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LA VOCACIÓN LITERARIA
DEL COMPOSITOR ROMÁNTICO

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El compositor romántico posee una personalidad ambiciosa. En su mentalidad se encuentra la conciencia de que aquellas personas capacitadas para crear arte pertenecen a un pequeño grupo de privilegiados que se yerguen en un nivel intelectual superior al del resto de la humanidad en virtud de la posesión del genio artístico. La obra de arte verdadera no es únicamente el fruto del trabajo, sino que está tocada por la inspiración, el talento característico de ese pequeño grupo de elegidos. De este modo, el arte posee un halo que, si bien no se puede definir como semidivino, sí que es para ellos en cierto modo «suprahumano», a pesar de que todos los románticos se consideran en todo momento hombres hijos de su tiempo. Liszt, en el segundo de sus artículos agrupados con el título Zur Stellung der Künstler o Sobre la actitud de los artistas, incide en la caracterización del arte como manifestación suprema de la voluntad humana al afirmar que Dios mismo admira el arte verdadero creado por sus hijos: «Creemos tan firmemente en el arte como creemos en Dios y en el Hombre, los cuales, ambos, encuentran en aquel un medio y un tipo de expresión sublime».4

La obra de arte musical constituye una forma sublime de expresión, pero precisamente por ese carácter que eleva a la música por encima de lo humano, el músico siente al mismo tiempo la necesidad de una forma más mundana o más común de expresión. La comunicación musical, fundamentalmente la instrumental, que no transmite conceptos tomados de la realidad, conduce al artista romántico a la esencia de los conceptos, a la idea platónica de la realidad. Por ello, en algunos casos, el compositor, consciente de su pertenencia a la condición humana, siente la necesidad de establecer una comunicación en el mundo de lo sensible con otros hombres. De este modo el ámbito literario ofrece una forma objetiva de comunicación. La música instrumental suponía (según la tradición estética arraigada en la Ilustración) un lenguaje abstracto y asemántico cuya capacidad emocional reside en la pura subjetividad. Así pues, el artista encuetra en la literatura un medio artístico de comunicación de contenido textual. Se trata del empleo de la palabra, pero sin perder el ideal de belleza y expresividad emocional.

En este sentido se puede afirmar que los compositores muestran, cuando menos, un cierto cuidado en su expresión escrita. Algunos de ellos, como Berlioz o Wagner, pueden ser considerados como escritores de cierta fortuna. No en vano llegaron a redactar importantes obras en prosa y verso. Otros destacaron en el género del artículo periodístico, como en los casos del citado Schumann o de Liszt. Sin embargo, el medio más importante en el que muchos tentaron sus cualidades literarias fue el género epistolar. No puede afirmarse categóricamente que cualquier carta romántica esté inevitablemente enmarcada en un aura artística. El epistolario conservado y rescatado de la mayoría de los compositores románticos denota en multitud de casos un mayor peso específico de la información inmediata que se quiere transmitir, sin dejar lugar a un estilo literario. Con toda lógica, los temas principales que cualquier ser humano expone en sus cartas corresponden a los ámbitos de la salud familiar, de la situación profesional o de necesidades económicas. En esto, los artistas no suponen una excepción. Estas misivas, generalmente escuetas, como decimos, no suelen dejar espacio para el ejercicio de la literatura. Sin embargo, las cartas más extensas, escritas sin el apremio de una necesidad urgente, denotan en todo lugar, una intención creativa propia de quien ejerce algún otro tipo de práctica artística. Cuando el compositor romántico se toma su tiempo para escribir, tiende a la búsqueda de la belleza en sus palabras, a la expresión perfeccionista que en ocasiones se acerca al estilo sentimental de los novelistas contemporáneos o a los temas recurrentes de la época. Veamos un solo ejemplo. En una carta fechada el dos de mayo de 1831, Berlioz podía haberse conformado con comentar a su padre las terribles condiciones en que se desarrolló su viaje en barco de Marsella a Livorno a finales de febrero de aquel año. Sin embargo, es evidente que un mar tormentoso ofrece a un romántico un motivo de exaltación artística del ánimo cuya plasmación literaria no puede desaprovechar.

