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Capítulo 2

La modernidad está por llegar: Colón mira más allá

¿Has viajado hasta las fuentes del océano, o recorrido los rincones del abismo? ¿Te han mostrado los umbrales de la muerte? ¿Has visto las puertas de la región tenebrosa? ¿Tienes idea de cuán ancha es la tierra? Si de veras sabes todo esto, ¡dalo a conocer!

—Job 38.16–18

Concluyendo, dice el Almirante que bien dijeron los sacros teólogos y los sabios filósofos que el Paraíso Terrenal está en el fin de Oriente, porque es lugar temperadísimo. Así que aquellas tierras que había descubierto —dice él— es el fin de Oriente.

—Cristóbal Colón. Diarios de viaje

La Reforma fue un proceso histórico dentro de otro más vasto: la modernidad. Cuando ampliamos la perspectiva histórica, podemos colocar a la Reforma en ese contexto de larga duración y entenderla mejor. Sin embargo, no es fácil definir con claridad y sencillez qué fue o qué es la modernidad. Aun así, trataremos de destacar los elementos clave para comprender su relación con el tema que nos ocupa. No es posible señalar una fecha para el inicio de la modernidad, pues ésta es un proceso cargado de lentas transformaciones y no una mera sucesión de acontecimientos. Si recurrimos a los manuales, encontramos que se ha hecho habitual marcar su comienzo a partir de la caída de Constantinopla en 1453; esto se explica por el hecho de que el Imperio cristiano oriental —sobreviviente a la caída del occidental en 476 d. C.— sirvió como una especie de “cronómetro paralelo” de la historia medieval. Pero si esas fechas sirven para ordenar una cronología, otros procesos que no pueden ligarse a una fecha puntual explican mejor las transformaciones que afectaron las concepciones culturales, políticas, económicas y religiosas en esta época.

En este capítulo, queremos considerar un proceso que comenzó con un acontecimiento y que es quizás el de mayor impacto en la historia del cristianismo en la modernidad: la llegada de los españoles a América, liderados por Cristóbal Colón (1492). El proceso de exploración y conquista que se inició con ese acontecimiento impactó profundamente en todos los aspectos de la vida y la cultura europea. Rompió de una vez la concepción medieval del mundo y generó nuevos desafíos teológicos y filosóficos. En la conciencia religiosa del cristianismo europeo, la aparición en escena de una realidad tan diversa a la conocida hasta ese momento produjo una verdadera revolución. ¿Cómo comprender a esas nuevas tierras y seres humanos en el marco del cristianismo medieval? En primer lugar, ¿debían ser los habitantes de América considerados humanos? ¿En qué modo estaban incluidos en la cosmovisión bíblica y el mensaje de la cristiandad? ¿Qué derechos y obligaciones tenían los monarcas europeos con ellos? Aunque ahora nos parezca extraño, esas preguntas fueron las que desvelaron el sueño de los teólogos de las grandes y prestigiosas universidades europeas. Y son una muestra de las dificultades que las cosmovisiones existentes tenían para incorporar esas nuevas realidades humanas a su comprensión del mundo.

Cuando nos fueron concedidas por la Santa Sede Apostólica las Islas y Tierra Firme del mar Océano, descubiertas y por descubrir, como así se lo suplicamos al Papa Alejandro vi, de dichosa memoria, que nos lo concedió, nuestra principal intención fue procurar inducir y traer a los pueblos de allá y convertirlos a nuestra fe católica, y enviar a las dichas Islas y Tierra Firme prelados, y religiosos, y clérigos y otras personas doctas y temerosas de Dios, instruir a los vecinos y moradores de ellas en la fe católica, y enseñarles y adoctrinarles en las buenas costumbres, y poner en ello la diligencia debida, según en las letras de la dicha concesión se contiene, por tanto suplico al rey mi señor, muy afectuosamente, y encargo y mando a la princesa Juana, mi hija, y al príncipe Felipe, su marido, que así lo hagan y cumplan, y que este sea su principal fin, y que en ello pongan mucha diligencia, y que no consientan ni den lugar a que los indios, vecinos y moradores de las dichas Indias y Tierra Firme, ganadas y por ganar, reciban agravio alguno ni en su persona ni en sus bienes, sino que manden que sean bien y justamente tratados, y si algún agravio han recibido, lo remedien y provean por manera que no se exceda en cosa alguna lo que por las letras apostólicas de la dicha concesión nos es mandado. (Isabel i de Castilla. Testamento [1504])

De una parte, los europeos vieron a los pueblos originarios como la prueba palpable del Paraíso Terrenal descrito en el Génesis. Idealizaron ese mundo lleno de olores y sabores nuevos y de paisajes ignotos: una tierra poblada por personas viviendo en la edad de la inocencia. Parecía una versión medieval de “La Biblia tenía razón”. Pero, por otra parte, las concepciones medievales sobre el pecado, el diablo y la idolatría alentaron otras miradas. Las nuevas tierras, lejos de ser el Edén en tiempo real, eran también el reservorio del diablo, de un mundo pagano ya extirpado de Europa. Un mundo atravesado de prácticas repulsivamente incomprensibles para el etnocentrismo europeo. La Reconquista española, que se llevó a cabo para expulsar a “los moros” —llamados infieles— permitió proyectar los ejes de ese combate a muerte por la pureza doctrinal sobre un nuevo telón de fondo, con consecuencias nefastas.

