Читать книгу Summa Cosmologiae - Breve tratado (político) de inmortalidad - Fabián Ludueña Romandini - Страница 15
Оглавление1.1.La nóesis es, por principio, heterológica respecto de toda fisiología.*1
1.2.El pensamiento y la fisiología no se hallan co-determinados ni sub-determinados. El pensar adviene supergenéricamente como una estructura donde el efecto fisiológico tiene lugar après-coup. El cuerpo conserva las marcas de la irrupción del pensamiento: su materialidad es medium y resto de un efecto ilocalizable, invisible pero legible.
1.3.La fisiología es un campo de huellas que testimonia por subsunción ontológica de la presencia invisible-sensible de la nóesis como disrupción del cuerpo.
1.4.El rasgo-unario es dismórfico respecto de toda nóesis. Se sigue que de la nóesis no se puede predicar la Unimultiplicidad en tanto y en cuanto es objeto de la dehiscencia del Ser.
1.5.El Noûs no puede constituirse como separado, pues no existe como totalidad omnicomprensiva de las Formas sino como campo para-ontológico desagregado que se piensa en las disrupciones de los cuerpos.
1.6.El pensamiento no tiene correlato causal fisiológico pero se constituye, al mismo tiempo, como un advenimiento an-hipostásico y no panpsíquico.
1.7.El punto de vista ontológico clásico no puede captar el lugar del intelecto. Esta circunstancia no se debe a que el lugar del pensamiento sea un no-lugar (posición de la teo-gnoseología negativa de diversas escuelas) sino, al contrario, que su lugar no es definible dentro de los parámetros de la metafísica del Ser. El pensamiento es un artificio supra-ontológico carente de Unidad: no es ni trascendente, ni trascendental tanto como no resulta inmanente. Su estructura resulta exo-aprehensible respecto de la fisiología y es disyunta respecto del Ser.
1.8.La determinación de la topología del pensamiento constituye, por tanto, una tarea específica de la cosmología.
2.1.La disyuntología es una forma de paleo-ontología que despotencia, en la Ultra-historia del Ser, las nuevas modalidades de la proposición del fundamento que hoy se asientan sobre el rústico materialismo biologizante de la hiperciencia, haciendo del cerebro humano el ápice de todo cuanto concierne al existente acosado por las fuerzas inmateriales del Lenguaje.
2.2.El Lógos se constituye, de este modo, mediante la deslocalización respecto de cualquier sustrato cerebral al tiempo que se dice en los cuerpos porque los habita como fuerza endo-exógena.
2.3.El Lógos, como vehículo del Mito y de la Historia, es una de las formas nomotéticas originarias pero, mientras se asienta sobre la arbitrariedad regional de las lenguas históricas, se desborda en una para-ontología cosmológica anudándose y, en el mismo gesto, fundiéndose con la physis.
2.4.Con un vocabulario clásico, podría afirmarse que la physis y el nómos, lejos de constituirse como antitéticos, no son sino modalidades de un mismo vacío: la disyunción en el Ser. El triunfo de la physis restringida al final de la metafísica es el signo histórico del fin de Homo y del ascenso de los Póstumos.
2.5.El Lógos es una de las vías regias de acceso a lo Invisible que sella cualquier pseudo escisión entre physis y nómos que responda a la historia de la metafísica como forclusión progresiva de lo inmaterial.
2.6.Sólo una cosmología que haga de la Inmortalidad el centro de su especulación puede mostrar la polaridad physis – nómos como las modalidades de manifestación de la disyunción del Ser donde ni fusión ni separación son viables para ambos términos sino únicamente convergencia temporal de agregados múltiples en la intersección subjetiva hecha posible por el principium individuationis.
3.1.Por espectros, deben entenderse no sólo los muertos que anulan la finitud en un Nachleben definible post-metafísicamente como objetidad acosante, sino también los seres que la ontología clásica designaba como dioses o seres mitológicos. También son espectrales, en esa perspectiva, los entes de pensamiento. En suma, la espectralidad, en un sentido más amplio, pertenece al conjunto de lo Invisible (tò aóraton).
