Читать книгу La radio en el Perú - Emilio Bustamante - Страница 68
3.10 El consumo de la radio entre 1934 y 1936
ОглавлениеCualquier consideración del consumo de radio en la década de 1930 deberá partir del hecho de que, al comenzar esta, más de la mitad de las familias en Lima carecían del servicio de corriente eléctrica, y presuntamente el porcentaje era mucho más alto en el interior del país. Según el censo de población y vivienda de Lima y Callao de 1931, el 43 por ciento del total de familias tenía luz eléctrica y el 57 por ciento carecía de ella. En el Callao, el 42 por ciento gozaba del servicio y el 58 por ciento no lo tenía.22 En el mismo documento se señalaba que existían solo seis tiendas de victrolas y aparatos de radio en la provincia de Lima (cuatro en el Cercado, una en La Victoria y una en el Rímac), y ningún establecimiento comercial de ese tipo en el Callao (Perú. Junta Departamental de Lima Pro-Desocupados 1932: 41). El número de negocios se incrementó en años posteriores.
A mediados de la década de 1930, algunas casas comerciales publicitaban receptores de baterías para quienes no recibían servicio eléctrico, aunque a un precio bastante alto.23 A partir de 1934, año en que aparecieron nuevas emisoras y se superó la crisis económica, se ofrecía, a quienes sí gozaban de luz eléctrica, receptores al contado o a plazos, de diferentes precios y variedad. En junio de 1936, el semanario Excelsior aseguraba que existían ya “más de veinte establecimientos dedicados, principalmente, a la venta de receptores” que ofertaban “aparatos de más de cuarenta marcas distintas” (Excelsior, 11 de junio de 1936). Las marcas más prestigiosas seguían siendo RCA Victor y General Electric. La primera tenía como distribuidora a F. W. Castellano y Hno., que vendía desde modelos avanzados de once tubos metálicos, onda corta y larga, a 1.450 soles o 1.598 soles a plazos con un pago inicial de 218 soles y doce mensualidades de 115 soles cada una (El Comercio, 9 de junio de 1936); hasta modelos “económicos”, “pequeños en tamaño pero grandes en resultados”, a 120 soles al contado, 130 a plazos con primer pago de 30 soles y 2,50 soles de aporte semanal (La Crónica, 23 de mayo de 1936).
Otras marcas que compitieron en el mercado fueron Westinhouse, cuya distribuidora era la casa Cock en Lima; American Bosch, distribuida por Comercial Escardó S.A.; Atwater-Kent y Scott, distribuidas por Gildred Corporation; Zenith, distribuida por la casa Dávila; Wells-Gardner, distribuida por la casa Neisser; Hetro, distribuida por H. Burger; Gumen, Admiral y Howard, distribuidas por Gutiérrez y Menozzi; Silcox, distribuida por José M. Barrantes; además de Philips y Philco. La marca más popular fue Gilco, de la casa Gildred, que promocionaba sus aparatos de tres válvulas y en diversos colores (verde, rojo, caoba y beige) como “al alcance de todas las personas que no pudieron antes poseer un radio”; su venta era a plazos “desde S/. 1.50 semanal” (La Crónica, 11 de noviembre de 1935). Surgieron también clubes, cooperativas y panderos cuyo atractivo era la posibilidad de verse beneficiado con un aparato receptor.24
El consumo de radio, sin embargo, no se limitó al interior del hogar. El sistema de altoparlantes promovido por Joaquín de Azambuja en 1930, a pesar del propósito inicial de uso político en favor de Sánchez Cerro, constituyó un cambio importante en la manera de consumir radio hasta entonces. La escucha de transmisiones radiales por altoparlantes de parte de un público ansioso de noticias y música fue constante durante la década, y su suspensión en algunos casos generó quejas. Una carta de un lector del diario La Crónica durante el gobierno de Samanez Ocampo, expresaba el descontento del remitente por haber sido retirado el altoparlante ubicado en la Plaza Grau, donde se reunía con otros vecinos a oír transmisiones de OAX. Los motivos del retiro del altorparlante no serían aparentemente políticos, según el suscrito, sino que obedecerían al disgusto de los propietarios de salas de cine cercanas que encontraban este tipo de consumo de la radio como perjudicial para su negocio (La Crónica, 15 de mayo de 1932).
