Читать книгу Summa Cosmologiae - Breve tratado (político) de inmortalidad - Fabián Ludueña Romandini - Страница 13

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Sinuosidades de la Ultra-Historia

§ IX.

Sicilia, durante el decimoquinto año del imperio de Galieno

Porfirio refiere que su maestro Plotino finalmente le envía otro de esos tan ansiados escritos: esta vez, su tratado sobre el Amor (Enéada III, 5). A pesar de las finas articulaciones argumentales de Plotino, le resulta imposible al maestro filósofo ocultar lo decepcionante del cuadro general. Es innegable: el Amor difusivo del Uno permite el sutil desenvolvimiento de la totalidad del sistema hipostásico. En cierta forma, el Cosmos descansa en los efluvios del Amor. No obstante, en los márgenes de la belleza impertérrita de los cielos, deambula Eros, hijo de Poros y Penía, un daímon mixto que atiza en Homo nada menos que el deseo. Que el nombre prohibido, deseo, deba ser pronunciado ya es un síntoma del ineluctable ocaso de la metafísica que advendrá con el correr de los siglos. Su existencia marca la imposibilidad de eliminar la harmartía, el acto torpe, el yerro en el Ser (Plotino, Enéadas, III, 5, 1, 10-15). Conviene entonces, propondrá Plotino, redirigir el deseo hacia el objeto conocido como Bien, vale decir, despojarlo de cualquier interés erótico y mostrarle a los amantes la vía del Amor por los incorporales (Enéadas, I, 3, 2, 5-10) mediante una gimnástica de la virtud y, de ser posible, una atlética de la castidad. Ese desesperado optimismo impregna la magna obra de Plotino y a su causa su vida entera entregó.

§ X.

Alejandría, en algún momento del siglo IV y, después, al despuntar el siglo V

Hipatia, hija de Teón el geómetra, impartía sus clases con el acervo neoplatónico pitagorizante que la caracterizaba como una de las filósofas más importantes de todos los tiempos. La autosuficiencia no le era ajena. Empero, un día se vería sorprendida cuando uno de sus discípulos le declaró un amor incurable hacia ella. El impacto no tardó en dar lugar al proceder acerbo y, según refiere el léxico Suida, le mostró al joven, sin la pudicia que tanto pregonaba Plotino, sus propias telas menstruales femeninas (tôn gynaikeíon rakôn) señalándole que nada bello se podía encontrar en ellas. No se refería Hipatia a una ninguna condición inferior de la mujer sino, con toda probabilidad, a la imperfección de la materia. Aun así, la respuesta de la filósofa al gesto de su discípulo hizo tambalear, así sólo haya sido durante un instante no por ello menos decisivo, el edificio entero de la metafísica. Hipatia, al colocar en el primer plano de la paideia la menstruación femenina, le dio ciudadanía filosófica definitiva a la diferencia sexual. Probablemente haya intuido que la diferencia sexual ponía en entredicho al Uno y que los cuerpos mostraban la disyunción en el Ser. La diferencia sexual ponía en cuestión, a priori, cualquier futura diferencia ontológica que buscase la sutura de la armonía cósmica del retorno al Principio. Nada más sabemos de ese momento de súbito fervor y perplejidad de Hipatia y a lo que podría haber conducido si acaso hubiera querido la filósofa reflexionar detenidamente sobre su propio proceder. Los cristianos seguidores de Cirilo, arzobispo de Alejandría celoso del saber y la influencia política de Hipatia, la torturaron, la desmembraron y la quemaron en el lugar conocido como Cinaron (Sócrates Escolástico, Historia eclesiástica, VII, 15).

§ XI.

