PCE acabaría retornando a Asturias con el objetivo de contribuir en la construcción del nuevo partido.138

Aunque los motivos que provocaron la disidencia fueron varios, uno destacó por encima de los demás. Lo relacionado con las críticas a la URSS fue lo que tuvo más influencia para la consolidación de la primera ola. Este cambio en el trato del PCE a la Unión Soviética motivaría el florecimiento de una visión crítica más amplia sobre la línea política y la estrategia global de los comunistas. Como ya hemos visto, la ruptura con el mito de la URSS como factor de movilización puso de manifiesto que existía un amplio sector obrero que recelaba con la nueva línea y que la había asumido por disciplina. Por su fuerte simbolismo, resulta especialmente interesante la incesante búsqueda de contacto de estos comunistas con la cultura soviética. Un caso bastante conocido eran los contactos de estos ortodoxos con marineros soviéticos cuyos barcos recababan en puertos españoles desde comienzos de los años setenta. En el marco de estas experiencias se construyeron interesantes redes culturales que contribuyeron a consolidar el mito soviético. Por una parte, estos comunistas ejercían de anfitriones, asesorándoles en la compra de productos y enseñándoles la ciudad. A su vez, ellos les correspondían con material propagandístico para que realizaran sus labores de proselitismo. Se trataba de un material difícil de conseguir y muy codiciado por estos militantes, como libros de la prohibidísima Editorial Progreso o revistas del tipo Unión Soviética.139

Con la existencia de un partido ortodoxo, que competía directamente con el PCE hasta por el nombre, las tensiones continuaron creciendo. A la altura de 1971, el PCE buscaba deshacerse de estos disidentes incómodos de uno en uno, negando cualquier opción de militancia crítica en su seno. Además, continuaban propagando constantes insinuaciones sobre la posible connivencia policial de este partido o de los oscuros objetivos de su causa:

Para sumar más voces al coro de la reacción, los Líster reclutaron sus adeptos entre insidiadores […] y terminarán confraternizando con toda la suerte de chivatos que la policía orientará para formar grupos de «verdaderos comunistas». Es posible que algunos de los que desde hace tiempo se hundieron en la charca resuciten ahora adoptando posiciones revolucionarias, porque para calumniar al Partido no tropezarán con el aparato policiaco.140

La acción política cotidiana del PCE (VIII Congreso) no difería en nada de los demás grupos de la oposición antifranquista que operaban en el interior de España. Así, por ejemplo, en septiembre de 1971, Mundo Obrero (cabecera roja) destacaba la reunión mantenida por comunistas de Madrid, que se adherían al VIII Congreso. En el acta de la recién constituida célula Jorge Dimitrov insistía en reafirmar su ruptura con la «fracción encabezada por Dolores Ibárruri y Santiago Carrillo», a la vez que se condenaban sus análisis:

Aquí, en el interior de España, hemos podido ver la demagogia de Carrillo y de su seguidora Dolores Ibárruri al escuchar los discursos que pronunciaron en París y que han grabado en cinta magnetofónica. En esos discursos han hecho cánticos triunfalistas para engañar al mundo que vive fuera de nuestras fronteras. He aquí algunas de sus mentiras: Que al franquismo le quedan cuatro días de existencia; que las fuerzas de oposición están formadas por muchos oficiales y algunos altos jefes del Ejército franquista; que hay un potente partido comunista.141

También se reproducía el saludo de un grupo de comunistas de Málaga que opinaba que: «es imprescindible derrotar totalmente al carrillismo, enemigo irreconciliable del socialismo y del comunismo».142 Asimismo, escribían al Mundo Obrero (cabecera roja) los militantes de una célula afincada en Euskadi y compuesta por comunistas vascos y extremeños. En su carta, además de declarar su simpatía por el nuevo partido, se puede apreciar la importancia que la memoria revestía en la identidad de la militancia comunista:

Nosotros consideramos que la situación por la que atraviesa nuestro Partido en estos momentos es la más difícil desde su fundación, el 15 de abril de 1920, y que su historia y procesos deben saberlo todos los comunistas españoles […] Nuestros caídos nos vigilan desde la tumba y nos están juzgando porque ellos son parte integrante de la gran obra revolucionaria y a nosotros nos legaron seguirla como nosotros se la legaremos a otros para culminarla.143

Sin embargo, no todo se quedaba en el terreno interno. El partido también llevaba a cabo algunas acciones dentro de España, aunque circunscritas sobre todo a Asturias, donde tenía una militancia más activa. En ese sentido, destacaba la campaña contra la visita de Franco a Gijón, con la colocación de letreros que decían «Franco asesino, libertad para los presos políticos», la participación en un encierro de pensionistas o el boicot a las elecciones de procuradores.144 Además, llevando a la práctica los postulados del VIII Congreso, se anunciaba la creación del Frente Democrático Revolucionario (FDR), cuyo objetivo era lograr la unidad de acción con otras fuerzas políticas, a la vez que tejer una red de alianzas más obrerista y alternativa a la del PCE. Su primera aparición fue para denunciar la brutal represión franquista contra los pensionistas encerrados en algunas iglesias asturianas. Ante estos hechos, realizaban un llamamiento a la movilización. El objetivo debía ser iniciar un fuerte movimiento huelguístico que acabara desembocando en una huelga general.145 Además, las páginas de Mundo Obrero (cabecera roja) se llenaron de crónicas y artículos sobre huelgas y conflictos laborales. El periódico servía como un canal de información que lograba difundir las distintas luchas que ocurrían en el interior a lugares tan lejanos como Bruselas o Moscú. Este periódico también funcionaba como uno de los principales vínculos entre la dirección del partido y sus militantes o simpatizantes. La llegada cada quince días o cada mes de la prensa del partido servía para renovar el contacto dentro de la red clandestina e impulsar nuevamente la ilusión colectiva gracias a las informaciones que allí se relataban sobre avances en su lucha. La prensa no solo se consumía de forma individual, su objetivo era ser leída por cuantas más personas fuera posible. Era un formato que pasaba de mano en mano, pese a que en el interior de España su consumo fuera perseguido. Por supuesto, en las páginas de Mundo Obrero (cabecera roja) se aseguraba la cada vez mayor popularidad entre los trabajadores de esta cabecera: «la lectura y comentario de sus artículos abre perspectivas insospechadas de claridad revolucionaria […] Mundo Obrero Rojo es y seguirá siendo, el faro luminoso que ilumine su andar tras la gran victoria de las fuerzas del trabajo».146

La organización del partido dedicaba sus esfuerzos a hacer todo lo posible para ayudar a sus «camaradas» del interior, conscientes de que, en última instancia, eran ellos quienes se jugaban la vida luchando contra Franco. Una muestra de ello fue la recaudación de una notable cantidad de dinero en 1972 por el PCE (VIII Congreso) de París, entre cuyos militantes destacaban los exiliados y emigrantes. Ese dinero fue enviado a la frontera vasca, donde, al más puro estilo de la clandestinidad, fue entregado a un miembro de la organización asturiana. Una vez más, el ejemplo asturiano sirve para ilustrar el funcionamiento cotidiano de esta organización. Con este dinero fue adquirida una multicopista destinada a las labores de «agit-prop». Se trataba de una poderosísima herramienta para el trabajo clandestino, capaz de reproducir manualmente miles de copias de panfletos y otro tipo de materiales. Por su peligrosidad, inicialmente esta multicopista se situó en el pueblo de los abuelos de Pedro Sanjurjo, Riofabar (Piloña). Sin embargo, resultaba demasiado arriesgado recorrer tanta distancia con estos materiales clandestinos. Por suerte, a los pocos meses un militante en la emigración holandesa entregó a la organización las llaves de su piso en Gijón. Allí se estableció el equipo de propaganda tras realizar una obra para construir una habitación oculta. Durante años este espacio se convirtió en la sede clandestina del partido y la vivienda de su dirigente en Asturias Pedro Sanjurjo.147 En términos generales, durante esta primera etapa de 1970-1972 el partido, pese a tener unas dimensiones modestas, mostraba un buen nivel de crecimiento organizativo. Sobre todo, se puede observar cómo se produjo una consolidación de su capacidad logística y el fortalecimiento de sus redes de contactos. Sin embargo, las formas de organización continuaban siendo un poco precarias, el impulso de la actividad celular se realizó con lentitud. Por ejemplo, en el caso de la organización asturiana, la forma de trabajo consistía en la centralización de casi todas las tareas de dirección designada por el CC en una sola persona, Pedro Sanjurjo, lo cual no era lo más acorde con el centralismo democrático.148

