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LIBRO I

I 1 (245). ITINERARIO DEL CASTILLO DE BRIANÇON 1

Resumen. En pleno verano, en el valle, al comienzo del viaje calienta el sol. Invocación a la Musa (1-9). Pero será mejor que le inspire para cantar adecuadamente los fríos de las alturas. En un solo día experimentó los rigores del calor y del frío (10-14). Su obispo le da órdenes de que haga ese viaje. Describe los problemas del vestido, del camino, que ha provocado la muerte de numerosos caminantes (15-26). Reprocha a la historia no haber advertido de los peligros de esos caminos de montaña, dignos de haber sido trazados por el mismo Dédalo (27-35). Pide excusas a las Musas por no describir los peligrosos torrentes que discurren por aquellos parajes (36-40). Resuelve favorablemente el asunto que le ha llevado hasta Briançon, pero sigue asustado por los peligros que ha corrido (41-44). Se consuela con el recurso, a la vuelta por Turín 2 , a una serie de mártires de esa ciudad, cuya intercesión pide para que le ayuden a cumplir siempre con su deber (45-52).

Traducción

El Titán 3 , que había ascendido a lo más alto del cielo portador de las estrellas, derrama sobre la tierra todo el esplendor de su luz 4 . Inflamado, secaba los ríos sorbiendo sus aguas con ardiente fuego 5 , cuando el segador somete con la hoz el grano que sembró.

[5] Cuando quien se acerca a beber a la fuente la encuentra seca, cuando el mundo está sediento, yo, tras recibir la orden de recorrer las cavernas de la Galia, no tuve miedo de los campos tórridos que superan a Siena 6 . El premio a mi obediencia fueron polvo, calor agobiante, sed. ¡Oh Musa!, ¿a qué me haces vivir de nuevo aquel sol, aquellas bocanadas de fuego?

Tendría más mérito cantar que he superado caminos helados. [10] Di que he soportado, fuera de las leyes del cielo 7 , todo el calor de las llanuras, toda la congelación de las cumbres con sus fríos. Un mismo día me trajo el verano y el invierno: esa pugna de la naturaleza que ha producido las diversas estaciones del año.

Mi obispo, con órdenes terminantes, me obligó a superar las [15] cimas nevadas, envuelto en la niebla.

El abrigo 8 agobiaba mi cuerpo por el calor aún veraniego, pero vestido con una capa ligera, era como si estuviera desnudo 9 , mientras el tiempo iba caminando a ritmo constante, llevando [20] la lámpara de Febo hacia el frío invernal.

Asaltó el miedo a quien había buscado la bruma por obediencia y el calor que anhelaba no brindó ningún indicio 10 .

Me callo las rocas y los parajes inaccesibles llamados Matronas 11 , suaves al principio, pero en lo sucesivo difíciles. Su [25] aspecto engañoso 12 animó a los pobres caminantes, mas, apenas holladas, provocaron muertes espantosas. La sacrosanta Antigüedad no se equivoca 13 cuando quiere llamar tan diversas formas de muerte con nombres propios.

[29] El sendero pedregoso estaba en pendiente para mis pies lacerados y, creedme, no era una senda agradable a la vista. ¿Por qué, ¡oh memoria de nuestros antepasados!, guardas en secreto, relegándolos al olvido, estos senderos laberínticos 14 , tan de temer?

Allí, Dédalo, al retorcer el camino recto con su ingenio, construyó en tierras lejanas el laberinto encomiable de un artista 15 . [35] Aquí, la naturaleza eleva a los hombres hasta la cumbre del Olimpo 16 , allí donde la paloma puede surcar el agua nadando 17 .

Perdonad, Piérides 18 , si dejo en silencio el cauce de los ríos, no vaya a ser que mi palabra reavive la memoria de aquello de lo que la buena suerte me ha librado. Pues el Duria, el Sesia o los torrentes Estura y Orgo 19 superan la crueldad del mar Jónico 20 . [40]

Cuando a múltiples peligros suceden situaciones agradables [41] y alegres, el éxito de los asuntos suele confortar el ánimo. No me sirven de nada, cuando me encuentro triste, los olvidos borrosos; prefiero una mente totalmente ebria del agua del Leteo 21 .

Me gusta recordar cómo, temblando de emoción, traspuse [45] las puertas de los santuarios y mostré mis lágrimas a los santos mártires. He aquí que Saturnino, Crispino, Daría, Mauricio, Eusebio, Quintino 22 me deparan un gran consuelo.

Adventor, concédeme por los méritos de Octavio 23 , y tú, Solutor, [50] concédeme también que, llevando una vida pura, no caiga bajo el peso de funestas culpas. Que mi mente, educada en el bien, rompa los lazos del enemigo 24 . Que siempre me agrade, que siempre se me conceda, cumplir lo que es mi deber.

I 2 (213). DECLAMACIÓN ENTREGADA A DEUTERIO, VARÓN RESPETABLE, PROFESOR DE GRAMÁTICA, PARA TRASMITÍRSELA EN NOMBRE DEL MISMO (DEUTERIO) A EUGENETO, VARÓN ILUSTRE 25

Resumen. Los nueve primeros versos son primero una captatio de la benevolencia de Eugeneto, a quien se dirige el ruego, y de las Musas (1-8). Sigue una profesión de modestia, que enlaza con un panegírico de la carrera y las cualidades de Eugeneto (9-18). Los cuatro versos siguientes (19-22) aluden a un revés de fortuna del que este personaje parece haberse repuesto. A continuación expone su petición en nombre de Deuterio, que es quien presentará el escrito (23-29). El poeta añade sus votos de prosperidad para el futuro (30-32). Concluye con dos dísticos en los que, después de citar a Anfión, confiesa que las Musas le han ayudado de un modo extraordinario y pide a Eugeneto que le reconcilie con ellas (33-36).

Traducción

La alegría sobrepasa mis fuerzas, mi voz feliz se enorgullece. Los temas venturosos no temen la escasez de ingenio. Hilos propicios se ponen al servicio de tiempos felices 26 . Será éste un poema noble, el que merece un hombre afortunado.

La voz que busca la justicia, el alma intérprete de las leyes, [5] así como Apolo me prestará el tímpano 27 , el plectro, la lira. Que la docta y piadosa turba de las hermanas Camenas 28 me acompañe, e inspire, con pulgar experto, mi cantar.

[9] Los versos floridos 29 de un poeta, cantor de tu suerte, apenas serán capaces de enumerar las diferentes especies de tus virtudes.

¡Salve, tú, gloria de Italia, tú, firmísima esperanza del bien, hado propicio, abogado brillante 30 , riqueza nuestra! A ti, resplandeciente como el sol, te llamó la Roma excelsa, rica en lumbreras, acogiéndote en su seno del Quirinal 31 .

[15] Con tu elocuencia domas al lince, con tu voz al león. Ante tu dulzura, la serpiente reprime el veneno de su boca. Los tigres, que privados de sus cachorros, expresarían su dolor y su fiereza para terror del oído, estarían prestos a ofrecerte presentes.

[19] Mientras la fuerza 32 del destino te acosa, como a una flor arrancada de cuajo, Cristo te ha librado de la muerte. Y ahora triunfa, tras haberse vuelto mejor, la vida de un hombre dichoso y añade a sus acciones todo aquello que viene de los cielos.

Apoyado en todo esto, no te he enviado mensajeros o palabras engañosas de quienes suplican con artes astutas 33 .

[25] Yo mismo, transmitiéndote las palabras de la mendicante Talía, te ruego que, como es costumbre de Dios, nos concedas este don: un jardincito, unido en una pequeña parte con el mío, mantiene en suspenso mi firme esperanza de que un día merezca convertirme en su dueño. ¡Oh esplendor de los honores!, no desdeñes hacerla realidad.

Así sirvas a nuestro siglo, de acuerdo con tu deseo; así te [30] ensalce el supremo poder del rey; así se produzcan acontecimientos dorados, en consonancia con tus méritos.

Anfión, el tebano, 34 entonó con la cítara lo que había vivido; desde entonces, no puede caer en el olvido ningún suceso venturoso que haya acaecido.

Nunca, a través de los años, me han venido tantos auxilios [35] de las Musas, a las que te pido reconcilies conmigo, en prueba de afecto.

I 3 (262). PREFACIO PRONUNCIADO PARA LOS NIETOS DE PRÓCULO, EL DÍA 17 DE ABRIL 35

Resumen. La simiente hundida en la tierra se llena primero de un humor lácteo y luego se convierte en espiga (1-4). Algo análogo ocurre con la vid, cuando se la poda (5-8) Las diversas épocas de la vida —infancia, pubertad, juventud— necesitan cultivo para que el ser humano madure: la cosecha sólo llega cuando se ha laborado el campo durante todo el año (9-18). Ennodio presenta al maestro los nietos de Próculo, cuyas cualidades poéticas ensalza hasta el punto de compararlo con el mismo Apolo (19-26).

Traducción

La tierra 36 , cuando ya ha dado a luz y rebosa de leche, muestra sus ubres en forma de espiga en los campos fecundados. El líquido esparcido por los sembrados se vuelca en los frutos, transformando sus gotas en una cosecha abundante.

[5] El sarmiento revestido de yemas extiende sus brazos y he aquí que un brote, surgido del seno del tronco, reverdece. La poda sufrida por la vid hace posible que en un determinado momento 37 , por medio de un enriquecimiento, pierda ramas para que sus frutos crezcan.

[9] La infancia invoca, busca regocijada a la madre nutricia del mundo, regalo del aura que envuelve el cálido cielo. La juventud inculta recorre ociosa la superficie de los campos, mientras contempla la dulce carga de un duro trabajo. El año avanza en su ciclo, arrastrado por los murmullos de la primavera, trayendo consigo frutos mordisqueados por labios que un día hablarán.

[15] Nuestro ingenio escribe poemas balbucientes en honor de la naturaleza: que una fuerza propicia aporte riqueza a estos principios.

El segador aplica la hoz a las espigas con más facilidad, si ha seguido escardando la cosecha con los aperos de labranza.

[19] Ahora recibe, ¡oh maestro!, para pulirlos, a los hijos de Próculo, para que las pasiones no arrastren a los que comienzan sus estudios. Guárdense las leyes; es decir, que su instrucción literaria corra pareja con la rica tradición de la familia.

El abuelo de éstos 38 , discípulo de Píndaro, venció a los ríos; recitó poemas cultos con la cítara de las Camenas; nada suyo callaron los coros de Apolo. Que inmediatamente el poderoso [25] Febo, la encarnación de la nobleza en el arte, acuda en su auxilio, si Marsias llega a presentarse.

I 4 (388). EPITALAMIO DEDICADO A MÁXIMO, VARÓN RESPETABLE 39

Resumen. Prefacio. Descripción de la erupción de la primavera en los campos, en los sembrados, en los viñedos (1-10). La naturaleza invita a la fecundidad, hasta las fieras se sienten alegres (11-14). El mundo espera que Máximo, cuyas cualidades se ensalzan, se sume a esa exuberancia (15-18). En premio a su vida inmaculada, recibe la esposa que ha merecido, en todo similar a él (19-24). Invocación a la Musa (25-28).

En medio de esta erupción de la naturaleza, el comienzo del epitalamio propiamente dicho viene marcado por el cambio de metro y la aparición de Venus, descrita por el poeta con detalle en su desnudez (29-48). Comparece también el Amor (49-52). Discurso de éste, que se lamenta de los estragos que la virginidad cristiana causa a su negocio (53-67) y anima a la diosa a que reaccione (68-72). Venus cambia de figura; se describe su nuevo aspecto (73-81). Se dirige a su hijo y, para mostrarle que sigue activa, le presenta el caso de la unión de Máximo con su prometida (82-94).