3.2.Ningún espectro puede reclamar para sí el principio de identidad y, al contrario, más allá de la finitud, se desintegra el principium individuationis.
3.3.La tanatocomunicación no es sino una disciplina equívoca puesto que, en el sentido habitual, resulta imposible. Los espectros no poseen una lengua propia, humana o inhumana. Los problemas de la hermenéutica que se derivan de la meditación sobre la inexistente lengua de los muertos son, únicamente, aspectos de la novela familiar de los vivientes.
3.4.Como la huella de la presencia espectral en los vivientes se manifiesta por medio de la acosidad, la psyché da cuenta de ella como enunciabilidad pura. Sólo porque un contenido ha sido ya enunciado en una psyché es que se crea su enunciación. La puesta en lenguaje constituye ya la elaboración subjetiva de una externalidad que se hace presente como acoso del Lógos.
3.5.No hay ningún espacio propio de la espectralidad: el inframundo o las dimensiones celestiales no son más que metáforas, ciertamente tan válidas como los nombres de los dioses, y no designan ninguna realidad objetiva en términos de la geo-metafísica clásica. Al contrario, son funciones que delinean una atopicidad allende el Ser y dan cuenta de su disyunción primordial.
3.6.La disyuntología se aplica a desarrollar el vocabulario propio de la para-metafísica para adentrarse en los senderos de lo Invisible.
3.7.La espectrología supone una política y una ética de los vivientes en su comercio con el mundo invisible, pero en ningún caso puede inferirse una politicidad de la espectralidad pura, pues donde reina soberano el espectro no hay Historia ni Tiempo ni Ser.
3.8.La política y la ética, por tanto, se producen únicamente en la intersección entre lo viviente y lo Invisible. Su contacto crea la necesidad de la comunidad de los espectros sin condicionar a priori los modos de su configuración. La Historia de Homo ha sido, también, la historia política de sus relaciones con los espectros.
3.9.Si se ha alcanzado un final de la metafísica como fin de la Historia de Homo y el comienzo de la Era de los Póstumos, esto se debe a que estos últimos han pretendido forcluir a los espectros y anular el tiempo de la cosmopolítica.
3.10.La desteocratización es conditio sine qua non de cualquier reflexión filosófica sobre la espectrología como región ultra-ontológica de la para-metafísica.
4.1.Negamos, respecto de nuestro mundo ontológico, el predicado de existencia para el alma en cuanto sustancia inmaterial autónoma que pueda disociarse, ya sea a priori o a posteriori, de la facticidad corporal. Complementariamente, no es el alma tampoco uno de los modos de una sustancia inmanente y panpsíquica.
4.2.No tienen lugar, entonces, hipótesis acerca de la inmortalitate animorum sobre la base de una sustancia inmaterial de rasgo unitario.
4.3.Sobre esta base, el pansiquismo de una conciencia individual, enraizada en el continuo que persiste, post-mortem, en una esfera abarcativa del ser postulado como intrínsecamente incognoscible aunque fenoménicamente externo a Homo, resulta inaceptable pues reduce el problema de la inmortalidad a una sinonimia entre conciencia y supervivencia (fomentando, una vez más y como aditamento, la limitante de lo incognoscible).
4.4.La identificación de la inmortalidad con la supervivencia de la conciencia es rechazada por la disyuntología, pues esta no hace del problema un asunto de psicología trascendental o empírico-radical sino de cosmología donde la conciencia es sólo un epifenómeno dentro de un sistema maximalista que afecta la comprensión de lo real en su conjunto.
4.5.El espectro no existe en tanto sustancia inmaterial sino como insistencia acosante. Sus propiedades, por tanto, escapan de las descripciones de la metafísica clásica.
4.6.La post-metafísica es la ciencia por excelencia que puede abordar el problema que la tradición colocó bajo la rúbrica de inmortalidad. Se establece, entonces, la implicación de desafiar la finitud en su secreta solidaridad con la deconstrucción pues no se trata de mostrar, a contrapelo de la tradición, que la muerte hace posible la vida (Derrida, 2019) sino, al contrario, que ambas nociones alcanzan su propio sinsentido una vez confrontadas con la cosmología.