Dublín, 27 de octubre de 1927

En este día, William Butler Yeats no podía prever la publicación, en 1933, de su The Winding Stairs and Other Poems, libro que contiene un poema dedicado a un oráculo délfico sobre Plotino. El motivo oracular y el contenido del poema derivan, sin duda, de un pasaje de la Vida de Plotino de Porfirio donde se narra la llegada de Plotino a la tierra de los Bienaventurados (Porfirio, Vita Plotini, 22, 20-40). En el poema de Yeats, los jueces Radamante y Minos, así como el maestro Platón, observan a Plotino al tiempo que lo aguardan el “majestuoso Pitágoras (stately Pythagoras)” así como “el coro del Amor (the choir of Love)” (Yeats, 1996: 269). Los siglos transcurrieron voraces y la ilusión del Uno y la fuerza del Amor como redención cósmica perduraron con tenacidad hasta el último aliento de la metafísica. Sin embargo, Yeats se guardó para sí la verdadera conclusión, sólo expresada en una carta de aquel incongruo año 1927: “[mi] propio humor entre la excitación espiritual (spiritual excitement) y la tortura sexual (sexual torture) y el conocimiento de que son de algún modo inseparables” (Ellmann, 1979: 264). Todos los cuidados de las duplicidades metafísicas de lo sensible y lo inteligible, lo corporal y lo incorporal, la teoría y la praxis, no son meramente disueltas por la declaración de Yeats. Al contrario, la proposición produce algo mucho más socavador que es la convergencia no dialéctica de los opuestos en una tensión disyuntiva. Si la excitación espiritual y la tortura sexual son inseparables, se puede extraer el corolario de que la secreta razón de ese hecho obedece a un principio de sinonimia que gobierna las antinomias. Yeats no toma el irenaico camino deconstructivo de una desactivación de las polaridades: los opuestos, lejos de desobrarse, se implican entre sí para revelar que la Mismidad y la Diferencia jamás fueron antónimas. El falso abismo que las separaba sólo estaba destinado a mejor ocultar la disyunción subyacente al Ser. Con todo, el giro ultramoderno de Yeats no debe pasar inadvertido. Su pensamiento extrae las conclusiones de los siglos: lo sexual (que no es equivalente a la sexualidad) es una tortura para Homo. En otras palabras, señala con toda acuidad, el camino por el cual Eros fue secretamente poseído, sin beneficio de inventario, por el nihilismo reinante en el nuevo orden mundial.

§ XII.

Silicon Valley, recapitulación del tiempo

Se ha sostenido que, respecto de Silicon Valley, la designación geográfica es una metonimia de quienes detentan la capacidad de reconfigurar definitivamente la civilización de los Póstumos. El “silicio”, de hecho, contiene la promesa de liberar la noción de vida de su sustrato en el carbono. Ya no se puede hablar de una política de la vida cuando este último concepto carece por completo de la significación, por demás ambigua, que la tradición metafísica le había asignado hasta hoy. En un valle ascético, otrora imaginado por algunos como “un refugio de revolucionarios anarquistas” (Baricco, 2018: 106) se concentra, por ahora, el núcleo del poder mundial. Quizá los desarrollos tecnológicos de China, según otros, puedan tomar el relevo en poco tiempo pues, a decir de los paladines del Nuevo Orden, del otro lado del Pacífico, los emprendedores de Silicon Valley lucen “holgazanes (sluggish)” frente a sus homólogos chinos (Lee, 2018: 15) en términos de ferocidad tecno-mercantil. En la era de Homo, un lugar como Saint-Germain des-Près, donde Bernard de Montfaucon publicó en 1708 su legendaria Paleographia graeca podía aparecer como el Nudo del Mundo. En el eón de los Póstumos, las Humanidades son la ruina arqueológica de una era extinta. La épica bizantina se propuso recordar, en sus tempranos tiempos medievales, que “Alejandro de Macedonia, brioso en su temple, / con la ayuda de Dios llegó a ser dueño del mundo” opacando, según se pretendía, las falsas glorias de Homero, Aquiles o Héctor (Digenís Akritas, IV, 27-29 in Martínez García, 2003: 111). El mundo-Uno de Alejandro descansaba todavía sobre la letra filológica y resultó compatible, como la historia lo ha demostrado, con la teología del Libro. Los Póstumos han socavado esos cimientos para centrar el orbe sobre la teología del Algoritmo. Alejandro, en consecuencia, también ha sido olvidado y su ideario pulverizado junto con la Era de Homo. La terra incognita que se abre bajo nuestros pies reclama entonces su eco post-metafísico.

Summa Cosmologiae - Breve tratado (político) de inmortalidad

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