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Introducción a la teología

En aquellos días descubrí a María Padilha.

Ella había nacido en los bajos fondos de Río; y en pocos años había invadido los barrios pobres del norte de la ciudad.

Tenía el tamaño de una mujer.

Vestía medias de seda y pollera muy corta, abierta en un tajo, que mostraba la liga y desnudaba los muslos, y una blusa ceñida, a medio abrir, por donde saltaban los pechos. Estaba cubierta de pulseras y collares que le ofrendaban sus fieles. Entre los dedos de largas uñas rojas, alzaba un cigarrillo rubio con filtro.

La figura de cera de María Padilha montaba guardia a las puertas de las tiendas de umbanda. Pero donde ella realmente vivía era en los cuerpos de sus sacerdotisas de los terreiros. María Padilha entraba en esas mujeres y desde ellas reía a carcajadas, bebía, fumaba, recibía consultas, daba consejos, desfacía entuertos y hasta era capaz de seducir al Diablo para conseguir que ayudara a quien lo anduviera precisando.

María Padilha, diosa maldita, puta divinizada, encarnaba en las mujeres que eran, en la vida real, putas profesionales. Ellas se encarnaban a sí mismas, en cierto modo, pero al revés. Cada ceremonia era un ritual de dignidad: ¿Creían que era una perra? Soy una diosa.

Días y noches de amor y de guerra

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