Читать книгу El libro del mal de ojo y de los hechizos - Equipo de expertos Osiris - Страница 2

Introducción

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El esoterismo y su práctica siempre han existido en todas las sociedades y culturas por distintos motivos y, de hecho, constituyen la base moral, ética y cultural de muchas de ellas, sobre todo de las llamadas «subdesarrolladas», es decir, de las tribus que suelen ser objeto de estudio de los antropólogos. Un ejemplo de la creencia en tales prácticas son las ilustraciones halladas en la mayoría de los monumentos prehistóricos; en ellos, se puede ver cómo el encantamiento es la defensa que utiliza el hombre para protegerse de aquello que consideraba fuera de su alcance material, es decir, del cuerpo.

El cuerpo constituye una de las dos partes del dualismo humano; la segunda es el espíritu. Entre el cuerpo y el espíritu se halla algo intermedio que es lo que los domina, la sustancia pensante, es decir la mente. Esta mente se ve conducida por algo superior a ella y al hombre en sí que es el alma. El alma es la dueña de la mente y lleva en ella la parte más determinante de la vida de cualquier persona: los sentimientos. Y cuando hablamos de sentimientos, hablamos también de valores, de moral, de ética de comportamiento, de voluntad.

El odio y el amor, la amistad y la hostilidad, la sinceridad y la mentira, todo está inmerso en esta sustancia indefinida y desconocida que es el alma. Por lo tanto, las almas que son tantas como hombres, como personas existen, son las que proyectan unos sentimientos u otros, las que rigen las relaciones interhumanas, las que deciden quién sí y quién no, a quién hay que querer y a quién no, a quién hay que desearle mala suerte y a quién hay que rechazar por completo. Los hechizos y el mal de ojo no son más que una señal más de este hecho que ha movido a los seres humanos desde siempre.

Tanto el mal de ojo como los hechizos existen, aunque se quiera identificar desconocimiento e inexistencia. El mal de ojo es, quizá, mucho más accesible y común, puesto que es algo que se hace casi todos los días. Cualquier deseo de mal hacia alguien, los celos, el egoísmo, la envidia, son males de ojo. El pensamiento es una realidad, no empírica, pero realidad al fin y al cabo. Así pues, si odiamos, seremos odiados, si sentimos celos, sentirán celos hacia nosotros, si amamos, seremos amados. Por lo tanto, el mal de ojo es una realidad en la medida que proporciona lo que se da. Dicho de otra forma, si hoy deseamos que un vecino nuestro pierda el autobús durante todo el día, no será de extrañar que mañana nuestro vecino desee lo mismo para nosotros.

La energía humana existe y se proyecta. El mal de ojo es una forma de proyección de esa energía, por lo que si odiamos a alguien, ese alguien se dará cuenta porque proyectaremos ese odio continuamente. Y en esta medida, el lenguaje juega un papel fundamental. Cualquier fórmula agresiva puede provocar una respuesta del mismo tipo, por ejemplo, si al conocer a la novia de un hermano nuestro decimos «Hermano, esta chica aparte de ser fea, es la persona más estúpida e ignorante que he conocido», estamos proyectando un sentimiento negativo hacia esa chica y hacia la relación que nuestro hermano tiene con ella, a pesar de que tal frase en muchos contextos pueda provocar lo contrario, es decir, que nuestro hermano conozca mejor a la persona que tiene a su lado.

El hechizo es más sutil que el mal de ojo porque no es producto del inconsciente o de un arrebato. Es algo mucho más pensado, es algo a lo que se recurre para encontrar una fórmula de mal. Si el mal de ojo es un acto involuntario, el hechizo no lo es. Forma parte de una maquinación, de la mentalización de algún individuo para dañar a alguien; en este sentido, los hechizos son más perversos que el mal de ojo.

El universo está regido por dos fuerzas antagónicas, el bien y el mal, que proporcionan un equilibrio antagónico a las fuerzas ocultas, a esas fuerzas desconocidas por nosotros pero en cambio existentes. Todas las culturas tienen un concepto de bien y de mal, algún tipo de varemo a partir del cual formulan los juicios necesarios para determinar qué acciones son las que se pueden calificar de buenas y cuáles son las que se pueden calificar de malas. De todas formas, el absoluto, es decir, el concepto universal de bien y de mal no lo tiene ningún hombre, sino sólo el sabio.

El bien hace posible que se distinga el mal y el mal hace posible que se distinga el bien, de forma que, entre ellos, son complementarios, puesto que el uno no sería posible sin el otro ni al revés. Entre los dos, consiguen que exista un movimiento. Si no existieran los dos no habría movimiento con lo que no se podría llegar a la perfección que es el bien; desde este punto de vista, la pasividad es peor que el mal.

Este libro intenta ser una explicación a los dos términos ya nombrados, mal de ojo y hechizos, identificándolos con el bien y el mal, a la par que introducirá un análisis del problema que supone el estudio de esta materia. Aunque en los últimos tres siglos la ciencia ha vencido a la creencia, hoy hay un resurgimiento de estas creencias y una nueva tendencia hacia ellas: la puesta en marcha de una verdadera investigación científica de las mismas.

El libro del mal de ojo y de los hechizos

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