Durante este periodo, tuvieron lugar algunas contradicciones importantes entre el PCE y los países socialistas que afectaron de distintas maneras a los comunistas ortodoxos. Un tema especialmente espinoso fue la polémica en torno a la importación de carbón de la República Popular Polaca en plena huelga de los mineros asturianos o la represión hacia los trabajadores de este mismo país.149 El PCE fue radicalizando sus posturas con el paso de los días. En un primer momento solo exigían que el POUP desmintiera tajantemente (si es que era falso) que varios barcos estaban exportando carbón a la España franquista. Además, también destacaban que Polonia como país socialista debía tomar medidas activas de solidaridad con los mineros asturianos.150 Pero, a medida que se fue aclarando la cuestión del carbón polaco, el PCE comenzó a denunciarlo de forma mucho menos sutil.

Sin embargo, para los comunistas agrupados en el VIII Congreso estas acusaciones no eran más que «provocaciones». Por eso, según su narrativa partidaria, la mayoría de los mineros y la población trabajadora asturiana estaba indignada con lo que consideraban ataques por parte de los «carrillistas, especulando con eso del carbón polaco». Es interesante detenerse mínimamente a analizar el argumentario utilizado para defender a Polonia en este caso. En primer lugar, apelaban a la coexistencia pacífica, por la cual era importante incentivar los contactos entre países de distinto signo político. Por lo tanto, ellos consideraban que se trataba de un ataque sin argumento, pues no se podía hacer «la revolución mundial sobre la base del cese de comercio entre países». En segundo lugar, esgrimían la autoridad de la memoria y la continuidad con la historia del partido, ¿si antes no había problema por qué ahora sí? Y es que, según ellos, las acusaciones contra Polonia por la llegada de barcos de carbón que «a veces coinciden con huelgas de los mineros, se remonta a 1962». Fue en ese momento cuando según el PCE (VIII) habría habido un fuerte debate con miembros del FLP en la cárcel de Carabanchel por este mismo problema. Según su argumentario, en aquel caso concreto y en otros conflictos similares que se dieron hasta 1970, se habría obrado correctamente: «nadie buscaba chivos expiatorios en los barcos polacos». Para ellos, el problema no era ese. Lo que era necesario impulsar era la solidaridad activa de la gran metalurgia asturiana concentrada en Mieres, Langreo, Gijón y Avilés. De esta forma, se arrastraría a otros campos de la producción a la huelga, incluido el portuario. Y como colofón, se vería que los barcos polacos o americanos «no tienen ninguna incidencia en la huelga minera» y que «“el problema” del carbón polaco es una maniobra antisoviética y antisocialista».151

Otro aspecto importante tuvo que ver con los intentos del partido de traspasar su tradicional hermetismo obrero y llegar a otras clases sociales, especialmente el campesinado. Este intento de expandirse a zonas agrarias respondía a los planteamientos del VIII Congreso, en los cuales se insistía en la necesidad de reforzar la alianza obrero-campesina.152 El partido solía incluir la situación del campesinado frecuentemente entre sus análisis de la realidad española, destacando que «la miseria y el desequilibrio entre la ciudad y el campo se acentúa más cada año».153 Además, aunque no se daban datos concretos del trabajo realizado, sí que se informaba de avances en la elaboración de propuestas políticas redactadas por supuestos dirigentes campesinos.154 Incluso, a finales de 1972 la resolución del V Pleno del CC volvía a insistir en la necesidad de continuar organizando a los campesinos:

Es necesario que los campesinos se unan y luchen, aprovechando todas las posibilidades legales y extra legales, pero, sobre todo, creando sus propias formas de organización, a partir de sus localidades respectivas. Los campesinos sólo pueden conquistar sus reivindicaciones aliados a los obreros industriales. La clase obrera y su Partido Comunista deben hacer mayores esfuerzos para que la alianza obrero-campesina se convierta en una realidad.155

El partido llegó a tener presencia en algunas áreas rurales. Por ejemplo, en la zona campesina de Vegas Altas del Guadiana en Extremadura. En las páginas de Mundo Obrero (cabecera roja) se puede observar algunas informaciones sobre el trabajo desarrollado en este sector. Por ejemplo, en junio de 1972 un militante de la organización publicaba un llamamiento a los campesinos de la zona:

Yo hago un llamamiento a los campesinos de todos los pueblos nuevos para que nos unamos frente al gran monopolio agrario del Estado capitalista de Franco (I.N.C) para que las tierras pasen a ser administradas por nosotros que las cultivamos, siendo los dueños de las cosechas, que alcancemos vendiéndolas donde nos de la gana, fuera totalmente de la tutela del patrón Instituto. Agrupémonos todos en grandes cooperativas agrícolas o Colectividades y desmonopolicemos la tierra y colectivicemos nuestras conciencias de campesinos, de proletarios y de clase.156

Sin embargo, el único caso conocido con más detalle donde sí se realizó un mayor trabajo con el campesinado tuvo lugar en Asturias. En diciembre de 1971 apareció la primera noticia en Mundo Obrero (cabecera roja) sobre la dramática situación en el campo. En sus líneas se explicaba el empobrecimiento del pequeño propietario y la presión de la oligarquía local gracias al apoyo del régimen franquista.157 Para acabar con esta situación, realizaban un llamamiento a la militancia obrera con orígenes rurales, debían ayudar a los campesinos a formar células comunistas. De esta manera, se forjaría la alianza obrero-campesina, base del Frente Democrático Revolucionario y de la revolución socialista en España.158 Aunque no deje de resultar un caso anómalo, es interesante el proceso de construcción de unas pocas células comunistas en el concejo rural de Piloña (Asturias). Todo comenzó a partir de un contacto de la cárcel de Higinio Canga. Pronto, consiguieron conectar con más comunistas de la zona. Se trataba de militantes desconectados que les manifestaron sus críticas por la marginación a la que les sometía el PCE. Así que comenzaron a repartir profusamente por estos pueblos el Mundo Obrero (cabecera roja), cosechando buenas críticas ante unos militantes muy aislados y «desconocedores de la situación que atravesaba nuestro partido, a partir de los acontecimientos de Checoslovaquia».159 Tras varios roces con los enlaces de la dirección provincial del PCE, convocaron una reunión en día de mercado y, tras un acalorado debate sobre el nuevo rumbo del PCE, decidieron pasarse en bloque al PCE (VIII Congreso).160 En mayo de 1972 se constituyó un Comité Comarcal.161 Sin embargo, los comienzos no fueron fáciles, pues debían soportar las limitaciones del propio medio geográfico y un entorno social receloso con los comunistas. Las páginas del periódico denunciaron profusamente la situación de los campesinos. Desde la lucha contra la pérdida de montes comunales por la política forestal del franquismo que atentaba contra la ganadería de subsistencia162, hasta los precios de la leche, que mantenían en la miseria a las caserías asturianas. Todo ello enfrascado dentro de un combate más amplio por la reforma agraria destinada a elevar el precario nivel de los trabajadores del campo «en los marcos de la fase antimonopolística y popular de la revolución española».163 A finales de 1972 casi nadie podía presagiar la crisis cismática que se cerniría sobre los comunistas ortodoxos en poco tiempo. Hasta ese momento, la tendencia general del PCE (VIII Congreso) era de crecimiento y el partido, aunque modesto, parecía que se empezaba a consolidar en el panorama político del antifranquismo. La primera ola disidente no había conseguido su principal objetivo, destituir a Carrillo, pero resistía tenazmente. El desconocimiento de sus fuerzas reales y el miedo a que los soviéticos decidieran finalmente apoyarlos continuaba preocupando al PCE. Además, el PCE (VIII Congreso) poco a poco iba ganando adeptos en el interior, lo que se sumaba al apoyo que ya tenía entre los españoles que residían en los países socialistas. Sin embargo, esta situación pronto cambió, produciéndose una grave crisis interna cuyos orígenes se remontaban hasta 1968. De esta manera, aparecieron grandes roces en el Comité Central que acabaron paralizando el proceso ascendente y rompiendo la organización por la mitad. Los motivos de este dramático desenlace fueron varios. Sin embargo, se puede decir que estuvieron fuertemente condicionados por la división del partido en dos corrientes representadas por Líster y García respectivamente. La confrontación entre ambas tendencias se fue agudizando hasta que se consumó la ruptura orgánica a principios de 1973. Aunque el choque estuvo fuertemente condicionado por los protagonismos de estos dos líderes, existieron otros problemas que es necesario explicar con más detenimiento. Ambos dirigentes representaban modelos de partido distintos, cuyos matices comenzaron a resultar importantes a medida que trascurría el tiempo y era necesario decidir qué rumbo debía tomar el PCE (VIII Congreso). Principalmente, las diferencias pueden agruparse en torno a cuatro cuestiones: el grado de protagonismo de los países del campo socialista en la línea del partido, la extensión hacía otros sectores no proletarios, la relación con otros grupos comunistas y el rumbo organizativo que debía tomarse.