El amor, tras recibir muestras del cariño de su madre, vuela hasta la presencia de Máximo (95-99), a quien interpela (100-103) y hiere con su dardo entre exclamaciones de alegría (104-111). A continuación busca a la muchacha para herirla también, aunque de un modo más suave (112-117). Cumplida su misión, se retira, no sin antes dirigirse de nuevo a Máximo para pedirle fe y desearle numerosa descendencia (118-122).

La composición concluye con un ruego del autor para ser acogido en el coro de los poetas y así poder disfrutar del apoyo de las Musas (123-128).

Traducción

PREFACIO

Mientras el año, con la nueva estación, va dando forma a las tiernas espigas, la naturaleza yace preñada a punto de dar a luz en el tálamo al calor del orbe que empieza ya a calentarse. El mundo se colorea con una inmensa variedad de flores y uno solo es el aspecto de la tierra: belleza, cultivo, amor.

[5] Los húmedos arbustos crecen con savia vital, un jugo concentrado alimenta las simientes fogosas. Embarazada por una fuerza viril, la tierra resucita y las turgentes plantas reverdecen de exuberantes ramos.

[9] La hierba que nutre a los céspedes se anuda en tallos, las vides extienden sus brazos de dedos enjoyados. Invitando a la unión, la naturaleza copula los rasgos característicos de los seres creados; el polen 40 , a manera de esposo, hace germinar todo tipo de semillas.

Y así, con idéntico propósito, la luz, el firmamento, los ríos, los bosques 41 , los montes, las praderas, las fieras engendran alegría.

El mundo espera recibir de ti, ¡oh Máximo!, lo que le rejuvenecerá [15] y tus dotes acompañan a la exuberancia natural, a la que superan, tu estirpe, dinero, carácter, ánimo y tus deseos, inspirados por la más elevada de las Musas.

Estos tiempos nos han dado en ti un monumento de fe, virgen [19] como eres por igual, tanto de corazón como de cuerpo. Tu vida inmaculada te concede una esposa que te gana en méritos; ella, precisamente porque te supera, viene a ser tu premio. Una llama común aflora en vuestros sonrientes labios níveos, esparciendo en vuestros cándidos rostros un toque de pudor 42 .

Asísteme, te lo ruego, con la mente, con la voz, con el plectro, [25] tú, fuente de la palabra —ya seas el Arte, o la Natura, o la Musa, o Febo—, con la que se hace fértil el arte de hablar. Nada vil es oportuno que suene en las loas a uno de los Máximos. Con frecuencia, un modo de decir plebeyo ha rebajado una alta cumbre 43 .

La nutricia Venus, que en un mundo cerrado rebosa dones, [29] jugando entre las alegres flores, mientras trae la primavera vigorosa con su estrella de belleza refulgente, desdeñó toda la solemnidad de su túnica dorada y rechazó la pompa del metal advenedizo.

[35] Dejado de lado el boato, se presentó aún más hermosa, con los cabellos sueltos: así como la noble lana, si bebe por artificio un cierto jugo, aparece más hermosa aún, con un color falso, del mismo modo —hay que decirlo— también (Venus), desnuda, supera a las perlas del mar gélido 44 .

[41] Bajo la tenue tela entreabierta, lanzaban destellos las piedras preciosas del pecho en sus pezones róseos. Al negar conscientemente a sus miembros la odiosa cubierta, resplandece un nuevo día.

[45] Su cuerpo, puesto al descubierto, sonreía sin una nube; resplandecía sereno, habiéndose librado de la cárcel, y se extendía lleno de belleza lo que por desgracia ocultaba el opaco vestido.

[49] Amor merodeaba con su arco distendido, arrastrando su carcaj marchito por el ocio, transportando a desgana flechas que no se habían humedecido con ninguna sangre 45 .

Entonces, habla así a la madre, esgrimiendo sus armas:

[54] Hemos perdido, Madre, las prerrogativas de nuestro poder. En ninguna parte se invoca a la Citerea 46 , la leyenda de los Amores 47 es objeto de burla y nuestra descendencia no es suficiente para la época que comienza.

La fría virginidad, que consume con un fervor nuevo, domina los miembros de muchos; votos hechos al cielo doman la carne 48 ; la pureza se mantiene firme, aunque su voz apenas sea perceptible.

Los jóvenes, arrancada su virilidad, se comportan como personas [60] apocadas 49 . Contempla la escasa cosecha del matrimonio a lo largo de los inmensos campos de estos tiempos: sólo la vejez, estéril y decrépita, la exhibe, entre sus blanquecinas flores marchitas.

Hay una sola fe: no dejarse doblegar por ningún tipo de dulzura [64] y, si algo han sido capaces de transmitir las prácticas del amor, eso es conculcado con preceptos perniciosos: por doquier se observa duelo 50 ; para un hombre púdico, es ya pecado haber hablado de lecho matrimonial.

Tú yaces abandonada e, inconsciente de tus grandes poderes, contemplas tus miembros desnudos bajo los cabellos desparramados.

Levántate, muévete y sacude el sueño que acuciante te lo impide, [70] para que no se te atribuya —lo cual es indecoroso— la posesión de un poder divino cautivo, un derecho pudoroso o una ley que aconseja el mal.

A tales palabras se habrían conmovido hasta las entrañas del océano.

[74] Una luz dorada recoge en un nudo los cabellos dispersos 51 y, cubriendo con un vestido su natural dignidad, cambia el aspecto (de Venus). Entonces, con todo el esplendor con que el ágata resplandece, como la esmeralda rejuvenece convertida en un césped valiosísimo y se oculta en sus conchas mejor que si la guardara un veneno, aparece la diosa vestida de blanco, emitiendo de su cuerpo una luz brillante como la nieve.

[80] Una capa espléndida desciende por sus ceñidas caderas y una faja firme comprimió sus tiernos pechos.

Interpela a su hijo:

¡Oh esperanza mía! ¿a quién pretendes traspasar? ¿a quién perseguimos? ¿hacia dónde me ordenas que vaya? Tras un tiempo de ocio, viene bien un gran incendio; así aprenderán los pueblos que el poder de una diosa crece, precisamente cuando [85] yace despreciada. Que las renovadas llamas demuestren, con los desvelos que originan, que los dioses no pierden nada con el sueño.

Aquí tienes a Máximo, única esperanza de una estirpe egregia 52 , solazándose en dulces hogueras, tras prolongados olvidos. Sigue a su madre, una mujer más pura que el mismo cielo, que sabemos vence el instinto femenino con su espíritu.

[91] Éste superó la niñez, compartiendo las costumbres de sus antepasados. ¡Ay —es una vergüenza—, sin que nosotros lo hayamos conocido, ha llegado a la madurez! Que mi lámpara se encienda en las más ocultas fibras de un tal: que suspire, desee; que se inquiete, arda, ruegue.

Esto dice, y abrazando a su hijo con gesto complacido, lo [95] estrechó para besarlo dulcemente con sus labios de miel. Éste emprende el vuelo atravesando las nubes como un viento rápido, arrastrando a todos los elementos tras su voluptuosa pasión. Cuando se paró y contempló al joven en todo el esplendor de su belleza, exclamó:

¿Es verdad que tú, orgulloso, desprecias el culto a Dione 53 ? [100] Pues ahora, ven, tú que vas a dar culto a Venus: la hoguera que tarde se ha encendido, arde con más intensidad y restituirá a las llamas vivas toda la madera que ha sustraído a la hoguera.

Extrajo la flecha con la que había herido a todos los dioses.

Entonces el hermoso niño empuñó la flecha redonda de [105] su arco, cada brazo se tensó por diferentes caminos 54 , la diestra del dios alado presintió la fatídica herida 55 . Al punto infiere la herida, saludando este hecho con una exclamación gozosa 56 :

¡Tú, esquivo! Yo en persona —¿por qué temes?— soy quien he [109] tocado tus entrañas, tras haber sido siempre despreciado por ti. Honramos con esta víctima a mi madre, a la que tú no te dignas mirar desde hace muchos años.

Y he aquí que de nuevo, tras haber buscado en una gran familia la marca de tiza 57 que los una en el lecho matrimonial, contempla la estrella sublime de la muchacha y, creyendo que es la hermana de la diosa, vuelve asombrado los ojos a su madre y alaba la noble presa.

[116] Pero el sublime niño hiere a la virgen con una flecha más ligera y agota, cruel, todos sus dardos en el varón. Después de lo cual se retira, tocando suavemente los corazones con estas palabras 58 :

[119] ¡Oh joven!, que nuestras heridas reaviven tus fuerzas. Pues todo aquel que es golpeado por mi dardo, prospera. Si crees en mí, muchos nietos tuyos librarán estas batallas. Que seas feliz y lleves siempre contigo mis dones 59 .

[123] Ahora, magnates, colocadme en medio del frente alegre de los poetas a mí que he sido protegido por la inspiración de las Piérides. Aquellos que dan a uno el título de docto con su benignidad, apoyen a quien es débil hasta el fin del poema. El ingenio, que ahora es acosado por el hielo, sea disuelto por la primavera que le protege con su calor.

I 5 (423). ITINERARIO 60

Resumen. El poema comienza con una invocación a las Musas y a Orfeo para que le inspiren la descripción del río Po desbordado (1-9). Describe en primer lugar la época del año, la vendimia (10-13). Las lluvias han provocado el desbordamiento del río, que ha inundado los campos de labor y, arrastrando consigo troncos de árboles, se extiende hasta el mar (14-21).

El poeta lo atraviesa, poniendo en peligro su vida, para acudir a consolar a una hermana que acaba de perder un hijo (22-26). Desafía la corriente en una leve barquilla, a impulsos de su piedad fraterna (27-32). El río, la lluvia y las nubes le amenazan con feroz aspecto (33-36). Describe de un modo grotesco el comportamiento de los peces y las consecuencias de la inundación para los campos enfangados (37-41). Rodeado de peligros, llega hasta la barca que hace ese trayecto, a cargo de un marinero experto, que le recibe a bordo divertido y le lleva a la otra orilla (42-52).

Traducción

Que acuda a mí el que tributa culto al ingenio, la fuente de la elocuencia, la exhuberancia de la lengua, el agua de Castalia 61 con la que Orfeo, el tracio 62 , incendió los corazones con la difusión de su fluido canto. Que él me asista y armonice con sus cuerdas mis áridos sonidos.

[5] A la hora de cantar las aguas del Erídano 63 , si no desparramo una larga inspiración sobre mis miembros faltos del agua de Pegaso 64 , apenas saldrán áridas palabras en un relato seco. Por ello, inspírame tú, Musa, a fin de poder narrar el desbordamiento de sus aguas.

[10] Era el tiempo del año en el que las cepas florecen con sus dulces uvas y exponen en su entorno los frutos del otoño, cuando Lieo 65 , con su veste humedecida por el agua de las lluvias, vierte las uvas despellejadas en la tinaja del mosto 66 .

[14] Por aquellos días, rebasado el límite de sus orillas a causa de las abundantes lluvias, el Po había inundado los campos a los que había hecho prisioneros, y las espumosas aguas henchidas cantaban al río amenazante. Las partes altas de las casas de campo, que restaban firmes, se desplazaban por en medio de las ondas. En esta situación, el mar, con sus orillas, salvó los techos que habían sido arrancados y, a pesar del corrimiento de tierras, se mantuvo firme la fortuna de los edificios.

[20] Se podía ver cómo perdían su sitio los árboles, obligados por la violencia del Po a ir a la pira voraz antes de tiempo 67 .

