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ОглавлениеPastorita Huaracina: la cantora de los Andes
ADEMIR ESPÍRITU
Cortesía de la artista.
Mi anhelo es que este Perú cambie, sea grande,
pero con justicia social, con igualdad de derechos,
con educación, con trabajo, con libertad.
Esa es mi ambición más grande.
Pastorita Huaracina
Pastorita Huaracina es una de las figuras artísticas musicales más importantes del Perú. Desde la mitad del siglo XX, fue la gestora, pionera y difusora de la música de los Andes, el huayno, en cada ciudad peruana y en el mundo. El sentimiento de peruanidad presente en su arte integró a todo un país, a toda una generación de mestizos e indígenas que se asentaban en la desértica Lima buscando un mejor futuro. Fue también la voz de las y los que no tenían voz, de los migrantes andinos marginados. Fue defensora militante de las costumbres y tradiciones populares, la precursora y abanderada de muchas luchas sociales para defender y reivindicar a las mujeres pobres, los trabajadores y los estudiantes. Como artista y ciudadana, luchó contra la discriminación étnica y de género, el deterioro del medio ambiente y el consuetudinario olvido de los gobiernos en turno de los pueblos del Perú profundo.
Lima, 24 de mayo de 2017. Don Ricardo Amancio (92), ancashino de nacimiento, sacó su mandolina italiana de 1900 que guardaba con mucho celo en su ropero apolillado. La miró. La mimó. La acicaló. Acomodó con delicadeza entre sus brazos el centenario instrumento como si fuera un recién nacido. Se sentó en una esquina de su cama. Suspiró como suspiran los hombres viejos al recordar la intensidad de la vida que pasaron. Y a las cuatro en punto de la tarde, de su vieja bandurria salieron los acordes de “Río Santa”, aquel hermoso huayno peruano que hiciera famoso en la década de 1960 la celebrada cantante andina María Alvarado Trujillo, la Pastorita Huaracina. Dieciséis años antes, el 24 de mayo de 2001, la “Reina y Señora del Canto Andino” partió hacia la eternidad, y sus leales seguidores la recuerdan, la celebran con sacra devoción y respeto en todo el Perú, como el viejo minero don Ricardo, que en ese 2017 también le cantó por última vez.
Pastorita Huaracina nació el santo viernes del 19 de diciembre de 1930 en el distrito campestre de Malvas, conocido también como “El Balcón del Pacífico” por estar asentado al filo de un cerro a 3,172 metros sobre el nivel del mar (246 kilómetros lo separan de Lima). Fue en esa bendita tierra serrana del departamento norteño de Áncash, de blancas casitas de adobe, techos de tejas rojas, balcones rústicos de eucalipto y pobladores sencillamente amables y buenos (como su cielo azulado y sus agrestes cerros vestidos de abundante y alborozada vegetación), que por primera vez se escuchó cantar en quechua, su idioma materno, a la pastorcita de rebaños. “De niña fui pastora de verdad”, le dijo la Pastorita Huaracina al periodista y escritor César Pérez Arauco, tal como se consigna en el número seis de El Pueblo, la revista cultural independiente:
Pertenecí a un hogar muy humilde. A corta edad, pastoreaba mis rebaños en “Rahuey Pampa”, que está en la parte más alta de mi pueblo, y desde allí lo miraba y le cantaba con mucho sentimiento. Las personas que me escuchaban, decían: “es chicche que está cantando”.
Chicche es una pequeña ave de trinar agudo que se mueve en enormes bandadas durante el día, irradiando bellos destellos de sonido que reverberan en los verdes parajes de la sierra ancashina.
Desde muy pequeña mostraba su afinidad y amor por el canto. Relató que en las actuaciones de la escuela de su pueblo era infaltable oírla cantar. Todos esperaban ver la actuación de la pequeña niña prodigio. Y solfeaba en quechua —que también era su lengua materna— las canciones de oídas que había aprendido en casa, en el pueblo. Su papá, don Hipólito Alvarado Gómez, era el director de la Banda de Músicos de Malvas.
Cuentan los biógrafos de Pastorita Huaracina que su mamá, doña Micaela Corsino Trujillo, tenía una melodiosa voz que sacaba a relucir durante las reuniones familiares y eventos del pueblo malvasino. El arte musical era parte cotidiana de esta familia de campesinos humildes que se ganaban la vida a través de la agricultura.
