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Capítulo 5

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El enfrentamiento

Magda se despertó a la mañana siguiente con el aroma de un delicioso café recién hecho y de tortitas calientes. Adormecida, fue a la cocina y se encontró a Jess concentrado en la preparación del desayuno.

—¡Eh! Buenos días —la saludó el chico mirándola desde detrás de la mesa—. He pensado que tendrías hambre. Ayer por la noche no tuvimos la oportunidad de cenar.

Magda bajó la mirada.

—Disculpa. Siento mucho lo de ayer por la noche. No sé qué me pasó... No tenías por qué quedarte.

—No pasa nada, no te preocupes. Tu sillón es cómodo. —Jess vio cómo dudaba en la puerta de la cocina, vacilante sobre qué hacer—. Venga, vamos a desayunar —la animó el ángel.

—¿Qué hora es? —le preguntó la muchacha, sospechosa.

—Las nueve...

—¿Qué? Ya tendría que estar trabajando.

—Todo está arreglado. Tienes el día libre.

—¿El día libre? ¿Y por qué?

—He llamado a Mark. He encontrado su número en tu móvil, perdona por fisgonear, le he dicho que has estado enferma toda la noche y que por eso te dormiste tardísimo.

—No puedo faltar al trabajo.

—Él ha sido quien me ha dicho que te dejara dormir y que cuidara de ti. También me ha invitado a ir a su casa este fin de semana, si quieres, por supuesto...

A Jess le encantaba esta situación tan íntima, aunque se preguntaba cómo la estaría viviendo ella.

—Nunca me he pedido un día libre y, además, no es cierto que esté enferma. —Suspiró fuerte y lo pensó un poco—. De acuerdo, por una vez...

Él sonrió de modo tan abierto y natural que le entraron ganas de abrazarle.

Hacía mucho tiempo que no se sentía tan cómoda con alguien, ni siquiera con Mark y Nathan se soltaba tanto. Jess era completamente distinto a las personas a las que conocía: era guapo, amable e, inexplicablemente, parecía verdaderamente preocupado por ella.

—¿Qué tal si desayunamos antes de que se enfríe todo? —propuso la joven.

—Sí, todo está listo. Te estaba esperando.

Magda se acercó y le puso una mano sobre la mejilla. El ángel se quedó atónito.

—Gracias, Jess.

—Solo es un desayuno. Es cierto que mis tortitas son las mejores de todo Chicago, pero no tienes por qué darme las gracias —el ángel trató de restarle importancia.

El contacto con su piel, aquel gesto voluntario e íntimo le dio esperanzas en algo que, hasta ese momento, no había osado pensar.

Quizás, con el tiempo, ella también se acercaría a él...

—No me refería al desayuno, me refiero a... Gracias por todo, por ayer, por el desayuno, por haberme salvado, por todo.

Jess no sabía qué decir, él no la veía exactamente del mismo modo... Si hubiese actuado antes... Se limitó a echar el café y a servir las tortitas, a las que Magda echó una cantidad exagerada de sirope de arce.

Comieron en silencio. Después, Jess se levantó para recoger la mesa.

—Déjalo, yo lo hago.

—Ni hablar. Órdenes de Mark. —Cogió los platos y las tazas antes de que pudiera responderle de nuevo—. Yo debo irme ya, mis compañeros se estarán preocupando.

—¡Es verdad, qué estúpida! Te he tenido aquí todo este tiempo, vete ya. Yo me daré una ducha e iré al refugio.

—Si quieres, puedo quedarme, solo tendría que hacer una llamada.

—No, estoy bien, vete.

Magda sintió el pecho encogido, le habría gustado pasar más tiempo con él.

—Vale, entonces nos vemos el sábado. Mark me dijo que fuera a su casa sobre las ocho, siempre y cuando te parezca bien.

—No estás obligado. Lo sabes, ¿no? Mark puede ser muy insistente cuando quiere.

Aunque decía eso, esperaba ansiosamente que ese muchacho tan agradable regresara lo antes posible.

—No es ninguna obligación, me gustaría. Mark parece un buen tipo. Me voy, hasta pronto, Magda.