El primer punto de fricción resultó capital, pues estaba directamente relacionado con el papel que la Unión Soviética debía representar para el partido. Si bien ninguna de las partes renegaba de la URSS, el debate estaba en el grado de dogmatismo que revestía la adhesión. Por una parte, la línea encabezada por E. García planteaba un completo seguidismo respecto de la Unión Soviética. Es decir, que hiciera lo que hiciera este país no existía posibilidad de crítica alguna, pues la crítica era signo de «antisovietismo». Sin embargo, esta cuestión no era vista de la misma manera por todo el CC. Líster defendía la solidaridad con todo el campo socialista, pero con algunos matices. Como, por ejemplo, evitar una excesiva dependencia del PCUS y, sobre todo, tratar de mantener una cierta independencia en aquellos aspectos que pudieran interferir en la lucha antifranquista.164 Este aspecto ya había quedado patente durante el debate en el CC del PCE sobre los sucesos de Checoslovaquia, cuando Líster condenó la intervención mientras García se opuso activamente. Incluso, con el propio proceso de expulsión de E. García y A. Gómez. En esa ocasión, Líster también trató de mantenerse neutral pese a condenar el «giro antisoviético de Carrillo». Evidentemente, estas diferencias y roces del pasado inmediato tendrían mucho peso para el conflicto posterior.

El segundo de los puntos conflictivos estaba relacionado con la extensión del partido a otros sectores sociales. Enrique Líster se quejaba de que existía por parte de E. García una prudencia extrema a la hora de impulsar las distintas ramas del partido (juventud, mujeres, propaganda, Mundo Obrero). Es decir, que se negaba a que el partido pudiera crecer realmente y se acercase a muchos otros sectores que estaban potencialmente contra Franco. Sin embargo, Eduardo García contestaba a esas acusaciones alegando que esta diversificación solo serviría para crear estructuras fantasmas. O, dicho de otra manera, que se convertirían en estructuras sin un contenido real, ya que, dadas sus fuerzas en ese momento, no tendrían contacto alguno con España.165 El tercer elemento de discordia eran las relaciones con otras organizaciones comunistas «izquierdistas». Ambos sectores tuvieron distintas posiciones en lo que respecta a qué tipo de vínculos debían tener con las demás organizaciones comunistas. Una vez más, el centro del debate se orientaba en torno al diferente nivel de dogmatismo de las dos líneas. Por ejemplo, Líster defendía la necesidad de abandonar el sectarismo y realizar un cierto acercamiento a los demás grupos «en aras de un trabajo común contra el franquismo». Sin embargo, García mantenía un discurso mucho más duro, vinculado a una reafirmación identitaria como forma de cohesión de grupo. Por lo tanto, para él la prioridad era no tener ninguna relación con estas organizaciones. Es más, en el marco del conflicto chino-soviético, este había llegado a defender la necesidad de «combatir el maoísmo, desviación muy peligrosa del marxismo-leninismo, tanto en el terreno nacional como internacional».166 Por último, estaba el cuarto factor de desacuerdo entre las dos partes, que tenía que ver con los objetivos finales del proyecto político y también con la autopercepción de estos comunistas. En definitiva, el conflicto afectaba al principal vector de la lucha disidente: la identidad comunista. Por eso, Líster planteaba que el proyecto de García para el PCE (VIII Congreso) era convertirse tan solo en un grupo de presión política, cuyo objetivo era poder influir en la línea del PCE. Todo esto con la intención de corregir las desviaciones en su seno para poder reintegrarse en el partido al cual habían dedicado décadas de su vida. Sin embargo, en este caso el viejo general era mucho más pragmático y realista. Consciente de que habían perdido en sus objetivos iniciales, el partido tenía que ir desarrollándose y adquiriendo ciertos rasgos que les diferenciaran en la sopa de siglas de la izquierda revolucionaria española. Según su parecer, lo contrario sería una «traición» a los postulados del VIII Congreso.167

Esta crisis supuso un impacto muy negativo para el futuro de la primera ola disidente. Una primera desilusión para una militancia que ya se había enmarcado en una ruptura dolorosa con el abandono del PCE. Lo que comenzó como una serie de pequeñas confrontaciones en el marco de los debates de los órganos centrales, acabó derivando en una ruptura abierta. El choque de dos tácticas políticas distintas tendría que haberse mantenido en un marco estrictamente político, pero no fue así. Al final, esta crisis se vio empañada por un cruce de fuertes acusaciones entre los dos sectores. Una violencia política que incluso llegó a la confrontación física. Las amenazas de muerte, las palizas, los intentos de atropello o incluso el uso de armas constituyeron la cara oculta de este conflicto.168 La pugna por el reconocimiento en comunidades muy pequeñas como las de la emigración facilitó la radicalización de la crisis. La búsqueda de legitimidad se circunscribía ahora entre los militantes del PCE (VIII Congreso) que debían nuevamente elegir con qué sector se alineaban. Una vez más, el mimetismo y la reivindicación a ultranza de la identidad comunista dificultaron que los dos grupos se diferenciaran. Precisamente por eso, el principal elemento de enganche, más allá de los argumentos, fueron los liderazgos carismáticos. Tanto Líster como García habían conseguido reunir a un importante grupo de seguidores que, en muchos casos, idealizaban a estos dirigentes. Por lo que, al final, era la confianza personal en estos líderes lo que servía a los militantes como verdadero aval para adherirse a las posturas de uno u otro.

La ruptura prosiguió con la aparición de dos versiones de Mundo Obrero (cabecera roja) que eran idénticas en todo, excepto por su contenido. En sus páginas se podían encontrar un gran número de duras acusaciones contra las personas que hasta hace poco habían sido sus «camaradas». Ambas cabeceras reprodujeron los elementos básicos de la definición del enemigo en la cultura política comunista. Por eso hablaban sobre el culto a la personalidad, el trabajo fraccional, las conductas «dogmático-sectarias» y la falta de respeto al centralismo democrático.169 En cuanto a la cuestión de las proporciones en los órganos centrales, parece ser que Líster estaba en minoría. Sin embargo, el problema radicaba en que sí tenía mayoría en el Comité Ejecutivo, lo cual lo complicaba. No obstante, al final, como era el Comité Central quien debía resolver de forma definitiva el problema, acabó siendo expulsado junto con sus seguidores.170 A pesar de ello, como parte de la formación de su memoria orgánica, cada grupo construyó una narrativa del pasado de forma antagónica. Según sendos relatos, una vez consumada la ruptura, los dos grupos habrían convocado reuniones de dos direcciones centrales paralelas. Y una vez allí, cada grupo habría procedido a la catártica escenificación de la expulsión de sus enemigos in absentia. Por lo cual, en la reunión oficial del CC, se expulsó a Líster, y en la otra se condenaron las actitudes del grupo de García, que supuestamente se había autoexcluido de la convocatoria.