Su maestra de escuela fue quien le enseñó a hablar y escribir en español. Ella era bilingüe y veía en la pequeña María Alvarado Trujillo ese afán, esa fuerza, ese ímpetu de los que están predestinados a escribir su nombre en la historia.
Mi profesora, que hablaba español y quechua, enseñaba en lengua materna porque todo el alumnado hablaba quechua. Pero yo quería aprender español, por eso al atardecer partía un poco de queso que mi mamá guardaba con mucho celo e iba a la casa de mi maestra y le invitaba.
Así habló la Pastorita Huaracina con su entrevistador. Su maestra le decía: “Tú vas a llegar muy lejos”. Desde pequeña, descubrió la magia de su canto. Cuentan que el dueño de la tienda de abarrotes de Malvas era su admirador. “Chicche, canta, por favor”, cuentan que le rogaba. El mostrador del negocio era el escenario improvisado donde derrochaba alegres huaynitos para su público ocasional, que celebraba sus prodigios y agradecía con halagadores aplausos.
Del agradecido tendero recibía como pago ricos dulces, juguetes y muñecas que cargaba en su pequeña alforja. Luego corría a la escuela y compartía con sus amigos y amigas el fruto de su talento. Este rasgo solidario y desprendido para con los que menos tienen sería una cualidad que la acompañaría toda su vida. Por supuesto que los niños y niñas la recibían con vítores, saltos y aplausos de alegría pura. Quizá allí aprendió a cultivar el cariño popular del que fue objeto en todo el Perú, y en todos los países a los que llevó su arte.
La Pastorita nació en un modesto hogar, como los miles de hogares modestos de la sierra peruana. Fue la última niña de doce hermanos. Se relata que daba rienda suelta a su tierna imaginación vistiendo con pañuelitos de algodón bordados de flores, los dulces y deliciosos panes andinos con forma de bebé que su madre, doña Micaela, horneaba en fuego de leña. Pero al poco tiempo, la ilusión infantil se desvanecía como un sueño inconcluso. Su juguete ocasional, la “tantawawa”, era el alimento del día. Y la “Chicche” María la comía con el respeto de quien recibe una hostia por primera vez.
La década de 1920 significó para el Perú el inicio del fenómeno migratorio de los pobladores de las zonas andinas hacia las ciudades costeras. Pero la gran oleada migratoria se desató en los estertores de la década de 1930 e inicios de 1940. Eran los abandonados por un Estado centralista: los hablantes de quechua, discriminados y segregados por una élite urbana racista, aquellos explotados y vejados por generaciones de terratenientes y gamonales. Eran los indios, los “cholos”, como los llamaban de manera despectiva.
En su peregrinaje de la sierra a la costa, el destino principal elegido por la masa migrante andina fue la capital peruana: Lima. En décadas siguientes, iba dejando de ser la colonial Ciudad de los Reyes para decantar en la Lima de Todas las Sangres, como lo perennizara el celebrado escritor peruano José María Arguedas en alusión a la diversidad étnica, regional y cultural de la nueva sociedad provinciana que hoy compone esta megalópolis de casi once millones de personas. “Mi madre llegó a Lima a la edad de ocho años”, relata Luz Elena Romero Alvarado, la hija de Pastorita Huaracina. Era 1938. Había quedado huérfana de madre y don Hipólito Alvarado Gómez era un padre extremadamente severo para la pequeña María. La única opción para sobrevivir era dejar su florido pueblo de Malvas.
Fue Claudia Castro, su hermanastra mayor por parte de mamá, quien le brindó un hogar en la capital peruana. Ella la llevaba todos los lunes al Cine Francisco Pizarro a ver los espectáculos folclóricos de la Compañía Ollanta. Según Luz Elena Romero, al fallecer la hermana, la pequeña cantante se vio obligada a trabajar como empleada doméstica. “Tampoco pudo estudiar”, sentencia la hija de la Pastorita Huaracina.
En una semblanza sobre la vida de la cantante, aparecida en la revista Variedades de mayo de 2011, se narra el encuentro que tuvo la pequeña María con la música clásica. Ella trabajaba en la residencia de la familia Loayza. Estaba al servicio de Paulina, la hija menor del hogar limeño. Escuchaba con atención los acordes de emblemáticos temas clásicos en la vieja vitrola que adornaba la sala principal de la casa. Curiosa y ávida de aprendizaje, hacía que Paulina le contara la historia de los músicos de culto. Mucho tiempo después, en 1976, ya consolidada como la reina del folclor peruano, grabó una joya musical con la Orquesta Sinfónica Nacional del Perú que reúne veinte piezas musicales de diversas regiones del país.
