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Introducción
Un trozo de la “historia de los que se mueven”
ОглавлениеFELIPE ANDRÉS ALIAGA SÁEZ
ANGELO FLÓREZ DE ANDRADE
A lo largo de la historia se han presentado diversas transformaciones sociales fruto de los movimientos de población. En todos los continentes y en todas las épocas, han existido migraciones humanas, motivadas por múltiples causas, lo que ha dado cabida a la búsqueda de explicaciones del mismo fenómeno desde teorías económicas, culturales y sociales, por medio de redes o procesos transnacionales, así como fruto de la violencia y el crimen organizado. Es un escenario lleno de interrogantes más que de respuestas, ya que en momentos la migración ha sido vista como un beneficio para la sociedad y, en otros, ha sido rechazada como una carga para los países de destino y una debilidad de los países de origen. En estos procesos, los migrantes y sus familias deben enfrentar un abanico enorme de desafíos, ya sea desde que se toman las primeras decisiones sobre abandonar el lugar de origen, por medio de cálculos individuales y colectivos sobre el beneficio de movilizarse a un nuevo destino, los riesgos y sufrimientos, así como imaginarios de un futuro promisorio, que permita obtener una mejor calidad de vida.
Todos los países del mundo tienen una historia de migración, y todos tienen su propia historia, ya que en cada contexto operan diferentes configuraciones sociales que funcionan como factores de atracción o expulsión de personas, a nivel interno o externo, pero dentro de los límites fronterizos establecidos por la soberanía, que bajo el lema de la defensa de los intereses colectivos de una nación o un pueblo fijan en muchos casos rígidas relaciones de acceso con grupos que no tengan acuerdos compartidos. Las murallas no han desaparecido, la globalización no ha permitido cumplir con la utopía de un solo mundo, y aún están trazadas las líneas que dividen el planeta en zonas ricas y pobres, frente a las que muchos quieren abandonar o ingresar como si fueran clubes en donde se pasa mejor, pero a los cuales pertenecen unos pocos.
Los conflictos del mundo no han permitido avanzar hacia una mayor justicia social, vivimos enfrentando un panorama de egoísmo, explotación y corrupción, que hace que el ser humano en muchas partes del globo sufra las consecuencias de la negación de sus derechos fundamentales, en donde el ascenso social está limitado y las personas enfrentan vulnerabilidades que las confinan en círculos viciosos de maldad, pobreza e injusticia. La lucha es permanente, hay quienes están encarando esto y que buscan un mundo mejor, aunque a veces parece que se dieran golpes contra la pared. En estos escenarios, la gente busca dónde mirar y pensar que puede encontrar algo mejor para sus vidas, empacando las ilusiones y caminando con ellas largos trayectos, enfrentando rutas llenas de escollos, fuertes controles fronterizos, normativas cambiantes, sujetos abusivos que se lucran o gozan con la debilidad de los demás, lugares inhóspitos y desolados, momentos de fragilidad emocional y tristezas profundas, miedos implacables, hambre y enfermedades, miradas recelosas, odios y rencores. También personas que logran crear un devenir migratorio beneficioso y con expectativas favorables para sus vidas.
Como decíamos, en todos los países migran, el ser humano podría no migrar, pero lo hace porque lo necesita y porque en muchos casos se ve obligado a hacerlo, los caminos son múltiples, las rutas marcadas en la tierra, en el mar y en el cielo, siempre son vueltas a recorrer por otros que vienen atrás, algunos van y otros vuelven, es un ciclo de vida permanente de la humanidad. Mientras el mundo no provea condiciones suficientes, al menos de alimentación, abrigo y vivienda, la gente no se quedará conforme, así tampoco las mentes inquietas que hoy más que nunca sueñan con una especie de aldea global.