Se dirigió hacia la puerta esperando que ella lo detuviese y le diese algo... como un beso para despedirlo o algo así...

Le parecía haber vuelto a la adolescencia.

—Hasta el sábado —susurró Magda, que se quedó mirando cómo Jess salía de su apartamento.

«Mori, ¿estás ahí? —No recibió respuesta alguna—. ¿Mori? —lo volvió a llamar con tono alarmado».

«Estoy aquí».

Magda se relajó, Mori se había convertido en una presencia constante para ella, en un amigo.

«Pensaba que te habías ido, no tienes por qué, ¿verdad?».

«No, al menos no todavía, pero tarde o temprano deberé dejarte».

«¿Algo va mal? Te noto preocupado».

«No sabía nada acerca de tu pasado. Suponía que era algo malo por cómo tiendes a esconder tus emociones y recuerdos, pero no imaginaba hasta qué punto...».

«Mori, no pasa nada, de verdad. Ya han pasado muchos años. No quiero que lo que me sucedió sea un obstáculo. Las personas que conozco y que conoceré no son las mismas que me hicieron daño. Jamás he confundido a unas con otras, y no empezaré ahora, así que no pienses en ello, ¿de acuerdo? Yo estoy bien. —Y era verdad, en cierto modo se sentía un poco menos sucia, un poco menos vacía que el día anterior—. Haberme enfrentado a algo relacionado con mi pasado y desahogarme con Jess me ha ayudado a superar un poco el aturdimiento que sentía...».

«¿Sabes, Magda? Jess tiene razón, mereces respeto. Me habría gustado conocerte en circunstancias distintas a las de mi muerte».

«A mí también me habría gustado conocerte en vida».

Magda pasó la mañana en el refugio cuidando a los perros y gatos que estaban allí y, después, a eso de las cuatro, regresó a casa, comió algo de fruta sobre la marcha y se metió en la ducha.

Estaba emocionada como no le sucedía desde hacía mucho tiempo, y ya pensaba en el sábado, cuando Jess y ella se verían de nuevo.

Quizás solo la acompañaba por educación, o puede ser que estuviera interesado en ella...

«Muchacha, ese chico está colado por ti», irrumpió Mori en su mente.

«No, no lo creo. Solo es amable, ya está. —Efectivamente, lo esperaba un poco, aunque le asustaba tal posibilidad, la intimidad que, seguramente, surgiría si se acercaban más—. No estoy preparada para algo así».

Mientras se secaba el pelo escuchó el timbre y fue al interfono.

—¿Quién es?

—Soy Jess.

Magda abrió la puerta y esperó a que Jess entrase.

—Hola —dijo el chico, con una gran sonrisa en el rostro.

—Hola —respondió ella, igual de contenta de verlo.

—Disculpa si he venido sin avisar, pero no tenía nada que hacer, así que pensé en pasarme por tu casa... Siempre y cuando no tengas planes.

Esperaba fervientemente que no fuera así.

—Pasa, voy a terminar de arreglarme. Como si estuvieras en tu casa.

—Acariciaré a Diego, creo que le caigo bien.

—Creo que caes bien a todos en esta casa... Será mejor que vaya a arreglarme.

—¿Lo piensas de verdad? —A Jess le alegró ese comentario—. ¿Te caigo bien?

«Parezco tonto cuando estoy con ella. Parece que tuviera quince años en lugar de mis casi ciento sesenta...».

Magda se sonrojó.

—¡Sí, claro! De lo contrario no estarías en mi apartamento. Bueno, voy a terminar de prepararme.

Jess observó cómo aquella joven tan dulce se ponía toda colorada, y experimentó un extraño sentimiento, como si estuviera poseído, quería que ella solo se sonrojara por él... Y empezaba a pensar en otras formas de ruborizarla, pero no saldría para nada bien, no con ella.

Seguramente, lo último que querría era despertar ciertos pensamientos en un hombre y, a decir verdad, no era propio de él, no le interesaba el sexo lo más mínimo... al menos hasta aquel momento.

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