Entonces, a impulsos del amor ferviente a mi hermana, a quien las Parcas 68 habían arrebatado un hijo, cortando con índice cruel el hilo de su vida, y, aunque siguiera vivo el marido, habían convertido en viuda a una casa, que hasta entonces siempre había dado a luz para las turbas del Averno 69 , me decidí a poner en peligro mi vida para consolarla.

Aquel supremo soberano de los ríos de la Liguria, sometido al [27] yugo de la obediencia, gimió bajo el peso de mi barquichuela 70 ; pero se creció y de nuevo lanzó amenazas y olas, al verse obligado a sometérseme a mí solo, él que ha vencido a los polos.

De este modo la piedad doma los elementos, de este modo [31] mantiene todo a raya aquel cuya mente es dominada por la compasión, agradable a Dios.

He aquí que de nuevo el cielo, cubierto de nubes cargadas de lluvia, derramó aguas con las que en su caída sería capaz de sumergir todos los campos.

La tierra anegada no pudo contemplar la faz del cielo y en [35] la noche privada de estrellas ocurrieron cosas terribles. El pez anduvo errante en las casas, pero sin ser capturado, y los habitantes del río sortearon los anzuelos por entre las mesas. La [39] corriente inundó las más profundas estancias de los hombres, y las húmedas aguas impidieron con su fango el acceso a los campos.

Yo, que había experimentado ya los primeros, me vi envuelto en nuevos peligros. Aquel inexperto triunfador en los combates de Nereo 71 , mantenía la sangre fría en medio de aquellas líquidas aguas, pero 72 no contemplaba con ojos secos 73 las iras de [45] aquella riada; entonces, de repente un viejo habitante vio que el mar deglutía 74 y se rió de los signos que aún quedaban en mí del miedo que acababa de pasar.

Los campos brillaban, enriquecidos por el metal que con ellos se había mezclado, el Erídano irradiaba, adornado con la claridad de la arena 75 .

[49] El barquero me recibió enseguida gozoso en su nave; una tal carga le había proporcionado inmediatamente un augurio propicio. Desconocedor del peso, empuñó seguro el timón y me condujo, bajo la guía de Cristo, a las tranquilas orillas.

I 6 (2). DECLAMACIÓN DEL DIÁCONO ENNODIO, A SU VUELTA DE ROMA

Resumen. Expresa su alegría por encontrarse de nuevo en casa y considera que debe manifestarla por escrito, por la razón, tantas veces expuesta en su obra, de que el silencio es una especie de pecado (1). El testimonio de Virgilio de una parte y el de los profetas de otra le impulsan a olvidar por algún tiempo su condición eclesiástica, que le impone reserva, y contar lo que acaba de vivir en Roma, con ánimo de fortalecer la fe de sus lectores (2-3). Con este poema quiere expresar su gozo, consciente de que se expone a la crítica de los envidiosos, tanto por el hecho de que es eclesiástico como por su falta de ingenio (4). Interpela duramente a los críticos, a la vez que se justifica con una comparación tomada del mundo de la agricultura (5). Describe las ventajas de las ocupaciones literarias no sólo para la paz entre los hombres, sino también para el progreso de la ciencia sagrada (6). Vuelve al tema que se ha propuesto tratar, ponderando en primer lugar su importancia, que suple la falta de dotes literarias del autor (7). Expresa su alegría tanto por ayudar con este ejercicio de estilo al joven a quien se lo dedica, como por tener oportunidad con él de volver al cultivo de la retórica (8).

El poema en sí comienza con una descripción del recelo de todo marino, al fin del invierno, ante una mar en calma, porque de ordinario anuncia las tormentas de la travesía (1-12). Así ha vivido él el tiempo pasado en Roma, felizmente ya superado al encontrarse de vuelta en Milán (13-14). Aún ahora, ya en puerto seguro, sospecha que los peligros no han pasado (15-20). Por eso invoca al Dios omnipotente, que tantos prodigios ha realizado a lo largo de la Historia —andar sobre las aguas, resucitar a Lázaro, resucitar Él mismo— para que le asista a él y a su Iglesia (21-29). Entonces no temerá los vientos y estará en condiciones de entonar cantos de alegría, como los que compuso Ambrosio, para alimento del pueblo (30-40).

Traducción

1. La alegría acompaña siempre al hombre que vuelve a su tierra natal 76 , ya que confía en que los temores que albergaba su ánima turbada mientras era peregrino, están para desaparecer y a punto de desvanecerse, aunque hayan sido dispuestos por la divina justicia.

Una palabra serena de alegría es por tanto obligada, para que un gozo inexpresivo no produzca la impresión de tristeza. Pues, ¿a quién se le revela el secreto de un alma exultante, si uno no lo hace patente, abriendo la boca?

2. El poeta de Mantua 77 asegura que incluso los cisnes festejan su retorno con el batir de las alas. Y yo, ¿qué haré, atrapado en medio de dos dificultades? de una parte, estoy obligado a dar testimonio de mi regreso, y de otra mi condición eclesiástica me impone la necesidad de callar.

Apártate por algún tiempo, te lo ruego, dignidad de mi elevado ministerio, ya que nunca te has mezclado oportunamente en festejos.

Los profetas más insignes han cantado, adaptando las palabras a las leyes del verso, sus deseos y sus buenos augurios; corazones dedicados a la palabra divina han esparcido entre los pueblos con la lira las doctrinas de la Iglesia.

3. ¿Por qué yo, que me encuentro en los balbuceos, tanto de las órdenes sagradas como de las virtudes, no me voy a esforzar por emular las gestas de los grandes, sobre todo cuando la reproducción de narrarlas fortalece a los servidores del altar para combatir las batallas que se desencadenan contra la fe?

Y no dudo en afirmar que, al presente, nos encontramos ante un ejemplo. Hemos aprendido ya en medio de qué torbellino hemos tenido que arrojar la lanza 78 por amor a la fe y nos ha dado la gloria un conflicto no pequeño, ni por el grado de virtud que exigía, ni por los temas que se debatían.

4. Expresaré por tanto, por medio de un ritmo métrico, de buena gana mi gozo, cuya perfección me propongo proclamar con la ayuda de Dios, utilizando las más solemnes formas de expresión.

Me herirán los dardos envenenados de las lenguas acostumbradas a ladrar, pero añadiré a las fatigas propias de mi condición y de mi falta de ingenio todo lo que el calumniador vierta contra los méritos de aquel a quien acusa. Es habitual que se una este mordisco de los envidiosos al usufructo de una elevada estima y que los halagos de la fama sufran el acecho de los envidiosos.

5. Calla ¡oh diente, que vergonzosamente persistes en la envidia y que pretendes extraer de las fuentes de la gloria motivos de maledicencia! Dime de dónde procede el premio al mérito, si atribuyes a la ostentación el agrado que hemos cosechado con nuestras fatigas. El trabajo es amigo de la disciplina y, por un cierto parentesco, es aliado de la religión 79 .

Como las húmedas semillas, injertadas a brotes foráneos, prestan nobleza a los árboles, para unos frutos que durante largo tiempo no conocieron las plantas jóvenes, del mismo modo quien está instruido en las artes liberales aplica su mente con un esfuerzo encomiable a la esperanza de producir cada vez mejores gérmenes.

6. Se expulsan del ánimo venenosos proyectos de planes que provocan desastres a la humanidad; se seca la fuente de humores letales, cada vez que las inteligencias se someten a este tipo de ocupaciones.

Y, pasando de aquí a estudios más elevados, se hacen patentes los secretos de los libros divinos; y al mismo tiempo que descubre su sentido, a impulsos de la sensibilidad 80 , sirviendo de guía abre a los pueblos un camino hasta entonces desconocido, conduciendo a los indiferentes con una expresión brillante, y a los poco instruidos con una elegante latinidad, o, como se suele decir, con una rústica artificiosidad.

¿Quién no amará semejante guía de salvación? ¿Quién no seguirá a quien, mezclando las cosas dulces con las necesarias, las severas con las dulces, obliga incluso a quien no quiere a amar y a practicar los dogmas que dan la vida? Pero de esto hablaré en otra ocasión 81 . Por el momento, cúmplanse los honestos objetivos que me he propuesto.

7. Hablamos para quienes conocen la situación. Es propio de la virtud contener la alegría, es propio de un afortunado amor mostrarla por el elaborado medio de una brillante declamación; mucho más cuando el día de hoy, aunque sólo una pequeña parte de mí mismo haya penetrado el dintel de la elegancia, brinda al que escribe con júbilo aquella elocuencia que le niega el ingenio, al proporcionarle el tema lo que la naturaleza no le ha concedido.

8. ¡Muy bien!, joven de las más insignes virtudes, que al mostrar aún en fresca flor abundancia de frutos, me animas a romper el hielo del triste invierno y me invitas a la primavera de la declamación. Porque mientras yo pago a la expresión de mi alegría lo que tu debes a los estudios, creo que ambos salimos ganando. Ya que es semejante instruir a uno que no sabe, y ganar de nuevo al gusto por la declamación a uno que la ha descuidado 82 .

Tras haber conocido los nevados inviernos, tras haber pasado los peligros del mar gélido, el navegante, siempre que emprende un viaje que se augura tranquilo, se acongoja y no espera nada bueno del traicionero océano, pues sospecha que la superficie que contempla no es la de un agua salada.

Silba un viento leve y él teme ya, en la olas, fuertes tempestades [5] y las considera suaves amenazas. Si los céfiros tensan las velas pendientes del mástil 83 y el aire juega con una dulce caricia, jura que la naturaleza, confundida por los vientos, echa a perder sus leyes y cree que se hace presente el antiguo caos 84 .

De este modo los peligros roban la alegría cuando las cosas [11] están tranquilas: no se presta entera confianza, ni a los acontecimientos felices ni a los inciertos. No de otro modo ha retenido Roma, con diversos problemas, a los que ahora ha devuelto al seno de la anhelada orilla.

Vuelven propicio con su canto al venerable dios del mar, [15] cuyo suelo muerde la curva ancla 85 . Pero la brisa, que provoca un agradable sopor a los fatigados, inquieta la mente del guerrero del mar. Pone a punto las defensas de la nave, sacude los remos y las velas; hasta tal punto su ánimo abriga la sospecha de un naufragio.

Hágase presente Aquel que pisó las ondas con pies secos 86 , [21] pues Él será el puerto de salvación para los náufragos; el que encadenó a las tinieblas, derramando las aguas contra la tierra [25] firme; el que disolvió las piedras; el que solidificó las aguas; el que presentó a los siglos una madre que dio a luz sin semen de varón, sumando a la maternidad el honor de la virginidad 87 ; el que, con el don de la propia muerte, venció a la muerte, dando al mundo la vida que Él produjo al morir.

Que Él me contemple propicio a través del excelso Olimpo. [30] Entonces alcanzaré la patria, entonces el descanso de una morada estable. Aunque los vientos desencadenados barran los mares llenos de nubes 88 , azotarán contra la popa que hace agua, sin ningún daño.

Entonces, templadas las cuerdas, haré sonar dulces tímpanos [35] y adornaré mis versos con flores nuevas. Para hablar con precisión: es sabido de los sabios que un hombre alegre canta bien entonado; los corazones tristes no entienden nada de hablar en verso.

Mas, vuelva la primavera, cese ya la bruma del temor. Trenzad verdes coronas que adornen las cabelleras 89 . Cantaré aquellos himnos hermosos de pronunciar que salían de labios del obispo Ambrosio 90 , cuando alimentaba al pueblo con su palabra.