Cortesía de la artista.
Empieza la leyenda
El sábado 19 de diciembre de 1942, María Alvarado Trujillo debutó como cantante en el Coliseo Bolívar, que estaba ubicado en la barriada limeña de Cinco Esquinas, lo que hoy se conoce como Tacora. Era un lugar famoso por presentar espectáculos de danza y música popular de la sierra peruana. Era un punto de resistencia cultural. Ella era parte del elenco de la Compañía de Danza y Música Atahualpa, cuyo director era el músico cusqueño Luis Durán. En esa época, el huayno era música marginal. En la Lima criolla de la década de 1940, los ritmos de moda venían de México y Argentina. Muchos provincianos ocultaban su identidad y su música para integrarse a la cultura oficial, y era en los coliseos y festivales populares donde se reencontraban con las expresiones artísticas de sus pueblos.
“Mi vida artística se inició el día de mi cumpleaños en 1942. Primero como bailarina y después como cantante. Mi voz cultivada desde mi infancia en el pastoreo de mis ovejas, sirvió como para difundir nuestra música andina”, relató Pastorita Huaracina a la revista El Pueblo. El pasacalle andino “Perlas del oriente” fue la primera canción que interpretó con pasión, gracia, estilo, arte, dominio escénico y, sobre todo, con una voz privilegiada. Su sonrisa, amplia como un abrazo, alegre, dulce y bonachona como las tantawawas que horneaba su mamá, quedó en la retina de sus fanáticos y fanáticas.
Los aplausos y la alegría de la respetable muchedumbre del Coliseo Bolívar explotaron como fanfarrias en reconocimiento de la “Torcasita Huaracina”, que fue el seudónimo con el que la bautizaron. Las palmas, la ovación y el cariño de su público fueron su compañía permanente desde entonces. “Para mí el alimento más valioso es el aplauso”, afirmó al cumplir cincuenta y siete años de vida artística.
“Tuve el honor de cantar creo que más de doce canciones ese día”, dijo con alegría nostálgica. Hubo que empujarla al escenario: los nervios la abrumaban. Con el buen humor que siempre la caracterizó y orgullosa de sí misma, relató que los organizadores tuvieron que sacarla del entarimado. Otros artistas esperaban su turno, pero el público pedía más y más huaynos de la nueva revelación musical de registro melodioso y timbre agudo, tan característico de las mujeres del ande.
Creo que salí con el pie derecho, bendito sea Dios. Yo no me sabía tantas canciones y tuve que repetir muchas de aquellas épocas que otras artistas interpretaban, como “Deja la rosa en botón”, “Picaflor”, “Adiós, juventud”…, tantos otros temas que ya no estaban dentro de mi repertorio pero como estaba en el ambiente artístico, ya me lo sabía.
Hasta 1944 canta con el seudónimo de Pastorcita Huaracina. Ese año, al ingresar a la Compañía Huayna Cápac, el músico cusqueño Aquiles Asurza la bautiza para la posteridad como la Pastorita Huaracina. Al año siguiente forma su conjunto: Los Andes de Áncash. Posteriormente, integra los grupos musicales Conjunto Ancashino Atusparia, bajo la dirección de don Juan Maguiña Gonzáles; Los Andes del Perú, del músico don Carlos Antonio Romero Manzanedo —con quien estuvo casada durante trece años—; y Melodías del Perú, dirigido por el violinista Eberth Álvarez Salinas. Además, conoció al escritor y antropólogo José María Arguedas en sus presentaciones por los coliseos folclóricos de Lima. Él fue el principal promotor cultural de la música andina en el Perú, y ayudó a los artistas andinos a valorar su música y vestimenta.
Debido al exotismo y estilización de los ritmos andinos ligados al imperio incaico, se estableció en los albores del siglo XX una visión parcial de la música de esa región, producida por y para un sector intelectual de Lima. En cierta medida, se incitaba a equiparar la música andina con el incanato. Por ello, hasta casi la mitad de 1950 muchos de los músicos y danzantes vernaculares andinos aún se vestían como campesinos cusqueños, o lucían indumentaria de la cultura inca en sus presentaciones. Arguedas, y su visión real y profunda de las culturas andinas, ayudó a romper con ese arquetipo. Una de sus discípulas más iconoclastas fue Pastorita Huaracina.
