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TELEFUNKEN

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Por el agujero redondo cubierto de tela amarillita, justo al centro de la caja de madera con el nombre Telefunken escrito en letritas blancas, sale la voz de una mujer enojada. Seguro que está enojada, porque su voz es finita. Mamá tiene la voz finita y se la pasa enojada.

Esta gente que canta en la radio nunca cambia de tema. Dale y duro con el amor: que si el amor esto, que si el amor lo otro, no hablan de otra cosa. Y hablan cantando, claro, porque son cantantes y todo eso, y hay un montón de personas diferentes. Es fácil notarlo, porque sus voces son diferentes y porque hablan un montón de lenguas.

Justo el otro día había un hombre gordo cantando en alemán. Sé que era alemán porque mamá me lo dijo, y sé que era un hombre gordo porque tenía un vozarrón igualito al de Miguel Italiano, que es gordo. Aunque yo creo que Miguel Italiano nunca va a cantar en la radio, porque nunca lo he visto cantando. No le ha de gustar cantar.

Cuando yo era chico creía que adentro del radio había hombres y mujeres muy chiquititos, y que nosotros hacíamos que su voz saliera de allí dándole unas vueltas al botón del radio.

Cuando somos chicos pensamos un montón de tonterías. Ahora que crecí un poco, o sea, ahora que estoy mucho más grande que cuando era chico, ya sé cómo funciona esto del radio. Esos hombres y mujeres están en otra casa, lejos de aquí, y su voz viene por el enchufe. Uno mete el cable del radio al enchufe y entonces salen las voces. Por eso hay tantos cables en la calle: la luz y el radio vienen por los cables que están colgados en los postes.

Tenemos un radio padre aquí en la casa; mamá a veces le pone encima una carpetita y un florerito con una flor, y luego lo sacude para quitarle el polvo; cuando yo crezca y tenga una casa y una esposa, lo primero que le voy a pedir es que cuide bien el radio, igual que mi mamá.

Voy a querer tener un radio parecido al nuestro. Nomás que no sea de madera oscura: voy a querer un radio blanco. No sé si eso sea bueno: seguro que los radios blancos son como los pantalones blancos: se ensucian mucho. Por eso será mejor que nadie se le acerque.

Me va a gustar tanto mi radio que, si mi esposa tiene un hijo como mi mamá me tuvo a mí, le voy a decir que no lo deje tocar el radio.

Cuando uno se casa siempre le salen hijos. Bueno, más o menos: la vecina Eulalia se casó hace mucho tiempo; el otro día mi mamá le dijo a no sé quién que Eulalia lleva más de diez años casada, y yo todavía no tengo ni diez años, por eso no sé cuándo se casó, pero diez años es mucho.

Nuestra vecina Eulalia no es mamá de nadie. Tal vez, si yo me caso, mi esposa tampoco se va a volver mamá de nadie. Porque yo sé que, si mi esposa se hace mamá, me voy a morir a los dos meses.

Eso pasó aquí en la casa: nací y, dos meses después, se murió mi papá. Mi mamá se la vive diciéndole a todo el mundo que, en cuanto nací, mi papá se murió. Y también dice, cuando se enoja, que soy un endemoniado, y yo no creo que eso sea algo bueno, porque también me dice “maldito”. Mi mamá se la pasa enojada.

Yo creo que va a ser mejor que yo no tenga hijos, si no me voy a morir a los dos meses y mi mujer le va a decir “maldito” al niño, y él se va a poner triste y ya no va a querer oír ni la radio ni nada, porque a mí me gusta oír la radio, pero de repente sale una mujer con la vocecita finita y me acuerdo de mi mamá. Y me pongo a pensar que hay un montón de gente con esa vocecita en el mundo, y que toda esa gente ha de estar enojada.

Iván no tiene radio, pero tiene un papá. Me dijo que su papá tiene la voz ronca y conversa con él, pero no es gordo.

Yo creo que preferiría tener un papá a escuchar la radio. Pero no sé muy bien, porque me gusta mucho escuchar la radio, y podría tocarme un papá enojón, así que no sé.

Cuando Iván viene a la casa se pone a escuchar la radio conmigo y sabe leer más rápido, y dice Telefunken más rápido que yo.

Cuando me case me voy a comprar un radio blanco y me voy a poner a escuchar las historias que cuentan en la noche. Y entonces, si a mi esposa le sale un hijo y empiezo a pensar que sólo me quedan dos meses de vida, voy a agarrar el radio y lo voy a vender para no dejárselo a mi hijo.

Si a mi mujer le sale un hijo y empiezo a pensar que sólo me quedan dos meses de vida, me voy a llevar el radio conmigo.

Las tres estaciones

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