Los altoparlantes no fueron empleados únicamente por el Estado. Algunas emisoras comerciales privadas los colocaron en plazas públicas para llevar discursos de determinados candidatos en las elecciones presidenciales de 1936. En otras ocasiones, los altoparlantes fueron ubicados por emisoras y empresas periodísticas privadas en las afueras de sus oficinas o imprentas para transmitir a los oyentes, que se congregaban en la vía pública frente a ellas, información directa o indirecta de acontecimientos políticos, culturales, religiosos y deportivos. Las emisoras DUSA y Miraflores, y los diarios El Comercio, El Universal y El Eco (Iquitos) ejercitaron con éxito esta forma de comunicación con el público.
Algunos restaurantes, bodegas y otros centros comerciales instalaron también altoparlantes o aumentaron el volumen de sus receptores en ocasiones especiales (algunos de los discursos de Sánchez Cerro y Benavides tuvieron esa difusión), o simplemente para atraer clientes, aunque en alguna ocasión se ganasen la antipatía de sus vecinos. Una nota aparecida el 25 de junio de 1935 en el diario El Comercio, titulada “Radio impertinente”, daba cuenta de una carta de residentes de las calles Santa María, Corcovado, Sagástegui y Mascarón en la que se quejaban del propietario de un cafetín que tenía encendido su receptor de radio “las veinticuatro horas del día” a todo volumen; decían que cuando terminaban las transmisiones locales, el dueño del negocio sintonizaba las extranjeras impidiéndoles dormir (El Comercio, 25 de junio de 1935).
En otros lugares, en cambio, los vecinos se mostraban felices de que el propietario de un receptor compartiera las audiciones con ellos. Según una información proveniente de Cusco y publicada en el diario limeño La Crónica, con motivo del Congreso Eucarístico de Buenos Aires, numerosas familias se congregaban en residencias particulares donde había aparatos de radio para escuchar “fervorosamente los actos rituales” (La Crónica, 15 de octubre de 1934).
En 1934, en Huari, la instalación de un aparato receptor en el domicilio de uno de los vecinos constituyó un acontecimiento que mereció su publicación en los diarios:
Se efectuó la instalación del aparato radio receptor en la población de Huari.- Huari, octubre 20 (United). Ante nutrida concurrencia se efectuó el día de ayer la instalación del aparato receptor de radio en la casa del teniente Isaac Ingunza, jefe de línea del puesto de la guardia civil. La instalación del aparato de radio ha tenido buen éxito, pues las audiciones se han efectuado con toda claridad no notándose ruido mayor. Esta mejora pública se debe al entusiasmo que desde hace tiempo ha puesto en práctica el teniente Ingunza.
En las horas de audición, el pueblo se estaciona debajo de los balcones de la casa del teniente Ingunza y pasa momentos agradables, escuchándose perfectamente los programas de los Estados Unidos, de la Argentina y de Bolivia. Con motivo de esta instalación de radio, el teniente Ingunza ha recibido numerosas felicitaciones (La Crónica, 21 de octubre de 1934).
En otras provincias se promovió la compra comunal de receptores para que la programación de las estaciones fuese escuchada por todos los pobladores. En Huanta, la Municipalidad adquirió un radiorreceptor que instaló en mayo de 1934; según un despacho publicado en El Comercio:
La prueba resultó muy buena. Fueron captadas las estaciones principales de los Estados Unidos de Norte América, de Paris, de España de la República Argentina, de Bolivia y de Lima.
La plaza principal, donde se efectuó una audición, estuvo muy concurrida por numerosas familias de la localidad, ya que es la primera vez que en esta localidad se hace una instalación de radio (El Comercio, 28 de mayo de 1934).
