Читать книгу Mensajes para los jóvenes - Elena G. de White - Страница 19
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Satanás es un poderoso enemigo
El hombre caído es el cautivo legítimo de Satanás. La misión de Jesucristo fue libertarlo de su poder. El hombre se inclina naturalmente a seguir las sugerencias de Satanás y por sí mismo no puede resistir con éxito a un enemigo tan terrible, a menos que Cristo, el poderoso Vencedor, more en él, guiando sus deseos y dándole fuerza. Sólo Dios puede limitar el poder de Satanás. Éste anda en la Tierra de aquí para allá. Ni por un momento deja de estar alerta por temor a perder una oportunidad para destruir a los hombres. Es importante que el pueblo de Dios entienda esto, para que pueda evadir sus trampas.
Satanás disfrazado
Satanás está preparando sus engaños para que en su última campaña contra el pueblo de Dios, éste no lo reconozca. “Y no es de extrañar, el mismo Satanás se disfraza de ángel de luz”.13 Mientras algunos seres engañados alegan que no existe, él los toma cautivos y trabaja en extenso grado por medio de ellos. Satanás conoce mejor que los hijos de Dios el poder que pueden tener sobre él cuando su fuerza está en Cristo.
Los más débiles creyentes en la verdad, cuando piden humildemente ayuda al poderoso Vencedor, pueden, confiando firmemente en Cristo, rechazar con éxito a Satanás y a toda su hueste. Él es demasiado astuto para presentarse abierta y osadamente con sus tentaciones, pues se despertarían entonces las adormecidas energías del cristiano, y confiaría en el fuerte y poderoso Libertador. Pero Satanás se presenta inadvertidamente y trabaja disfrazado a través de los hijos de la desobediencia que hacen profesión de piedad. Satanás hará uso de todo su poder para acosar, tentar y descarriar al pueblo de Dios.
Quien se atrevió a hacer frente, tentar y vituperar a nuestro Señor, y tuvo poder para tomarlo en sus brazos y llevarlo a las almenas del templo y a una montaña muy elevada, ejercerá su poder hasta un grado sorprendente sobre la presente generación, que es muy inferior en sabiduría a su Señor, y que ignora casi totalmente la sutileza y la fuerza de Satanás.
Afectará de un modo maravilloso los cuerpos de quienes se inclinan naturalmente a ejecutar sus mandatos. Satanás se congratula, por amor a su propia causa, de que se lo considere una ficción. Le conviene que se burlen de él, que lo representen con figuras infantiles, o como un animal. Se lo considera tan inferior, que las mentes no están preparadas para hacer frente a sus planes sabiamente trazados, y casi siempre tiene mucho éxito. Si se comprendiese su poder y sutileza, las mentes estarían preparadas para resistirlo con éxito...
La batalla por cada ser humano
Vi a ángeles malos que contendían por las personas, y ángeles de Dios que los resistían. El conflicto era recio. Los ángeles malos se amontonaban alrededor de los hombres, corrompiendo la atmósfera con su influencia venenosa y adormeciendo su sensibilidad. Los ángeles santos observaban ansiosamente a estas personas y aguardaban la oportunidad para hacer retroceder a la hueste de Satanás. Pero no es tarea de los ángeles buenos manejar las mentes contra la voluntad de los individuos. Si ceden al enemigo y no hacen ningún esfuerzo por resistirle, poco más pueden hacer los ángeles de Dios que contener las huestes de Satanás para que no destruyan, hasta que los que están en peligro reciban conocimiento adicional que los haga despertar y dirigir la vista al cielo en procura de ayuda. Jesús no comisionará a los santos ángeles a que saquen de apuros a los que no hacen esfuerzo alguno por ayudarse a sí mismos.
Si Satanás ve que está en peligro de perder a una persona, se esfuerza hasta lo infinito por conservarla. Y cuando el individuo se percata del peligro, y con aflicción y fervor mira a Jesús para obtener fuerza, Satanás teme perder un cautivo y pide un refuerzo de sus ángeles para cercar al pobre ser humano y formar a su alrededor un muro de tinieblas con el fin de que no reciba la luz del cielo. Pero si el que está en peligro persevera, y en su impotencia y debilidad confía en los méritos de la sangre de Cristo, Jesús escucha la ferviente oración de fe y envía un refuerzo de sus ángeles, que sobresalen en fuerza, para librarlo.
Satanás no puede soportar que se apele a su poderoso rival, pues teme y tiembla ante su fuerza y majestad [la de Cristo]. Toda la hueste de Satanás tiembla al sonido de la oración ferviente... Y cuando los ángeles todopoderosos, vestidos con la panoplia del cielo, acuden en ayuda del ser desfalleciente, perseguido, Satanás y su hueste retroceden, pues saben bien que su batalla está perdida (Review and Herald, 13 de mayo de 1862).
13 2 Corintios 11:14.