Tras el estallido del conflicto, ambas partes se apresuraron a tratar de buscar apoyos entre las bases del partido. Sin embargo, Líster lo tenía más difícil al haber quedado apartado de la organización. Eduardo García, quien controlaba los resortes del partido, trasladó por carta a los dirigentes de cada territorio el problema. Sin embargo, esto no fue inicialmente explicado al conjunto de la militancia en aras de no producir una ruptura en la organización. Poco más tarde, fue el propio García el que acudió clandestinamente a visitar a los distintos comités. La excusa utilizada había sido la necesidad de planificar futuras acciones del partido y su reforzamiento. Sin embargo, el objetivo era evaluar el daño que estaba haciendo la escisión de Líster. Estas formas tan calculadas de tratar el problema no terminaron de gustar a todos sus militantes. Así, por ejemplo, Eduardo se alojó en la casa de Antonio Portela cuando visitó Asturias, a quien decepcionó su actitud y decidió por este motivo abandonar el partido:

Al día siguiente de marcharse Eduardo se me acerca a mí Pedro Sanjurjo y me propone una reunión para tratar sobre la ruptura del camarada Enrique Líster con el VIII Congreso. Lo que me dijo, me dejó frio. Resulta que habíamos estado reunidos tres días con el camarada Eduardo García y no nos había mencionado absolutamente nada. Y justamente tras su marcha salió el tema. Se pretendía vincularnos con el grupo de Eduardo sin consulta alguna. Yo aquello no podía admitirlo, por lo que tomé la determinación de dejar la militancia.171

Todo este proceso de crisis interna puede parecer que guarda ciertos paralelismos con la anterior crisis en el PCE. Según esta lógica, al final todo se reduciría al choque entre dos visiones, una más moderada y otra más radical, cuyo resultado final fue la escisión. Sin embargo, esto no es exactamente así. Se trata de procesos mucho más complejos en los que se debe de reflexionar más allá de los propios discursos de los protagonistas. Si bien existen paralelismos en cuanto a las formas reproducidas en ambos conflictos, no se da la misma circunstancia en cuanto al contenido. En cuanto a las formas, ambas partes vuelven a plantear que la dirección se ha convertido en una «fracción» debido a sus planteamientos «revisionistas» o «antidemocráticos». Por lo tanto, estas actitudes van en contra de los principios del partido y, de esta manera, pierden su autoridad. Además, la solución para resolver este problema es la misma: la celebración de un congreso extraordinario. Sin embargo, en esta ocasión no existió un descontento previo de las bases, ni una «rebelión primitiva» de estas. Sencillamente, lo que se produjo fue un conflicto entre dirigentes que se trasladaría al grueso de la militancia gracias a la influencia de los liderazgos carismáticos. Sin embargo, en la memoria de la militancia ortodoxa esta crisis no es recordada como una fase necesaria, sino en todo caso como un problema que debilitó su trayectoria. De esta manera, comenzó una nueva etapa en la historia de la primera ola disidente, caracterizada por la atomización. El siguiente paso sería la formación de un nuevo partido. La lógica del proyecto de Líster daría lugar a la creación del Partido Comunista Obrero Español (PCOE). A su vez el PCE (VIII Congreso) celebró ese mismo año de 1973 un nuevo congreso, donde adquirió la denominación que usó hasta su desaparición: PCE (VIII-IX Congresos).

LA ATOMIZACIÓN, PRIMER OBSTÁCULO

El Partido del general: Partido Comunista Obrero Español

Tras la expulsión de Enrique Líster y sus seguidores del PCE (VIII Congreso) comenzó una nueva etapa, donde iniciaron un camino en solitario, fragmentando aún más a esta pequeña corriente. En ella su principal objetivo no fue otro que llevar a cabo las ideas propuestas por Líster en el seno del anterior partido. El balance de cuentas a nivel cuantitativo no acabó siendo positivo para el grupo de Líster. La mayoría de los militantes del PCE (VIII Congreso) no secundaron el rumbo del general y continuaron con García y Gómez, aunque el proyecto quedó seriamente dañado. Todo el proceso escisionista erosionó la dinámica que llevaba la primera ola. La aparición el 25 de enero de 1973 de un nuevo Mundo Obrero (cabecera roja) editado en Bélgica por la línea de Líster generó aún más confusión.172 Las páginas del nuevo periódico mostraban una estética idéntica a la anteriormente utilizada por el PCE (VIII). Durante los primeros números, la mayoría de los artículos eran resoluciones de organizaciones que apoyaban a Líster y textos críticos con García y Gómez.173 Sin embargo, al poco tiempo el periódico volvió a proporcionar información sobre lo que acontecía en el interior, como las huelgas mineras o la represión al movimiento obrero.174 Un cambio importante fue la fundación en febrero de 1973 de la Federación de Jóvenes Comunistas de España (FJCE), que serían de facto las juventudes del partido.175 La FJCE tenía una imagen más moderna y plural, apostando por unir a toda la juventud en la lucha por solucionar sus problemas y acabar con el franquismo. Incluso a nivel organizativo se pueden observar ciertos guiños juveniles. Por ejemplo, la FJCE no tenía un CC, sino un «Comité Coordinador» y su unidad básica no eran las células sino los «círculos».176 Desde el mismo mes de febrero, la FJCE comenzó a difundir Lucha juvenil, su portavoz. En esta publicación destinada a los más jóvenes destacaban las noticias relacionadas con el estudiantado y las movilizaciones universitarias. También se reflejaba en sus páginas la preocupación ante la represión desatada por el régimen o las luchas contra el imperialismo en todo el mundo. La cabecera tenía un enfoque más sencillo e incluso tocaba cuestiones que normalmente resultaban temas tabú. Sin embargo, la FJCE consideraba necesario explicar a la juventud ese tipo de cuestiones. Como, por ejemplo, la problemática del «terrorismo» y la «lucha armada», muy de actualidad en aquel contexto por las acciones de ETA:

Valoramos los atentados según el carácter de los mismos. Durante la lucha guerrillera en nuestro país tuvieron lugar numerosos atentados siendo ellos parte de la lucha armada librada por los mejores luchadores de nuestro pueblo. Si algo tenemos que lamentar es que la lista de esos atentados no fuera más larga de lo que lo fue, pues mayores serían las pérdidas del enemigo. Los comunistas no estamos en contra de que se castigue a un verdugo que se dedica a torturar a los revolucionarios en los locales de la B.P.S. El castigar a esos verdugos es una necesidad profiláctica para hacerles comprender a los que aspiran a hacer carrera martirizando a nuestros hermanos de lucha, que donde las dan las toman…Pero estamos en contra del atentado y terrorismo individual como forma de lucha.177

Esa forma de hablar abiertamente de la lucha armada ya se encontraba en sus primeros documentos. Por ejemplo, en 1973 cuando se aprobó el primer programa político del PCOE. En este importante texto de la organización se abogaba por una revolución antimonopolista y popular, como una corta etapa previa al socialismo. La herramienta utilizada por el pueblo para llevar a cabo esta revolución era, una vez más, el Frente Democrático y Revolucionario. Sin embargo, en el PCOE tenían muy claro el rumbo para conseguir vencer y lograr un gobierno popular:

