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Prólogo

El viaje a nuestra raíz

Susana Baca

Quisiera empezar este diálogo con la sospecha de que hablar de la música, como de todas las artes, es hablar de un sentimiento que es inherente al ser humano. Ese sentimiento no está hecho de una habilidad, no tiene una clasificación, no tiene una nacionalidad; más bien, sólo contiene la necesidad humana de expresarse espontáneamente y dejarle saber al otro que es igual a uno en la alegría y en la tristeza.

Entonces, a contrasentido de la emoción, el racionalismo impuesto para esa manera de expresarse ha determinado modos y costumbres que establecen diferencias y, para estas diferencias, hemos edificado pesadas escuelas, hemos clasificado las discordias estéticas y comportamientos de cada persona, de cada nación, de cada pueblo. Y esa música, nacida como un sentimiento a modo de un abrazo o un beso, se pobló de rostros y decires que se volvieron y nos volvieron diferentes.

La construcción de la música en el Perú no es ajena a esto. La música peruana es una sumatoria de sentimientos, de épocas, de una historia que contiene confrontaciones, pero al mismo tiempo, también de juntas, de resistencias y de adaptaciones. Entonces, para comprenderla tenemos que hablar de cuáles son los acentos propios que caracterizan esta “peruanidad”, aquello que la distingue de las nociones musicales de otros pueblos distintos al nuestro.

Yo opino que el siglo XX ha sido determinante para esto. Antes, en los siglos XVIII y XIX, sólo se reconocía como oficial una manera de apreciar la música: desde la expresión colonial, la expresión de la dominación, la que determinaba una lengua y negaba las otras. Esto ocurre cuando me detengo a leer las partituras de la obra del obispo español Martínez Compañón donde, si bien hay expresiones propias de los lugares descritos, la notación y la acentuación con la que se las escribe no es para compartir un “modo de los otros”, sino para leerlo desde el lugar del dominador o conquistador. Ellos no revelaron un lenguaje musical que nos interpretara a todos, sino que mimetizaron nuestros acentos propios.

Si los peruanos emprendemos un recorrido comparativo de nuestra música oficial, encontraremos que, desde la construcción misma de nuestras raíces (que no es más que las admisiones rítmicas genéricas de la música, donde hallamos que una zamacueca de la costa peruana no es tan diferente a una cueca boliviana, una cueca chilena o una chacarera argentina), muchas de sus formas están compuestas en un tiempo de 6/8, es decir, poseen el acento de la conquista; la música que escapaba a esa concepción fue calificada como “música de rituales”.

Entonces, nuestro encanto o nuestro “sabor”, como lo llama el bello título de este hermosísimo libro, se hará más profundo cuando empecemos a mirarnos desde nuestros propios sentimientos colectivos y desde una versión de la historia que use nuestros gentilicios. Así, sólo así, sentiremos que esta música es nuestra y que sus diferencias son sólo acentuaciones naturales propias de nuestras regiones o periferias, las que se van reconfigurando por la constante movilización social y agregan nuevos acentos que antes no eran considerados. Este proceso y esta forma de ser se dan a través de la comprensión de los artistas que colocaron los hitos y que, a su manera, lograron la aceptación e identificación del público peruano con lo suyo, ayudando a forjar su propia identidad.

El desarrollo de los medios de comunicación, y la rapidez que nos imprimen en el día a día, ha cambiado permanentemente el lento proceso de nuestra evolución musical, que ha tenido personalidades fuertes y valerosas. Sin temor a equivocarme, podría decir que estas travesías sonoras por la tierra de los incas no se agotan en la mera descripción intelectual de géneros o historia, sino que emprenden un viaje de reminiscencia de los intérpretes que forjaron y forjan este sentimiento de pertenencia a un mismo territorio.

La fina selección de artistas y personajes que retrata este libro nos permite identificar de manera emocional los hitos musicales de esta joven memoria compartida que, a través de la pluma de estos escritores, nos muestra a detalle las diferentes historias de la diversidad que nos hace únicos y únicas. Los textos que integran este recorrido por la musicalidad del Perú serán un enérgico antecedente para las nuevas generaciones que sabrán, en su momento, que nuestra historia musical fue y sigue siendo un proceso largo e inconcluso que deberá ser completado por los y las que vendrán a seguir alimentándose de este Sabor peruano, así, con mayúsculas.

Octubre de 2021

Sabor peruano

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