4.7.La pysché presenta, no obstante, un carácter de excedencia en relación a cualquier determinación finita de los cuerpos. Su reino no es, siquiera, lo infinito continuo (aun si lo engloba) y su modo de existencia no es unitario. La biografía es una ilusión de la temporalidad de la memoria y un reflejo del ego. La grafía de la vida no se deja atrapar ni siquiera por la letra pero se desliza siempre en la opacidad del trazo.
4.8.La hipótesis de la inmortalidad sólo puede defenderse como un corolario de la tesis, formalmente filosófica y no dependiente de la ciencia cuántica, de la pluralidad de los mundos posibles. Esto conlleva admitir que los diversos mundos posibles no necesariamente se rigen por las mismas leyes epistémicas de nuestro mundo. Por ende, los únicos postulados comunes en el infinito son los que hacen posible la pluralidad de los mundos posibles en la disyunción en el Ser.
4.9.La trans-mundaneidad es el fundamento que permite el acceso a la región de lo Invisible (tò aóraton). Lo Invisible es el poliedro de fuerzas exo-endógenas que dan consistencia al ego en la acosidad.
4.10.La muerte puede definirse como la disolución del ego o la dispersión, en un mundo posible determinado, del principio de individuación.
4.11.Los fragmentos, las imágenes, los ecos de una vida en un mundo posible pueden volver a converger en una integral de individuación diferenciada traspasándose en otro. Ciertamente, la configuración “antropomorfa” no goza de ningún privilegio. En otros mundos posibles, esta puede tener lugar como resultar completamente desconocida en beneficio de otras formas de individuación.
4.12.Nuestra propia ilusión de existencia originaria (nacimiento) en este mundo no es más que una subrepción del ego que no deja verse como estructura predeterminada por otros mundos posibles y principios de individuación que lo anteceden formalmente.
4.13.Del mismo modo, la existencia póstuma es imposible a título individual pero necesaria dentro del marco de la teoría de la pluralidad de los mundos donde el ego no es sino el conjunto vacío que se forma –como singularidad– debido al efecto de trans-mundaneidad que la pysche hace suyo dada su constitución disyunta. Aun así, las formas de la pysché-corporalidad tampoco deben revestir caracteres similares al nuestro en infinitos mundos posibles. Otros cuerpos, una forma de psyché completamente diferente, entran en el campo de la para-metafísica de los mundos posibles. En mundos posibles para-ontológicamente más próximos, incluso, la psyché-corporalidad puede ser similar a la nuestra mas nunca sinonímica y la diferencia establece la especificidad de un mundo otro.
4.14.La pluralidad de los mundos se pueden clasificar en, al menos, dos clases: los mundos fácticos (propios del ámbito del Ser) y los factuales (propios del ámbito del Outside). La disyuntología hace suya la tarea de ocuparse de las propiedades de los mundos posibles y, por tanto, la metafísica es un subconjunto incluido en otro mayor en cuanto a sus elementos de pertenencia.
4.15.La pluralidad de los mundos no admite la necesariedad (pero sí la contingencia) de los tres grandes principios metafísicos: no contradicción, razón suficiente y antropismo. De allí que la lógica sólo pueda tener utilidad ontológica regional. Se torna, por tanto, necesario utilizar una ilogicidad para-metafísica en la comprensión de los mundos posibles que escapan a las determinaciones de lo verdadero y lo falso.
4.16.La trans-mundaneidad indica que ningún mundo es cerrado y, al contrario, todos se encuentran en directa vinculación pues se trata del modo mismo de su efectivización óntica.
4.17.La pluralidad de mundos posibles acaecen, en primer lugar, como resultado de un principio de decoherencia para-ontológica: la disyuntología demuestra la inexistencia del Uno-múltiple pero instala el infinito.
4.18.La infinitud de mundos posibles se entrelazan entre sí, cuando ocurre, por un efecto après coup de la pluralidad. El “eterno retorno” marca la repetición diferenciada de acontecimientos en diversos mundos posibles y no en el acontecer recursivo del mismo mundo. No obstante, hay mundos posibles que jamás conocerán determinada variación de una singularidad presente en un mundo cualesquiera.
