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Prólogo

Ernesto Rodríguez Abad ha escrito Cuentos africanos para dormir el miedo, y lo ha dedicado a los que sueñan, a los que imaginan, a todos los lectores, escribe. De la mano del anciano Babak, el niño Ongo Congo o el joven Bong es inevitable sentir el rapto de la imaginación y descubrirse al cabo del libro sumado a la legión de lectores, y aún más devotos oyentes, que siguen de cerca al autor en su candente peregrinaje por este insulario desierto. Robando trozos al día y a la noche he hilvanado estos cuentos africanos, capítulo a capítulo, oyendo redonda y solemne, como un solo de violonchelo, la voz (y los hondos silencios) de Ernesto, al que unas veces imagino como un guerrero yoruba agazapado tras el árbol de Tarzán y otras como un explorador inglés de cantimplora y salacot en busca de las fuentes del Nilo. Quien suba a bordo de este libro de alma geográfica –para casi todos nosotros, bárbaros del norte, África sigue siendo exclusivamente geografía– ascenderá ríos caudalosos que penetran en el corazón de la selva y recorrerá la sabana al ritmo lento de las antiguas locomotoras coloniales. Los afortunados que leyeron a Verne y a Salgari tropezarán de nuevo con sus viejos héroes de novela; otros evocarán al reportero Tintín y al boy Coco en aquellas ingenuas aventuras africanas escritas por Hergé. Noches oscuras, ríos e hipopótamos, chozas de paja y ramas, brujos y guerreros, la luna de África y la mujermadera, el monstruo calabaza y el baobab gigante volverán a encender la llama de nuestra imaginación.

Pero a Ernesto también le ha podido el presente y, renunciando, acaso de mala gana, al mito –y, por qué no, al tópico–, ha rendido tributo a la realidad en forma de cuento. Ahora sus personajes se tornan héroes de la emigración y el desarraigo: niñas como Orisandra que abren su libro de matemáticas por la página 52 en una escuela occidental, jóvenes como Babakar que permanecen retenidos en un centro de acogida o trágicas heroínas de patera como Kai nos muestran una imagen contemporánea –todavía fragmentaria– de África, confirmando así que el presente es un excelente combustible para la imaginación y que, incluso, no pocas veces la realidad supera a la ficción. Cuentos africanos para dormir el miedo es un libro de nuestro tiempo, configurador de una imagen de África que es a un tiempo fedataria de los viejos mitos del siglo XX y deudora de la realidad más urgente del siglo XXI. Y aunque, sin duda, África es mucho más que lo que atisbamos desde el observatorio de nuestra secular indiferencia, cabe reconocer al autor la virtud del inconformismo y el mérito de tender un puente, aunque sea literario y delicado, con nuestros vecinos más próximos.

Ulises Martín Hernández

Universidad de La Laguna

Cuentos africanos para dormir el miedo

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