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Cítricos y salud

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Los cítricos

Se diría que hasta ahora hemos estado ocupados en temas tan amplios y de tanta trascendencia, como son la alimentación sana y equilibrada y las enfermedades, que hemos olvidado el tema principal de este libro, que es el estudio de los cítricos y de sus propiedades alimenticias y terapéuticas.

Las escasas referencias que hemos hecho a estas frutas apenas han rozado ligeramente la cuestión. Nos justificaremos diciendo que hemos considerado imprescindible establecer los riesgos que para un organismo – sano o enfermo– entraña la hipervitaminización o supermineralización, ya que el exceso de vitaminas resulta antinatural en cualquier caso.

La gente sabe mucho, o cree saberlo, de los trastornos que provoca una hipovitaminosis o una avitaminosis, pero la mayoría desconoce los efectos que puede producir una sobrecarga de vitaminas o minerales. Nunca piensan en ello las amantes madres que acuden al médico en reclamo de vitaminas o minerales «para este niño que no come», o los adultos que se sienten agotados y débiles. Lo más probable es que ese niño desganado se atiborre diariamente de chocolate, galletas, caramelos y helados, y que el adulto lleve una vida sedentaria, físicamente inactiva: puede que el mayor esfuerzo físico que realice consista en conducir hasta el lugar de trabajo el coche que tiene aparcado en la puerta de su casa.

Si hablamos en términos botánicos, los cítricos o agrios pertenecen a la familia de las Rutáceas, una amplísima familia que comprende más de 1.600 especies las cuales, aunque presentan una serie de características comunes, lógicamente constituyen una gran variedad. En ella encontramos desde matas y arbustos hasta árboles, es decir, desde plantas que miden de dos o tres palmos hasta árboles de prestancia y relativa corpulencia, sin que ninguno llegue a la majestuosidad de otros representantes del reino vegetal.

Una de las características comunes a todas las especies de la familia de las Rutáceas es la de contar con una gran riqueza de esencias, que se encuentran en la corteza del tallo, en la hojas, en las flores y en los frutos; muchas poseen glucósidos, alcaloides, vitaminas y sustancias amargas, lo que las hace especialmente interesantes para la medicina.

Los cítricos, un género perteneciente a la familia, cuyos frutos empleamos en la alimentación y en la obtención de distintos fármacos, son arbustos o árboles de talla mediana y de hoja perenne.

El segoviano Laguna, el inefable comentarista de Dioscórides, en su arcaico y bello castellano nos indica que una de las peculiaridades de estas plantas es la de tener hojas que «ansí en invierno como en verano están verdes y horadadas por subtilísimos agujeros». Agujeros que, en realidad, son bolsitas contenedoras de esencias en las que se aprecia una transparencia que causa tal impresión a la vista.

Las flores tienen cáliz y corola, con cinco pétalos y numerosos estambres; suelen ser hermafroditas, aunque en algunos casos aparecen unisexuadas.

Los frutos son carnosos e indehiscentes (el pericarpio no se abre de forma natural para que salga la semilla); están formados por distintas cavidades llamadas gajos, que en el caso del naranjo o del limón llegan a ocho o diez. El sabor de estos frutos varía desde el amargo de la naranja, precisamente llamada amarga, al agrio del limón y del pomelo, el dulzón algo insípido de la lima y el francamente sabroso y dulce de la variedad de naranjo conocida como sinensis.

Todos los cítricos necesitan para su crecimiento, su desarrollo y una buena fructificación un clima templado y sin cambios bruscos de temperatura, cosa que resulta muy comprensible si se tiene en cuenta que, en general, tuvieron su origen en el sudeste asiático.

En nuestras latitudes y, pese a constituir una de nuestras mayores riquezas y explotaciones en toda la zona levantina de la Península y parte de Andalucía, no existen especies autóctonas.

Es curioso que, dada su extraordinaria abundancia – especialmente en la comunidad valenciana, donde se concentra la mayor producción–, el doctor Pius Font y Quer, nuestra máxima autoridad botánica, no cite la presencia de ningún cítrico, no ya en estado silvestre sino ni siquiera como planta barragana, es decir, huida de los cultivos y desarrollada por sus propios medios.


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Curarse con los cítricos

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