I 7 (26). INTRODUCCIÓN A FAUSTO 91

Resumen. Ha recibido de su amigo un escrito de alabanza que le parecería adulador si no supiera que tal actitud le habría parecido una perfidia, dada la pureza de conciencia de Fausto. No obstante, se queja de que no le haya enviado ningún poema en el último tiempo (1). Confiesa que ha aprendido mucho de él. a quien compara con el Creador y le agradece el envío de la composición, que le habría gustado recibir antes (2). Adjunta un poema sin pretensiones, con el que desea divertirle (3).

En la obra poética de Fausto la expresión es agua que fluye y su inspiración fuego que abrasa. Ambos elementos, fundidos en su poesía, provocan en quien le lee una sed cada vez mayor (1-10). Compara la lengua de Fausto con la de los clásicos, a quienes no tiene nada que envidiar, y elogia el cuidado con que compone, parangonable al de Virgilio (11-19). Con una serie de hipérboles pone de relieve el poder creador de la lengua de Fausto: resucita a los muertos, cambia el clima y provoca cambios admirables en el comportamiento de los animales (20-30). Toma conciencia de que ha ido demasiado lejos y se confiesa un pobre marinero que con una chalupa se ha aventurado mar adentro (31-44). Pone rumbo de nuevo a la costa y allí echa el ancla (45-48). Tras invocar a la Musa para que premie a Fausto (49-52), da orden a su barca de dirigirse hacia donde se encuentra Fausto y presentarle sus versos modestos para que les eche una ojeada (53-68).

La composición acaba con un ruego al amigo para que se digne acoger ese regalo y un ruego a Dios para que guarde a su piadosa familia (69-80).

Traducción

1. De no haber aprendido que la pureza de vuestra conciencia aborrece la seducción de una maldad de este tipo, interpretaría que me es nociva la exuberancia de vuestro escrito 92 . Manténgase lejos de las buenas acciones una actitud cercana a la perfidia. Me quejo, sin embargo, de que vuestra delicadeza me ha perjudicado. Pues habéis dejado de regar la aridez de mi pobre ingenio con la lluvia alimenticia de vuestros elocuentes frutos.

2. ¡Buen Dios!, ¡cuántas cualidades en el decir que me son ajenas entiendo haber adquirido, para mi provecho, de las riquezas de vuestra labia! Se encuentra entre los dichos enjundiosos, si no recuerdo mal, el de que los torpes de lengua y romos de sentimientos se mejoran con el esfuerzo del ejercicio.

Hay una cierta conexión entre el Creador de los hombres y vos. Aquél creó de la nada, vos recomponéis las cosas, mejorándolas.

Agradezco el poema que he recibido, así como me duele el retraso de vuestro favor.

[3] No obstante, para vergüenza de las Camenas 93 , a quienes nunca falta un Gluvideno 94 , he añadido unos versos y, despilfarrador, no he prescindido del envío de páginas destinadas a perecer, como ha sido dicho 95 .

Leed estos poemas que pretenden mover a la hilaridad y reprimid los, como se dice, «estupendos adornos», de este inhábil amigo de familia 96 .

Fausto, tu enardeces el corazón, arrebatándolo en medio de un torbellino, a aquel cuya gran sed es alimentada por la ola de tu poesía. ¿Quién será capaz de soportar el fuego de estos licores y sorber, bebiendo con labios resecos, estas llamas mezcladas con la corriente?

Tus palabras emiten, como de una fuente, un vapor de fuego 97 : [5] proporcionan una bebida que hace arder las entrañas. Todo aquel que se lanza ansioso sobre el río de tu ingenio, no dude de que cuanto más bebe, más sed tiene.

La noble linfa proporciona un sabor hasta entonces desconocido, [9] pero también me acarrea un daño, si de ella saco menos inspiración.

La caprichosa lengua 98 , que imita al coturno de Cecopria 99 , no envidia en nada a los antiguos por su rancia nobleza.

Siguiendo la costumbre de los clásicos, Fausto compone nuevos poemas y escande su melodía con arte, miembro por miembro.

[15] Experto en modelar en el yunque palabras espontáneas, prueba tres y cuatro veces los versos que compone. Cuenta la Antigüedad que Mirón 100 animaba con los dedos la obra que componía, dándole vida. Tú, con las palabras, le das un rostro y, con la armonía, unos miembros.

[20] Lo que tiene Dios por naturaleza, a ti te lo conceden los estudios. Si tú, benévolo, orientaras tu plectro hacia un cadáver descompuesto, lo convertirías en un joven con ayuda de tu lira. Si describieras flores en medio del carro del gélido Boyero 101 , inmediatamente comienza a soplar sobre la Osa Mayor 102 un aura con efluvios primaverales.

[25] Los bosques cubiertos de nieve te ofrecerían rosas; los hielos, vino. Palas te concedería sus dones 103 para que cantes el fuego de las estrellas. El pez, llevado por ti, atravesaría a nado el espacio aéreo. Si tú lo dispones así con tus versos, el ciervo [29] cobra cariño al mar en calma 104 . Tú, sólo con tu poder de expresión, eres capaz de arrebatar de sus fauces los despojos que el león tiene como presa en su boca.

Ahora comprendo hasta dónde me habéis arrastrado, amores de Castalia 105 : vuestros dones se suman a mis culpas 106 .

Encrespadas tempestades arrebatan mi ligera barquichuela, que debe arrostrar vientos invernales. Un pobre marinero la construyó, tallando de un tronco de árbol una popa que hace agua y le puso el nombre poco glorioso de chalupa 107 .

No conoce, ni el mar Egeo, ni las costas de la Frigia, ni todos [37] esos mares que el terrible viento Eolo puede barrer hasta el fondo, sino que escoge con cautela las tranquilas ensenadas de aguas tranquilas, donde secunda al Austro 108 ; allí no pretende [41] conquistar reinos, cada vez que en esos puntos sopla, como a remo lento, un airecillo que pone en movimiento la tímida barquilla. Porque mientras las velas se agitan, unidas en la parte superior por maromas, las ventoleras que a otros acarrean la muerte a mí me hacen conciliar el sueño 109 .

Hacia allí, ruta de mi arte y de mi obra, dirigiré la popa 110 , [45] encomendando mi barquito a vientos propicios. Apolo, dígnate dirigir el curso de mi timón a la orilla 111 y que el ancla muerda con su diente al suelo, hendiéndolo 112 .

Musa, fuente de los mejores poemas, tejiendo la verde corona [49] de hiedra con la que premias a tus poetas elegidos, ciñe sus cabellos.

Mi barca surca el inmenso mar 113 y una mano experta no es [53] capaz de empuñar el timón hacia donde la llama a través de las olas el rumbo correcto, amigo del arte.

Te diriges hacia Fausto, modelo de elocuencia, que en su [57] boca tiene tanta fuerza como el profundo mar y a quien el mundo venera como a uno que es más brillante que la misma luz.

[61] Él sostiene la balanza de la cadencia en el país de las Camenas 114 ; su espada corta toda herida, cualquiera que sea, oculta en lo más profundo de las médulas de un poema enfermo.

[65] Si se digna aceptar mis modestos ditirambos con ese espíritu con el que gobierna todo el mundo, es para mi una gloria permanecer en el aire en medio del trivial murmullo de poetas principiantes.

[69] Fausto 115 , luz mía, esperanza, salvación, recibe alegre este pequeño regalo con pretensiones de literatura.

[74] Así el Cristo supremo te conserve tus ilustres hijos. Extiende la fuerza de tu genio nutricio.

[79] Las ofrendas de los piadosos son agradables al que Truena 116 .

I 8 (27). ENNODIO A OLIBRIO 117

Resumen. El pastor 118 toca su flauta para superar el silencio de los campos; pero si sopla el viento, el rumor de los árboles le basta para sentirse acompañado. Algo análogo ocurre con cualquier otro elemento natural (1). Entonces deja de tocar y compone en lengua rústica un poema en el que se desahoga, describiendo sus afanes vigilantes para rechazar las asechanzas de los hambrientos lobos (2). Si esa persona sencilla es tentada por alguien culto para que toque la lira, cae en un dilema y corre peligro de abandonar lo que ha hecho toda la vida porque desconoce su valor, fascinado por lo que él considera superior (3-4). Algo análogo le ocurre al autor, que expresa su admiración por Olibrio (5). Le pide que no emplee con él una lengua culta ni le invite a cambiar su estilo, porque si lo intentase le pasaría lo mismo que a Faetón, que por querer guiar el carro del sol provocó un incendio catastrófico (6-7).

Los veinte primeros versos están dedicados a la historia de Faetón: el carro del sol guiado con mano firme por Febo (1-8) provoca el caos cuando toma sus riendas Faetón (9-20). A partir del veintiuno, el poeta se equipara al inexperto auriga (21-24), mientras a Olibrio, cuyo talento como orador público ensalza, le corresponde el papel de Apolo (25-28). El poeta confiesa su precario talento (29-34). Ha abandonado la retórica, que antes cultivó con entusiasmo (35-42), para dedicarse a la formación de la juventud (43-48). Por último, hace votos para no dejarse seducir por los halagos de la lengua y las costumbres disolutas: que Olibrio logre sus ambiciosas metas y le deje tranquilo en su modestia (47-56).

Traducción

PREFACIO

1. No siempre que el pastor cuida a su rebaño esparcido por el campo canta su flauta 119 . Los bosques silenciosos producen una soledad espantosa y por doquier reina el miedo, porque en la tranquilidad del lugar desierto no se oye ningún sonido.

Mas, si con el silbido del viento las copas de los árboles simulan el susurro de una palabra y con el movimiento alegre de la fronda llama al hombre una estimulante sacudida, se pensaría que ambos lados del terreno han sido invadidos por multitudes y no se queja de ningún malestar quien en medio de su soledad es interpelado por la misma naturaleza con alguno de sus elementos, cualquiera que fuere.

2. Entonces le es grato llevarse a los labios la flauta, compañera de su alegría, y componer una melodía cualquiera, a base de soplidos y aire, distribuyendo su aliento a través de los agujeros de su instrumento 120 .

Entonces la rústica y espontánea lengua llama en causa a su Palemón 121 ; entonces pondera cuántas vigilias son necesarias para vigilar los apriscos; entonces se lamenta de las múltiples asechanzas de los lobos a las que les acucia el hambre instintivamente; entonces se traduce en palabras todo lo que el pecho exhala: en su compañía pretende desahogarse, en su compañía consolarse.

3. Si a uno que se comporta así, alguien instruido le mueve a tañer la cítara y un mordaz habitante urbano le proporciona cuerdas biensonantes, su cándida simplicidad se encuentra en el dilema de qué elegir, mientras el contacto de la lira produce, aunque con dedos torpes, un sonido dulce y que conmueve el ánimo.

4. Pero se considerará indigno si, arrastrado por el gusto a una forma de vida que le es ajena, se acostumbra a no apreciar la cultura de sus antepasados. De ese modo, mientras la desenfrenada ambición todavía no haya puesto fin a su mentalidad campestre, podrá darse cuenta, por afecto a sus predecesores, de que está a punto de perder sus genuinas posibilidades; pero, cuando se olvide totalmente del valor de la educación recibida en la choza, la propia cultura de sus padres, mediocre, pero ya extraña a él, le despreciará.

5. No de otro modo —¡oh varón cultísimo!, que debe ser contado entre las mayores estrellas de la curia, luminaria de la elocuencia, llama de los ingenios, antorcha del buen decir, riqueza de las declamaciones— me deleitan a mí las cosas que son narradas de modo simple, a la manera de la flauta pastoril en medio de impenetrables bosques.

