Читать книгу El viaje de César - Emelyn J. Domínguez - Страница 10
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Me encontraba confundido y aturdido. De repente, escuché una voz que me llamaba: “¡César!”. Era firme pero suave, y una luz incandescente iluminó la habitación. Era similar a lo que vi al nacer. Cerré los ojos, pero no tuve miedo. Sentí tranquilidad. En un resplandor viajé a otro lugar, en otro tiempo.
Yo estaba familiarizado con ese sitio: las tonalidades en colores pastel, un lugar apacible, la calidez del ambiente, personas a mi alrededor; aunque no podía distinguir sus rostros. Esa era una imagen de absoluta paz. ¿Si al nacer olvidamos de dónde venimos? ¿Era este lugar mi antigua casa y no lograba recordar?
La voz me indicó que mi destino estaba escrito desde hace tiempo, pero me habían dado la decisión a mí, una ventaja que pocos tenemos.
Me explicó cómo los bebés prematuros, a diferencia de las personas que nacen en un parto a término, fuimos ángeles del cielo; guerreros guardianes, que no somos creados para nacer. Sin embargo, en algún punto del camino, después de servir por largo tiempo, se nos da la oportunidad de elección y emprendemos el viaje de la vida.
Llegar al mundo con una familia, o continuar con el propósito para el que fuimos creados en ese lugar: eran las dos posibilidades de elección.
Al ser formados por pedazos de cielo, nuestros genes, en ocasiones, no logran ser compatibles con el cuerpo humano. Tenemos diversos tipos de batallas que luchar en el vientre de una madre. Desaparecen nuestras alas y terminamos dejando el útero antes de tiempo. Así llegamos a la tierra los prematuros.