Las fuerzas revolucionarias tendrán que dominar toda la gama de formas de lucha, tanto pacífica como armada. El Partido Comunista Obrero Español debe estar preparado para todo género de eventualidades […] la insurrección armada, la guerra civil, el movimiento guerrillero, la guerra contra las agresiones imperialistas, etc. El PCOE hará los máximos esfuerzos para que la caída de la dictadura franquista se produzca sin guerra civil; pero esta perspectiva no depende de él exclusivamente.178

La nueva línea pretendía romper con los aspectos más inmovilistas de la anterior etapa. No obstante, su intención era no presentar estos cambios como una ruptura del VIII congreso, sino como una superación en clave de mejora. En junio de 1973 tuvo lugar la celebración del primer congreso del nuevo PCOE, el partido de Líster. En este evento fundacional participaron 65 militantes. Su origen era bastante variado. Por una parte, el grueso de su militancia provenía del exilio (Bélgica, Francia, Hungría, Polonia y la URSS). Por otra, también acudieron algunos militantes del interior, concretamente, de Madrid, Andalucía, y Cataluña. El congreso escenificó una serie de rupturas simbólicas con el pasado, importantes para la construcción identitaria de este grupo. Por eso la primera decisión que tomaron fue la ratificación de expulsión de Eduardo García y Agustín Gómez. Sin embargo, esta decisión tan solo formó parte de una calculada puesta en escena. No tenía ningún efecto real e incluso, ya había sido tomada anteriormente por su recién creado Comité Central. Además, este congreso resultó innovador por otros motivos. El modelo de partido defendido por Líster suponía ciertas novedades respecto al PCE (VIII Congreso), al menos teóricamente. Un ejemplo de ello fue la presentación de su sección juvenil: la Federación de Jóvenes Comunistas de España (FJCE). Estos jóvenes comunistas, muchos de ellos hijos de veteranos militantes, también estuvieron presentes y participaron activamente en el debate. Otra cuestión importante que se pretendía recuperar, haciendo de paso una apelación a la memoria, era el reconocimiento explícito de la plurinacionalidad.179 Frente al centralismo de la etapa anterior, el nuevo PCOE reivindicaba una mayor autonomía y reconocimiento para los comunistas de las nacionalidades históricas. En este sentido, destaca la aparición de un saludo al congreso firmado por un autodenominado Partit Socialista Unificat de Catalunya (PSUC), cuyas siglas eran copiadas directamente del referente catalán del partido oficial. En dicho mensaje se ponía de manifiesto el malestar que había existido respecto al centralismo y la cuestión nacional catalana en el PCE (VIII Congreso): «Siempre fuimos considerados por García y Gómez como una radio más del PCE, tratando siempre de disminuir nuestra personalidad e ignorar la existencia del PSU de Cataluña. Fuimos calificados de nacionalistas por pedir que la hoja de “Treball” fuera en catalán».180

Otra de las cuestiones que resultaron novedosas frente a la etapa anterior fue la presencia de la Organización de Mujeres Democráticas de España (OMDE). Este grupo era en realidad una organización satélite del propio PCOE creado para realizar trabajo entre las mujeres de forma similar a la táctica del PCE con el Movimiento Democrático de Mujeres (MDM).181 Sus dimensiones debieron de ser bastante limitadas, si tenemos en cuenta que este partido estaba compuesto fundamentalmente por hombres. En todo caso, la OMDE estuvo presente en este cónclave como una declaración de intenciones de lo que sería la nueva política del PCOE:

La Organización de Mujeres de España acaba de constituirse y todavía no ha tomado el cuerpo y la fuerza que nosotras deseamos. Pero estad seguros, delegados del Congreso, que las mujeres comunistas contribuiremos en todo lo que esté a nuestro alcance para hacer una fuerte Organización de Mujeres Democráticas capaz de organizar a las mujeres españolas y de realizar entre ellas una labor de esclarecimiento de los problemas con que nos tropezamos cada día en la producción, en la familia y en la sociedad […] Una de nuestras aspiraciones es la de estar representadas en el Movimiento Mundial de Mujeres y de aportar a él la contribución que estamos obligadas a hacer en cumplimiento de nuestros deberes internacionalistas.182

Sin embargo, no cabe duda de que la transformación más importante tenía un cariz global. El PCOE nacía sobre el papel como un proyecto rupturista y renovador que pretendía distanciarse definitivamente de las siglas que controlaba Santiago Carrillo. La muestra más simbólica de esta importante transformación fue el cambio en la denominación, pasando del PCE al PCOE. Esto ocultaba una importante transformación en la cosmovisión militante ya que, al fin y al cabo, suponía asumir que su estrategia anterior había fracasado. Ya no podían reclamarse como el verdadero PCE, porque el proyecto había quedado estancado y la mayoría continuaba reconociendo a Carrillo como su secretario general. Sin embargo, reconocerlo no suponía renunciar a la memoria colectiva de los comunistas españoles. Para dejar esto claro, recuperaban el nombre de un partido histórico que formaba parte del tronco del legado del PCE. Además, a nivel político trataron de actualizarse, mostrando una mayor comprensión sobre la cambiante realidad que se vivía en el interior de España y a nivel mundial. De esta manera, se diferenciarían, tanto de los distintos partidos de la izquierda radical, como del partido de Carrillo. Con todo, no renunciaban a reivindicarse de la memoria histórica del PCE:

El cambio de nombre ayudará a encuadrarnos en el movimiento comunista internacional y a fortalecer nuestros vínculos con los partidos hermanos. El Partido Comunista Obrero Español no rompe con las tradiciones revolucionarias del movimiento obrero español y del Partido Comunista de España; es el puente que vuelve a enlazar con el partido de los años de la revolución democrático-burguesa de 1931, del Frente Popular de 1936, de la guerra nacional revolucionaria del pueblo español contra el fascismo, del período de la clandestinidad y de las guerrillas, del Partido por el que dieron sus energías y su vida legiones de revolucionarios.183

Uno de los principales objetivos que se marcaba este grupo con la creación del nuevo PCOE era tratar de aglutinar a todos los comunistas que se oponían al «carrillismo» en un solo partido comunista:

No se trataba de crear un partido alternativo. Se trataba de crear un polo para retener a todos aquellos elementos que nosotros considerábamos marxista-leninistas, bueno «sanos», en el partido, de que no se dispersaran y ahí Líster fue rotundo, ¿de acuerdo? Las puertas del PCOE están abiertas a todos los elementos de izquierda y de extrema-izquierda, están cerrados únicamente a los elementos de derecha. Todos los otros tienen cabida en el PCOE.184

Desde épocas muy tempranas, el PCOE puso sus esperanzas en los avances que algunos partidos comunistas estaban consiguiendo en el panorama internacional. Por eso, rápidamente, declaró su entusiasmo por la línea del Partido Comunista Portugués. Precisamente, fue en esta primera etapa cuando el prestigio del PCP en el movimiento comunista y sus buenas relaciones con el PCUS atrajeron las miradas de los militantes del PCOE hacia el partido portugués. Un ejemplo representativo de este tipo de dinámicas tuvo lugar cuando en 1973 Álvaro Cunhal fue condecorado con la prestigiosa «Orden de la Revolución de Octubre».185 Esto motivó que Enrique Líster le felicitara en nombre del Comité Central del PCOE, siendo publicado en la portada de su periódico. En esta carta utilizaba varios de los elementos identitarios que ya se han señalado anteriormente. Además, realizaba llamamientos a la confraternización de los comunistas ibéricos. Entre las loas a la heroicidad y al sacrifico de los comunistas lusos, se señalaba especialmente el papel individual que el propio Cunhal había prestado a la causa antifranquista en sus años de joven militante.186 Sin embargo, sería con la llegada de la Revolución de los Claveles cuando el PCP se convertiría en uno de los principales referentes para este partido. Tanto es así, que la portada de su edición de Mundo Obrero (cabecera roja) de mayo de 1974 abría bajo el titular de «¡Viva Portugal democrático!». Según el PCOE esta revolución era una lección muy importante para los comunistas españoles, ya que marcaba el camino que seguir.187 Además, se reproducía una nueva carta de Líster a Cunhal donde felicitaba al que consideraba su camarada por los éxitos del partido y de todos los portugueses.188 Sin embargo, la crisis que atravesó la revolución portuguesa también preocupó mucho al PCOE. Esta preocupación por la situación en el país luso se transformó en impotencia, ya que los militantes del PCOE poco podían hacer desde el otro lado de la frontera. Así lo reflejaba una carta que militantes sevillanos del PCOE enviaron a Vasco Gonçalves, alertándole de la posibilidad de que Portugal se convirtiera en el «Chile de Europa».189 El desasosiego no desapareció tras el 25 de noviembre de 1975, fecha que marcaría oficialmente el fin de la revolución portuguesa. La preocupación por lo que ocurría en el país vecino se centraba en poder mantener las conquistas que la revolución había conseguido y, sobre todo, evitar un golpe de Estado que supusiera una vuelta al pasado.190

