Читать книгу INFRA - Emanuel López - Страница 13
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Jeremías se encontró cerrando el local al final de su jornada, como solía suceder todos los días. Era principio de mes, por lo que tenía que ordenar la nueva mercadería en el depósito. Allí, Jeremías empezó a mover las cajas y, dentro de una de las más viejas, se encontró con una chalina que le pertenecía a Sandra. Lejos de sorprenderse, Jeremías la cambió de caja y se deshizo de la vieja, como solía hacer.
A veces recordaba a Sandra. Por algún tipo de nostalgia masoquista, a Jeremías le gustaba caminar por las calles que caminaba con ella, recordar conversaciones sostenidas en sus caminatas, releer correos electrónicos enviados por ella y, por supuesto, conservar una prenda que ella había olvidado en el local.
Él tenía bien en claro que su conducta no era saludable, que lo que hacía no le traería ningún bien, que no haría que ella reapareciera mágicamente en sus brazos.
Claro que ese dolor se reducía al mínimo cuando estaba con ellos y podía pasar un buen momento en compañía entre actuaciones de teatro y los disparates que salían de ellas. Pero, irremediablemente, volvía por su cuenta a estar mal, a estar depresivo.
Por momentos se sentía inmaduro, a veces como un niño a quien le habían quitado algo por lo que no dejara de lloriquear, otras veces sentía que estaba en su derecho el sentirse afligido y que estaba hasta justificado, que debía tomarse el tiempo necesario para digerir su situación. Aunque siempre volvía al mismo razonamiento; tenía amigos, tenía actividades que lo distraían de la rutina, se sentía muy bien, pero se estaba permitiendo sentirse mal por una causa banal, no cuadraba.
Varias veces estuvo cerca de tirar o hasta quemar aquella chalina, pero también se metía solo en una dicotomía, tirarla podría ser un gesto de rencor, peor el quemarla; conservarla sería un gesto de desesperación para tener una excusa para rememorarla, o peor, intentar contactarla para decirle que volviera por su insignificante prenda.
En medio de este debate mental, Jeremías se resignaba y dejaba la chalina en otra caja y trataba de terminar con su trabajo lo más rápido posible para regresar a sus actividades normales.
Ese mismo día tenía reunión con su grupo de teatro. No iban a actuar, no iban a hacer arreglos para la muestra de fin de año, ni siquiera iban a hablar acerca de algo relacionado con el teatro. Iban a conversar de un tema mayor que ellos.