4.19.La pluralidad de mundos posibles explicada por medio de la disyuntología no invalida la hipótesis del continuo sino que muestra que la disyunción es un principio que actúa como determinante estructural del binomio continuo-discreto.
4.20.Todo conjunto proposicional tiene sus principios limitativos. Por principio de estructura de la pluralidad, tanto la ecopraxia ontológica como la repetición resultan inviables. Ergo, no es posible que existan dos mundos idénticos entre sí. La asimetría determina la relación entre los mundos posibles.
4.21.Enunciados mítico-mistéricos como aquellos que proclaman, desde la Antigüedad helenística, la emigración de los dioses o la desaparición de los Oráculos no marcan un fenómeno teológico sino una capacidad (temporalmente) perdida para hallar los caminos del noroeste entre los trans-mundos posibles.
4.22.Sólo una doble disociación, por un lado, de la filosofía respecto de la teología política cristiana y, por otro, del orden jurídico-prescriptivo, puede tornar nuevamente pensable, sobre bases por completo inéditas, el problema para-metafísico de la inmortalidad. El dogma de la resurrección de la carne no es, en este sentido, un problema filosófico genuino sino una quaestio del derecho canónico y, por tanto, uno de los pilares teológico-políticos que presidieron el orden del mundo durante la Era de Homo. No es casual, por tanto, que los Póstumos hayan transformado un dictum jurídico en una utopía política transhumanista de la hiperciencia.
4.23.La presuposición originaria del mundo como continuo (xunón) daba sustento a las teorías de la metafísica clásica sobre la inmortalidad del alma. En el eón del discontinuo, en cambio, es tarea de la disyuntología recoger el guante de esa interrogación auroral para llevarla allende la metafísica.
4.24.Por esta razón, la teoría de la inmortalidad se sitúa más allá de la ontología matemática del ser y de la lógica del aparecer objetual para ir en busca de una para-metafísica del Ultra-Ser.
5.1.La filosofía es scientia suprema sin relación necesaria con el sistema de las (post)ciencias empírico-abstractas. Su horizonte se desarrolla en el saber acerca del no-saber o, más precisamente, en el pasaje del noroeste donde se tocan ambas polaridades. En suma, su ambición implica poder dar cuenta de la región del sin-sentido ilógico.
5.2. Como corolario, lo inefable no constituye un límite para su decir.
5.3.La terapéutica de la clarificación escéptica de los pensamientos no puede, en el mejor de los casos, más que ser una propedéutica para la post-metafísica.
5.4.Cuando la filosofía aborda la post-metafísica se convierte, por tanto, en ultra-filosofía del Ser, pues la disyunción marca su acceso a la región para-ontológica.
5.5.Lo impensable que no puede ser dicho es el punto de partida del decir disyuntológico.
5.6.Si el sujeto metafísico es el límite y no una parte del mundo, el sujeto post-metafísico se constituye en el Afuera del límite del lenguaje a partir del axioma según el cual el Outside es, respecto del lenguaje, su interior.
5.7.La ultra-filosofía, por definición, se aleja de cualquier matriz geodésica. El ecosistema de Gaia no es el locus del filosofar sino meramente un posición contingente. Lo ultra-filosófico no puede más que resolverse en el misterio de la cosmogénesis.
5.8.La post-metafísica no es una ciencia del concepto sino, al contrario, de la disyunción del concepto. Lo que se desliza en el concepto, disolviéndolo a cada momento en que logra precisarse, hace posible que lo dicho sea verdadero hasta para un mundo sin seres hablantes. El concepto disyunto es el exoesqueleto del lenguaje y sobrevive a las formas-de-vida que le dan cobijo para exhibir el cosmos después de la ausencia de Homo.
5.9.Tragedia del filósofo: su forma-de-vida está completamente encaminada a entrever lo que se ha denominado tò aóraton, lo Invisible. Sin embargo, una vez divisado, su forma-de-vida revela el auténtico propósito como mera máscara para el mejor ejercicio de la función de psicopompo. Avizorar el horizonte filosófico disuelve toda forma-de-vida que no coincida con la forma-cosmos desprovista de cualquier fusión panpsíquica.
