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Viajar bien Diez grandes consejos de antaño

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1. Prohibir viajar a la gente joven

Al menor de cuarenta años no debe permitírsele para nada viajar al exterior en ningún tipo de viaje, ni tampoco a nadie de forma privada, sino que las salidas al exterior deben ser en misiones públicas y realizadas por heraldos, embajadas o también por una especie de observadores.

PLATÓN, Leyes (c. 360 a. C.)

2. Evitar las novedades del extranjero, las costumbres y la afectación

En su comportamiento, su Señoría no debe obnubilarse por la novedad, que agrada a los hombres jóvenes; ni dejarse contaminar por la costumbre, que nos hace aferrarnos a nuestras antipatías, y participar en las que vemos a diario; ni entregarse a la afectación (un defecto muy común en la mayoría de los viajeros ingleses), que resulta tan desagradable como ridícula.

FRANCIS BACON, «Advice to the Earl of Rutland on his Travels» (1596)

3. Cuidado con los monstruos

¿Has previsto debidamente los riesgos, los gastos, la dificultad, la probabilidad, el resultado de cometido tan grande y lo has pasado todo por el rodillo de una severa crítica? Hay unos cielos, dices, pero unos, quizá, que apenas podrás contemplar a causa de las continuas tinieblas. Hay una tierra, pero tal vez no te atrevas a pisarla por las muchas serpientes y fieras. Hay hombres, pero unos de cuyo trato preferirías abstenerte. ¿Qué pasaría si un polifemo patagón [un cíclope] te raja por la mitad y te devora mientras aún estás vivo y palpitando?

JOSEPH HALL, Un mundo distinto pero igual (1605) (trad. Emilio García Estébanez)

4. Prohibir viajar a locos, personas coléricas y mujeres

Podría dudarse de si todo el mundo puede […] emprender un viaje. […] Los niños pequeños y personas decrépitas, […] locos, hombres desquiciados y personas coléricas cuyas debilidades mentales sean tales que no pueda albergarse esperanza alguna respecto de los unos ni los otros. Por último, en la mayoría de los países el sexo excluye a las mujeres, que son más para la casa que para el campo.

THOMAS PALMER, EL VIAJADOR, An Essay of the Means how to make our Trauailes, into forraine Countries, the more profitable and honourable (1606)

5. Cartografiar el universo

Resulta de utilidad informarse (antes de emprender el viaje), mediante el mejor mapa corográfico y geográfico de la situación del país al que vaya, tanto en sí mismo como en relación con el universo.

EDWARD LEIGH, Three Diatribes (1671)

6. Adoptar los usos locales y evitar ser devorado

Todas las personas que viajen por Turquía deben cambiar sus costumbres por las de ese país, y apartar el sombrero y usar turbante, y, cuanto más sencilla sea la costumbre, más a salvo estarán de extorsiones y robos. […] Los dineros más aconsejables para llevar consigo son los reales españoles de a ocho, siempre que sean los de peso completo, y no los del Perú. […]

Es muy necesario llevar buenas armas para defenderse en cualquier ocasión, pero, más concretamente, para combatir a los árabes y otros andariegos. Sobre todo, es imperativo en Turquía que los viajeros se armen de paciencia para soportar las muchas afrentas que los infieles cometen contra ellos, y de prudencia y moderación para evitar, en la medida de lo posible, insolencias de ese tipo. […] Cuando viajen con la caravana, deben tener la precaución de no alejarse nunca de ella, ante el peligro de ser devorados por bestias salvajes o por los árabes, aún más salvajes.

ANÓNIMO, «The History of Navigation», en A Collection of Voyages and Travels (1704)

7. No tenerle miedo a la muerte

Un hombre joven con buena constitución, rumbo a una empresa que cuente con la aprobación de viajeros experimentados, no corre grandes riesgos. Quienes alberguen dudas pueden consultar la historia de las diversas expediciones alentadas por la Royal Geographical Society, y verán qué pocas muertes se han producido. […] Solo muy rara vez matan los salvajes a los recién llegados.

FRANCIS GALTON, The Art of Travel (1855)

8. Hacer un equipaje adecuado para los viajes en tren y recordar que las señoras necesitan más tiempo

– Reparta el equipaje en varios bultos y sujete en la cara interna de la tapa de cada uno de ellos una lista de los diversos artículos que contiene; a continuación, numere todos los bultos y, por último, anote en su cuaderno de bolsillo una relación de estos lotes, con sus números correspondientes.

– Etiquete el equipaje de forma legible y clara. Recuerde, además, que el nombre del lugar debe ir en letras más grandes que el de la persona, y, por mucho que esto pueda herir nuestro orgullo, hay que tener en cuenta que, con las prisas y el ajetreo de la partida, el destino es lo primero que debe conocerse, y el nombre del propietario es una circunstancia menor.

– Llegue a tiempo: el tren no espera a nadie. Y, si hubiera señoras, es absolutamente necesario dejar un margen más amplio de lo que se suele prever para los preparativos de la marcha. El bello sexo debe acicalarse hasta quedar satisfecho, sean cuales sean las consecuencias. También ha de recordarse que no captan el espíritu de la puntualidad tradicional que observan las autoridades ferroviarias, y que, si el horario establece la salida a las 13.20, ellas leerán, por instinto, las 13.45.

ANÓNIMO, The Railway Traveller’s Handy Book (1862)

9. Huir de prisas y preocupaciones

– Seguramente, el estadounidense que visite Europa por primera vez, tendrá mucha prisa y tratará de ver demasiadas cosas. Es muy probable que vuelva con una idea muy confusa de lo que ha vivido, y que se vea obligado a consultar su cuaderno para saber qué ha hecho. Se han dado casos de turistas que no saben decir si la catedral de San Pablo estaba en Londres o en Roma, o que tienen la vaga impresión de que la tumba de Napoleón está bajo el Arco del Triunfo.

– No hay que alterarse con pensamientos desagradables sobre lo que puede ocurrir en la niebla. En lugar de ello, conviene recordar que, de los miles de travesías que se han hecho a través del Atlántico, solo unas cuantas decenas han terminado en desgracia, y que, de todos los vapores que han surcado estas aguas, solo del President, el City of Glasgow, el Pacific, el Tempest, el United Kingdom, el City of Boston y el Ismailia (siete en total) no han vuelto a tenerse noticias. Hay una probabilidad entre miles, a favor del viajero.

– En zonas en las que haya salteadores de caminos, que los californianos llaman irónicamente «agentes de carretera», hay que llevar cuanto menos dinero sea posible y dejar en casa el reloj de oro. […] En general, el primer indicio de su presencia es la profusión de rifles o pistolas en las ventanillas del carruaje, junto con la petición, más o menos educada, de que se les entreguen los objetos de valor. Cuando no haya más alternativa que entregárselos, hágalo con celeridad y deje a los asaltantes creyendo que ha sido el momento más feliz de su vida.

THOMAS W. KNOX, How to Travel: Hints, Advice, and Suggestions to Travelers by Land and Sea all over the Globe (1881)

10. En el tren, ojo con los sombreros y los bocadillos de jamón

– Las gorras orejeras son las favoritas de muchas mujeres para viajar, pero favorecen a muy pocas.

– Evite los pasteles como si fueran una plaga […]. Pueden comerse bocadillos, siempre que no sean de jamón.

– El té que se sirve en las cantinas de las estaciones de tren y a bordo de los barcos de vapor suele ser una simple parodia de la verdadera bebida: una terrible decocción.

LILLIAS CAMPBELL DAVIDSON, Hints to Lady Travellers (1889)

El viaje y su sentido

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