A mí, que miro con reverencia tu cítara y alabo el plectro que, como he descrito más arriba, tú, en tu educación urbana, has puesto entre mis dedos rústicos.

6. Retira, te lo ruego, los halagos de alambicado lenguaje que empleas para atraerme. Fuera esas cadenas de la lengua que utilizas también en tu trato con los doctos. Modera la fuerza de esas palabras, con las que acostumbráis a plegar a vuestros deseos los ánimos de los reacios.

Séame permitido, o cubrir con el silencio mi ignorancia, o hacer llegar a otros mi poema trivial al son de una flauta estridente. Conversar con vos es un asunto de valor viejo y gusto nuevo.

7. Si yo, olvidando mis limitaciones, intentara esa empresa, apoderándome en perjuicio de mi propio provecho del carro del sol, sufriría con razón el castigo de Faetón 122 . Y ya que la conversación ha recaído sobre él y se ha añadido la conveniencia de tomar precauciones, el siguiente poema muestra de qué tipo de cautelas se trata.

Ennodio a Olibrio

Cuenta la fama —que no sabe dejar que se pierdan en el olvido las hazañas de los antiguos 123 , sino que siempre narra lo que ocurrió en el mundo—, que mientras el Titán derramaba en su órbita las semillas de la luz y enriquecía el mundo con [5] sus bienhechores rayos; mientras las húmedas riendas frenaban a las humeantes cuadrigas y el abismo difunde por doquier el claro día, el sol aflojó con manos expertas las ondulantes bridas 124 y la luz bien conocida trajo consigo al señor que la había creado.

[9] Pero después de que decidió, a ruegos de Faetón 125 , entregar su poder a manos inexpertas, el astro sintió a los primeros movimientos que el conductor era incapaz y comenzó a correr con los caballos desbocados. En ese momento, los cuadrúpedos, soltando fuego por sus narices 126 , no se atuvieron más al ritmo exacto establecido por su curso.

[15] El resplandor dio paso al fuego, lo que ilumina ardió en llamas y lo que da vida a las tierras generó muerte. Entonces, mientras con su luz rompe las costras de los hielos hiperbóreos, el Tanais 127 seco desaparecía, privado de aguas.

El hielo se derritió, pero la corriente del río ardió: lo mismo [19] que disolvió a las piedras, absorbió a Erídano 128 .

Así yo, en mi intento de recorrer la vía de la retórica, me apodero del carro y el gobierno del sol. Desconozco cuál deba ser la distribución de las diversas horas del astro, no sé qué es lo que debo frenar: todo lo domina el fuego.

A ti la curia sabia te ha formado hasta el mínimo detalle y [25] dispuso que aportaras lustre a la asamblea de sus padres. Tú les devolviste el sol 129 ; en honor tuyo se quema una víctima espléndida 130 , para gozar de la cual hasta los habitantes del cielo estarían dispuestos a no hacer uso del rayo 131 . Por el contrario, a mí mis pobres huertos a duras penas producen 132 coles que rehúsa aceptar hasta la olla de terracota 133 .

Soy, lo confieso, uno a quien le salen gota a gota las palabras [31] de un relato y éstas muestran la penuria de un miserable ingenio. No entono ningún poema y, mientras yo marque el ritmo a las Camenas, no se me concederá un aplauso duradero por la expresividad de mis dedos.

Aquello que componíamos con la lira de Apolo, lo he abandonado [35] por haber olvidado la lengua que me proporcionaba la lira. Mi diestra rústica se mueve errante por las tiernas cuerdas, mi bárbaro plectro echa a perder las dulces modulaciones.

[39] ¡Ah, cuántas veces fluyó para mí sonriente en sus hierbas de cristal el Helicón, un agua que provoca sed a los labios! ¡Ah, cuántas veces he llevado mis sienes adornadas con hiedras, deleitando con mi canto al grupo de las musas de Aonia 134 !

[43] Mas ahora, a través de selvas, entre guaridas de fieras 135 , seguro de haberme enrolado en una severa milicia, arrojo preciosas semillas a fértiles surcos, para que las malas hierbas den paso a un germen de vida.

[47] Que palabras melifluas no revelen un modo de pensar disoluto y yo sea tildado de hombre de palabras e ingenio muelles. Que mi lengua no discurra por campos abiertos ni produzca discursos violentos con trompetas ensordecedoras, no vaya a ser que mis cuerdas se inflamen con un coturno grandilocuente y sea tenido por una persona engreída en sus escritos y en sus costumbres.

[53] ¿Qué me servirá entonces de puerto? Un ambicioso busca por todas partes la fama, pero si yo guardo silencio, un permanente pudor será mi propiedad.

[55] Que tú toques el cielo; déjame tranquilo en la tierra a mí, que sólo sé que no he aprendido bien nada.

I 9 (43). DECLAMACIÓN PRONUNCIADA EN EL NATALICIO DEL SANTO Y BEATÍSIMO OBISPO EPIFANIO, EN EL TREINTA ANIVERSARIO DE SU SACERDOCIO

Resumen. La captatio benevolentiae se adelanta a las habladurías y críticas que esta obra merecerá, por el simple motivo de que un clérigo componga declamaciones (1). Podría haberlo hecho cuando aún era laico y se dejaba fácilmente deslumbrar por los aplausos que cosecha la dedicación a la retórica, pero no ahora, después de haber renunciado a ese tipo de lisonjas (2). Se justifica por el hecho de que habla en honor de un obispo, al que sirve. En esas circunstancias, sería un pecado callar (3). Es voluntad de Dios que no sólo se compongan himnos en Su honor, sino también en alabanza a los hombres que lo merecen (4). Piensa, por tanto, que es oportuno escribir esta declamación, no engañosa por ficticia, sino verdadera. Critica los engaños de la poesía pagana, que no merecen alabanza. Pide (¿a las Musas?) su inspiración para que sea capaz de cantar cosas menudas, dada su falta de ingenio, pero auténticas (5).

Los dieciocho y medio versos iniciales del poema están dedicados a describir y rechazar la epopeya antigua, que cantaba en bellas frases hechos rechazables, si bien justificados por el arte. Eran ficciones, como las de Apolo, las Musas, Palas Atenea y por eso eran despreciados por la verdad (1-18).

Invocación al Espíritu de Cristo (18-24). Acumulación de denominaciones típicas y directas a la Persona del Salvador (25-29), que impulsó a Moisés a cumplir su misión ante el faraón (30-35). Solicita la ayuda de ese Espíritu para componer este poema de alabanza y acción de gracias a Epifanio (36-40). El mundo se inclina con reverencia ante él, en este aniversario, y se alegra porque Dios ha concedido a Italia un gobernante justo y piadoso, que desempeña su cargo con asistencia del cielo (41-50).

Fue elegido libremente con fervor y entusiasmo (51-58). Muestras de fidelidad por parte del pueblo, dispuesto a defenderlo como la tigresa a sus cachorros (59-66). Unos alaban su gravedad, otros su estirpe, finalmente otros sus virtudes (67-73). El poeta resalta su sentido del pudor, envuelto en un aspecto físico hermoso (74-79). Consideraciones sobre las ventajas de la belleza física, cuando se da en un hombre virtuoso (80-83). Por todo esto, Epifanio es elegido por unanimidad (84-87).

Comienza una breve narración biográfica; en primer lugar, un suceso milagroso a su nacimiento: apenas destetado, aparecieron en su cuna rayos del sol que le iluminaban y acariciaban en señal de buen augurio (88-106). Su padre, al contemplarlos, reacciona consagrando el niño al servicio de Dios (107-114). Lo lleva a continuación al obispo Crispino, para que lo eduque; ni siquiera Orfeo encontraría palabras para ensalzar lo suficiente a este santo varón, que fue para el niño otro Elias (115-120). Le transmitió el espíritu paulino y todas las virtudes que hoy se encuentran en el discípulo (121-122).

Se vuelve a Crispino, para saludar su labor (123-125), y a Epifanio, feliz heredero de sus enseñanzas (126-127), y comienza a contar las hazañas de este prelado, andariego mediador entre los príncipes de la época (128-133), equiparando su labor a la del hortelano que hace injertos a fin de mejorar la calidad de los frutos en los campos que cultiva (134-151).

Con una comparación evangélica, hace votos para que Dios premie la labor del prelado con las almas que le han sido confiadas (152-161). Pide finalmente que acepte el modesto poema, le desea cien años de vida y se muestra obligado a dejar constancia, aunque con dificultad por su falta de destreza, de sus grandes empresas (162-170).

Traducción

PREFACIO

1. Intuyo lo que muchos, en su silencio, dicen ostensiblemente y, aproximando el oído de mi corazón, percibo la voz de su pecho. Porque esta reticencia proclama: ¿qué busca sacar para sí de este tema un hombre de condición diversa a la nuestra? ¿qué pretende lograr —uno que se ha vestido con las insignias de la humildad— de los estruendosos aplausos que, como es costumbre del vulgo, suscita la voz del pueblo, una vez que se hinchan las pompas de jabón de una camarilla?

2. Ese tipo de declamaciones —dicen— debía haberlas compuesto antaño, cuando le sonreían las flores de la juventud y la infancia, y florecían en él los brotes primaverales de la vida libre del mundo; cuando era hermoso para él dejarse llevar por las ensordecedoras aclamaciones, en aquella época en que pudo ser fascinado incluso por las apariencias de una voluptuosidad engañosa. Pero ahora ¿por qué recita en público un hombre, a quien ni conviene ni agrada la lisonja pública?

3. Recuerden los tales que ahora yo me dispongo a tratar de un asunto propio de mi ministerio: es mi deber expresar lo que siento, en alabanza de un obispo. Aunque restituyo a esa persona algo modesto con alabanzas que vienen a cuento 136 , sin embargo más adelante se las deberé prestar en sumo grado, dado que conviene que invierta en su servicio todo aquello de lo que soy capaz.

Al mismo tiempo he tomado conciencia de que, si hay que rendir cuenta de cualquier palabra ociosa, no hay que rendirla menos de todo silencio culpable 137 ,

4. Pues habría sido el mío un silencio fruto de la desidia si, rodeado de tantas mentes de toda clase social que se alegran, sólo yo, pudiendo componer un discurso, me negara a hacerlo.

Sobre todo porque, siendo oportuno componer himnos en alabanza al cielo, estamos también convencidos de que el Señor, del que ha surgido la humanidad, encuentra complacencia en las alabanzas auténticas en honor de los hombres y que esto lo exige con especial motivo de aquellos a quienes ha concedido el don de la lengua.

¿Qué va a hacer un obispo, que consiguió con sus ruegos que yo me sintiera capaz? Pues está escrito: El Señor me dio una lengua erudita 138 .

5. ¿Cuándo es oportuno pronunciar un discurso? 139 Pienso que ahora es oportuno y que la puerta del corazón se abre a una circunstancia propicia para hablar.

Mas no abriré mi boca en este momento para pronunciar loas poéticas. Lejos de mí la fetidez de esos poemas que, así como no ensalzan la verdad, así tampoco merecen una verdadera alabanza.

Por tanto, inspirad la mente de quien se propone decir cosas que son ciertas. En esta obra, si bien no cantaré más que hechos de menor importancia, dada la insuficiencia de mi ingenio, tampoco me inventaré hazañas por jactancia 140 .

VERSOS

Suprema fue aquella capacidad de los antiguos vates para saber engañar con bellas frases. En eso consistía su gloria: en componer un poema laudatorio de ficción. Entonces, el engaño se adecuaba [5] a su obra, porque guardándose, según la costumbre de los poetas, lo que era indecoroso, se abstuvieron por pudor de decir la verdad y así por doquier la fidelidad despreció a la poesía.

