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ОглавлениеTania Libertad, la intérprete que nunca pasa de moda
ZOILA ANTONIO BENITO
Cortesía de la artista.
Tania Libertad de Souza Zúñiga (Zaña, Perú, 1952) es sinónimo de excelencia musical. Más de cincuenta producciones discográficas, más de doce millones de copias vendidas a nivel mundial y su presencia en grandes escenarios, incluyendo el Palacio de Bellas Artes, la Sydney Opera House, el Queen Elizabeth Hall, el Carnegie Hall y el Hollywood Bowl, lo avalan. Hablar de ella es evocar sus raíces peruanas, pero también el inmenso cariño y agradecimiento que le tiene al pueblo mexicano, que la acogió desde hace más de cuarenta años. Es una mujer que sabe aprovechar las oportunidades de la vida. Para la intérprete, no hay imposibles. Ella refleja la cultura latinoamericana a donde quiera que vaya. Tania es, sobre todo, libertad.
Su historia empieza en Zaña, un pueblo ubicado en Chiclayo, Lambayeque, en el norte del Perú. Nació el 24 de octubre, por lo que tiene la misma edad que Daysi de Souza, su vecina. Esto no fue coincidencia. El papá de Tania, Carlos de Souza, es el papá de ambas. Por ser parte de la Guardia Civil, él y su familia fueron llevados a Zaña para castigar su ideología política. “Mi padre era anarquista, ateo, todo con ‘a’. Lo que escribía era revolucionario. Cuando lo descubrían, lo castigaban y lo mandaban a algún pueblo alejado”, asegura Tania. Ella es la séptima de ocho hermanos, y la única mujer.
Al año y medio se levanta el castigo y la familia va hacia la ciudad de Chiclayo. Es allí donde, a muy temprana edad, tiene sus primeros acercamientos con la música y con México. “Mi mamá, Mercedes Zúñiga, dice que al año y medio tarareaba melodías. Pero mi primera presentación fue a los cinco años de edad en la escuela, con micrófono y vestida de bailarina española”, menciona, contenta. Aquella vez, por el Día de la Madre, fue escogida para cantar por ser la única alumna a quien le quedaba el vestido de flamenco.
“Agarré una de las fajas que mi mamá tenía, me puse unos ganchitos y así, bien fajada, llegué al colegio. No podía ni levantar los brazos de lo apretado que me quedaba”, recuerda. Era la primera vez que cantaba para un público. Al ver su talento, su colegio, La Inmaculada, empezó a enviarla a todas las presentaciones sociales en Chiclayo. Ella iba con ese mismo vestido e interpretaba el tema español “Herencia gitana” y el bolero “La historia de un amor”.
A los siete años, comenzó a inscribirse en todos los concursos de talentos junto con un grupo de amigos. Incluso esperaba pacientemente a los pianistas que iban a la estación de Radio Chiclayo para poder ensayar. Ganó su primer concurso, y así pudo realizar su primera gira por las haciendas azucareras de Chiclayo y empezar a ganar su primer sueldo por sus presentaciones. Desde entonces se considera cantante profesional.
Mi cantar es así
Por ser el género musical de moda, los boleros la atraparon y su repertorio de temas empezó a crecer. Aprendió cuatrocientos temas a los siete años. “Mi mamá me hacía aprender un bolero por día. Estaba frente a la radio con un cuaderno y lapicero en mano. Ella, desde su trabajo, llamaba cada diez minutos para pedir la misma canción. Así yo podía escribir la letra que me había asignado. Por eso es que yo sabía tantos”, señala.
Proviene de una familia muy humilde y lo único de valor que ellos tenían en casa era la radio:
Cuando mi papá no estaba y no escuchaba sus discursos de Radio Habana Cuba y Nikita Jrushchov por onda corta, yo me ponía a escuchar la XEW [radio mexicana, ahora W Radio]. Imaginaba que María Victoria [cantante y actriz de la Época de Oro del cine mexicano] estaba dentro de esa radio —comenta entre risas—. Mis papás casi ni se enteraban de cómo iba haciendo mi carrera, porque ellos trabajaban casi todo el día y yo andaba solita. Tuve que ser muy lista desde niña. Como dicen en México, “vivilla desde chiquilla”, porque lidié con siete hermanos hombres. A veces, ellos me querían hacer sentir diferente, pero, con base en mucha picardía e inteligencia, me libré de todas esas actitudes. Les hice sentir que conmigo no contaban para sus discriminaciones.