El mismo mes, en Puerto Maldonado se inauguró un aparato de onda corta, renaciendo “el optimismo por el progreso de la localidad”, según el despacho publicado en El Comercio (29 de mayo de 1934). En Moquegua, un “grupo de distinguidas señoritas” realizó actividades sociales para comprar un receptor con altoparlantes que fue instalado en la plaza principal y entregado a la Municipalidad para su administración, “debiendo funcionar en las noches para esparcimiento del vecindario” (La Crónica, 26 de febrero de 1935, edición de la tarde). También se colocaron receptores de uso público con aportes económicos de la comunidad en Cabana (1934), Trujillo (1935), Huaraz (1936) y Cerro Azul (1936). En Yungay tuvo lugar un caso singular; un despacho publicado en El Comercio lo exponía de esta manera:
La señorita Julia Coello Vinatea, presidente de la Sociedad de la Cruz Roja, reunió a un numeroso grupo de personas de esta localidad a quienes expuso la labor que lleva a cabo el comité de su presidencia.
Se presentó a la consideración de las personas que habían sido convocadas las cuentas en detalle, apreciándose que figuraba un saldo de doscientos cincuenta soles en caja. Después de un ligero cambio de ideas sobre la forma de invertir de la mejor manera esa suma de dinero, se rechazó por mayoría la iniciativa de entregarlo a la sociedad de beneficencia para que sirviera de base para la construcción de un asilo de mendigos, y sin desvirtuar la finalidad patriótica de la colecta, se tomo el acuerdo de obsequiarlo al señor párroco para la compra de un radio, completando el valor con una erogación inmediata y destinar su renta a la construcción del templo de esta ciudad (El Comercio, 1 de octubre de 1934).
En Cora Cora, donde también se compró un aparato receptor, hubo reclamos por su mal funcionamiento (El Comercio, 5 de octubre de 1936).
No solo las plazas fueron ámbitos de consumo masivo de radio. Las audiciones en salas destinadas al cine y el teatro ya habían tenido lugar en Lima en la década de 1920, y en Iquitos se repitió la experiencia en 1934, con la instalación de un receptor en el teatro Alhambra. Según El Comercio, la primera función que se brindó allí “resultó espléndida”, y “el público se retiró completamente satisfecho y complacido de contar con un importante lugar de esparcimiento” (El Comercio, 5 de octubre de 1934).
Un hecho nuevo fue la asistencia de público a audiciones radiales en vivo. El primer “auditorio” lo constituyó la sala de conciertos de Radio Dávila (OAX4H), que se inauguró el 28 de octubre de 1935 con una función de gala en la que participaron la cantante Matilde Bonino y los músicos Alfonso de Silva y Teodoro Valcárcel (La Crónica, 29 de octubre de 1935). Radio Goicochea no tardaría en anunciar una revista radio-teatral con todo su personal artístico en el Teatro Municipal, donde el público, por módicos precios, podría conocer “los secretos de las transmisiones” (El Universal, 10 de diciembre de 1935).
Lo común, sin embargo, no era que el público llegara a la radio, sino que ella fuera a donde estaba el público. Se instalaron receptores en hospitales y en centros penitenciarios. Un representante al Congreso, Elio Dalmau, obsequió un aparato de radio a la cárcel de Trujillo (La Crónica, 10 de octubre de 1935), y el Rotary Club de Chiclayo ofreció otro a los reclusos de esa ciudad (La Crónica, 24 de noviembre de 1936).
También empezó a escucharse la radio en los automóviles. Al respecto, el periódico Tribuna alertaba en 1934 sobre lo que consideraba un peligro de accidentes de tránsito:
Actualmente circulan por Lima innumerables automóviles dotados de radio. Es la moda. Una moda de la que [se] hace muy mal uso. La radio en un automóvil está muy bien cuando se va [de] picnic; pero resulta un snobismo, una rastacuerada, utilizarlo, como lo hemos visto, cuando se circula por el Jirón de la Unión, en el que existen como cincuenta establecimientos que emiten la música de sus radios.
El chofer, en un auto con radio, va pensando en el baile, en un paso de tango, o se distrae con las reminiscencias que le trae la música.
Estamos seguros de que, en cuanto el número de autos con radio aumente, los choques se producirán con más frecuencia. Muchas veces, los accidentes sobrevendrán con un ritmo de minueto o de jarana (Tribuna, 29 de octubre de 1934).
En la década de 1930, la radio se convirtió, a través de diversas modalidades, en un medio de consumo masivo. No obstante, también se elevaron voces —sobre todo en las provincias— que reclamaban mayor nitidez y alcance a las señales, especialmente a OAX4A Radiodifusora Nacional, que carecía de una estación de onda corta.