También conocida como la “Reyna de las Chuscadas”, sentía que debía articular su arte con la historia y los símbolos del Perú. Entonces, diseñó una vestimenta con bordados de los símbolos patrios en la pollera. Ella quería, como mujer y artista peruana, mostrarse como un referente de la cultura de su región, pero al mismo tiempo reafirmar su compromiso con el Perú. Arguedas tenía una visión más conservadora y purista de la preservación de las costumbres. El escritor le hizo saber que estaba en desacuerdo con ella. La artista, firme, decidió continuar con su misión integradora. En la portada de su disco Música del Ande, perennizó esa indumentaria bella pero polémica.
Creo que mi destino fue nacer en un hermoso departamento como Áncash, y la dicha más grande de amar al Perú como lo amo, y que Dios me dio esta voz precisamente para ser una humilde mensajera de lo que significa la cultura musical de nuestro país. Mi responsabilidad la estoy cumpliendo hasta el final, los años no cuentan. Lo que cuenta es el entusiasmo y el coraje de demostrar lo que somos los peruanos.
En la fotografía de la portada de su primer álbum, titulado Mi dolor, Pastorita Huaracina deslumbra orgullosamente con su traje artístico, en el que se aprecian las figuras delicadamente bordadas de los catorce incas que gobernaron el Tahuantinsuyo (según la cronología de Garcilaso de la Vega, la dinastía incaica inició en 1043 con Manco Cápac y terminó con Atahualpa en 1533).
En su presentación de diciembre de 1967 en el Teatro Municipal de Lima, para celebrar sus Bodas de Plata, estrenó su vestuario “Los ocho cóndores de Chavín”. Fue uno de sus trajes preferidos para presentaciones en el extranjero. También destaca su pollera de la Puya de Raimondi y la Estela de Chavín, que lució en sus Bodas de Oro. Los artesanos del bordado que elaboraron sus emblemáticas prendas fueron los maestros Aquilino Ramos, Willy Carhuallanqui y Rafael Herrera.
Producción musical
En 1947, gracias al crecimiento de la industria fonográfica peruana, la música popular andina tuvo un auge y una difusión inusitados. La intervención y compromiso del amauta José María Arguedas, desde su cargo como Jefe de la Sección de Folclor del Ministerio de Educación, fue fundamental para su desarrollo. Ese año se comenzó a grabar la música de las compañías folclóricas. De allí en adelante las melodías del ande se hicieron masivas, al mismo ritmo que el crecimiento migratorio en Lima.
En el Perú, recién en 1953 la discografía andina encuentra un espacio de difusión en la radio limeña, que hasta esa fecha sólo emitía música criolla o extranjera. Radio El Sol —y gracias al empeño del productor de espectáculos Luis Pizarro Cerrón, que influyó en los directores de la radio— fue la emisora que a diario y en el horario de las seis de la mañana inició, con el programa Sol de los Andes, la divulgación de la música andina para la gran masa migrante asentada en la capital. El éxito fue rotundo. Este fenómeno contribuyó a la difusión masiva de las creaciones musicales de artistas populares como nuestra Pastorita Huaracina.
“Grabé ‘Cervecita Blanca’ —con el Conjunto Musical Atusparia— y fue como mi segundo debut, fue algo maravilloso porque se regó a nivel nacional a través de las emisoras como Radio El Sol”, recordó Pastorita.
Cervecita blanca huaracina,
eso no se toma sin su dueño,
si es que lo has tomado caro
cuesta veinticinco libras la docena.
De lejos, lejitos ha venido
esta cervecita huaracina,
para curar los males de mi pecho,
más de un remedio he tomado…
Fuga (en quechua): Tsetakush wakakushun, Tsetakush llakikushum, kushikush wararishum (Por esto vamos a llorar, por esto vamos a sufrir, a pesar de los pesares alegres hay que amanecer).
El género musical andino que cultivó Pastorita Huaracina fue el huayno ancashino, también conocido como “chuscada”. Los historiadores explican que fue el mismísimo libertador Simón Bolívar, en 1824, quien en su travesía libertaria por la sierra ancashina bautizó esa tonada alegre y rítmica que se bailaba con ondulante gracia y agitación rítmica de pañuelos.