Agradaba un arte que se ajusta al pecado, puesto que un error ilustrado camufló con expresiones floridas cantos en realidad rechazables. La ley enseñó a hablar sin ley, dado que se justifica por el arte todo lo que el derecho prohíbe que se diga: dioses [10] depravados tramaron vínculos morales con un canto engañador.

Cantaron la existencia de Apolo 141 , de las tres ternas de hermanas 142 , de la fuente Castalia y también de las diversas artes de Palas Atenea: de ahí que aludieran al laurel, el trípode, la caldera, la rueda, la lira 143 ; pero se les escapó la sensibilidad por el [15] camino de la verdad y la pura apariencia engañó a sus desorientados sentidos.

Tú, lira mía, desprecia ya el lenguaje de la cítara, que canta con la voz que le prestan las vibraciones del dedo pulgar: ven ahora, más bien Tú, te lo ruego, Espíritu 144 aquel de quien reaviva siempre, antes de que acabe el año, todo lo que crea la [20] tierra, produce el mar, da a la luz el aire 145 .

El que hace correr las aguas, da cuerpo sólido a los campos, con una orden remueve las piedras; Aquel a quien temió el Cáucaso, terrible por sus acantilados 146 ; el que doblega los corazones impetuosos de sus siervos con sus íntimas inspiraciones; el que todo lo ve y ante quien toda la creación tiembla 147 .

[25] Fuente, camino, diestra, piedra, ternero, león, estrella de la mañana, cordero 148 , puerta, esperanza, virtud, palabra, sabiduría, sacerdote 149 , hostia, brote, pastor, monte, red, paloma 150 , llama, gigante, águila, esposo, paciencia, gusano 151 . Hijo excelso, Señor Dios, Cristo en todo 152 .

[30] Ahora ruego que asista a mis palabras Aquel que, cuando se introdujo en el pecho del antiguo profeta 153 , en tiempos del rey faraón, ayudó a que su enviado hablara con voz agradable. Pienso que en aquella ocasión él mismo se asombró, bien consciente de que era su boca y el habitual sonido de su voz la que llenaba los oídos del soberano con Su autoridad, timbre, sonido, [35] sentido, honradez, modestia.

Tú, y sólo tú, ¡oh Santo!, ilumina a tu siervo: concédele saber dar las gracias, como un gustoso deber 154 . He aquí que todos abrazamos el día santo en que se extiende sobre la tierra una luz celestial y las almas se animan con rayos propicios, un día en que se [40] alegra el mundo, si bien no se trata de una fiesta mundana.

¿Ves cómo éste, en señal de reverencia, inclina su rostro atónito en obsequio del pontífice? La fiesta natalicia siente el transcurso de los años y no los menosprecia triste, como a alumnos echados a perder. Este día ha sido para todos motivo de vida, para todos causa de salvación, porque ha roto las cadenas [45] de la antigua culpa.

En él, Cristo ha concedido a las tierras de la Ausonia 155 honra y protección; un hombre que con mente ecuánime gobierne a los pueblos y conduzca a las gentes con su piedad. El rey del Olimpo, que se lo había prometido, preparó un gobernante de una honradez de tal calibre que sólo el mismo Dios desde su [50] solio resplandeciente le da su poder.

Se encuentra cercano al cielo, su mente conoce lo que es y siempre será justo. Le dan la aprobación sus justas decisiones; le eligen, bajo la mirada del mundo, los votos del pueblo. Confieso que recibió un gran número de sufragios para que se sentara al frente 156 de una sede que no ha comprado.

[55] Una multitud libre se dio a sí misma a tí como señor perpetuo, considerándose digna de alabanza por su obediencia. ¡Oh, cuánto entusiasmo por doquier! En medio de un gozoso tumulto del mundo que aplaudía, todos tenían los mismos sentimientos 157 , la voz de toda la turba era una sola.

[60] Se afanaban por superarse unos a otros con sus votos, como si se tratara de defenderlo contra un cruel enemigo: el pueblo vence con su propia sangre siempre que es necesario proteger de peligros aquello a lo que ha prometido fidelidad.

De ese modo la tigresa del Nifates cáspico 158 , que gira en [65] torno a sus crías o forma a sus cachorros en el arte de la caza, se enfurece ante los extraños, muerde sus miembros vitales 159 con intenciones crueles y busca la muerte de los hombres con su boca cruenta 160 .

El uno se admiraba de haber encontrado en él, en sus años tiernos, la edad de los ancianos; otro se enorgullecía de la antigua prosapia de sus padres y un tercero, cuya mentalidad se [70] contenta poco con los méritos de la sangre, se acuerda de narrar los mil síntomas de las virtudes de este varón.

¡Con cuánta gloria perviven entonces sus méritos, cuántas veces son superados y la gloria de sus costumbres engendra para los vencidos un triunfo que será famoso para los siglos venideros!

Él, en medio de estas alabanzas, eleva hasta el cielo su pureza, [75] que brilla con más esplendor en un cuerpo hermoso, y su figura sonriente, en medio de un casto resplandor. El aspecto, que para muchos con frecuencia es motivo de peligro, a él le aportó con toda certeza una brillante aureola: es suficientemente hermoso el hecho de que se mantuvo casto. Todo esto no se da, sino en la cúspide máxima del Olimpo.

Así, cuando las ventajas de la belleza se dan o se acumulan [80] en las almas santas, entonces, los hombres se afanan por vencer en la lucha, y la fuerza del alma difunde a su alrededor dignidad o bienes por la tierra y vive para sí, mientras muere para aquélla 161 .

Como el pueblo relatara todo esto por multitud de bocas 162 , [85] cristalizó una sola opinión en toda la muchedumbre. La turba de los sacerdotes y la asamblea que será venerada por los siglos 163 lo eligió, lo quiso, lo mereció, lo aceptó, lo amó.

He aquí que me había pasado por alto otro suceso nunca dicho y admirable para todos, que asombra a todo aquel que, sea donde sea, lo escucha.

Apenas era un niño, cuando se traspasan los dinteles de la [90] luz con pasos trémulos; cuando a los que han sido apartados del pecho de la madre 164 se les traslada, desde la tierna saciedad, a un jugo lo más agradable posible; cuando la astuta matrona introduce con dureza en los labios que lo buscan un sabor más o [95] menos semejante, de modo que el recién nacido no sepa reconocer a la madre por el gusto 165 y, en consecuencia, negándosele la leche con un fraude simpático, mama engañado un veneno con labios desconcertados.

Ésa era la edad de éste, cuando ocurrió el milagro. Cuentan en efecto que de su cuna surgieron unos rayos de luz extraordinaria, [100] porque en él reverberaba tanto esplendor cuanto pudo desprender el aire en su honor, cuando habiendo recibido orden de ponerse al servicio de un hombre eleva de repente sus miembros mortales haciendo avanzar con rapidez el fuego del Olimpo, mientras sus piernas que acaban en cuernos imitan el paso de los caballos 166 .

[105] No de otro modo en esa ocasión esta llama de buen augurio, moviéndose alrededor del niño, lo rodea, ilumina, venera, contempla, acaricia.

Entonces su atónito padre con ojos mirando al cielo, dice: «Suprema divinidad, guardián de la santidad, que desde la cumbre [110] del cielo haces favorables los augurios, que contemplas con luz propicia a esta criatura desde los primeros años, en los que aún se arrastra; Padre santo, te consagro a quien todavía el mundo vicioso no ha enredado en culpas terrenas con las trampas de su arte. Ojalá no lo hagan nunca: que sea, Dios supremo, una ofrenda agradable para Ti». Dice esto y derrama lágrimas provocadas por la alegría.

[115] A continuación buscó diligente a Crispino 167 , aquel cuyas alabanzas no es posible cantar, aunque surgiera de nuevo del Averno 168 , aquel que fue capaz de poner en movimiento hacia su lira las rígidas selvas del Apenino, cuando los ríos habían parado su curso 169 .

Éste fue milagrosamente Elías 170 : pues ¿quién otro habría dejado [120] en la tierra a este Eliseo con el duplicado regalo de su capa? Le alimentó con la leche de la piedad, que Pablo, cuya diestra está llena de alimentos evangélicos, extrajo de su pecho.

Yo te saludo, santo Padre, os saludo por siempre 171 , veneradas cenizas de Crispino 172 , en cuya gloria redunda lo que en [125] Epifanio contemplamos digno de la verdad de Cristo. Tú, heredero, posees el patrimonio que te ha sido transmitido felizmente.

Éste enseña una hacienda no pequeña, que ha triplicado al añadirle sus talentos: da fe de ello el pueblo que ha sido rescatado de las regiones del mundo occidental, que la Galia había capturado y ha devuelto al pedirlo él 173 .

Al verte aprendieron a ablandarse corazones feroces; tú, [130] Sumo pontífice, venciste con tus ruegos al rey armado. Así una lengua combativa doblega con su látigo las espadas, así el acero de las palabras asalta el acero del fuerte.

Y si es verdad que, quienes enlazan los sucesos importantes [135] con los menudos, cuentan historias dignas de ser recordadas, es así como el siervo en sus campos cultivados espera a su señor cuando, tras haberlos mullido bien con el diente de la curva azada, traza líneas en las tierras y hiende la faz del suelo con el arado, de manera que la cosecha rebose escurriéndose por su boca llena 174 .

Introduce plantas exóticas en un suelo que no está acostumbrado [140] a ellas, une un árbol extranjero a especies afines, se rompen cadenas genéticas, corta con la hoz la sumergida verbena, poda un árbol con un ligero corte. Una nobleza que no es suya surge de una pequeña semilla, el pequeño [145] surco se enriquece con un don que le es desconocido, mientras injerta los brotes bien regados con un nuevo árbol ya crecido.

El campo embellecido se pinta a la vez con rosas de Pesto 175 y se reviste de púrpura agreste. Los lirios resplandecen sobre un fondo de cal inmaculada y a ellos añade violetas 176 , tréboles, colocasias, caltas, el cinamomo, el tomillo, narcisos, bálsamos, nardos. Y entonces, como un ave fénix resucitada, siembra las simientes que producen brotes.

El señor, a su vuelta, manda a un siervo tal que se siente, y él mismo se levanta y le da de comer con sus propias manos 177 .

Que del mismo modo a tí, cultivador de las almas, a la vuelta [155] de treinta años, te produzcan rosas los campos y que esta tierra, protegida por un pastor, no languidezca puesta a prueba por fríos de cualquier tipo que sean 178 ; una tierra a la que un maestro tal envuelve en una primavera perenne con la fragante hierba de sus virtudes.

Se secan tus arbustos cada vez que se ven privados del rocío, pero cuando los riegas con tus lágrimas, y con ellas acumulas montones de abono inmundo, entonces resurge en ramos [160] exuberantes, entonces prevalece la savia fecunda que hace renacer para gloria de Dios.

Acoge ahora propicio, luminaria dorada de nuestra vida, a aquel a quien proporciona alegría dedicarte este modesto poema. Cuando Dios haya hecho realidad mis votos, de acuerdo con el orden sagrado que te ha conferido 179 , y brille [165] la dócil palma de aquel a quien ha implantado Su diestra, te devolveré aún con más fuerza lo que se te debe dentro de cien años.

He aquí, padre, que he dejado esculpido en tu honor, al amparo de un derecho retorcido, un poema, sea cual sea, que ha modulado con diversa suerte, de acuerdo con rígidas medidas, una ley próxima a un castigo, al no permitir en ningún momento cambiar una sílaba errónea 180 .

