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PRÓLOGO

Nuevamente, Eduardo Cartea Millos vuelca su muy amplio y reconocido conocimiento de las Escrituras en este trabajo que lleva el título de “Las siete fiestas de Jehová”.

Este libro nos conduce por sendas poco transitadas. Invita al lector a bajar el ritmo de su paso normal y a veces detenerse, asombrarse y aun emocionarse al considerar la belleza que las rodea.

La consideración de este tema del Antiguo Testamento se asemeja a encontrar un tesoro cubierto de polvillo, poder quitarlo y verlo brillar como en su estado original.

Vivimos en un mundo donde lo más valioso es lo más nuevo, lo más vistoso, lo más rápido, lo más potente. No es así, o no debe ser así con las Escrituras. Lo antiguo tiene mucho valor. Romanos 15.4 justifica el estudio y la enseñanza del Antiguo Testamento como se aprecia en este libro, pues tiene mucha relevancia en la vida cotidiana del creyente en la actualidad: “Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras tengamos esperanza”.

Una frase del autor resume el estudio de Las siete fiestas de Jehová de esta manera: “Aunque no tengan valor de precepto para guardar, tienen un hondo mensaje espiritual para dejarnos, pues, “toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir... (2 Ti. 3:16).

En junio de 1836 el renombrado pastor escocés Robert Murray McChane, siendo un estudiante de veintidós años de edad, dijo a un amigo, también escocés: “Sería un estudiante mediocre el que limitara su vista a los campos fructíferos y las huertas bien regadas de la tierra cultivada. No podría tener un concepto completo del mundo si no ha estado sobre las rocas de nuestras montañas, o no ha visto los lugares desérticos; si no ha caminado por la cubierta de un barco en medio del vasto océano cuando no hay vista de la costa sobre el horizonte. De la misma manera, sería un estudiante mediocre de la Biblia, el que no quisiera conocer todo lo que Dios ha inspirado; el que no indagara en los capítulos más “desérticos” para recoger el bien para el que fueron escritos; el que no intentara entender todas las sangrientas batallas que en ella se registran, para descubrir que “del devorador salió comida y del fuerte salió dulzura”.

Quizás el libro de Levítico sea clasificado por muchos como un libro “desértico”. En reuniones donde he pedido la lectura de este libro, les he dicho a los presentes: “¡Lo van a encontrar en la parte limpia de sus Biblias!”. Pero, ¡cuánta riqueza hay en él! Bueno, Eduardo nos conduce a descubrir esa riqueza y nos despierta el apetito para seguir descubriendo más aún.

Una de mis primeras experiencias después de ser bautizado a los trece años fue la de asistir a una serie de reuniones sobre el Tabernáculo. Huelga decir que lo disfruté mucho. Quedé atrapado por ese tema. Bueno, la misma sensación experimentará el adolescente, el joven y también el adulto al descubrir la riqueza del Antiguo Testamento que el autor presenta en “Las siete fiestas de Jehová”.

El autor de la presente obra ha puesto en evidencia su don de exposición clara y concisa. La explicación de cada fiesta es el resultado de una investigación personal meticulosa y regada con oración. La bibliografía amplia enriquece su arduo trabajo. Por otra parte, encontré una transparencia loable en el método adoptado de colocar las obras citadas al pie de la página correspondiente. Resulta ser mucho más cómodo que una larga lista al final, que pocas veces se lee o se consulta.

Eduardo ha logrado de forma magistral que “Las siete fiestas de Jehová” no sea un libro técnico. Es expositivo, pero intercaladas prácticamente en cada página encontramos palabras prácticas de exhortación, de aliento o de consuelo. El lector podrá respirar lo eterno junto con lo necesario para la vida moderna actual.

Es evidente que el escritor no decidió escribir un libro por el solo hecho de hacerlo. En la lectura de “Las siete fiestas de Jehová” se percibe una preocupación santa por la condición personal y congregacional del pueblo de Dios. A través de ella, el autor nos toma de la mano para hacernos subir unos escalones en la santidad y madurez espiritual. El lector sentirá la necesidad de expresar —igual que el himnólogo— aquellas sentidas palabras: “Cerca, más cerca, ¡oh Dios de ti! Cerca yo quiero mi vida llevar”.

Felicitamos, pues, a Eduardo Cartea Millos por esta obra que llega a cubrir una necesidad en el mundo de habla hispana. Sin lugar a dudas, este libro, escrito para esta generación, recompensará ampliamente su estudio también para sucesivas generaciones, pues, el contenido del mismo no caduca.

Jaime G. Burnett

Pastor, misionero, reconocido conferencista y

escritor escocés, radicado en la ciudad de Panamá,

provincia de Entre Ríos, Argentina.

Las siete fiestas de Jehová

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