Las primeras grabaciones de Pastorita Huaracina fueron hechas en discos de acetato de setenta y ocho revoluciones por minuto. Luego impregnó su bella voz y famosos huaynos en discos de vinilo de cuarenta y cinco revoluciones por minuto, en formatos de mini play y LP. “El público escucha por primera vez mi voz. Pienso honestamente ahora que ya tengo cincuenta y siete años de trayectoria: ¿qué encontraron en mi voz para quedar impregnada? Estas canciones, hasta este momento, son como un recuerdo maravilloso y para mí es el regalo más precioso de la vida”, contó nuestra Pastorita en una entrevista en 1999.
Cortesía de la artista.
A los veintiséis años, María Alvarado Trujillo firmó su primer contrato con la disquera Sono Radio. Sentada, orgullosa, feliz y exitosa, miraba la lente de la cámara que eternizó ese momento especial junto al maestro del criollismo y primera guitarra del Perú, don Óscar Avilés, quien en esos años era el director artístico de la disquera. Años antes, la productora Odeón del Perú le había hecho un contrato para la grabación de sus discos. En su representación, quien suscribió el documento fue el director del Conjunto Ancashino Atusparia, Juan Maguiña. En la década de 1960 firmó un contrato con la disquera Virrey.
En su época de oro, llegó a vender en el Perú más discos que los Beatles. Sus producciones eran un éxito de ventas. Era la diva del pueblo andino. Pastorita Huaracina ha registrado su voz de mezzosoprano —según los musicólogos—, aguda y melodiosa, en veintiún LPs y dos Mini Play. “Ya he perdido la cuenta de los cientos de discos de 78 y 45 revoluciones que he grabado”, dice con orgullo la artista, que se daba el lujo de grabar cuatro discos al mes. En 1982, en una entrevista para la revista Coliseo, afirmó haber impreso su melodioso y agudo timbre de voz en cuatrocientos discos.
La artista popularizó e inmortalizó hermosos huaynos que varias generaciones han podido disfrutar desde la era de gigantescos reproductores de discos, conocidos como pick up, hasta hoy en formato digital. Sus canciones superan el millón de visitas en YouTube, y sus fanáticos se decantan en elogios y gratos recuerdos. Sus añejos y populares huaynos —cantados en español y en quechua— siguen vigentes en el alma popular de los peruanos y peruanas. Los reflejan en sus sentimientos, en sus anhelos, en su protesta y búsqueda de un Perú más justo e inclusivo. Los conectan con su historia y también con su cotidianidad.
He aquí un resumen de sus principales canciones: “Así canta Áncash”, “Quisiera quererte”, “Malvacina”, “¡Zorro, zorro”, “Mujer andina”, “Tu boda”, “El paria”, “Río Santa”, “El gorrioncito”, “Basta, corazón, no llores”, ”Callejon de Huaylas”, “El borracho”, “A los filos de un cuchillo”, “Cordillera de los Andes”, “Suspiros al aire”, “En el cielo las estrellas”, “El perfume de una rosa”, “Capitalina”, “Desdén” y un larguísimo etcétera musical. Nótese la belleza poética del quechua en “Zorro, zorro”, de autor desconocido:
Ay, zorro, zorro! / Ay, zorro, zorro
zorro de la puna / zorro de la puna,
qamtawan nuqata / tanto a ti como a mí
nuna chikimantsik. / la gente nos odia.
Qamta chikishunki / A ti te odia
uushanta apaptiyki, / porque robas su oveja,
nuqata chikiman / a mí me odia
wawanta suwaptii. / porque robo a su hija.
Qamshi kutitsinki / Tú devolverás
tullunta millwantin; / su hueso con su lana;
nuqashi kutitsishaq / yo devolveré
wawanta willkantin. / a su hija con su nieta.
[Fuga]
Puediitsu, puediitsu, / No puedo, no puedo,
hapallaa punuyta puediitsu; / dormir solo no puedo;
tumarillaa, tikrarillaa / me volteo para un lado y otro,
mana kaqllamanmi tumarillaa. / volteo donde tú no estás.
Cordillera de los Andes (autor desconocido)
Cordillera de los Andes déjame solo pasar,
He venido por estos valles
sólo porque te quiero
trinitaria, trinitaria, trinitaria de mi amor
atraído por tu hermosura cautivaste mi corazón.