De las organizaciones que pertenecen a la primera ola disidente, el PCOE fue la más longeva. El partido existió desde 1973 hasta 1986 en su primera etapa y de 1986 al año 2000 en la segunda.191 La composición sociológica de este partido era bastante homogénea. La mayoría de su militancia estaba formada por personas de clase obrera con una media superior a los cincuenta años. Sin embargo, también había militantes más jóvenes y con un perfil intelectual. Ese fue el caso de Alejandro Fernández, responsable de la organización asturiana. Alejandro era un joven trabajador de banca, miembro del Comité Ejecutivo y responsable político de la organización regional.192 Sin embargo, el desarrollo organizativo del PCOE fue menor que el de los demás partidos de esta ola, con escasos centenares de miembros. Esto no quita para que con los años lograra una implantación respetable en algunos territorios. Para comienzos de la Transición el partido ya tenía organización consolidada en Andalucía, Cataluña y Asturias. A ellas se unían otros núcleos más reducidos en Madrid, Valencia, Euskadi, Galicia, Castilla-La Mancha, Castilla y León, Extremadura, Murcia, Tenerife, Aragón, Navarra y Baleares.193 Además, mantuvo estructuras en el exilio, especialmente en París y Bruselas, pero también en la URSS, Cuba, la RDA y Hungría. En Cataluña se constituyó el Partit Comunista Obrer de Catalunya (PCOC), que elaboraba su propio periódico, Endavant, desde finales de 1974. En sus páginas se mezclaban artículos en castellano y catalán. La defensa del idioma y la cultura catalana era para los comunistas del PCOC una prioridad, estaban seguros de que el pueblo catalán conquistaría su reconocimiento.194 La existencia de un partido autónomo ligado al PCOE no dejaba de ser un intento de continuar con la tradición del PCE/PSUC. Con todo, el nuevo PCOE no tuvo en sus inicios mucho arraigo en el interior. Por esa razón, varios emisarios aprovecharon sus vacaciones para hacer contactos políticos. Ese fue el caso de Ramón Bada desde Bélgica, y de José Molina o Robustiano Fernández, Tano, ambos desde Alemania.195 El uso de enviados de otros territorios, incluso de la emigración, era descrito en la jerga militante como «paracaidismo». Este «paracaidismo» de militantes del PCOE, a su vez, era duramente criticado desde las filas del PCE (VIII-IX Congresos) de Eduardo García. Para ellos, lo peor de estos enviados era que «presentaban a su grupo como campeón de las gestiones a favor de la unidad de los comunistas».196

Sin embargo, el aislamiento fue uno de los principales rasgos del PCOE durante toda su historia. La praxis política de esta organización se caracterizó en muchos casos por las continuas polémicas desatadas por Líster. Destacaban aquellas que con un tono brusco acusaban a Carrillo de diversos crímenes.197 También hubo fuertes críticas públicas hacia los demás grupos comunistas. Incluso, utilizando argumentos casi siempre personales, lo que no benefició precisamente a su causa.198 Un buen ejemplo de esto fue el intento de unificación a finales de 1976 con la OPI. El acercamiento acabaría siendo abortado de forma brusca. Existieron varios motivos para la ruptura de dicho proceso. En primer lugar, Líster difundió a la prensa el acuerdo de manera sorpresiva y unilateral desde Bruselas, lo que podía poner en peligro a los militantes clandestinos de la OPI.199 El segundo motivo se encontraba en las formas empleadas por el dirigente del PCOE. Su anuncio se realizó mezclado con fuertes insultos a Carrillo, lo que sorprendió bastante a una militancia universitaria acostumbrada a otra forma de actuar en política.200 Por su parte, el PCOE, que parece que se había tomado mucho más en serio la unificación con la OPI, mostró mucho malestar por la forma en que había terminado el proceso. En 1978 publicó algunos documentos internos para tratar de legitimar su postura frente a los procesos unitarios fallidos en los que había participado. Según su relato, había sido la OPI la que había faltado a su palabra, pues ya habían firmado varios documentos conjuntos e incluso en un mitin público en Bruselas se había anunciado que la unificación se produciría bajo la sigla de PCOE en unos pocos meses. Según el PCOE, la actitud claudicante de la OPI se debía a dos motivos. El primero de ellos era de índole teórica. En su opinión, la OPI presentaba una gran confusión ideológica con respecto a la noción de bloque histórico gramsciano, que «se inspiraban más en el eurocomunismo que en el marxismo-leninismo». La segunda tenía que ver con la concepción de grupo de presión existente en la OPI, que no renunciaría a cambiar el PCE desde dentro. Sin embargo, pese a la ruptura, a mediados de marzo de 1977 los dirigentes de la OPI volvieron a dirigirse al PCOE con la intención de unificarse de cara a poder presentarse a las elecciones, cuestión que para el partido de Líster significaba un alto grado de oportunismo y, precisamente por eso, esta vez fueron ellos los que rechazaron la integración en esos términos.201

El PCOE encaró el proceso de agotamiento político del Franquismo y el comienzo de la Transición anclado a una dinámica de resistencia. Entre la denuncia constante del «entreguismo» del PCE y el intento de integrarse en los organismos unitarios de la unidad antifranquista. En septiembre de 1974 el PCOE denunciaba abiertamente a la Junta Democrática como una «nueva maniobra carrillista» creada «de espaldas al consenso popular». Al mismo tiempo, el partido recalcaba la necesidad de que todas las fuerzas antifranquistas, al menos las que consideraban que realmente trabajaban por terminar con el franquismo, desarrollaran un trabajo conjunto y unitario.202 Ante la aproximación de la muerte de Franco, el PCOE fue tejiendo redes y alianzas con algunos grupos, especialmente en la emigración en Francia y Bélgica. Una buena muestra de ello fue el comunicado conjunto firmado por el PCOE y el FRAP en Lieja (Bélgica) anunciando la creación de un comité para coordinar a todas las fuerzas democráticas y revolucionarias que se oponían al continuismo monárquico.203 El PCOE buscaba integrar en estos comités prioritariamente a los grupos socialistas, aunque también a sectores del FRAP, nacionalistas revolucionarios o incluso libertarios. Esta dinámica de impulsar comités unitarios de índole antifascista y republicana se amplió a otros lugares. A comienzos de 1975 se creaba en París un autodenominado Comité Antifascista de Unión Popular (CAUP) integrado por el PSOE, ARDE, FRAP y PCOE. Para el partido de Líster este era un primer paso que debía ser seguido de la creación de organismos unitarios de estas características en el interior de España.204