Pero ese análisis teológico no se realizaba en un vacío teórico, pues la incorporación de estas tierras y poblaciones generó —entre otros impactos— la primera globalización del capitalismo mercantil, transformando profundamente las relaciones sociales imperantes hasta ese momento en el mundo. Las potencias europeas desarrollaron pronto un sistema de poder y comercio mundial que terminó de minar el sistema de producción feudal dominante en Europa. El desarrollo de la explotación en masa de los pueblos originarios en América y el inicio de la esclavitud a gran escala de los pueblos africanos se convirtieron en las nuevas realidades lacerantes. Estos nuevos contextos no fueron ajenos a los debates en torno a la Reforma. Si bien las primeras potencias en colonizar América fueron las católicas, pronto las naciones que abrazaron la Reforma se sumaron al proceso e incluso aventajaron a las que habían sido pioneras. De manera que, tanto para católicos como para protestantes, América se convirtió en una especie de “piedra de toque” para sus creencias y sus prácticas cristianas.

Por un lado, para las naciones europeas, las nuevas tierras se convirtieron en una fuente de riquezas inagotables. Por otro, las poblaciones originarias se consideraron desde un principio un desafío misionológico, un campo virgen abierto a la evangelización. Pero ambos objetivos —enriquecerse de modo rápido y llevar el evangelio— se volvieron incompatiblemente contradictorios. Las empresas comerciales, por lo general, ejercieron una evangelización superficial, opresiva y violenta. Asimismo, el escándalo de la evangelización ejercida con la espada generó la reacción de movimientos profundamente cristianos (tanto católicos como protestantes) que intentaron con distinta suerte cambiar el sino de un proceso que había comenzado con mal pie.

El papa dona América

Alejandro Obispo, Siervo de los Siervos de Dios: A los ilustres carísimo hijo en Cristo Fernando Rey y carísima en Cristo hija Isabel Reina de Castilla, León, Aragón, Sicilia y Granada, salud y apostólica bendición. Hemos sabido ciertamente, como vosotros, que desde hace tiempo os habíais propuesto buscar y descubrir algunas islas y tierras firmes remotas y desconocidas, no descubiertas hasta ahora por nadie, con el fin de reducir sus habitantes y moradores al culto de nuestro Redentor y a la profesión de la fe católica, ocupados hasta hoy en la Reconquista del Reino de Granada, no pudisteis llevar al deseado fin, tan santo y loable propósito vuestro. Mas, reconquistada por fin el predicho Reino por voluntad divina, y queriendo poner en ejecución vuestro propósito, designasteis al caro hijo Cristóbal Colón, hombre apto y muy conveniente a tan gran negocio y digno de ser tenido en mucho, no sin grandes trabajos, peligros y gastos para que nos navíos y hombres aptos y preparados a tal empresa, buscase las tierras firmes e islas remotas y desconocidas, por el mar donde hasta ahora no se había navegado: quiénes con el auxilio divino, navegando por el Mar Océano han descubierto ciertas islas remotísimas y además tierras firmes, jamás halladas hasta ahora por nadie; en las cuales habitan muchas gentes, que pacíficamente viven, y que según se dice andan desnudos y no comen carne; a lo que vuestros enviados antedichos pueden conjeturar, las tales gentes, habitantes de las antedichas islas y tierras, creen en un Dios Creador que está en los Cielos…

…Y para que más libre y valerosamente aceptéis el encargo de tan fundamental empresa, concedido liberalmente por la Gracia Apostólica ‘motu proprio’, y no a instancia vuestra ni de otro que Nos lo haya sobre esto pedido por vosotros, sino por nuestra mera liberalidad, de ciencia cierta y con la plenitud de nuestra potestad apostólica, por la autoridad de Dios Omnipotente concedida a Nos en San Pedro, y del Vicario de Jesucristo que representamos en la tierra, a vosotros y a vuestros herederos y sucesores los Reyes de Castilla y León, para siempre según el tenor de las presentes, donamos, concedemos y asignamos, todas las islas y tierras firmes descubiertas y por descubrir, halladas y por hallar hacia el Occidente y Mediodía… (Bula Inter Caetera del Papa Alejandro vi [1493]).

¿Cómo impactó sobre la Reforma el llamado “Descubrimiento de América”?

De manera indirecta, fue generando las condiciones para quebrar los modelos cosmológicos vigentes durante el feudalismo. De ese modo, contribuyó a crear condiciones para la difusión de nuevas ideas y nuevos paradigmas teológicos y filosóficos. Asimismo, aceleró los cambios de la modernidad, ampliando la repercusión que podrían tener las ideas reformadas. En los primeros siglos de la Reforma, se convirtió en un tema de la polémica catolicismo-protestantismo, dado que los polemistas protestantes muchas veces usaron la llamada “leyenda negra” de la colonización para acusar a sus adversarios de los crímenes horrendos que se produjeron durante la conquista y colonización del Nuevo Mundo, aunque, como se señaló, las potencias protestantes rivalizaron con las católicas en sus políticas de explotación colonial. A mediano plazo, abrió un nuevo escenario para la acción evangelizadora; también ofreció un horizonte insospechado para que las minorías religiosas perseguidas en Europa durante las guerras de religión posteriores a la Reforma encontraran espacios nuevos donde desarrollar su fe.

Para comprender la Reforma Protestante

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