Hay momentos en la vida
una pasión singular
cuál será tu pensamiento
quererme a mí, querer a otra.
Si por pobre me desprecias,
digo que tienes razón;
amor pobre leña verde
arde cuando hay ocasión.
[Fuga]
Qampa makiyki, nuqapa makii / Tu mano y mi mano
musyanakurmi tsaripaanakun, / porque se conocen se agarran,
qampa shimiyki, nuqapa shimiitu / boca y mi boca
musyanakurmi mutsapaanakun. / porque se conocen se besan.
La embajadora del folclor peruano
“Aporto a la cultura de mi país defendiendo la imagen de mi país. Ese es mi mayor orgullo. Mi mayor satisfacción. Ese es el ejemplo de la mujer del campo, la mujer analfabeta, la mujer de un pueblito tan pequeñito al que con las justas ha llegado la carretera”, expresó Pastorita Huaracina, que llevó la música popular peruana a países de Europa y naciones tan antagónicas como Estados Unidos y Corea del Norte.
Cortesía de la artista.
En Miami, en julio de 1982, Pastorita Huaracina pisó el auditorio más importante de la ciudad. En el Festival de Fiestas Patrias, se encontró con un mar de peruanos que la aplaudían y hasta lloraban al escucharla cantar. Las entradas se agotaron el día antes de la presentación. Recibió el premio de cultura latinoamericana del folclor por parte de la Sociedad Araucaria Chilena, afincada en Miami. Deleitó con su arte musical a los peruanos y latinoamericanos residentes en Nueva York, Florida, Chicago y Los Ángeles.
Su hija, Luz Elena Romero Trujillo, cuenta que cuando Pastorita Huaracina llegó a Bolivia, fue recibida en el aeropuerto por danzantes, bandas de música y cantantes bolivianos que la acompañaron como un séquito inca, en carro descubierto, por la avenida principal de La Paz.
En un reportaje de la BBC, se relata cómo fue que Pastorita Huaracina se convirtió en una estrella en Corea del Norte. Llegó a este país por primera vez en abril de 1982, donde cantó en coreano en el Festival de la Amistad. Ese año también visitó los países del entonces bloque socialista: Alemania del Este, Rusia y China. Regresó seis veces más a Corea del Norte, la última en 1998. Siempre fue recibida con flores y presentes en el aeropuerto de Pyongyang. Ella, como retribución por el cariño recibido del pueblo norcoreano y su líder Kim Il-Sung, bautizó como Hipólito Kilminsun Alvarado Trujillo a su único hijo varón.
La comunicadora del pueblo
María Alvarado Trujillo no sólo era una cantante magistral. Tenía también extraordinarias dotes de comunicadora social que sacaba a relucir con impactante versatilidad en los medios de comunicación donde trabajaba. Produjo programas que ensalzaban la identidad y cultura andinas, sus variopintas expresiones musicales, sus costumbres milenarias, la variada gastronomía —hoy orgullo nacional—, los deslumbrantes trajes típicos, la promoción de nuevos valores y el uso del quechua en una sociedad que veía con desdén el mundo andino.
Pero también alzó su contestaría voz para denunciar los abusos y explotación ejercidas en contra de las mujeres andinas pobres y hablantes de quechua, los obreros y los estudiantes. Denunció las empresas mineras que depredaban el medio ambiente, y el abuso e inoperancia de los gobernantes de turno frente a las causas sociales.
En 1968 se inició como locutora de radio en el programa Canta el Perú profundo en Radio Agricultura. De allí dio un salto a la televisión con el programa Alma folclórica en América Televisión, programa que condujo por nueve años. Posteriormente, en 1970, se volvió parte de la principal emisora peruana, Radio Programas del Perú.
En 1979 vuelve con su programa de radio Canta el Perú profundo, pero esta vez por medio de Radio Santa Rosa. Desde allí, continúa con su labor de difusión de la música andina durante siete años. En 1980 asumió la conducción por seis años del programa El Heraldo Musical de los Andes a través de las ondas de la emisora estatal Radio Nacional. En 1996, regresó a Radio Agricultura con su querido programa Canta el Perú profundo. En 1998 y hasta el año de su partida terrenal, volvió a Radio Santa Rosa con este programa, el cual condujo por más de treinta años.