Asimismo, recuerda claramente que, con la jubilación de su padre, pudieron comprar una televisión para la casa. Ahí veían las películas de la época de oro del cine mexicano, cuya popularidad aumentaba. Don Carlos Zúñiga cobraba entrada a los amigos de Tania, que iban a su casa a ver las producciones donde actuaban Pedro Infante, Jorge Negrete, Miguel Aceves Mejía, entre otros. “En esa época, ¿qué iba a soñar que iba a acabar viviendo en México?”, menciona la peruana. No obstante, las rancheras ya eran parte de su repertorio.
Su carrera profesional seguía en ascenso. A los nueve años grabó su primer sencillo, un disco de cuarenta y cinco revoluciones por minuto llamado “El lustrabotas”; y a los once, en sus visitas esporádicas a Lima, “La contamanina”. Esta última causó una gran impresión, lo que incrementó su popularidad también en la capital. Además de cantar en eventos, también fue co-conductora de un programa de televisión para niños en Chiclayo. Su padre se autonombró su manager.
Soy la voz que se transforma en mujer
A los dieciséis, Tania y su familia se mudan a Lima. Con la experiencia adquirida en la televisión chiclayana, ella pasa a convertirse en la conductora de uno de los programas más importantes de música peruana, llamado Danzas y canciones del Perú. Tras todo lo ya logrado, quería estudiar música y ser directora de orquesta.
Pero su padre la obligó, y a su hermano también, a estudiar ingeniería pesquera. “Tenía que ir a la Universidad Técnica del Callao con ese hermano; si no, no iba. Él me tenía que cuidar. Estuve seis años ahí. No aprendí nada porque mi cabeza estaba en otra parte”, señala. A poco de terminar la carrera, la abandona y también se va de su casa. Ya no podía seguir lidiando con los celos, la violencia y cuidados excesivos de su padre. “Me fui de la casa para que me dejaran ejercer mis derechos. Estaba encerrada y muy cuidada. Tenía veintiún años, ya era adulta”, confiesa. Tras llegar a un acuerdo, logra la tan ansiada autonomía.
Mientras tanto, ella seguía trabajando en el canto, perfeccionando su afinación sin ayuda de nadie y expandiendo sus saberes musicales. “Empiezo con toda la música latinoamericana, porque viene [al Perú] la influencia de Chile, Argentina, Uruguay y Cuba. Así abordo los géneros y termino fusionando todo”, dice. Asimismo, logra su propio programa de televisión llamado Tania presenta.
Para ella, la música en América Latina es una sola.
Nuestras grandes raíces son la indígena, la española y la negra. Todo el folclor que nace de nuestros países proviene de ahí. Hay mucha similitud entre un huapango mexicano, una zamba argentina y una marinera peruana. Por eso me atrevo a cantar casi todo el repertorio latinoamericano.
A los veinticinco años, en 1977, Tania recibe una invitación para cantar en el país que la recibiría con los brazos abiertos: México. Así, pasa de conocer sus paisajes sólo en el cine, de pequeña, a verlos en la vida real. Tania Libertad llega a la capital mexicana para un festival de música y queda deslumbrada ante el ambiente de la Plaza Garibaldi y sus mariachis. Vuelve a Lima brevemente pero en 1978 regresa a México y se instala por unos meses en la casa de la actriz Carmen Salinas. Es así que Salinas la ayuda a conseguir trabajo en el Teatro Blanquita, uno de los más famosos del momento, también ubicado en Garibaldi. “Estaba en mi destino”, señala Tania.
En esa época se casó con su novio, que vino desde Perú. Sus testigos fueron Salinas y la cantautora peruana Chabuca Granda. Tania no quería, pero decidió aceptar. Meses después, la pareja viajó a Europa “a buscar suerte”, como lo menciona en una entrevista. Regresan al Perú en 1979. “En el ochenta, rompo mi acta de matrimonio delante de él y compro un pasaje de avión. Le dije: ‘Me voy’. Ahí es donde decido venir a México, quedarme y no regresar”, cuenta. La popularidad y el éxito cosechados en Perú eran lo de menos. Había que construir todo de nuevo.
Gracias a la vida
Al migrar a México, Tania forja un camino artístico sola, de lo cual se siente orgullosa. “Contraté a mis propios músicos porque soy solista, nunca pertenecí a ningún grupo. Siempre fueron hombres los que estuvieron bajo mi mando”, dice entre risas. En este tercer y definitivo viaje a México, tiene la oportunidad de recorrer el país.