... todos aquellos marinos, jóvenes y viejos, se precipitaron sobre el palo mayor y, mientras sus cuerpos se apilaban, un último embate del viento propinó tal sacudida que todos los muebles, utensilios y baúles que estaban en el interior se derrumbaron con un terrible estruendo. Los toneles del puente de mando cayeron y rodaron los unos sobre los otros. El agua que entraba por las escotillas inundaba todo. El barco crugió como un viejo cascarón de nuez y todos creímos estar ante nuestro último momento.5

El estilo epistolar constituye, por tanto, el medio más común a través del cual el músico canaliza su vocación artística hacia un ámbito no musical. Se produce, en este sentido, una aparente antítesis entre la natural tendencia del compositor hacia lo subjetivo y lo abstracto (música instrumental), y la necesidad de complementar su personalidad artística mediante la objetividad del lenguaje escrito. Esta contradicción responde al ansia del romántico por manifestar o exteriorizar su vocación artística a través de todo el arte que sea capaz de crear. En el caso de Wagner, tal como indica Einstein, el sentido literario es intrínseco a todas sus cartas: «Wagner no redactó una sola línea sin ser planamente consciente de su valor biográfico –es decir, pensando en la posteridad–. Razón por la cual dichas cartas rara vez son sinceras y muy a menudo contradictorias con su autobiografía».6

A este respecto, hemos de reconocer que el uso que hacemos los investigadores y el público en general de la correspondencia de un autor, post mortem, constituye verdaderamente una intromisión ilícita en su intimidad. Brahms, hombre de carácter maniático y precavido,

... que también sabía que algún día sus cartas servirían como fuente biográfica, era un corresponsal muy reacio, al igual que Verdi, compositor honrado, sencillo y sincero que, en cierta ocasión, reaccionó molesto y apasionadamente contra la publicación de unos documentos tan íntimos como lo son las cartas.7

En el caso que nos ocupa en el presente trabajo, el extensísimo epistolario de Berlioz presenta de manera clara dos tipos de escritos en este sentido. Por un lado, se encuentran aquellas misivas de carácter doméstico y personal, redactadas con la premura de quien teme no llegar a tiempo para depositar su carta en el buzón con antelación suficiente a la hora de recogida. Por otro lado, tenemos aquellas cartas que el autor redacta con plena conciencia de su destino público. Con anterioridad hemos comentado que una fracción considerable de sus escritos en estilo epistolar habría de ser publicada como parte de sus obras mayores o de sus feuilletons.

Berlioz, Tchaikovsky, Schumann, Wagner... Todos ellos poseen ciertamente una ambición literaria muy clara. No obstante, la literatura constituye, como hemos dicho, un complemento de objetividad a la fantasía del compositor, afirmación esta susceptible de ser expresada en otros términos semejantes (teniendo en cuenta que su producción literaria gira casi siempre en torno a la música): los compositores emplean la capacidad de concreción del lenguaje para poder disertar sobre un arte intangible e incorpóreo como es la música.

Evidentemente son todos los compositores citados y no únicamente Berlioz quienes encuentran en la música el tema recurrente de sus creaciones literarias. No obstante, salvo él mismo, ninguno de los autores románticos escribe una obra enmarcable en el género novelístico.8 Tchaikovsky y Schumann destacan fundamentalmente como articulistas. Wagner, por su parte, posee una producción filosófica en el marco del ensayo de importancia indiscutible. Arte y Revolución (1849), La obra de arte del porvenir (1850) y Ópera y drama (1851) constituyen su trilogía ensayística en torno a la producción y práctica musical. También su autobiografía, Mein Leben,9 gravita en torno al protagonismo de la música en su vida.

Comprobamos, entonces, que la literatura creada por músicos responde, en la mayor parte de los casos, a una escritura de no-ficción sobre temas musicales. Se trata de una prolongación de su arte sonoro, a través de la palabra, de una necesidad de positivar artísticamente lo intangible o (expresado de una manera más práctica) de emplear la literatura como medio para tratar asuntos musicales.

La estética musical de Hector Berlioz a través de sus textos

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