5.10.La filosofía sólo tiene lugar allí donde el saber y la técnica fallan (Jaspers>, 1964: 54) y, debe añadirse que, por condiciones de estructura, están destinados a fallar.
5.11.Hay quien propuso, con las mejores razones, abandonar la lingüística en favor de la lingüistería. Hay buenos argumentos, simétricamente, para apostar por una filosofería.
5.12.La disyuntología, al abandonar las concepciones homotópicas, pone en entredicho las tres grandes articulaciones del Ser propugnadas por la metafísica: la discontinuidad radical, el rasgo unario desmultiplicado y el principio simplético. La disyunción en el Ser se asume, por fuera de la metafísica, según el postulado de la acosidad.
5.13.La Ultra-filosofía no es una forma de epifilosofía sino su subversión. La topología que le resulta más propia se expresa según el lema que establece que cuanto más endógena resulta una experiencia tanto más probable resulta dar con el carácter exógeno de sus determinantes. La experiencia, en la disyuntología, es la vía regia de acceso al Outside.
6.1. La sinecología es una episteme regional de la para-metafísica. Su linaje se remonta a la ontología de la edad clásica pero, pasada por la criba de la paleo-ontología, adquiere nuevos alcances.
6.2.Su misión no consiste en determinar qué es el Ser sino, más precisamente, cuáles son sus texturas.
6.3.La metafísica ha identificado texturas milenarias del Ser: continuo, discontinuo, contigüidad o mixtura son algunas de las más decisivas. Toda ciencia y toda política no pueden sino constituirse sobre la trama en que la realidad se teje. La aspiración suprema del Poder en la Era de los Póstumos se percibe, entonces, inmediatamente: detectar y afectar directamente la textura de la realidad.
6.4.El Ser no es alcanzado por la episteme sinecológica sino que, al contrario, condiciona, de manera supra-eminente, la tesitura de lo real. Su principio es la postulación de un Ser disyunto.
6.5.Cualquier declinación del Ser en un aspecto óntico-ontológico como, por ejemplo, las categorías de continuo o discreto constituye un reordenamiento lógico de la realidad. Así, por ejemplo, todos los materialismos y la esfera de lo Invisible se ven hoy en día bajo los efectos de una gigantomaquia guiada por las categorías de lo continuo y lo discreto que disputan, precisamente, el dominio del uno sobre el otro.
6.6.No obstante, si es cierta la tesis de Simone Weil acerca del final de la ciencia occidental a partir del ascenso de la probabilística y del saber cuántico, sus consecuencias todavía deben extraerse por entero. El final de la ciencia occidental, debe admitirse entonces, es un fenómeno coperteneciente con el final de la metafísica.
6.7.Un panorama semejante despeja el camino de la para-metafísica cuyo dominio lógico no es la tesitura de lo real sino la condición de posibilidad de toda tesitura: el principio de la disyunción. Ergo, la pregunta por la textura de la realidad (del cosmos, del cuerpo o del pensamiento) no coincide sino que, al contrario, es dependiente de la pregunta por el Ser y su mysterium disiunctionis.
6.8.Desde esta perspectiva, la hipótesis del continuo en la teoría de los conjuntos de números transfinitos que corona el gran edificio de la metafísica occidental en tanto teología política del Número inmanente y transitorio, alcanza su ocaso junto con la emergencia del Anti-número Omega, que no es sino la contracara de la despotenciación del Número, vale decir, de su potencia decreciente y difusa para captar el sustrato de la realidad.
6.9.Dicha imposibilidad no es un agotamiento histórico sino una condición estructural que, sin embargo, sólo se hace evidente al final de la historia de la metafísica clásica: el número es sólo un velo que esconde la insuficiencia de la oposición continuo-discontinuo pues todo el Ser no es sino un epifenómeno de lo allende el Ser. La hipótesis del continuo, en su validez como ontología regional, no deja de ser un caso particular del problema mayor de la hipótesis de la disyunción que afecta tanto a lo que existe (sensible o inteligible) cuanto a lo que subsiste indiferente a esas determinaciones.