Sin embargo, la tan ansiada coordinación general en el interior nunca llegó. Lo más que consiguió el partido fue participar en algunos otros actos unitarios durante ese año. Por ejemplo, el 13 abril de 1975 se celebró en Vénisseux (Francia) un mitin con motivo de la celebración del 44.º aniversario de la proclamación de la Segunda República. El acto estuvo impulsado por el Comité Antifascista de Unidad Popular, del que formaban parte PSOE, UGT, FRAP y PCOE.205 También el 17 de mayo se convocó en Bruselas una manifestación unitaria contra la represión en España, firmada por muchas organizaciones de emigrantes, entre otros por PSOE, CNT, MCE y PCOE.206 Además, el 15 de junio otra manifestación tuvo lugar en Bruselas bajo el lema «Unidos contra la represión», esta vez en rechazo al estado de excepción en Euskadi, las torturas y las peticiones de pena de muerte para numerosos antifranquistas.207 El auge de las movilizaciones entre la emigración española en Bruselas y la sintonía de muchas organizaciones propició la creación de una «Plataforma de lucha de Bruselas». Esta plataforma contaba con nueve puntos básicos, entre los que se encontraban cuestiones como luchar contra el «continuismo monárquico», a favor del derecho a la autodeterminación, contra la represión franquista o a favor de fomentar la solidaridad con los trabajadores belgas.208 La situación resultaba más complicada en el interior, donde sus escasas fuerzas, unidas al sectarismo de otros grupos ortodoxos, dificultaba mucho su táctica unitaria. Sin embargo, sí que participó en algunas acciones como, por ejemplo, la manifestación convocada en Sevilla el 25 de septiembre de 1975 por JS, LCR-ETA VI, MCE, ORT y PSOE-UGT. 209

Con todo, el PCOE quiso sacar músculo ante la inminente muerte de Franco organizando un importante mitin en la Mutualité de París el 16 de noviembre.210 Este acto pretendía servir de elemento cohesionador para su militancia, al mismo tiempo que era una forma efectiva de propagar su política de alianzas en torno al Frente Democrático Revolucionario. La crónica del acto describe a los asistentes (unos 1000) como un público de «obreros donde se confundían en una misma medida, adultos y jóvenes, mujeres y muchachas». De esta forma, el PCOE apelaba tanto a los «veteranos del 7 de noviembre» como a una joven generación para la cual Líster no era el jefe del V Regimiento, sino el secretario general del PCOE. El mitin también guardaba muchos elementos simbólicos constitutivos de la memoria comunista vinculada a la resistencia antifranquista y republicana. Así, por ejemplo, el encargado de realizar la apertura del evento fue Luis Fernández (general jefe de la Agrupación de Guerrilleros españoles F.F.I), quien cargó contra la reconciliación con los franquistas: «Ahora que cruje y se tambalea el edificio franquista hablan de amnistía para los vencidos y sobre todo para los vencedores, para los que vencieron ayer». El resto de intervinientes fueron: un representante de la FJCE, del PCOC, de la UME y el propio Líster en representación del PCOE. La mayoría de las participaciones insistían en la importancia del momento que se abría con la muerte de Franco y en la necesidad de evitar a toda costa que se produjera una continuación del régimen bajo la corona de Juan Carlos I.211

Sin embargo, lo más llamativo es que, de forma paralela al impulso público del FDR, el PCOE exploró otra vía. El 7 de noviembre de 1975, el Comité Ejecutivo hacía público un documento en el cual, aparte de reiterar que el partido rechazaría cualquier solución monárquica, solicitaba su integración en la Plataforma de Coordinación Democrática. El documento también insistía en que el PCOE siempre había buscado construir alianzas con la izquierda tradicional y con la nueva izquierda, pero especialmente con el PSOE. Para justificarlo, citaba un extracto del pleno del CC de abril de 1974 donde se decía que, de todas las fuerzas de izquierda, era con el PSOE con quien el PCOE tenía una mayor afinidad. La propuesta política del partido se fundamentaba en la constitución de un gobierno provisional de coalición democrática, órgano rector en la transición hacía la República Democrática. Este gobierno debía llevar a cabo un programa mínimo que incluía aspectos como la liberación de los presos políticos, el reconocimiento de las nacionalidades históricas, la mejora de las condiciones de vida de la clase obrera o la observancia de los compromisos internacionales contraídos por España, siempre y cuando no hipotecaran la soberanía nacional.212

Sin embargo, durante esta etapa el partido se mantuvo en una situación de escasa actividad y en un notable aislamiento respecto al resto de fuerzas antifranquistas. Tras este punto, se internó en una época de mayor encierro en sí mismo. Pese al prestigio histórico de Enrique Líster Forján, el partido no acababa de despegar. Desde finales de 1976 la principal actividad del PCOE se desarrolló en torno a la demanda de que Líster obtuviera un pasaporte por parte del Gobierno español para poder retornar. Como de costumbre, en esta ocasión el viejo general también desafió a las autoridades: «aprovecho esta ocasión, porque creo que es buena, para pedir mi pasaporte, pero no como amnistiado. A mí no hay que amnistiarme de nada, porque yo no he cometido ningún delito. Si se me quiere juzgar, que se me dé el pasaporte, voy a España y que se me juzgue. A ver si hay un tribunal capaz de condenarme por haber combatido durante tres años en los frentes de batalla».213

Los distintos comités regionales del PCOE llevaron a cabo una importante campaña para reclamar el fin de la dictadura y la vuelta de Líster. Así, por ejemplo, la organización asturiana lanzaba un panfleto en el verano de 1977 denunciando que este hecho ponía de manifiesto la situación antidemocrática que se estaba viviendo en España pese a la muerte del dictador. Además, denunciaban cómo gran parte de los partidos de izquierda seguían sin legalizar e incluso no se les había permitido presentarse con sus siglas a las elecciones generales. También se revelaba que no se había liberado a todos los presos políticos y no se permitía retornar a muchos exiliados. Para terminar, concluían:

El Comité Regional del Partido Comunista Obrero Español, alza su más airada y enérgica protesta, contra la arbitraria medida del gobierno y pide la entrega inmediata del pasaporte a Enrique Líster invita a los dirigentes políticos y Partidos Democráticos en general, a que se adhieran a esta justa petición y unan su voz a la exigencia de que Líster sea autorizado a entrar en España, después de 40 años de emigración.214

El partido sufrió un paulatino aislamiento frente a los procesos de convergencia del antifranquismo y manifestó una falta de sintonía con el resto de las organizaciones situadas «a la izquierda del PCE». Esta circunstancia se puede observar con motivo de su posición respecto a las elecciones de junio de 1977, de cariz abstencionista. Según los análisis del PCOE, la situación en España se había ido agravando hasta el punto de que las fuerzas de «oposición habían ido vendiendo trozo a trozo los intereses de los trabajadores a cambio de su propia legalidad». Para el partido del general, las elecciones de junio de 1977 eran la consecuencia lógica de la reforma política de Adolfo Suárez, ante la que ya habían pedido la abstención en el referéndum de 1976. Además, también denunciaban la falta de garantías democráticas en manos de un gobierno franquista. El aumento de la represión demostraría que era necesario no apoyar lo que consideraban una «farsa electoral». Según su análisis el principal problema residía en que la izquierda no había sido consecuente con lo que planteaba en diciembre de 1976 y por eso no se estaba en condiciones de boicotear las elecciones y tumbar al Gobierno.215 El partido vivió en una situación de clandestinidad hasta, prácticamente, la obtención del pasaporte de Líster. Carmen López, dirigente del PCOE y cónyuge de Líster, realizó una gira por toda España demandando la emisión del pasaporte. En sus declaraciones explicaba cuáles eran sus diferencias con respecto al PCE. Según su testimonio, las divergencias principales se dieron porque «se había convertido en un partido desclasado, que ha renegado de los principios comunistas. E incluso dejan de levantar el puño y ha pasado a ser un partido al servicio de la burguesía, no al de la clase obrera».216 Finalmente, se produjo la legalización del PCOE y Líster pudo retornar al país en noviembre de 1977.217

