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Prólogo

Oda a la alegría epistemológica

Así como existe una propuesta de liberar el inconsciente de lastres edípicos, hay otra no menos fuerte de otorgarle movimiento a la conceptualización de las ciencias. En el arco de péndulo formado por estos polos se despliegan multiplicidad de acontecimientos filosóficos, históricos, artísticos, técnicos, brujeriles, y más y más y más. Me refiero a la obra de Gilles Deleuze que desde sus descentramientos, fugas y conexiones ha inspirado este libro. Me refiero también a la indiferencia por la palabra “epistemología” en esa obra, a pesar de que gran parte de ella se desliza por caminos tangenciales o centrales de las ciencias. Esas disciplinas que frecuentemente se denominan sociales, naturales y formales, pero que Deleuze desmenuza, problematiza y pone en escena pensándolas como problemas complejos interrelacionados y de ninguna manera como torres aisladas.

La conceptualización de la ciencia deleuzeana no se piensa a sí misma. Crea lógicas que siguen las transfiguraciones del pensamiento y la realidad sin preocuparse en lo más mínimo de compartimentos estancos heredados. Abandona la organización sustancialista y universalizante a favor de laberintos, bifurcaciones y velocidades. Se arroja desnuda a los intrépidos vericuetos científicos con total displicencia hacia las codificaciones. ¿Metafísica?, ¿ontología?, ¿ética?, ¿estética?, ¿epistemología? Simples clasificaciones de agrimensores filosóficos. De lo que se trata es de habilitar problemas, de luchar contra los clichés persiguiendo ondas surgidas de las intensidades de los cuerpos, de los inmateriales corporales, de las materialidades, de los afanes científicos, de las velocidades cuánticas del cerebro y la realidad, de los acontecimientos.

Deleuze agiliza el pensar para que en lugar de fijaciones busque variabilidades. Partículas enfurecidas, funciones fantasmales pero tan virtuales como reales. Girones complejos sobre los que se establecen planos de consistencia que atraviesan y desaceleran el caos. Derrames conceptuales que posibilitan pensar los heterogéneos acoplados y la aparente inmovilidad de los nómadas.

Este filósofo concibe el tiempo como la plataforma móvil que permite que el pensamiento se deslice entre expresiones, rupturas y colapsos. Su concepción entraña tanta dificultad como disfrute mediante el trabajoso placer de pensar. Debatirse en esa lucha inacabable contra lo preestablecido, lo sedentario y el sujeto fundador se resuelve persiguiendo y produciendo líneas de fuga.

¿Cómo pensaba Deleuze su propia vida filosófica? Consolidación obsesiva de sus estudios, innegociable investigación sistemática, preparación machacona de sus clases y –en el momento menos pensado– la irrupción de la creación de un concepto, la magia de un encuentro. Hacer filosofía no representaba un trabajo para él, a pesar de que se dedicaba a ella tantos horas como su salud se lo permitía. Hacer filosofía –en soledad, o en el aula, o frente a hechos artísticos, asumiendo siempre la inmanencia de una vida– es estar al acecho. Deleuze decía de sí mismo que siempre estaba al acecho porque tenía la impresión de que en cualquier momento podía encontrarse con una idea. Conmoverse. Sentirse turbado y desde esa inquietud generar nuevas categorías móviles, acoples con lo diferente. Esa vibración de su existencia lo divertía, era realmente muy divertido. Kafka le provocaba carcajadas; los “nuevos filósofos”, ironías; descubrir el “grano de la locura” en sus amigos, regocijo.

Su filosofía es alegre (difícil y alegre). Aspira a la jovialidad propuesta por Nietzsche, quien a los veintiséis años le confesaba a un amigo: “Ahora, dentro de mí, ciencia, arte y filosofía crecen de tal forma que alguna vez, ciertamente, pariré centauros”.[1] Ciencia, arte, filosofía son territorios de creación de cultura y producción de subjetividades. Gilles Deleuze y Félix Guattari, en su última publicación compartida, ¿Qué es la filosofía?, relacionan, justamente, ciencia, arte y filosofía. Esas modalidades del cerebro que acometen contra el caos coincidiendo y diferenciándose, corriendo siempre el albur de precipitarse en los abismos. Hacer peligrar el pensamiento, generar adrenalina intelectual, producir estética de la ciencia, epistemología del arte, descentramiento de la filosofía y políticas tentaculares microfísicas. Devenires.

