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Prólogo El pensamiento de un artista

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Hay pocos libros sobre Berlioz escritos por autores o musicólogos españoles. Muy pocos. La berliografía parece haberse limitado hasta ahora a las lenguas inglesa (sobre todo), francesa, alemana y, a veces, italiana. Hay que elogiar, pues, el trabajo de Enrique García Revilla. Un trabajo único, si además se tiene en cuenta que aborda un tema escasamente tratado: la filosofía de Berlioz. Sabiendo que, aparte de los ensayos publicados en francés hace ya más de diez años por Dominique Catteau (Hector Berlioz ou la Philosophie artiste y Nietzsche et Berlioz une Amitié stellaire), la abundante bibliografía en relación con el compositor, comenzada inmediatamente después de su muerte en 1869, se focaliza en los elementos biográficos de su vida y en los criterios de su música.

Berlioz no es solamente compositor, uno de los fundamentales en la historia universal de la música, es también escritor. Y uno excepcional entre los compositores. Ha dejado seis libros publicados por él mismo, más de mil artículos de prensa (reunidos en diez volúmenes por la editorial Buchet-Chastel) y una correspondencia monumental (más de cuatro mil cartas, publicadas en ocho volúmenes por la editorial Flammarion, a la espera de uno suplementario, en preparación). Además de los libretos de sus obras musicales. ¡Una producción literaria balzaciana!

Pero lo importante no es la cantidad sino la calidad. El estilo literario se equipara, para un lector francófono, al de los grandes autores. «Ça enfonce Balzac!» (‘¡Aplasta a Balzac!’), no duda en declarar un experto en la materia, Gustave Flaubert. La calidad se encuentra también en el propósito de los textos. Hablan de música –¡claro!–, pero también de arte en general, de estética, de la vida y del sentimiento de la vida. Resultan ser, como en el caso de su obra musical, un pensamiento, eminentemente coherente, una concepción del mundo. Una filosofía, como dice elocuentemente Enrique García Revilla. Lo cual va mucho más allá del Romanticismo, etiqueta en este caso equivocada, y que supo reconocer por ejemplo Nietzsche, pensador en muchos aspectos próximo a Berlioz.

Nos place desde París, la ciudad elegida por un artista tan cosmopolita (cosmopolita también en su pensamiento), que la estatura de Berlioz sea ensalzada en un país que nos es caro: España. Un país entre los grandes por su cultura. Incluida la música española, tan deplorablemente desconocida en sus propias tierras –se ignora a menudo, por ejemplo, que Francisco Asenjo Barbieri fue igualmente un compositor que dejó muchos escritos, por no salirnos de este tema–. Si, en su vida viajera, Berlioz no holló nunca el suelo de la Península Ibérica, fue aun así inspirado por ella. Lo demuestran un puñado de melodías, la lectura apasionada de Cervantes, amigos suyos (el compositor José Melchor Gomis, la cantante Pauline García-Viardot...), su discípulo Camille Saint-Saëns (gran defensor de la zarzuela), su segunda esposa (Marie Recio), etc. Según Walter Starkie, «las armonías de Los Troyanos evocan tierras españolas». Al intercesor de la poesía virgiliana y mediterránea, le hubiese encantado el presente y penetrante homenaje «tras los montes»–por decirlo como Théophile Gautier en Voyage en Espagne.

PIERRE-RENÉ SERNA

La estética musical de Hector Berlioz a través de sus textos

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