Cortesía de la artista.
No llegué aquí a meterme a través de la radio ni la televisión. Empecé con un proyecto cultural, con el cual tenía que ir a los últimos rincones de este país a dar conciertos en escuelas, cárceles, hospitales y casas de la cultura —señala. Tania, sea cual sea su escenario, responde con respeto—. Yo tomo la canción y me sale como lo dicta el alma, el corazón y el cuerpo. Mi forma de gesticular y de pararme en un escenario es muy particular.
Pronto el amor entre el público mexicano y ella se volvió mutuo. “Para hacer crecer mi carrera tenía que buscar un país que fuera amable en todos los sentidos. En México encontré buenos amigos que se convirtieron en mi familia”, asevera. Es así que en una celebración en 1983, con su nueva familia, conoce a su ahora esposo, Luiz Felipe Gomes da Silva. Ellos se casan en 1986.
Al año siguiente, la intérprete graba su primer disco en México, llamado Boleros (PolyGram), que fue todo un éxito. Ni el mismo Luis Miguel pudo hacerlo. “Me abre las puertas al público masivo y eso es lo que supe calibrar en su momento. Tuve que decir no a muchas cosas. Seguí por el camino que había decidido tomar. Dije ‘No, no me voy a convertir de la noche a la mañana en la artista de moda’. Nunca voy a pasar de moda porque nunca estuve de moda”, apunta.
La disquera le pide grabar un segundo álbum, dedicado también a los boleros, titulado Nuevamente… boleros (Philips Records, 1986). Con ello, acumula cuatrocientas mil copias vendidas sólo en México. Asimismo, realiza Me voy pa’ la pachanga (Philips Records, 1986), un disco de música tropical grabado con la orquesta del mexicano Irving Lara, quien también produjo música de Celia Cruz y David Byrne, entre otros artistas.
En 1986 da a luz a su primer y único hijo: Diego Gómez da Silva de Souza. La maternidad no fue un impedimento para seguir creciendo profesionalmente. “Fue muy linda, maravillosa y muy laboriosa. Tuve la suerte de contar con el apoyo de mi pareja. Él me suplió las veces en las que yo tenía que trabajar”, comenta. Ese mismo año lanza Trovadicción (Sony Music), y en 1988 trabaja nuevamente con boleros en Mucho corazón (CBS). La consagración estaría por llegar.
Alfonsina y el mar (Sony Music, 1989) se convertiría en uno de los discos más vendidos de su carrera. En esta producción podemos encontrar homenajes a Chabuca Granda, Mercedes Sosa y Violeta Parra, quienes forman parte de su influencia musical. Es especialmente con Manzanero y Granda con quienes Tania tuvo una relación especial.
Fueron grandes voces. Siempre tuve claro que lo que quería era ser una gran cantante. Pero después me di cuenta de que también quería ser una gran intérprete. No es lo mismo ser cantante que una gran intérprete. Una de mis grandes referencias las encuentro en las compositoras o compositores como Alicia Maguiña, Violeta Parra, Armando Manzanero y Chabuca Granda. No tenían grandes voces, pero sabían decir sus canciones, hacerlas y conmover.
La Libertad de Manzanero y Chabuca
No es secreto que Tania Libertad y Armando Manzanero fueron grandes amigos y también compañeros profesionales. Por ello, la muerte del “Rey del romanticismo”, el 28 de diciembre del 2020, la dejó en shock. De él atesora todo lo aprendido. Abrió conciertos de Armando en Lima sin sospechar que, tiempo después, realizarían juntos dos álbumes de estudio y uno en vivo: La Libertad de Manzanero (Columbia, 1995), Armando la Libertad (Azteca Music, 1998) y DesArmando a Tania (Sony Music, 2014).
Asimismo, rememora con cariño las veces que cantó con él en Perú y su amor por este país sudamericano. “Armando Manzanero adoraba y viajaba mucho al Perú. Le encantaba ir a Machu Picchu con toda la familia”, menciona. A su vez, no olvida su carácter solidario, como cuando cantaron juntos en la Estación del Barranco, un conocido bar en Lima:
Cuando no me llevaban a cantar en Perú, me iba por mi cuenta. Le dije una vez: “Armando, quiero ir a cantar a Perú, ¿me puedes acompañar? No te ofrezco un sueldo. Vamos a ver si alcanzamos la taquilla”. Él dijo: “Claro que sí”. Se obtuvieron de dos a cuatro conciertos con tres funciones, pero nos quedamos diez días. Ningún otro artista me hubiera aceptado esas condiciones.