He dicho.

I 10 (341) 181 . HIMNO VESPERTINO 182

Resumen. Las dos primeras estrofas evocan la noche, dedicada al descanso, y el sueño, imagen de la muerte. A partir de la tercera, el poeta se dirige a Cristo, como luz que ilumina las tinieblas, como vigilante que nos libera del pecado, sobre todo el de la carne, provocado por el demonio durante la noche.

Traducción

La tierra acoge ya la noche envuelta en una capa negra, para que los cuerpos llenos de vida se recuperen con un dulce reposo. [5] El sepulcro del sueño reaviva una de las más suaves imágenes de la muerte, mientras el alma, fatigada por los esfuerzos del día, se apresta al descanso reparador.

[10] ¡Oh Cristo, luz, vida, verdad! 183 , que las nebulosas horas del sueño, preparadas por las oscuras sombras, no nos arrastren a las tinieblas. Que ninguna culpa nos someta bajo el [15] techo de la noche oscura y que tampoco nos engañen las fantasías de un ardor embriagante, imponiendo a los que son inocentes una penitencia verdadera por un pecado que no es tal.

Tú, custodio vigilantísimo, asístenos con el don del sueño. [19] Que se mantenga alejado el astuto enemigo; que duerma lo que nos hace mal. Aquel que con diente cruel se esfuerza por hacer el mal a quienes están acostados en sus lechos, enfurézcase, [25] encadenados sus miembros, porque no puede golpear a quienes Tú proteges.

Que el alma no perezca, náufraga en la molicie de la carne. Que la castidad, la primera que brilla entre las virtudes, adorne el lecho; que viva en el pecho la fe que resplandece con luz indefectible. [31]

I 11 (342). HIMNO PARA UN TIEMPO DE TRISTEZA

Resumen. Todo el himno está construido sobre el contraste entre la luz y las tinieblas, la culpa que tienta y la acción divina que salva. Cristo es paz y puerto de atribulados y náufragos: el ejemplo de Jonás ocupa la mayor parte del texto (9-23).

Traducción

Dios, alegría perenne; Cristo, paz del corazón inquieto y puerto de náufragos, a quien ni la tempestad puede desterrar del [5] alma, aunque revuelva la profundidad del mar con rápidos torbellinos; que sacas a flote todo lo que está sumergido en el mar y los seres abrumados por sus pesos; que fuiste guía del profeta [9] náufrago, manteniéndole en vida después de servir de comida al monstruo, mientras el mar en calma no sabe lo que tiene y luego, como salvador 184 , vomitas al alimento sano y salvo de la garganta de la fiera 185 .

[14] Expulsado de una nave hostil, a salvo de una pésima protección, el profeta, persuadido de que Tú eras Dios, cumplió a partir de ese momento tus órdenes con fortaleza.

Por medio de un sacrificio impuro, arrastró, estando en ayunas, a las negras aguas a uno que vivo sufrió el sepulcro, convertido en comida de una urna viviente 186 .

[22] Descubrió los secretos del cetáceo, como un testigo temible de su intimidad.

[24] Del mismo modo nosotros te rogamos, Dios, rey nuestro, que nos libres del vientre de las preocupaciones, a nosotros que hemos sido triturados como una comida por el llanto. En nuestra médula vive lo que mata, lo más profundo de nuestras entrañas se encuentra perturbado.

[29] En la raíz de nuestra carne domina una pasión que sumerge, quema, provoca: mas, si nos miras benigno, de la tentación surgirá la alegría.

I 12 (343). HIMNO EN HONOR DE SAN CIPRIANO 187

Resumen. Tras ponderar su condición de obispo y mártir, así como sus cualidades, el poeta juega con la antítesis entre vida y muerte. En las estrofas segunda a quinta resalta su elocuencia. En las dos últimas, su actitud pronta ante el martirio, porque le abre la posibilidad de contemplar a Cristo.

Traducción

El corazón, la lengua, los sentimientos, la dignidad de Cipriano, obispo y mártir, se ponen de relieve en su manera de sufrir la muerte 188 : su martirio le proporcionó una sepultura [5] llena de vida 189 . Resplandece la luz que emana del hacha.

Fue brillantísimo en el modo de hablar y dotado de una lengua particularmente rica, como la onda que brota de un torrente; [9] con la agudeza de su palabra superaba el impacto de la punta de un dardo 190 , dotes de su alma venerable que de buen grado devolvió a Cristo.

Ahora 191 desempeña su antiguo oficio: como orador, ruega, [15] obtiene y atenúa los aspectos duros de los juicios, hace dichosos a los que son culpables, pidiendo la absolución de los pecados con su canto 192 .

Ni el fuego, ni la cárcel, ni las cadenas pueden causar daño [20] a quien se adelanta a ellos. Recibida la orden de ofrecer víctimas se rió de las ofrendas miserables 193 ; siendo ya inminente el suplicio, escapó a las tentaciones con la muerte.

[25] Con una breve alocución 194 interpuso una pequeña demora a los golpes del verdugo; tanto más alegre invocó al hacha, tanto más rápido corrió al encuentro de la muerte.

Aquel procónsul Máximo 195 no pudo ser más cruel, habida [30] cuenta que sus amenazas eran obsequios y que no hay ira más dulce para quienes quieren contemplar a Cristo que aquella que no les retrasa.

I 13 (344). HIMNO DE PENTECOSTÉS

Resumen. La composición pone de relieve ante todo el milagro del don de lenguas. Es también un don de Dios, infundido por el Espíritu, el hecho de que se cante el don de lenguas (1-8). El Verbo fortalece a los Apóstoles y supera la barrera de las lenguas, llegando a los corazones de hombres de todas las naciones (9-22). Con los siete dones del Espíritu Santo, la redención se abre a todo el mundo, y éste es un motivo para cantar, dando gracias (23-32).

Traducción

El hecho de que la lengua se ponga al servicio de las lenguas, también es un don del cielo 196 . ¿Quién no cantará las prerrogativas divinas, puestas de manifiesto por sus dones?

Quien todo lo sabe hace que, a través de la lengua, se pronuncien [5] alabanzas dignas de Dios. He aquí que infunde el Espíritu y enseña de nuevo a hablar a las bocas.

Entra en los corazones, desfondados por la antigua oscuridad 197 . [11] En este día, el Verbo, mientras distribuye entre los Apóstoles las palabras, también alcanza los corazones del mundo, dominando sobre las lenguas del mundo.

[15] Elévese un solemne canto de alabanza: un hombre solo domina las lenguas de los pueblos. El tracio, el galo, el indio, son uno solo.

La melodía que emite, como en un juego, la dulce Grecia, las estridencias del murmullo de Canopo 198 que molestan por su [21] atroz barbarie, los ladridos de la lengua parta, todo eso rebosó en el pecho de los forasteros.

Sin quererlo el mundo, por todos esos caminos se corre hacia [25] la salvación del mundo. ¡Cuánto 199 se deja sentir ahora, mientras adorna a la corona de los apóstoles con el don septiforme 200 , la redención divina de la gracia pascual!

Al que es ya rico se le añaden riquezas, que van en aumento [31] de su plenitud. Cantad ahora con la mente, con la voz: nuestra alma se lo debe a Dios.

I 14 (345). HIMNO EN HONOR DE SAN ESTEBAN 201

Resumen. Tras un breve comentario al significado del nombre del santo, corona, el himno desarrolla la idea de la muerte que da vida, es decir, que abre las puertas de la eternidad en el cielo. Recuerda que Esteban fue el primer mártir y describe algunas escenas de su martirio, para acabar con esta fuerte antítesis: a medida que la ejecución avanzaba, mientras crecía la figura del mártir, los verdugos se empequeñecían.

Traducción

¿Quién más poderoso que Esteban? Significa corona, es mártir. Como el premio, tal el hombre: su nombre es fruto de la prueba.

Que esta breve loa sea larga; así son evocados los grandes 202 . [5] Esbirro de la muerte, mira que, al dar la vida a partir de la muerte, eso mismo que quita la vida da acceso a la salvación.

Dichoso aquel que, bajo estos golpes, con la muerte se hace [10] eterno. Con su sangre prepara la luz; con sus exequias, el cielo para que así el triunfo no sea del enemigo 203 : es decir, así obtiene la palma del martirio.

[16] Éste fue el primero en entrar por un camino que ningunas plantas de hombre habían hollado. Visitó las moradas del paraíso y, cubierto aún con el vestido de la carne mortal, exclamó: [20] «Veo al Hijo sentado a la derecha del Padre» 204 .

Mientras los impíos arrojaban piedras, y mil instrumentos [25] de muerte, él solo, consciente de los verdaderos bienes, rogaba con toda su fe que la ira del cielo no fuera a perder a quienes, inconscientes, le hacían mal 205 . El ensañamiento no servía de nada, el furor de la plebe ensalzaba al reo. El martirio avanzaba según lo que era de prever: los verdugos gemían ante el suplicio, al irse engrandeciendo aquel que había sido lapidado.

I 15 (346). HIMNO EN HONOR DE SAN AMBROSIO 206

Resumen. La vida del santo, su virtud, constituye su riqueza (1-4). Ambrosio ha sido valiente, ha dominado la carne, ha vivido para Dios (5-11). Reafirmó la fe, honró a los mártires, fue temido por los enemigos de la Iglesia (12-19). Sigue dirigiendo la diócesis desde la tumba (20-23). Petición de que ruegue por sus sucesores, a fin de que Cristo les ilumine (24-32).

Traducción

Nombre, fama, y sobre todo su conducta elevan hasta el cielo a Ambrosio 207 . Éste nada debe a la elocuencia, toda su riqueza está en su vida.

El valiente, protegido por su escudo, no desea que nadie le [5] ayude. Hecho de carne, no hizo nada carnal 208 ; el alma es reina del cuerpo, ha derrotado cualquier tipo de lascivia.

Así vivió él: no para sí mismo, sino todo para Dios, su Creador. [10] A partir de ahí, sumado a los Apóstoles, reintrodujo la fe que había sido expulsada 209 , cantó los triunfos de los mártires con el rejuvenecido laurel de su palabra.

[16] Él con su boca arrancó la presa de las fauces de la cruel serpiente. Fue uno que combatió las batallas de Cristo. Fue temido por sus amias 210 .

[20] Aunque sepultado, vive y ayuda, empuñando el timón de la Iglesia. Justina desperdició su peligroso veneno, esa dificultad fue un trofeo para el obispo 211

[25] ¡Oh luminaria!, acuérdate de tu sede; ¡oh santo!, adorna a tus sucesores, que confían en tan noble patrón, a fin de que el General del supremo cielo, que es Pastor de los obispos, que aleja todo lo que puede desorientar, que guía el rebaño de los príncipes y es Maestro de los que enseñan, no los rechace, envuelto en la nube de su poder 212 .

[29] Él, que es Pastor de los pontífices, que quita de en medio todo aquello que mancha, gobierna el rebaño de los príncipes y es Maestro de maestros.

I 16 (347). HIMNO DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR

Resumen. Resalta cómo la muerte, consecuencia del pecado, ha sucumbido ante la muerte de Cristo, que produce alegría (1-9). Con una serie de metáforas tomadas del reino animal —serpiente, león— se ensalza el triunfo de Cristo sobre la muerte (10-16). Cristo es presentado también como la primicia de la humanidad que vence al pecado (17-24). Es el Verbo encarnado para redimir a los que eran suyos, el pastor que rescata a la oveja perdida (25-29). Se describe finalmente la entrada triunfal de la humanidad de Cristo en los cielos (30-32).