Colombia, al igual que casi todos los países de América, es un país que tiene una larga historia de migración; comprender sus movimientos de población nos enseña un poco de su carácter, sus alegrías y sus dolores. Analizar y revisar las migraciones, es decir, cómo la gente se mueve y por qué, nos dará mayores argumentos para pensar en cómo es la identidad de un territorio, cómo y por qué se producen los cambios en su población. Pensar Colombia y sus migraciones es pensar su propia idiosincrasia, buscando los caminos que llevan a mirar hacia donde la diversidad y las relaciones interculturales empujadas por las migraciones nos permiten dialogar y cohesionar el territorio, en donde las diferencias se vuelcan a la unidad y el país avanza y genera creatividad, ya que las personas llevan consigo ideas que viajan junto a sus maletas, encontrándose conexiones y nuevas formas de ver el mundo, el país y a sus ciudadanos. Emergen búsquedas incansables de superación, mecanismos de resiliencia que llevan a la gente a enfrentar y producir diálogos nuevos para entender el país de otra manera, en donde las memorias permiten generar nuevos imaginarios de una sociedad mejor, en la cual la creación no es imposible sino un constante fluir que lleva al mundo a lugares insospechados.
Estamos convencidos de que este libro le aporta al país un mecanismo para conocer un trozo de su historia, la “historia de los que se mueven”, es un esfuerzo por reunir parte de la complejidad de las migraciones, ofreciendo una perspectiva lo más integral posible, sin embargo, el objetivo no es entregar todas las respuestas sobre las causas pero sí comprender mejor las transformaciones de este fenómeno. Esperamos que resulte útil a todos quienes quieran profundizar en la materia y conocer las dimensiones de la migración en Colombia.
Este volumen se origina a través de toda una línea de investigación en migraciones articulada con el núcleo problémico de reconfiguración social de la Facultad de Sociología de la Universidad Santo Tomás1, así como resultado de un proyecto de investigación interfacultades con la Facultad de Gobierno y Relaciones Internacionales de la misma universidad2. Los capítulos son resultados de investigación descriptiva con base en revisión de bibliografía especializada, archivo estadístico y una serie de datos secundarios, así como de manera exploratoria con información de primera fuente.
El libro reúne once capítulos escritos por veintiún investigadores de nueve reconocidas universidades de Colombia y de diferentes grupos dedicados al estudio de las migraciones. Dentro de estos: William Mejía, del “Grupo de Investigación en Movilidad Humana”, con sede principal en la Universidad Tecnológica de Pereira; Carolina Bernal, Katherine Cardozo, Laura Alejandra Granados y Sebastián Polo, miembros del “Semillero de Colombianos en el Exterior” (Semicoex) de la Universidad del Rosario; Stéphanie López, del “Grupo Migraciones y Desplazamientos” de la Universidad Nacional de Colombia; Alexandra Castro, del “Observatorio de las Migraciones” de la Universidad Externado de Colombia; Caterine Mojica, Adriana Espinel, Martha Lucía Herrera y Andrea Catalina Camargo, de la “Red de Investigación en Asuntos de Frontera” (RIAF), representadas en la Universidad de Pamplona y la Universidad Francisco de Paula Santander; Felipe Aliaga Sáez, Angelo Flórez de Andrade, Nadia García Sicard, Chrysalide Duarte, Lina Montoya, Vanessa Baracaldo, Lisa Pinto y Carla Rodríguez, del “Grupo de Estudios sobre Migraciones Internacionales y Vulnerabilidad” (GEMIV) de la Universidad Santo Tomás; Alexandra Toro Ospina, de la Universidad de Boyacá, y el profesor Juan Thomas Ordóñez Roth, de la Universidad del Rosario.