En México, el cantante de “Contigo aprendí” fue su vecino e iba constantemente a grabar a su estudio. Es más, Armando le regaló un piano muy costoso. Vale resaltar que la intérprete posee uno de los mejores estudios de grabación del país. “Fue un hombre tan profesional, sumamente responsable, con una puntualidad que no podías llegar ni un minuto tarde, porque te decía de lo que te ibas a morir [risas]. Aprendí con él el buen gusto, conocía los mejores restaurantes de todas partes del mundo. Es un hombre irremplazable. Me hace mucha falta. Como compositor es difícil que alguien lo supla”, asegura.
Según Tania, Chabuca Granda tenía el mismo carácter que Armando Manzanero. “Él fue el paternal y ella, la maternal”, afirma. María Isabel “Chabuca” Granda y Larco, además de ser una de las peruanas más universales, es una leyenda de la música latinoamericana. Granda y Larco empezó su carrera en 1953, como cantante de música criolla. Asimismo, compuso guiones de cine y obras de teatro. Temas como “La flor de la canela”, “José Antonio”, “El puente de los suspiros”, y otros, fueron versionados por artistas de todo el mundo, como Caetano Veloso, Celia Cruz, Fito Páez y, por supuesto, Tania Libertad.
Ella conoció a Chabuca a través del guitarrista argentino-peruano Luis Gonzáles. “Tuve la suerte de conocerla cuando yo era jovencita. Fue una mujer con una sabiduría increíble”, precisa. Asimismo, Tania alude a la fase política de Granda Larco, en la que dedica un ciclo de canciones a Javier Heraud, poeta y guerrillero peruano. No obstante, tiempo después Chabuca viajó a Chile, donde respaldó al militar y dictador chileno Augusto Pinochet, por lo que fue cuestionada seriamente.
Nos llamó a todos preguntando ¿por qué la criticamos? Nos dijo cosas muy sabias como “Yo hago mis amistades por afecto, no por ideología”, o “Están pecando de jóvenes”. Eso jamás se me va a olvidar. Tenía mucha razón. Pecar de jóvenes es saber a quién juzgar. Para hacerlo, tienes que ser una persona muy sabia, como ella, vivir todo lo que vivió. Lo que ella quiso decir es: “Primero vivan y luego me vienen a decir algo”.
Tania percibió esa falta de experiencia de la vida cuando la misma Chabuca le dijo que no interpretara uno de sus temas más icónicos. “Ella me dijo que no debía cantar ‘Cardo y ceniza’: ‘Está hecha para mujeres mayores. Te falta vivir mucho para cantarla’. —No le hizo caso—. Pero ahora entiendo por qué me lo dijo y tenía toda la razón”, admite.
Asimismo, considera que aún queda mucho por descubrir sobre la compositora de “Fina estampa”. “El 98% de la gente no conoce su obra como debería conocerla. Ella enriqueció sus letras y música con las armonías que le ponían otros músicos. Esa es la segunda parte de su obra, donde hace canciones de los ciclos de la muerte de Violeta Parra o Javier Heraud. Nada de eso se conoce en el extranjero”, comenta, convencida. En 1983, Tania grabó un álbum en homenaje al fallecimiento de Chabuca. Más recientemente, durante la pandemia de covid 19, estuvo desarrollando una segunda producción por petición de la hija de la compositora.
En la ruta de la libertad
Así como Granda Larco formó vínculos con escritores, Tania también fue más allá de la música. “Sigo vinculada a la literatura. [La música] es un arte que se complementa con una letra bien estructurada, lo que deja mucho más a la audiencia”, afirma. Para ella, la poesía es imprescindible porque “nos hace ver el mundo de una manera distinta”.
Ha musicalizado poemas de Mario Benedetti y Pablo Neruda. Asimismo, fue gran amiga de los ganadores del Nobel, Octavio Paz y Gabriel García Márquez. El tema favorito de “Gabo”, “Nube viajera”, es interpretado por ella. García Márquez pedía que se lo cantara en diversas ocasiones, como su cumpleaños. “Le encantaba cantar, siempre me pedía cantar y le cantaba todo lo que me pedía. A veces eran jornadas largas de bohemia”, menciona Tania.
