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El carácter del conflicto

La voluntad del hombre es agresiva y está constantemente esforzándose por doblegar todas las cosas a sus propósitos. Si está alistada de parte de Dios y la justicia, los frutos del Espíritu aparecerán en la vida; Dios ha señalado “gloria, honra y paz a todo el que obra el bien”.14

Cuando se permite que Satanás amolde la voluntad, él la usa para llevar a cabo sus fines. Fomenta teorías de incredulidad e incita al corazón humano a guerrear contra la Palabra de Dios. Con esfuerzos persistentes, perseverantes, trata de inspirar a los hombres con sus propias energías de odio y antagonismo contra Dios, y de ponerlos en orden de batalla contra las instituciones y los requerimientos del cielo y las operaciones del Espíritu Santo. Alista bajo su estandarte a todos los agentes del mal, y los lleva al campo de batalla bajo su mando, para oponer al bien el mal.

Llamamiento a oponerse a las fuerzas del mal

La obra de Satanás es destronar a Dios del corazón y moldear la naturaleza humana conforme a su propia imagen deforme. Excita todas las malas propensiones, despierta las pasiones impuras y las ambiciones. Declara: “Te daré todo este poder, estos honores, estas riquezas y estos placeres pecaminosos”. Pero pone por condición que la integridad sea sacrificada y la conciencia embotada. De ese modo degrada las facultades humanas, y las hace cautivas del pecado.

Dios llama a los hombres a oponerse a los poderes del mal. Dice: “No reine el pecado en vuestro cuerpo mortal, para obedecer a sus malos deseos. Ni tampoco ofrezcáis vuestros miembros como armas al servicio del pecado, sino ofreceos a Dios, como quienes han vuelto de la muerte a la vida; y ofreced vuestros miembros a Dios por instrumentos de justicia”.15

La vida del cristiano es una lucha. Pero “no tenemos lucha contra sangre y carne; sino contra principados, contra potestades, contra dominadores de este mundo de tinieblas, contra malos espíritus de los aires”.16 En este conflicto de la justicia contra la injusticia, sólo podemos tener éxito mediante la ayuda divina. Nuestra voluntad finita debe ser sometida a la voluntad del Infinito; la voluntad humana debe unirse a la divina. Esto traerá al Espíritu Santo en ayuda de nosotros, y cada conquista tenderá a la recuperación de la posesión comprada por Dios, a la restauración de su imagen en el ser.

La ayuda del Espíritu Santo

El Señor Jesús actúa mediante el Espíritu Santo, pues éste es su representante. Por su medio infunde vida espiritual en el ser, avivando sus energías para el bien, limpiándola de la impureza moral, y dándole idoneidad para su reino. Jesús tiene grandes bendiciones para otorgar, ricos dones para distribuir entre los hombres. Es el Consejero maravilloso, infinito en sabiduría y fuerza, y si queremos reconocer el poder de su Espíritu y someternos a ser amoldados por él, nos haremos completos en él. ¡Qué pensamiento es éste! En Cristo “habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad. Y vosotros estáis completos en él”.17 El corazón humano nunca conocerá la felicidad hasta que se someta a ser amoldado por el Espíritu de Dios. El Espíritu conforma el ser renovado al modelo, Jesucristo. Mediante la influencia del Espíritu, se transforma la enemistad hacia Dios en fe y amor, el orgullo en humildad. El ser humano percibe la belleza de la verdad, y Cristo es honrado por la excelencia y perfección del carácter. Al efectuarse estos cambios, prorrumpen los ángeles en arrobado canto, y Dios y Cristo se regocijan por las personas formadas a la semejanza divina...

El precio de la victoria

La lucha entre el bien y el mal no se ha vuelto menos fiera de lo que era en los días del Salvador. El camino al cielo no es más liso ahora que entonces. Debemos apartar todos nuestros pecados. Debemos abandonar toda indulgencia predilecta que obstaculice nuestro progreso espiritual. Si el ojo derecho o la mano derecha son causas de ofensa, debemos sacrificarlos. ¿Estamos dispuestos a renunciar a nuestra propia sabiduría y a recibir el reino de los cielos como niñitos? ¿Estamos dispuestos a deshacernos de nuestra propia justicia? ¿Estamos dispuestos a sacrificar la aprobación de los hombres? El premio de la vida eterna es de valor infinito. ¿Estamos dispuestos a dar la bienvenida a la ayuda del Espíritu Santo y a cooperar con él, haciendo esfuerzos y sacrificios proporcionales al valor del objeto a obtenerse? (Review and Herald, 10 de febrero de 1903).

14 Romanos 2:10

15 Romanos 6:12, 13.

16 Efesios 6:12.

17 Colosenses 2:9, 10.

Mensajes para los jóvenes

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