El primer capítulo del libro, de William Mejía Ochoa, muestra un panorama estadístico de 200 años de inmigración de “baja intensidad”, el cual ofrecería una referencia para comprender los grandes cambios producidos por la nueva inmigración venezolana. El capítulo entrega datos sobre los stocks de inmigrantes, saldos migratorios, lugares de origen y destinos de asentamiento, y el sexo. Para la realización de este trabajo se analizaron censos nacionales de población, y estadísticas de entradas y salidas de viajeros al país. Incluye una descripción de la inmigración en el siglo XIX como periodo favorable para la llegada de extranjeros, principalmente como parte de un plan de ocupación del territorio y crecimiento demográfico. En el primer cuarto del siglo XX, se describe la llegada de españoles, italianos y alemanes, como parte de la promoción de la inmigración como estrategia de colonización, en este periodo se producen dos hechos relevantes que afectaron las migraciones, la separación de Panamá y la Primera Guerra Mundial. De 1926 a 1965, el autor indica que hechos como la depresión del 29 y la Segunda Guerra Mundial impactaron en Colombia en cuanto a las regulaciones en torno a la inmigración, especialmente en el control de los inmigrantes de los países del Eje. Desde 1966 a 2015, hay un aumento de la inmigración de países como Venezuela, Estados Unidos, Ecuador y Perú.
El segundo capítulo del libro, escrito por Chrysalide Duarte, Lina Montoya y Felipe Aliaga, comprende diferentes consideraciones sobre la migración interna en Colombia y su relación con los hechos victimizantes originados por el conflicto armado. Se presentan cifras importantes sobre lo que significó la época de la violencia para Colombia, la urbanización como factor de atracción, la migración intra e interregional —donde predominaron los desplazamientos a larga distancia— y algunas de las causas y consecuencias demográficas y sociales que generó el desplazamiento forzado. El objetivo de presentar estas consideraciones se basa, según los autores, en demostrar por qué es importante debatir sobre migración interna y por qué la presencia de actores armados generó cambios tan significativos en la población. Este estudio también propone avanzar en el conocimiento de la migración utilizando los censos de población de 1973, 1993 y 2005. En el capítulo se manifiesta que la migración interna en Colombia no se debe limitar al conflicto armado, si bien es la causa principal, las condiciones políticas y económicas del país han generado insatisfacción sobre la sociedad, lo que ocasiona la búsqueda de mejores condiciones dentro y fuera del país.
Según datos de Migración Colombia (Ministerio de Relaciones Exteriores, 2016), cerca de 4.7 millones de colombianos viven en el exterior, haciendo de Colombia uno de los países con mayor emigración de Suramérica. Las causas de la emigración colombiana son múltiples, y van más allá del conflicto armado. En el capítulo tres, Carolina Bernal, Katherine Cardozo, Laura Alejandra Granados y Sebastián Polo analizan la actualidad de las tendencias migratorias de la diáspora colombiana en el mundo, es decir, ese conjunto de colombianos que están fuera del país pero que siguen manteniendo múltiples vínculos con el territorio nacional. Este análisis recopila cifras de la migración colombiana desde cuatro regiones principales: América; Europa; África del Norte y Medio Oriente, África Subsahariana y Asia Central; y Noreste de Asia y Oceanía.
Sobre la migración de retorno, Stéphanie López Villamil plantea en el capítulo cuarto el reciente cambio en la magnitud de los flujos de retorno hacia Colombia por la crisis humanitaria venezolana, de esta forma invita a indagar sobre la manera en que se han estudiado estos flujos, cuestionando a la vez los marcos teóricos que abordan la migración de retorno desde una perspectiva que los entiende solamente desde el Norte hacia el Sur. Este contexto permite analizar los flujos migratorios de retorno desde una perspectiva desde el Sur en la que se visibilizan las migraciones Sur-Sur, siendo un caso particular el de la migración desde Venezuela hacia Colombia, pues las condiciones estructurales de ambos países inciden en que las políticas que se formulan deban tenerlas en cuenta. Así, el paso de un retorno voluntario y muchas veces espontáneo y de una población poco numerosa, pasa a ser un retorno forzado de una magnitud que requiere mayor atención. Este capítulo repasa brevemente algunos de los estudios que se han hecho de la migración de retorno de colombianos problematizando desde una perspectiva desde el Sur para identificar los vacíos existentes en la materia. Luego, aborda las iniciativas de política pública hacia esta población a partir de la Ley 1565 de 2012, haciendo énfasis en los cambios institucionales y en las falencias y oportunidades de estas iniciativas para cada uno de los tipos establecidos en la ley: laboral, productivo, solidario y humanitario o por causas especiales.