José Saramago, otro ganador del Premio Nobel de Literatura, dedicó unas palabras a la peruana en el prólogo del álbum La vida, ese paréntesis (Circo 13, 1998). “La primera vez que escuché cantar a Tania Libertad fue una revelación de lo alto, de un lugar donde sólo una voz desnuda podría llegar, sola en el mundo, no acompañada de ningún instrumento. Tania cantó a capela una composición de Rafael Alberti, ‘La Paloma’, y cada nota tocó una cuerda en mi alma hasta que quedé completamente deslumbrado”.
“Yo sólo sé que lo que hago es con enorme honestidad, sin pensar en causas y consecuencias. Soy una persona que respeta su identidad, sus ganas, su honestidad. Estoy muy orgullosa de lo que hice y de lo que sigo haciendo”, apunta esta artista versátil. Su registro vocal le ha permitido cantar diversos géneros musicales: boleros, trova, salsa, folk, música latina, country y hasta rock. La lista sigue.
Su destacada trayectoria la llevó a ser distinguida, en 2009, con el Grammy Latino a la Excelencia Musical. Al año siguiente, recibió la Orden al Mérito en el grado de Gran Oficial por parte del Estado peruano. Asimismo, la Municipalidad de Lima le otorgó la Medalla de Lima, el Gobierno Regional de Lambayeque la condecoró con el Señor de Sipán, máximo galardón para sus ciudadanos sobresalientes, y Zaña la nombró “Hija predilecta”. Sumado a ello, Tania es Artista por la Paz de Unesco y Embajadora Iberoamericana de la Cultura de la Secretaría General Iberoamericana en Madrid, sólo por mencionar algunos méritos.
Cortesía de la artista.
En 2012, Tania cumplió cincuenta años de carrera artística y realizó un espectáculo que tituló 50 años de Libertad. Las celebraciones, que también se dieron en Perú, culminaron en México. A modo de reflexión, reconoce que vive enamorada del país norteamericano. “Es un país parecido a Perú en cuanto a su comida, tiene bebidas fuertes como el tequila y la gente es muy amable, solidaria y musical”, asevera. En 2021, su estancia allí cumplió cuarenta y un años.
Además, la pandemia de covid 19 no la detuvo. “Me meto diez horas al estudio para avanzar en un proyecto, no quiero dejar ningún pendiente”, así, tiene programadas presentaciones para los próximos meses. A largo plazo, desea ofrecerle un regalo al Perú, como si todas las alegrías que le brinda no fuesen suficientes. “Quiero sentarme a grabar con un buen guitarrista y cantar todo lo que sé de valses peruanos, grabarlos como son. Con el tiempo se han transformado tanto en su música como en su letra. En mi cabeza tengo las versiones originales que muchas veces me dieron los propios compositores”, comenta, decidida. Su propósito es que este material esté disponible para quien desee consultarlo.
Al pensar en la música peruana, Tania aconseja a los nuevos artistas explorar industrias musicales como la mexicana. “El talento peruano se puede desarrollar aquí, pero tendrían que atreverse a salir. Yo me fui solita con quinientos dólares y los estiré, pasé muchos días difíciles. El propio artista tiene que decidir su futuro”, dice, convencida.
Ser parte de la cultura musical latinoamericana, peruana y mexicana le ha dejado muchos momentos especiales, sobre todo en México, donde ha pasado más de la mitad de su carrera. Considera que no podría nombrar sólo uno.
Son muchísimas cosas. Me remitiré a una situación bonita: la conexión que logro con los mexicanos cuando canto su música. Pocas cantantes extranjeras lo han logrado. Le di un estilo distinto. En lugar de cantar las rancheras de forma bravía, las llevo al lugar de la ternura. No grito las canciones, las digo con mucha dulzura. Los mexicanos lo reciben de una manera que me halaga mucho. Se emocionan hasta las lágrimas. México es de una intensidad…, tan amoroso como nosotros. Si tuviera que resumir en una palabra a los peruanos y a los mexicanos, sería la pasión. Una de las cosas más lindas [que me han dicho] es que los mexicanos se terminan peleando con los peruanos porque dicen que yo soy mexicana [risas].
No obstante, confiesa que olvida rápidamente los cumplidos y halagos que ha recibido del público:
Pero no me lo he creído nunca. Si no, me hubiera creído ‘la gran cantante que el mundo esperaba’. Yo sigo despertándome con la labor de que todos los días tengo que cantar con ese miedo y responsabilidad […]. Llevo tiempo viviendo en México y sigo siendo una artista muy solicitada. Son más de sesenta años desde que me paré en un escenario y aquí estoy cantando: igual o, inclusive, mejor.