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Ojo

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El ojo es el órgano que permite la recepción del color. Los mamíferos ven en escala de grises, excepto los primates de origen africano (incluido el ser humano) que ven en color completo. Los primates de origen suramericano ven menos colores. Algunos animales también pueden percibir el color, pero solo unos pocos como insectos, peces y pájaros, y no todos en la misma forma que los humanos. Por ejemplo, el rango de longitudes de onda que pueden percibir las abejas y las hormigas está desplazado hacia los ultravioletas; así, pueden ver tonalidades en las flores que nosotros percibimos como blancas o acromáticas. Otro ejemplo serían las serpientes, que tienen un órgano entre los ojos y las fosas nasales capaces de percibir los infrarrojos, lo que les permite ver a sus víctimas en la oscuridad por el calor que desprenden.

El ojo humano recibe la luz a través del cristalino y esta llega hasta la retina, donde impacta en las células fotosensibles que llevarán la información recibida hasta el cerebro, que interpretará la información.

La retina contiene dos tipos de células fotosensibles, los conos y los bastones, cada uno de ellos con una función específica. Los conos y bastones no se hallan uniformemente repartidos por la retina. En la retina central, también llamada fóvea, se encuentra una concentración casi total de conos. Alrededor, en la retina intermedia, hay una concentración más o menos igual de conos y bastones. En la retina periférica hay una concentración casi total de bastones.

Cada ojo tiene aproximadamente 120 millones de bastones. Son células alargadas sensibles a las amplitudes pequeñas de la luz, es decir, son las encargadas de que llegue información al cerebro cuando las condiciones de luz son bajas, como en la noche o en lugares oscuros. Tienen una proteína llamada rodopsina, que les permite captar las longitudes de onda alrededor de los 500 nanómetros, es decir, los tonos verde azulados, aunque su labor es percibir el blanco, el negro y los tonos de gris. Al ser las células responsables de la visión periférica, en esta parte del ojo apenas se perciben colores, sino prácticamente solo tonos de gris.

Los conos son células con forma ligeramente cónica y mucho menos numerosos, unos 6 millones. Los hay de tres tipos, cada uno de ellos especializado en la recepción de una longitud de onda. Los conos L pueden percibir las longitudes de onda largas, de unos 700 nm, el color rojo, gracias al fotopigmento eritropsina. Los conos M perciben las longitudes de onda medias, de unos 530 nm, el color verde, gracias al fotopigmento cloropsina. Finalmente el tercer tipo de cono puede percibir las longitudes de onda pequeñas, de 430 nm, es decir el color azul, gracias al fotopigmento cianopsina. El ojo humano, en definitiva, solo percibe tres colores estructurales a nivel fisiológico. El resto de los millones de colores que puede percibir son colores compuestos por la suma de las diferentes proporciones de longitudes de onda que recibe cada tipo de cono y se forman en el cerebro, a nivel psicológico. Se da una mayor concentración de conos en el centro de la retina, por lo que la percepción del color es más intensa en la visión frontal que en la periférica. Los colores de los objetos que se visualizan en los extremos de la visión son más tenues y difusos. La concentración de conos en la fóvea hace que en la visión frontal se perciban todos los colores, incluyendo los grises. La concentración de conos en la retina intermedia, hace que en esta zona se puedan percibir azules y amarillos y sus derivados con claridad, pero no los demás colores. También se perciben los grises.

Cada cono está recubierto de un tipo diferente de rodopsina. La rodopsina se destruye al entrar en contacto con la luz que tiene una determinada longitud de onda. La rodopsina se vuelve a generar muy rápidamente, por lo que podemos percibir cambios de color de forma inmediata, sin ser conscientes de este proceso. La percepción del color en el ojo es, pues, un proceso físico-químico. El proceso de destrucción/regeneración de la rodopsina es rápido pero no instantáneo. Esto da lugar a procesos como la persistencia retiniana, colores que se mantienen durante un instante en la retina, lo que permite efectos como la percepción de la imagen en movimiento, típica del cine o la televisión. La observación de un color durante un periodo de tiempo prolongado da lugar a ilusiones ópticas. La mirada nunca es fija, sino que el ojo está saltando constantemente de un lugar a otro. Cuando forzamos al ojo a mirar fijamente a un color, la rodopsina es destruida por un tiempo más largo del habitual, lo que da lugar a un fenómeno de cansancio de los conos implicados. De este modo, dejan de percibir el color que les llega, enviando al cerebro la señal de que están percibiendo su complementario.

Otra ilusión óptica se da cuando, además de observar atentamente una escena, hay un gran detalle y está compuesta por colores complementarios. El fenómeno del agotamiento de los conos se realiza en las dos direcciones, dejando de ver un color para enviar al cerebro la señal de su complementario en los dos (o más) colores que se muestran en la escena, creando una falsa sensación de movimiento.


Si se observa atentamente durante unos 20 segundos el círculo azul, y después se centra la mirada en la cruz central, el cerebro interpretará que se está mirando a un círculo amarillo (el complementario del azul). El mismo proceso, pero a la inversa, ocurrirá si observamos atentamente el círculo amarillo


Las ilusiones ópticas que implican sensación de movimiento están compuestas por colores complementarios

Este tipo de efectos, que en la vida diaria son anecdóticos y difíciles de ver salvo en publicidad o en diseño editorial, pueden resultar un problema en videojuegos, donde los jugadores pasan mucho tiempo mirando una escena en un espacio relativamente pequeño o mirando fijamente a un personaje que se desplaza por la pantalla.

El uso del color en los videojuegos

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