El análisis del régimen de extranjería, a cargo de Alexandra Castro, corresponde al quinto capítulo, el cual muestra una visión crítica del régimen jurídico en torno a la inmigración, planteando vacíos y desafíos en la construcción de política migratoria. Este trabajo plantea la necesidad de una norma migratoria que reúna todos los procedimientos administrativos que envuelvan al extranjero y que establezca sus derechos y garantías. Aborda la concepción securitarista de las migraciones y analiza algunas causales de inadmisión, deportación y expulsión, que pueden llegar a ser anacrónicas y poner en riesgo las garantías del debido proceso de los extranjeros; se analiza la regulación frente a la privación de libertad de los migrantes. El capítulo describe procedimientos y dificultades que deben realizar los migrantes para solicitar refugio y asilo. Se abordan aspectos relevantes como la adquisición de la nacionalidad. Finalmente, se presentan una serie de pronunciamientos de la Corte Constitucional colombiana frente a los extranjeros.
El capítulo sexto, desarrollado por Felipe Aliaga, Angelo Flórez, Nadia García, Lina Montoya, Paola Vanessa Baracaldo, Lisa Pinto y Carla Rodríguez, se realizó con el fin de presentar las diferentes medidas de implementación sobre el control migratorio en el país, esto tomando en consideración la crisis humanitaria en la que se encuentra Venezuela, que ha generado la llegada de más de un millón de venezolanos a Colombia. El capítulo está compuesto por las siguientes secciones: a modo de introducción, se indican algunas medidas de protección nacional e internacional, una breve aproximación al CONPES 3950, política laboral, salud, educación, género y retorno. Dentro de cada sección se concentran los principales argumentos, recomendaciones e iniciativas cuando se habla sobre migración venezolana en Colombia. Para el desarrollo del capítulo se utilizaron una serie de informes presentados en 2018 por el Gobierno, observatorios de investigación de universidades y organizaciones dedicadas a la seguridad y defensa de derechos de los migrantes y refugiados.
La migración pendular trasnacional colombo-venezolana es el tema que abordan en el séptimo capítulo Caterine Mojica, Gladys Adriana Espinel, Martha Herrera y Andrea Catalina Camargo, fenómeno que explica por qué atravesar la frontera se constituye para los migrantes pendulares en una nueva forma de habitar el territorio. Describe, además, cómo este proceso diario se ha convertido en un mecanismo de subsistencia para los ciudadanos venezolanos o para los colombianos que viven en Venezuela, pese a las dificultades que implica el tránsito por pasos no legales, denominados ‘trochas’, que son controlados por grupos armados a quienes se les debe pagar una suerte de ‘peaje’. En este caso, la relación laboral oferta-demanda, como se da en la migración circular, no es lo importante, sino que el cruce trasnacional permanente se constituye en la única forma de mantenerse con vida y distanciado, al menos durante el día, de lo que implica vivir en un país inestable políticamente.
Desde una aproximación histórica a la presencia de sirios, libaneses y palestinos en Norte de Santander, Gladys Adriana Espinel y Caterine Mojica abordan esta migración en el capítulo octavo, con la pretensión de abrir el panorama al estudio de las migraciones en Cúcuta y Ocaña, ciudades que, por su ubicación y desarrollo comercial próximos a la frontera entre Colombia y Venezuela, se constituyen en lugares de tránsito frecuente de nacionales y extranjeros en donde existe la necesidad de reconocer al otro a partir de relaciones de alteridad. En la actualidad ya establecidos, estos migrantes hacen parte fundamental de la vida cotidiana y cultural de la región.