A partir de este momento, se abrió una nueva etapa para el partido caracterizada por un mayor dinamismo y un crecimiento de su actividad. Por ejemplo, a principios de 1978 tuvo lugar la conferencia del PCOE en Madrid, y llegó a reunir a más de un centenar de delegados. Pese a que este cónclave se marcó algunos objetivos bastante ambiciosos, el partido continuaba en algunas zonas en un estado embrionario. Un ejemplo se puede ver en cómo un militante de Vallecas (Madrid) explicaba su plan de trabajo para ese año: «como no podemos contar con un local propio de la Organización, hemos decidido celebrar una serie de reuniones en nuestras propias casas, de forma rotativa. A estas reuniones invitaremos a personas del barrio; así difundiremos nuestra línea política y las alternativas que defiende el partido».218 Por su parte en Andalucía el partido contaba con una mayor implantación.219 Destacaba su organización en Sevilla, compuesta por varias células de obreros y veteranos. El líder regional era Manuel Góngora, un joven empleado que contaba con una importante trayectoria militante dentro del movimiento obrero.220 También destacaban sus células en Málaga y Nerja, esta última especialmente activa.221 El partido llevaba a cabo un importante trabajo en el plano laboral y vecinal. Sin embargo, Góngora se quejaba de la existencia de una campaña continua contra su partido. En la denuncia del joven dirigente del PCOE andaluz se puede apreciar la conflictividad que envolvía la identidad del partido:

El PCOE ha sido objeto de una difamante campaña proyectada a desacreditarlo, epítetos como «stalinistas», «ortodoxos», «dogmáticos» y argumentaciones como «veteranos al servicio de Moscú» son los piropos más inofensivos que la prensa española y sus voceros oportunistas nos han dedicado. El peculiar daño que infieren tales propagandas estriba en que infunden en las masas obreras la desconfianza en los revolucionarios y las desvía de sus auténticos objetivos de clase.222

Por su parte, en Asturias este periodo fue de crecimiento para el PCOE, que llegó a inaugurar un local en Oviedo que estuvo abierto algo más de un año, aunque era en Gijón donde concentraban casi toda su militancia en tres células. El PCOE también tenía en este territorio otras células en Mieres y en Pola de Siero, contando con militantes más jóvenes que provenían del grupo de teatro «La Careta».223 Frente al referéndum de la constitución de diciembre de 1978, el partido realizó un llamamiento a la abstención. Además, llegó a formar parte del Frente Asturiano Comunista por la Abstención (FUCA) junto con OCE (BR), PCTA y PCE (VIII-IX). Sin embargo, su participación en esta experiencia unitaria acabaría mal porque existieron ciertos roces y diferentes análisis de la campaña.224 Este no fue el único esfuerzo que realizaron en esas fechas para conseguir la unidad de las fuerzas de la izquierda revolucionaria. El PCOE propuso en 1978 la creación de una federación de partidos y agrupaciones que coordinase el trabajo de todos los grupos. Eso sí, se referían solo a aquellas organizaciones que proclamaban «el marxismo-leninismo como guía para la acción». La intención de esta novedosa propuesta era que se impulsase el trabajo común y, de esta manera, contribuir a mitigar la atomización de las organizaciones que se reivindicaban del marxismo-leninismo, ofreciendo una imagen de unidad.225 Esta propuesta, que a primera vista podría parecer irrelevante, ponía de manifiesto la existencia en el PCOE de una creciente preocupación por su aislamiento. Incluso intentaron impulsar un cierto acercamiento al resto de organizaciones de la izquierda comunista, aunque sin muchos éxitos. Estas propuestas tienen sus orígenes en dos preocupaciones del partido. En primer lugar, el PCOE buscaba acabar con su marginación participando en diversos movimientos sociales y de oposición antifranquista. Además, también necesitaba influir en los comunistas que se oponían a las políticas moderadas del PCE, necesitaba convertirse en un referente de la ortodoxia comunista. Esta táctica ayudó a construir puentes con otras organizaciones en el contexto del surgimiento del eurocomunismo. Para el PCOE, el eurocomunismo era un tipo de oportunismo que no aportaba nada nuevo en el plano teórico, solo servía para alejar la revolución socialista de Europa occidental, desfigurar la fisonomía clásica de las fuerzas de izquierda y dar ventaja a la derecha para que pudiera prolongar el sistema de dominación del capitalismo monopolista de Estado.226 Al mismo tiempo, el partido también desarrolló una línea sindical propia y bastante diferenciada de la del resto de organizaciones ortodoxas. Frente a la predominancia histórica del trabajo de los comunistas en CC. OO., el PCOE proponía adaptarse a cada contexto. En el IV Pleno de su CC de junio de 1976 se acordó la tesis de que era necesario apostar por la creación de una central sindical única. Como el partido valoraba que esa central aún no existía, hacía un llamamiento a la unidad de acción de los distintos sindicatos de clase. Sin embargo, al tiempo advertían de que no se proponía crear ningún sindicato que contribuyera aún más a la desunión sindical, concluyendo que «los militantes del PCOE deben pues, actuar en Comisiones Obreras, UGT y otras sindicales, siguiendo el viejo principio leninista de que “los comunistas deben estar allí donde están las masas”».227 Además, también defendían la presentación de candidaturas abiertas a las elecciones sindicales. Esto llevaría, ya entrados los años ochenta, al impulso de la Coordinadora Unitaria de Trabajadores (CUT) que bajo el paraguas de la lucha autónoma y unitaria de los trabajadores, en la práctica funcionaría como el frente sindical del PCOE.228

El PCOE también modificaría sus posturas en otros ámbitos estratégicos, como el electoral. En poco tiempo, los análisis del partido sobre la cuestión electoral sufrieron un cambio de 180º. Por esta razón, frente a sus anteriores posturas abstencionistas, a finales de la década de los setenta llamaba a participar en casi todas las citas electorales. Sin embargo, no siempre contaba con las fuerzas necesarias para presentarse. El giro se manifestó en la convocatoria de elecciones generales de 1979. En esa ocasión el partido apostó por pedir el voto para el PSOE. Los argumentos utilizados tenían un fondo muy pragmático y posibilista. Llamaban a votar al PSOE por ser «un voto útil que podía frenar a la derecha». No obstante, recalcaban que no compartían todo su programa y que, además, eran conscientes de los límites de lo que podía llegar a hacer este partido en el poder: «El PCOE no deja de señalar las grandes diferencias que le separan del PSOE, tanto a nivel ideológico y político, como táctico y estratégico. La línea del PSOE no lleva al socialismo, pero sí puede ser útil en esta etapa para profundizar la democracia y propiciar la depuración de los elementos franquistas en los aparatos del Estado».229 La única excepción se produjo en las Islas Baleares fruto de los intentos de converger con otras fuerzas de izquierda. Allí el PCOE se presentó a las elecciones junto al Partit dels Treballadors de les Illes bajo una coalición al senado.230

Poco después, en abril de 1979, tuvieron lugar las primeras elecciones municipales. En este caso el partido sí se volcó, intentando legalizar listas electorales a los comicios allí donde tenía presencia.231 Destaca la presentación de candidaturas en núcleos pequeños como Marazambroz (Toledo), Picaña (Valencia) o Castelldefels (Cataluña).232 Un ejemplo del despliegue de la organización con la cita electoral se puede ver especialmente en el caso de Madrid, donde el partido presentó a Líster como cabeza de lista.233 En otros casos el PCOE participaba en listas en las cuales iban militantes de otros partidos de la izquierda revolucionaria e independientes. El episodio más pintoresco fue el de Montcada i Reixac, donde elaboraron una lista conjunta LCR y PCOC.234 Sin embargo, esto no siempre era posible, y en aquellos lugares donde no pudo hacerlo, optó por apoyar algunas listas de convergencia de la izquierda. Por ejemplo, en el caso de Gijón, el PCOE pidió el voto para la «Candidatura Gijonesa para un Ayuntamiento Popular, conscientes de que los votos de la izquierda deben de ir lo más unidos posible y de que es la preferida candidatura el mejor móvil a través del cual los trabajadores pueden llevar su voz y sus reivindicaciones al Ayuntamiento».235

A contracorriente

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