6.10.La hipótesis de la disyunción rebasa las paradojas conjuntísticas para colocar en el centro de atención las paradojas de la acosidad como rasgo a priori determinante de la para-metafísica. La hipótesis tiene una implicación directa: ningún rasgo unario puede identificarse como factible de crear una unión entre el Ser y el allende el Ser. La disyunción es el rasgo común (definible, a veces, como intersección) que, en una aparente paradoja, impide toda Unicidad.
7.1.Toda teoría del número se presenta como subsidiaria de la historia de la metafísica que lo había erigido como parte de los principios supremos. El final de la metafísica coincide, prima facie por necesidad lógica, con el final del imperio del número.
7.2.La hiperciencia cuántica contemporánea, con sus desarrollos acerca de la probabilidad y la postulación del Anti-número Omega, instala la caesura epistemológica que hace inviable la concepción del número como arquetipo simbólico metafísicamente connotado en tanto cualidad con significado.
7.3.La disyuntología asume la situación epocal de la metafísica, vale decir, el declive definitivo del número como principio supremo. Junto con el eclipse de las aspiraciones rectoras del número, la para-ontología debe partir de una puesta en entredicho de la partición continuo-discontinuo a favor de lo disyunto.
7.4.El final de la metafísica implica, no obstante, el triunfo de sus opuestos, el Anti-número Omega y la teología política algorítmica que le está asociada. En semejante escenario, tanto el Número como el Anti-número deben ser sometidos a la criba de una pale-ontología que pueda ponerlos al descubierto como las dos caras de un mismo principio metafísico del ser como aparecer (en acto o en potencia).
7.5.El Anti-número es el resto de la metafísica denudada y, como tal, llama a su radical puesta en cuestión.
7.6. La metafísica, despojada en su final, comporta la subversión de sus archi-huellas originarias en el rasgo unario y la díada indefinida como orígenes del mundo extenso. El allende el Ser disyuntológico se confronta aquí con el más allá del ser de la tradición matemático-metafísica postulando su carácter ilusorio en tanto desdoblamiento del ser en un más allá retroproyectado, supuesto acausal, pero figurado, de su propia consistencia.
8.1.Los conceptos de génesis o eternidad del mundo carecen de toda validez una vez confrontados con el principio de la pluralidad de los mundos que sostiene una multiplicidad de presencias y ausencias simultáneas de universos.
8.2.La cosmogénesis no puede atribuirse a ningún principio unívoco, ni material ni inmaterial sino a la pluralidad propia de la disyunción en el Ser.
8.3.La disyunción en el Ser es la escisión originaria que hace posible la existencia de los universos múltiples de la ontología y los sistemas transfinitos de lo allende el Ser. La disyunción señala, precisamente, al Ser desbordándose a sí mismo en el Ultra-Ser.
8.4.En este contexto, se prescinde del principio antrópico en todas sus formas, comenzando por el dogma teológico-político de un Dios omnipotente, causa eficiente del universo existente o de cualquier mundo posible.
8.5.La pluralidad de mundos puede darse en número o en especie, en el Ser o en el más allá del Ser. La realidad se constituye en la agregación destotalizante de los diferentes conjuntos posibles de esa pluralidad. De igual modo, el axioma de la inmortalidad descansa sobre el postulado que sostiene dicha pluralidad.
8.6.La nóesis cosmológica no requiere del acceso a un mundo a-humano objetivamente independiente de todo viviente. Al contrario, su epicentro de pesquisa no es otro que la propia psyché, punto de convergencia de los universos paralelos en la contradicción precaria y el ensamblaje provisorio de la identidad individuada. El macrocosmos transfinito de mundos posibles encuentra un punto de manifestación en las facultades supra-humanas como la imaginación de las que la psyché es sede vacante de cualquier consistencia sustancial y, por esa misma razón, andamiaje de la disyunción en el Ser.
8.7.La cosmología disyuntológica está disociada de los postulados materiales de la física de los universos paralelos o de las branas y considera la especulación sobre el cosmos como un problema eminentemente para-ontológico.
8.8.Ninguna especulación sobre la cosmogénesis y la pluralidad de los mundos posibles puede prescindir de su campo más específico de manifestación: la inmortalidad como problema filosófico.