A pesar de las distancias geográfica y culturales que separan a Turquía y a Colombia, ciudadanos turcos (y anteriormente otomanos) han migrado al país suramericano en diferentes periodos históricos. En el capítulo noveno, Angelo Flórez y Carolina Bernal analizan la migración turca y otomana hacia Colombia, identificando tres momentos históricos. En primer lugar, una migración sucedida entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX, cuando aún existía el Imperio otomano; en segundo lugar, una migración impulsada por el comercio y el restablecimiento diplomáticos entre Colombia y Turquía entre 2010 y 2016; y, para finalizar, con la migración más reciente, cuyo periodo abarca de 2016 a 2019, éxodo impulsado tanto por la profundización de los lazos comerciales entre ambos países como por los sucesos políticos vividos por Turquía.
Durante décadas, la inmigración extranjera a Colombia no fue significativa a pesar de los esfuerzos del Gobierno por atraer ciudadanos de fuera del país. En el capítulo décimo, a cargo de Alexandra Toro, se destaca el importante papel de los alemanes que llegaron al país a trabajar en diferentes industrias como la ferrería, la minería, la construcción de infraestructura de comunicaciones, la fabricación de productos, etc. Su contribución al conocimiento, sus inversiones y aportes al comercio y a la industria fueron decisivas para el desarrollo del país y para futuras inmigraciones alemanas. Los primeros alemanes que llegaron a Colombia lo hicieron en un momento en el que este país no podía ofrecerles buenas condiciones, dada la mínima actividad económica, las bajas finanzas públicas, la falta de transporte y de vías de comunicación. No obstante, le apostaron a Colombia y sus aportes permitieron la venida posterior de otros alemanes cuya contribución al desarrollo industrial hizo de Colombia el país que hoy es. Estos aportes son desconocidos y por lo tanto no han sido suficientemente valorados. El capítulo resume algunos apartes de una investigación más amplia sobre la huella construida que dejaron los alemanes en Colombia entre mediados del siglo XIX y mediados del XX en el desarrollo industrial, y se centra en el tema de asentamientos y obras de infraestructura. La autora considera que dado el importante papel que tuvieron los alemanes en la historia de Colombia, es una cuestión de gratitud sacar a la luz esta huella construida y reconocer su valor testimonial y su importancia en la construcción de nación.
El último capítulo del libro pertenece a Juan Thomas Ordóñez, quien analiza la experiencia de una población indígena ecuatoriana en Bogotá, que está articulada a redes migratorias amplias que abarcan casi todos los continentes. Los Kichwa-Otavalo, de la provincia de Imbabura, en Ecuador, llevan casi un siglo viniendo a la capital colombiana. En ese tiempo, algunas familias se asentaron permanentemente en la ciudad y hay tres generaciones de kichwas bogotanos, que tienen ciudadanía colombiana. Atados a migrantes más recientes y a actores en otras partes del mundo a través del parentesco y el comercio, los kichwa en Bogotá están “localizados” en un nodo particular de las redes, donde su experiencia está marcada por el Estado colombiano. El capítulo explora los efectos de las políticas de reconocimiento del distrito capital sobre los kichwas en la ciudad y muestra cómo la posicionalidad de los actores en las redes genera perspectivas diferentes de elementos como la ciudadanía, la identidad y la etnicidad.
Los editores queremos agradecer profundamente a la Vicerrectoría Académica General de la Universidad Santo Tomás (Colombia) por financiar esta publicación a través de la convocatoria Fodein 2018; a todos los autores, por sus valiosos aportes y conocimientos plasmados en cada uno de los capítulos; a los investigadores del Grupo de Estudios sobre Migraciones Internacionales y Vulnerabilidad (GEMIV), por sus aportes y críticas en la construcción de esta obra; a Nastassja Rojas Silva, decana de la Facultad de Gobierno y Relaciones Internacionales, y Miguel Urra Canales, decano de la Facultad de Sociología, por el valioso respaldo y acompañamiento; a Laura de La Rosa Solano, representante del Comité Editorial, por su siempre ejemplar gestión; a los compañeros de Ediciones USTA, quienes vienen realizando un trabajo editorial de excelencia; y a todas las personas migrantes que esperamos se vean representadas en este pedazo de historia de la movilidad humana en Colombia.