Con voz clara y firme, como si leyera poesía, la Pastorita Huaracina iniciaba su programa cada día: “Muy bien, familia, ya está listo nuestro teatro imaginario, abriendo ya sus hermosísimos telones de siete colores, como la bandera del Tahuantinsuyo, y siempre airosa flameando la roja y blanca”.
Activista
A pesar de la dura vida que llevó en su niñez y juventud, y ya como artista consagrada que recorría a caballo las ciudades y los pueblos del Perú, María Alvarado Trujillo desarrolló un liderazgo excepcional, orientado a cambiar la discriminación, marginación y las dificultades que sufrían los que nunca tuvieron voz. Siempre estuvo del lado correcto de la historia.
En 1959, con el carné número 68, ayudó a fundar el Sindicato Nacional de Artistas Folclóricos. En 1968, se unió a los jóvenes ancashinos en la marcha de sacrificio hacia Lima para pedir al gobierno la creación de la Universidad Nacional de Áncash. Fue una de las primeras mujeres artistas en asumir una posición política a favor de las mujeres andinas pobres. Era rebelde contra el machismo, fuertemente arraigado en la sociedad peruana de la época. Su canción “El borracho” contiene un claro mensaje de igualdad de género. Exigió con firmeza el respeto a los derechos de las trabajadoras del hogar. Con el huayno “María Parado de Bellido”, reivindicó el gran aporte de las mujeres a la lucha por la independencia del Perú. “Vive orgullosa de tu pasado recordando estas palabras: una mujer patriota nunca muere humillada, de mi sangre derramada surgirá la libertad…”, canta la rebelde Pastorita Huaracina.
Defendió la biodiversidad y denunció la contaminación causada por las mineras:
Como las lagunas de Partachocha que poco a poco se van secando,
así lo mismo, ay, mi cholita, tus procederes están cambiando.
Esa laguna la desecaron sedientas bombas del extranjero.
Luz Elena Romero refiere que su famosa madre se enfrentó de manera directa a la dictadura de Alberto Fujimori y a su asesor Vladimiro Montesinos. Denunció sus estropicios. Defendía la democracia sin temor a las represalias del régimen. En 2001, una semana después de un procedimiento quirúrgico, acudió a votar.
Cortesía de la artista.
Mujer del Bicentenario
El 2021, Pastorita Huaracina fue reconocida de manera póstuma por el Estado peruano como la Mujer del Bicentenario, en justo agradecimiento a la obra de una artista comprometida con su país. Recibió una de sus primeras distinciones en 1969, cuando el gobierno de entonces la nombró Embajadora del Folclor Peruano ante el Mundo. En 1986, recibió las Palmas Artísticas con el Grado de Maestra por el Ministerio de Educación. Al año siguiente, el gobierno peruano la declaró Patrimonio Cultural Viviente de la Nación. El grado de Comendadora de la Nación le fue otorgado en 1991 por la Cámara de Senadores y Diputados. El máximo galardón del estado, la Orden del Sol del Perú, le fue concedido en 1999. Ese año le preguntaron cuándo pensaba retirarse. “Cuando me muera”, respondió. Cuando cumplió sus Bodas de Oro artísticas en la plaza de toros de Acho, insinuó su alejamiento ante miles de sus fanáticos. “La gente no me dejó salir hasta que les prometiera que no dejaría el escenario… Si ustedes me siguen aplaudiendo, aunque sea con bastón seguiré [cantando]”, declaró para la revista Kordillera.
En el huayno “No quiero corona”, la Pastorita Huaracina recita para la posteridad:
El día que yo me muera
no quiero penas ni tristezas.
Tampoco quiero coronas.
Quiero que me entierren al compás
de la música nacional.
La diva, la madre, la reina, la embajadora, la cantante mayor del folclor peruano falleció el 24 de mayo de 2001. A petición de ella, su cuerpo fue cremado. Compungidos, entonando sus huaynos, sus miles de seguidores la acompañaron desde el velorio en el convento de Santo Domingo de Lima hasta que sus cenizas se fundieron con el mar peruano en el distrito limeño de Chorrillos; hasta que sus cenizas se abrazaron con la tierra de Malvas, que la vio nacer y cantar como un ave; hasta que las aguas cordilleranas y prístinas del río Santa, en Huaraz, recibieron sus cenizas como si fueran los aplausos eternos que siempre agradeció, apreció y atesoró doña María Dictenia Alvarado Trujillo, Pastorita Huaracina.