Читать книгу Mensajes para los jóvenes - Elena G. de White - Страница 12

Оглавление

5

Nuestro día de oportunidad

La experiencia de los que trabajaron para Dios en generaciones pasadas tiene lecciones que debemos aprender los que vivimos en este tiempo. Cuán poco conocemos los conflictos, las pruebas y las labores que soportaron estos hombres mientras se equipaban para hacer frente a los ejércitos de Satanás. Poniéndose toda la armadura de Dios, fueron capaces de hacer frente a las astucias de Satanás.

Estos hombres que en tiempo pasado se entregaron a Dios y al engrandecimiento de su causa eran tan firmes en los principios como el acero. Eran hombres que no decaían ni se desanimaban; hombres que, como Daniel, estaban llenos de reverencia y celo por Dios, llenos de propósitos y aspiraciones nobles. Eran tan débiles e impotentes como cualesquiera de los que hoy están ocupados en la obra, pero ponían toda su confianza en Dios. Tenían riqueza, pero consistía ésta en la cultura de la mente y el espíritu. Y puede tenerla cualquiera que dé a Dios el primero, el último y el mejor lugar en todas las cosas. Aunque estemos destituidos de sabiduría, conocimiento, virtud y poder, podemos recibir todo esto si queremos aprender de Cristo las lecciones que es nuestro privilegio aprender.

La clase de obreros que se necesita

Tenemos en esta época oportunidades y ventajas que no era fácil obtener en generaciones pasadas. Tenemos más luz, y ésta la hemos recibido gracias a la obra de los fieles centinelas que hicieron de Dios su sostén, y recibieron de él poder para hacer brillar la luz con rayos claros en el mundo. En nuestra época tenemos mayor luz de la cual sacar provecho, así como en épocas pasadas los hombres y las mujeres de noble valor aprovecharon la luz que Dios les diera. Largo tiempo trabajaron asiduamente para aprender las lecciones que les fueron dadas en la escuela de Cristo, y no trabajaron en vano. Sus esfuerzos perseverantes fueron recompensados. Se unieron con el mayor de todos los poderes, y sin embargo anhelaban siempre una comprensión más profunda, elevada y amplia de las realidades eternas, para poder presentar con éxito los tesoros de la verdad a un mundo necesitado.

Ahora se necesitan obreros de este carácter. Los que a la vista de Dios son hombres, y que así figuran en los libros del cielo, son los que, como Daniel, cultivan todas sus aptitudes en la forma que les permita representar mejor el reino de Dios en un mundo que yace en la impiedad. El progreso en el conocimiento es esencial, pues empleado en la causa de Dios, el conocimiento es un poder para el bien. El mundo necesita hombres de pensamiento, hombres de principios, hombres que estén creciendo constantemente en comprensión y discernimiento. La prensa necesita hombres que la usen aprovechando todas sus ventajas, con el objetivo de que la verdad reciba alas para ir velozmente a toda nación, lengua y pueblo.

Nuestra fuente de eficiencia

Necesitamos hacer uso de los jóvenes que cultiven la laboriosidad honrada, que no teman poner a prueba sus facultades. Jóvenes tales encontrarán empleo en todas partes, porque no vacilan en el camino; llevan la semejanza divina en la mente y el espíritu. Sólo tienen una cosa en vista, y avanzan y se elevan constantemente gritando: “¡Victoria!” Pero no hay llamamiento para el indolente, el temeroso y el incrédulo, quien, por su falta de fe y de disposición a negarse a sí mismo por la causa de Cristo, impide que la obra avance...

Dios llama a los que quieren ser sus colaboradores. Relacionada con Cristo, la naturaleza humana llega a ser pura e íntegra. Cristo provee la eficiencia y el hombre se convierte en un poder para el bien. La veracidad y la integridad son atributos de Dios, y el que posee estos atributos posee un poder invencible (Review and Herald, 10 de marzo de 1903).

Justicia interior

La justicia exterior da testimonio de la justicia interior. El que es justo por dentro, no muestra un corazón duro ni falta de simpatía, sino que día tras día crece a la imagen de Cristo y progresa de fuerza en fuerza. Aquel a quien la verdad santifica, tendrá dominio de sí mismo y seguirá en las pisadas de Cristo hasta que la gracia dé lugar a la gloria. La justicia por la cual somos justificados es imputada; la justicia por la cual somos santificados es impartida. La primera es nuestro derecho al cielo; la segunda, nuestra idoneidad para el cielo (Review and Herald, 4 de junio de 1895)

Mensajes para los jóvenes

Подняться наверх