8.9.La teoría de la pluralidad de mundos posibles determina la noción de verdad. De esta forma, en cada mundo considerado puede existir una exactitud relativa a las reglas de su estructura. Se trata, en estos casos, de una exactitud regional. Otros mundos posibles, a su vez, pueden carecer de las modelizaciones de lo verdadero y de lo falso.
8.10.Puesto que resulta imposible abarcar la verdad como el Uno de la totalidad de los mundos posibles, sólo es dado establecer un sistema de concordancias de exactitudes relativas según los mundos posibles. La noción de verdad permanece, entonces, como patrimonio del sujeto que resulta de la convergencia entre el principio de individuación y el Outside.
8.11.La teoría filosófica de los mundos posibles sólo puede tener una vecindad de conjunto pero carece de toda homonimia con conceptos –no siempre con toda justicia derivados de la física cuántica– tales como “realidades alternativas” o “universos paralelos”. La teoría de los mundos posibles incluye la posibilidad de los mundos imposibles (inadmisibles desde el punto de vista de la ciencia física) y que sólo pueden ser fuente de especulación de la disyuntología para-metafísica.
8.12.La disyuntología, al poner en entredicho las reglas inamovibles de la lógica modal, las transforma en para-ontologías de lo fáctico y lo factual. En ese contexto, una sola necesariedad se establece según el siguiente enunciado: “es necesario que sea posible la existencia de la pluralidad de mundos”. Dicha necesariedad es un axioma para-metafísico que se sustenta en el carácter plurívoco del Ultra-Ser como disyunción.
9.1.El “caso Aby Warburg” no representa un episodio de los anales de la psiquiatría. La “ciencia sin nombre” de Warburg no es otra cosa que el síntoma más acabado de un final de la metafísica que no puede decir su nombre.
9.2.Estenografiar el nombre de Warburg equivale a trazar un plano de convergencia donde, una de las últimas veces en la era de Homo, tuvo lugar una lucha titánica por la comprensión del ámbito de lo Invisible en la era de su forclusión.
9.3.La puesta en evidencia de la disyunción que habita el Pathosformel warburguiano abre las puertas hacia la comprensión de la psyché, a la vez individual y colectiva, ontológica e histórica, que resulta una clave de comprensión casuística de la agencia de la pluralidad de mundos bajo la forma de un principium individuationis.
9.4.La voluptuosidad determina la existencia de los cuerpos y cifra su secreto cosmológico. La cosmología se transforma, por tanto, en la scientia sexualis por excelencia. La sexualidad, portadora de la disyunción, es el vehículo corporal de lo Invisible.
9.5.La figurabilidad de toda imagen trae al centro de la reflexión filosófica el vacío que, desprovisto de toda arché, resulta la condición de posibilidad del Ser disyunto y de su consecuente prolapso en la subsistencia allende la existencia.
10.1.Agotada ya la Era de Homo, todo el edificio de la ética milenaria que le perteneció ha fenecido con ella. El postulado de la pluralidad de los mundos reclama una ética a la altura de la nueva cosmología.
10.2.El universo ilimitado ha condenado a la política, ciencia del límite, a su irremediable ocaso.
10.3.Frente la hiperciencia de los Póstumos y su nuevo orden mundial teológico-digital cabe sopesar si existe la posibilidad de una ética que pueda asumir los postulados lógico-ontológicos de un sistema cósmico donde la infinitud y la inmortalidad marquen los rasgos distintivos de una contrapolítica de la disyuntividad para-metafísica.
10.4.Las respuestas que se otorguen a las proposiciones anteriores serán el nuevo Monte Análogo donde se decidirá el futuro de Gaia frente al irrefrenable Titanismo de los Póstumos.
11. La antropotecnia es una post-ontología regional de la espectrología. La espectrología se resuelve en una ultra-política, y esta última encuentra su sentido en una cosmología cuyo centro sea el problema de la inmortalidad. En todos los casos, la disyunción del Ser es un rasgo específico aglutinante. La disyuntología deberá ser futuramente abordada desarrollando los principios que rigen la para-metafísica como ciencia nueva.