Читать книгу La Tercera Parca - Federico Betti, Federico Betti - Страница 9
ОглавлениеVII
A la mañana siguiente, Zamagni y Finocchi, junto con el capitán Luzzi, intentaron hacer de nuevo un análisis de la situación de la investigación que estaban llevando a cabo, para comprender cuál podría ser el paso siguiente.
No tenían realmente gran cosa pero era seguramente algo más con respecto a cuando habían comenzado a asumir el control de los efectos personales de Daniele Santopietro.
–Entretanto creo entender que de esos objetos no conseguiremos sacar alguna información útil para nuestra investigación –comenzó a decir el capitán –¿no es verdad?
–Por lo que parece, así es. –asintió el inspector –el único objeto particular es aquel libro rojo con el botón en el interior de la cubierta. Luego está ese artilugio del que no sabemos todavía el uso.
–Comprendo –dijo el capitán –en cambio, los objetos que están dentro de las cajas que se encuentran todavía en tu escritorio parecen totalmente inútiles.
–Exacto –estuvo de acuerdo Zamagni.
–De acuerdo. Luego tenemos las tele cámaras montadas en el edificio donde Santopietro ha vivido durante un tiempo.
–Sí –confirmó el agente Finocchi.
–¿Sabemos algo más con respecto a estas? –preguntó Luzzi –me refiero por parte del administrador.
–Todavía no –respondió Zamagni –Le hemos dado dos días para obtener la información de la documentación que debe estar en el archivo de la oficina.
–Bien –asintió el capitán –Esto significa que mañana por la mañana volveréis a ver al administrador del edificio y, si todo va como debe, deberéis saber todos los detalles concernientes a esto.
–Exacto –dijo Zamagni.
Marco Finocchi hizo sencillamente un gesto con la cabeza, sin decir nada, para confirmarlo.
–Perfecto –continuó diciendo Giorgio Luzzi – Y mientras tanto, ¿qué pensáis hacer? ¿Tenéis alguna idea?
El inspector intercambió una mirada con el agente Finocchi y, por su lenguaje corporal, el capitán entendió que no tenían ninguna, por lo menos de momento, sobre cómo continuar con la investigación.
El hombre estaba reposando cuando sonó el teléfono móvil.
–Ha surgido un imprevisto –escuchó que decían desde la otra parte de la línea –Los detalles se encuentran al lado del rey, siempre en el mismo lugar –a continuación se interrumpió la llamada.
¿Qué había ocurrido de manera tan repentina?, se preguntó, luego, considerando que no estaba haciendo nada importante, salió corriendo para ir a dónde le habían dicho.
En cuanto llegó a la librería enfrente de las Due Torri, el hombre entró y se dirigió a la sección dedicada a la narrativa y buscó las novelas de Stephen King.
Pasó revista a todas las que había en la estantería hasta que vio algo que le llamó su atención.
Esperó el momento oportuno, unos minutos después, sin hacerse ver por ojos indiscretos, lo sacó con decisión y se encontró en la mano un sobre blanco como el que había hallado algunos días antes en la misma librería, pero en la estantería dedicada a las guías turísticas.
Por suerte tengo la mente abierta, de lo contrario ni siquiera yo habría comprendido las pistas.
Se metió rápidamente el sobre en el bolsillo de los pantalones, luego dio una vuelta rápida por el interior de la librería, de manera que pareciese un cliente normal, y salió de nuevo a la calle pasando delante de las cajas registradoras.
En cuanto llegó a casa, abrió el sobre y leyó el mensaje que había en su interior, escrito sobre un papel blanco.
Todos los mensajes escritos que recibía habían sido escritos con el uso de un programa de escritura, nunca a mano.
El mensaje era sencillo y perentorio: eran las indicaciones para llegar a una habitación del Hospital Maggiore de Bologna, junto con una fecha y una hora. La fecha era al día siguiente mientras que la hora era las doce del mediodía en punto.
El hombre volvió a doblar el folio y lo volvió a meter dentro del sobre, luego dejó todo encima de la mesa.
La segunda visita al administrador del edificio en el que había vivido Daniele Santopietro no produjo grandes resultados para el avance de la investigación.
A Zamagni y Finocchi se les dijo que la instalación de las tele cámaras a lo largo de las escaleras fue hecha como consecuencia de algunos robos en los apartamentos y que eso resultaba ser un normal medio de prevención para mantener la seguridad de los vecinos.
En cuanto entraron en la comisaría, le pasaron la información al capitán Luzzi que, después de haber asentido, quedó unos minutos en silencio pensando.
–¿Ideas? –dijo, finalmente –¿Habéis pensado cómo debemos actuar ahora?
El inspector y el agente Finocchi se intercambiaron la mirada, luego negaron con la cabeza.
–Efectivamente, esta información no me parece útil para el desarrollo de la investigación... –concluyó el capitán –por lo que se nos debe ocurrir alguna otra cosa.
Zamagni asintió.
–¿Podríamos conseguir hacer un análisis vocal? –propuso el agente Finocchi.
–¿Análisis vocal? –repitió Zamagni.
–Sí –confirmó Marco Finocchi –Esta persona que estamos buscando la hemos podido escuchar por lo menos en una ocasión, por lo que podría ocurrir de nuevo. Si la próxima vez que suceda nosotros estuviésemos preparados para registrar la llamada y la pasásemos a un experto en la materia, quizás nos sabría describir el perfil vocálico y quizás podría ser útil para obtener mayor información con respecto a esta Voz, sino incluso identificarla.
La propuesta del agente Finocchi parecía sofisticada pero el capitán comentó positivamente la idea.
–No deberías ser complicado conseguirlo –añadió.
–¿Y en el caso de que esta Voz no se escuchase de nuevo? –objetó el inspector.
–Mientras tanto podremos informarnos con respecto a esta posibilidad –respondió Giorgio Luzzi –por lo demás, nunca se sabe.
–O podríamos encontrar la manera de obligarlo a llamar –propuso el agente Finocchi –Cuando ocurrió en el pasado fue, por ejemplo, en ocasión de la resolución del caso ligado a la Asociación Atropos. ¡Incluso nos ha felicitado!
–Haría falta algo que lo hiciese sentirse... derrotado –admitió el capitán.
–¿Qué podría ser? –preguntó Zamagni.
–No lo sé –respondió el capitán. –Ahora, personalmente, no sabría decirlo.