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Los pasos que llevaron a la apostasía

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Las influencias funestas así creadas se extendieron por todo el reino. Los altos salarios daban a muchos la oportunidad de vivir en el lujo y el despilfarro. Los ricos oprimían a los pobres; casi se perdió el espíritu de altruismo. En los efectos abarcantes de estas influencias puede encontrarse una de las causas principales de la terrible apostasía de Salomón.

El agudo contraste entre el espíritu y las motivaciones del pueblo que había construido el Tabernáculo en el desierto y los que impulsaron a quienes erigían el Templo de Salomón, encierra una lección de profundo significado. El egoísmo gobierna el mundo hoy. En todas partes la gente busca los puestos y los sueldos más altos. Muy rara vez se ve la gozosa abnegación de los que construían el Tabernáculo. Pero un espíritu tal es el único que debiera impulsar a quienes siguen a Jesús. Cuando dijo: “Vengan, síganme, y los haré pescadores de hombres” (Mat. 4:19), no ofreció ninguna suma definida como recompensa por sus servicios. Debían compartir su abnegación y sacrificio.

Al trabajar, no debemos hacerlo por el salario que recibimos. La devoción abnegada y un espíritu de sacrificio han sido siempre y seguirán siendo el primer requisito de un servicio aceptable. Nuestro Señor quiere que no haya una sola fibra de egoísmo entretejida con su obra. Debemos dedicar a nuestros esfuerzos el tacto y la habilidad, la exactitud y la sabiduría, que el Dios de perfección exigió de los constructores del Tabernáculo terrenal; y sin embargo, en todas nuestras labores debemos recordar que los mayores talentos o los servicios más brillantes son aceptables tan solo cuando el yo se coloca sobre el altar, como un holocausto vivo consumido.

Otra de las desviaciones de los principios correctos, que condujeron finalmente a la caída del rey de Israel, se produjo cuando este cedió a la tentación de atribuirse a sí mismo la gloria que pertenece solo a Dios. Desde el día en que fue confiada a Salomón la obra de edificar el Templo hasta el momento en que se terminó, su propósito abierto fue “construir un Templo en honor del Señor, Dios de Israel” (2 Crón. 6:7). Este propósito lo confesó ampliamente delante de las huestes de Israel congregadas cuando fue dedicado el Templo. Uno de los pasajes más conmovedores de la oración elevada por Salomón es aquel en que suplica a Dios en favor de los extranjeros que viniesen de países lejanos a aprender más de él. Salomón elevó esta petición en favor de cada uno de esos adoradores extranjeros: “Cuando ese extranjero venga y ore en este Templo, óyelo tú desde el cielo, donde habitas, y concédele cualquier petición que te haga. Así todos los pueblos de la Tierra conocerán [...] que en este Templo que he construido se invoca tu nombre” (vers. 42, 43).

Uno Mayor que Salomón había diseñado el Templo. Los que no sabían esto admiraban y alababan naturalmente a Salomón como arquitecto y constructor; pero el rey no se atribuyó ningún mérito por la concepción ni por la construcción.

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