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INTRODUCCIÓN

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En mi vida pública dominan dos grandes pasiones: democracia con justicia social en España y en Europa. En mi vida privada comparto con mi esposa, la pintora Sofía Gandarias, estas pasiones, enriquecidas por la dimensión cultural. Unas ideas-fuerza que me siguen motivando hoy en día, en un momento en que la crisis pone en cuestión lo realizado y una oleada de pesimismo enturbia el futuro.

Curiosamente, esos principios fundamentales que han guiado mi vida no me los enseñaron ni en la escuela ni en la universidad. Bajo la dictadura franquista, democracia era un concepto propio de la Europa decadente, por no hablar de la conspiración judeomasónica y comunista. En aquel orden tradicional restaurado con la única ortodoxia religiosa, los derechos humanos eran subversivos, especialmente el derecho a votar y revocar a los gobernantes. ¿Cómo podía ser igual el voto de un pastor que el de un catedrático?

Conseguir que España fuera una democracia parlamentaria y una sociedad más justa fueron norte y guía de mi acción desde que empecé a tener uso de razón político al final del bachiller y opté por militar en el campo socialdemócrata.

En el caminar de mi vida he trabajado en cosas distintas, tanto en el ámbito profesional como en el servicio público, pero esas convicciones me han motivado siempre. Sucesivas reencarnaciones me han enriquecido con diversas experiencias y enseñanzas. Profesor universitario, abogado defensor de derechos humanos, diputado constituyente, portavoz parlamentario, ministro del Gobierno de España y en mi etapa europea como parlamentario durante casi un cuarto de siglo, con responsabilidad presidencial en el momento histórico de la caída del Muro de Berlín, el final de la guerra fría y el tránsito a la Unión Europea. Ahora, de nuevo en la universidad y el sector social, non profit.

A lo largo de este itinerario, he procurado contribuir y aprender, ligero de equipaje, con una actitud parecida a la del romero que se para ante unos albañiles y les pregunta: «¿Qué estáis construyendo?»; uno contesta que un muro, el otro una catedral, el edificio europeo más emblemático. El romero se incorpora a la tarea. He trabajado como albañil y arquitecto político y social. Me gustaría que tuviera razón Paca Sauquillo cuando me define como «un hombre del Renacimiento». No cabe mayor cumplido.

La revisión y la crítica son parte del ciclo vital, pero tras un siglo en el que Europa se suicidó repetidamente, hay que tener siempre presente algunas ideas fundamentales. Una, que la construcción de la UE supone para los europeos «el único proyecto a medida de nuestro mundo y nuestra época», por decirlo con Pierre Uri, mano derecha de Jean Monnet, profesor perseguido por judío por la Francia de Vichy y redactor del Tratado de Roma junto con Hans von der Groeben, primero funcionario del Reich alemán y después comisario europeo.

Un proceso de construcción de la UE como democracia supranacional que nos interesa no solo a los europeos sino a toda la humanidad. Por si se nos había olvidado, Luiz Inácio Lula da Silva nos lo ha recordado: «El mundo no tiene derecho a permitir que la Unión Europea acabe, porque lo que hicieron los europeos tras acabar la Segunda Guerra Mundial forma parte del patrimonio democrático de la humanidad». A los que se incorporan ahora a la tarea, conviene recordarles que, para poder escribir su página en blanco, deben merecer lo que han heredado para superarlo.

Federico Fellini decía que una película es una serie de visiones de la realidad compuesta como una sucesión de cuadros en movimiento. Otrora, las narraciones las hacía el pueblo en aleluyas y los artistas en retablos. Espero que este no sea otro retablo de las maravillas aunque, al tratarse de memorias, es innegable que la realidad se revive, recompone y reestructura. Ahora se habla mucho de lo virtual como novedad. Empero, la vida es virtual desde siempre; en ella se mezclan continuamente sueños, recuerdos, aspiraciones y olvidos. Basta con cerrar los ojos para viajar por la imaginación y recrearla. Sería espantoso disponer de toda la vida de una persona filmada y grabada al segundo. Afortunadamente, las memorias se escriben en la distancia. «Existir es cambiar, cambiar es madurar, madurar es seguir creándose a uno mismo sin fin», dijo Henri Bergson. Por ello, los acontecimientos históricos cambian con el tiempo de importancia, porque la historia es producto de una relación entre el tiempo en que los hechos acontecen y el tiempo en que se relatan.

Espero que el lector encuentre en mi relato algunos elementos que sean de su interés y provecho; algo más que una autobiografía autoelogiosa o un anecdotario con el autor como centro del universo. He tratado más de la sociedad en su conjunto que de elaborar una lista de nombres destacados en negrita. Hay muchas personas no mencionadas a las que guardo gratitud y reconocimiento, como también hay algunas que me agradecerán que las silencie. Mi narrativa se inspira más en la construcción de una película que en un álbum de fotos de familia. En un «viaje inacabado», por tomar prestado el bello título de la autobiografía de mi amigo y maestro Yehudi Menuhin.

Más Europa, !unida!

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