Traducción

Cristo ha ascendido ya al cielo, antes mató a la muerte, sepultado la expulsó del sepulcro, la muerte cayó abatida bajo el impulso de la muerte 213 .

¡Oh siglos!, cantad este acontecimiento: la muerte sometió [5] al infierno, el ajusticiado venció a la muerte; ésta llora abatida por aquello de lo que había esperado alegría 214 .

Aquella que nunca se sacia ha sido devorada y la depredadora [10] de todos los seres se ha convertido en presa. Ya es conducida, apresada en una red; la cadena yace encadenada, la serpiente ha expulsado el veneno 215 , el manso ha pisoteado la [15] soberbia, el cordero saca las entrañas al león 216 .

Poder mayor aún es, Cristo, el hecho de que asumes nuestras [20] debilidades y, escondido bajo un hábito de siervo, nos conduces hasta el triunfo, como si desde las sedes celestiales infundieras terror a los culpables.

[25] Dios se manifiesta por doquier, ningún obstáculo lo aparta; mas, para poner en pie a los caídos, se ha dignado ser lo que somos: Él mismo redimió lo que era suyo por derecho. Recondujo a la oveja perdida a la custodia del pastor.

¡Oh ángeles, levantad las puertas 217 ! Entra el juez terrible, más grande aún por los trofeos arrancados a sus enemigos.

I 17 (348). HIMNO EN HONOR DE SANTA EUFEMIA 218

Resumen. Comienza el himno con una pregunta retórica, para resaltar más la fortaleza de esta mujer ante el martirio (1-8) Sentencia conclusiva (9-10), seguida de la constatación de los hechos (11-12). Interpelación al verdugo, que abre la segunda parte: una enumeración de algunos de los tormentos a que fue sometida la santa (13-32): un horno de fuego, azotes, fieras, halagos.

Traducción

¿Qué lengua sería capaz, qué pluma podría cantar los triunfos de una virgen tan excelsa? Aprended ahora, varones de corazón blando; asimiladlo, cobardes: esta valiente doncella os da ejemplo, [5] cuando supera a los hombres. La virtud desconoce siempre la blandura 219 y una, que ha concebido una vez a Cristo en su seno, no conoce las exigencias del sexo ni la debilidad de ánimo.

Quienes han guardado a Dios en el fondo de su pecho 220 liberan [9] sus almas de las cadenas físicas.

Soportó atroces tormentos corporales y el amor a la cruz fue en aumento a medida que disminuían sus penalidades.

Si fueras capaz, tú, ¡oh cruel torturador!, de aprender a doblegar a esta mártir, aprenderías a perdonarla.

El que debe seguir la cruz, no tiene excesivo miedo del fuego, [15] el látigo, los verdugos, las ruedas 221 .

Se cuenta que cuando Prisco, más nocivo que una fuente de veneno —así llamaron, en efecto, a quien en una época miserabie [20] sentenciaba a muerte a una virgen santa—, mandó que ésta fuera arrojada de cabeza a un horno ardiendo y sus esbirros ardían en deseos de convertir a la mártir en pasto de las llamas, una luz más brillante que el halo del Olimpo impidió la obra de [25] quienes pretendían llevar a cabo esa crueldad 222 .

Ante lo cual empuñan la espada, a la vez que gritan: «Te rogamos que de aquí nos envíes al Tártaro 223 , pues nuestra mano no puede hacer daño a la santa».

[29] Se hincha el hígado de Prisco, ardiendo de bilis. Dispone al punto piedras, fosos, látigos, fieras y el suplicio más peligroso, halagos, a los que la virgen resiste con fortaleza 224 .

I 18 (349). HIMNO EN HONOR DE SAN NAZARIO 225

Resumen. El martirio rompe los límites del tiempo y abre las puertas de la eternidad (1-4). La muerte de Cristo supuso la salvación de todo el género humano, la de Nazario enriqueció la estirpe de su familia (5-8). Sufrió la persecución de un Nerón (Diocleciano) con entereza, dando ejemplo con sus hechos y no sólo con palabras, como todo general valiente (9-22). Dio un fruto granado, despreciando su propia carne, con su muerte en Milán (23-28). Aparición del santo a Ambrosio, quien tras esa revelación encontró sus reliquias y las dio una sepultura digna (29-32).

Traducción

Una muerte santa ayuda a que se prolongue el breve tiempo de una vida, restringida a un estrecho espacio: prepara el confín de la eternidad.

Como fruto de las caídas 226 llegó el resurgir de todo el género [5] humano. Con su buena muerte Nazario añadió nuevo lustre a su estirpe.

Bajo el imperio de Nerón 227 , sufriendo con entereza diversos [9] males, iluminó la tierra sin doblegar su corazón ante un profundo temor. Al contrario, para mostrar a los mundanos por qué camino se sube al cielo, como un verdadero maestro, dio ejemplo [15] con hechos, no con palabras.

Pues es un capitán aguerrido el que enseña a batallar con su valentía. ¿A qué soldado arrastran las palabras, si el que manda [20] se abstiene de llevarlas a la práctica? Una arenga verbal, que se la lleva el viento, no tiene el peso que presta el ejemplo.

Mas éste, tras haber depositado buenas semillas en fértiles campos, después de que hubo surcado la tierra con el arado, [26] llegó enseguida a Milán, donde renunció a su cuerpo mortal 228 mediante un noble triunfo.

Como sus reliquias no yacían en una sede digna, en un momento dado se lo advierte respetuoso al obispo a fin de que, exhumándolas de nuevo, las presentara al mundo como dignas de veneración 229 .

I 19 (350). HIMNO EN HONOR DE SANTA MARÍA 230

Resumen . El texto entero es un juego de paradojas que gira en torno a la dignidad de María, en quien se encuentran milagrosamente la virginidad y la maternidad. Compara este privilegio con una puerta, a la vez cerrada y abierta (1-5). Está por encima de lo que nosotros podemos comprender (6-9). Por la embajada, que actuó de semen, concibió en verdad al Verbo de Dios, que es a la vez todo Dios y todo hombre (10-19). En nada superior a los hombres y en nada inferior a Dios (20-25). Interpelación a la Virgen, pidiéndole su intercesión omnipotente (26-32).

Traducción

¿Qué podré decir para alabar dignamente a María, virgen y madre? Concédamelo su Hijo, lo adorne, lo lleve a buen término. Que ella misma sugiera lo que exige la puerta cerrada, lo que pide la abierta 231 .

Intelecto mío 232 , ¿qué vas a buscar? ¿van a ser las palabras o [6] el prodigio? La naturaleza perdió cualquier tipo de ley; nuestra salvación consiste en esto, en que somos vencidos.

Mientras estaba sola la Virgen, concibió con el oído 233 un [10] hijo, engendrado ante el estupor del cuerpo, que engordó alimentado por el Espíritu 234 .

Lo que profirió la boca fue el semen 235 , El Verbo entra en [15] los límites de la carne.

Por parte de la madre es todo nuestro y de parte del Padre es Dios, en nada diverso. Un parto único para ambos: para el que engendra y para la que acepta.

Él en nada era superior a los siervos, pero no se hace inferior [20] al Creador. La fuente que cerrada recibe palabras es la fuente que cerrada producirá un cuerpo; no se abrió lo que estaba estrechamente unido y sale a la luz del día una verdadera prole. [25]

Dí, madre y virgen, te lo ruego, ¿es que alguna vez alguien ha cerrado al abrir? Tu vientre adelgaza con el feto, ha nacido el matrimonio de castidad 236 .

[30] Tú, de quien se cree que eres la más digna de encomio 237 , a quien le han sido confiadas todas las gracias, superior a todos, ¡acuérdate de nosotros!

I 20 (351). HIMNO EN HONOR DE SAN MARTÍN 238

Resumen. Condensa los méritos del santo, diciendo que cultivó todas las virtudes: por su lucha contra las pasiones puede ser llamado mártir (1-10). Esta primera parte acaba en una sentencia (11-12). Antes de recibir el bautismo ya ardía en un amor a Dios, que se manifestó en hechos al hacerse cristiano (13-16). Narra la escena del pobre con el que compartió su capa (17-23). Alude a su vida consagrada a Dios, su lucha con los demonios, sus milagros (24-27); sus padecimientos, equivalentes al martirio, su llamada al episcopado, que desempeñó con fidelidad (28-32).

Traducción

Cuando hablo de las hazañas de Martín, no paso por alto nada que sea digno de alabanza: él solo presenta, compactas, virtudes que se encuentran divididas entre todos 239 .

Es mártir por sus grandes sufrimientos, al haber vencido la [5] carne con el espíritu, pues pisotear las luchas íntimas, está cercano al triunfo.

[10] Cuando desfallecen las fuerzas del cuerpo, una realidad permanente, digna de alabanza, se mantiene firme: el que cumple los deseos de la carne, refuerza al enemigo del alma.

Este santo, cuando aún desconocía el ardor de la eterna [15] fuente, ardía ya de fuego divino. Una vez ungido en el espíritu por las aguas del bautismo, se dedicó a Cristo con actos.

Con la misma capa con la que había cubierto al desnudo, resplandecía el rey de los cielos 240 . Con un sucio harapo se logra [20] aquello que hace resplandecer la esfera de los astros.

¡Cuán justo trueque! Un pobre paga con la púrpura 241 y un mendigo regala el reino. Después, al emprender una vida consagrada, [25] se rió de una multitud de demonios, mandó que resurgieran de las cenizas y a su contacto revivieron los muertos.

Soportó de buena gana dolores con los que se tejió una corona. [30] Obligado a asumir el episcopado, en contra de su voluntad revistió un cargo que desempeñó con santa fidelidad.

I 21 (352). HIMNO EN HONOR DE SAN DIONISIO 242

Resumen. Se describe a este santo como a un miembro de la milicia, que por sus sufrimientos mereció convertirse en ciudadano del cielo. Cristo le concedió tantas victorias como batallas (1-4). Sufrió el destierro y este mal le confirmó en la fe (5-11). El tirano le convierte en un confesor, en nada inferior a un mártir (12-17). Describe la pena del destierro como una muerte lenta (18-23). Dionisio se rió de este castigo, a pesar de su dureza, sobre todo la sed (24-28). Oración final (29-32).

Traducción

A Dionisio, Cristo concedió tantas victorias como batallas 243 . Desterrado, se hace conciudadano de los santos, habitante de la ciudad celeste.

El tirano Constancio expulsó un día al obispo de su sede. [5] Éste no cedió ante el perturbador, su fe se acrecentó en los peligros.

¡Proclama esto, tú que profesas la santidad 244 : el sufrimiento [10] te entrega en manos del éxito, con el mal compras lo que anhelas! Continúa tú, torturador convertido en bienhechor, pues esta luz desaparece si tú desistes. ¡Oh, qué venturosa es la adversidad, si triunfan de este modo quienes sufren el exilio!

Este confesor no es en nada inferior a un mártir venerable 245 . [16] Despliegan las alas al encuentro deseado de la muerte aquellos a quienes afecta la muerte del destierro.

Una lenta consunción en nada es menos valiosa: penetra [20] lentamente hasta lo más hondo. El duelo del destierro es muerte en vida, remedio veloz para el tránsito a la otra.

Se rió del furor del príncipe corriendo al destierro, mientras [25] su fe permanecía firme. Inconmovible él, es llevado de acá para allá por el mundo, negándosele la posibilidad de beber, allí donde el sol quema con más fuerza.

[30] De Tí, Dios terrible, recibimos como nuestro lo que Tú nos regalas. Concédenos que te pidamos la santidad que Tú mismo nos das.

Poemas. Epístolas.

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