Pero nada puede crearse entre homogéneos absolutos. La diversidad, el caos y el azar se imponen no menos que el rigor y la dedicación. Esta especie de consigna deleuzeana constituye el diagrama del presente texto (aunque por supuesto eso no garantiza la calidad de nuestros resultados). Y como de heterogéneos y conexiones se trata, en estas páginas existen aportes que difieren para abordar una misma cuestión así como coincidencias conceptuales surgidas de territorios diferentes. Este acercamiento a problemáticas epistemológicas no lo elaboramos únicamente en función de lo científico sino también de factores políticos, estéticos, éticos, educativos y vitales.

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El presente libro conserva el espíritu pluralista y preocupado por la política biológica, la tecnociencia y la subjetividad de El poder y la vida. Modulaciones epistemológicas,[2] el texto que, por comunidad relativa de autores y afinidad de problemáticas precede al aquí presentado. Se ha repetido el subtítulo del texto anterior, Modulaciones epistemológicas, pero el agregado “II” marca tanto la repetición como la diferencia. Repetición de temas: epistemología, metodologías, política, arte, vida. Diferencia de enfoques y aportes provenientes de investigadores de la filosofía, la imagen y el sonido, la música, la literatura y las ciencias sociales. Metodólogos, epistemólogos, antropólogos, escritores, sociólogos, politólogos, comunicadores, geógrafos.

Es importante aclarar que si bien la mayor parte de los trabajos provienen de estudiosos de la obra de Deleuze, también se integran artículos surgidos de diferentes posturas teóricas y otros que responden técnicamente al subtítulo de este libro y su remisión a la epistemología, una de cuyas funciones es la metodología. Estos heterogéneos se acoplan en la preocupación que nos atraviesa: el pensamiento del presente. Para ello nos aventuramos en epistemologías en fuga, en diversidades metodológicas, en modulaciones políticas, en devenires artísticos y en multiplicidades vitales.

Cerramos nuestro periplo con interrogantes más que soluciones y dejamos activo un acuciante problema científico, existencial y educacional rozando lo geopolítico. Se trata del alarmante número de personas que en nuestra región, habiendo cursado y aprobado posgrados, no logran presentar y defender sus tesis. Es decir, persisten en una especie de frustración perpetua en las que resuenan críticas deleuzeanas, en el sentido de que en las sociedades de control ya no se alcanzan metas definitivas, se permanece en suspenso sobre una onda continua e indefinida o, dicho de otra manera, no se termina nada.

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La mayoría de estos escritos se presentaron en el Segundo Congreso Internacional de Epistemología y Metodología “Gilles Deleuze y la ciencia”, organizado por la maestría en Metodología de la Investigación Científica del Departamento de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Lanús, y realizado en la Biblioteca Nacional de la República Argentina en agosto de 2012. Hubo expertos de la Universidad de la República, Uruguay; de la Universidad de Chile y de diversas universidades nacionales argentinas. Cada uno de estos trabajos ha sido elaborado una y otra vez, pues los autores repensaron su exposición en función de los debates, de nuevas consideraciones y del tiempo transcurrido entre su exposición pública, su replanteo privado y su posterior entrega. Los escritos, así enriquecidos, retornaron al equipo de trabajo de la Universidad Nacional de Lanús que gestionó su edición. La mayoría de los expositores del congreso son autores de este libro, pero no todos los autores fueron expositores. Se han solicitado y elaborado artículos específicos para una mejor armonización y articulación entre los temas tratados.

Tanto en el evento participativo como en esta consumación editorial nos ha movilizado la idea de presentar diferentes miradas epistemológicas e incluso, de colocar en la categoría “epistemología” discursos que tradicionalmente no son considerados como tales. El motivo principal es que entendemos que la ciencia es mucho más que mero conocimiento y que está implicada ineludiblemente en las catástrofes y las excelencias contemporáneas.

El papel predominante de la tecnociencia requiere un pensamiento que la considere en conexión con lo político social y sin prescindencia de lo ético, el deseo y el mercado. Se trata fundamentalmente de tomar distancia de reduccionismos lógicos y metodológicos sin declinar un ápice el rigor del análisis. Por ello apostamos a una epistemología ampliada en la que no puede faltar la consideración de la conflictiva relación de la tecnología con la vida y su contradictoria relación con la muerte. Esto, sin lugar a dudas, también es del orden de la ciencia.

Hasta aquí llegó nuestro intento. Ahora es el lector quien administra la lectura y quien tiene la palabra.

E.D., verano 2014

Gilles Deleuze y la ciencia

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