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PRÓLOGO

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Este libro nace a raíz de una reflexión sobre temas de contingencia nacional, en estrecha relación con la pandemia reconocida mundialmente como retrovirus o virus de la inmunodeficiencia humana (VIH)1. Sin embargo, desde que se dio a conocer en los medios la noticia del primer caso de coronavirus (SARS-CoV-2) en Chile, comenzaron a establecerse una serie de protocolos que modificaron de manera radical nuestra forma de desenvolvernos. Alteraciones profundas que generaron cambios en nuestro estilo de vida e impactaron de manera significativa las actividades usuales de nuestra sociedad en todas sus dimensiones, llegando incluso a afectar los recursos destinados a hacer frente al VIH.

A nivel mundial, el coronavirus no solo exigió a los gobiernos generar respuestas inmediatas, sino también a sus autoridades de salud el desarrollo de políticas sanitarias necesarias y efectivas para hacer frente a la pandemia. Como consecuencia, no solo vimos reducida nuestra libre circulación, sino que tuvimos que aprender a vivir insertos dentro de una nueva realidad, con políticas sanitarias estrictas y restrictivas. Además de las consecuencias negativas, debido al impacto social y económico, se produjo una elevada tasa de mortalidad que golpeó duramente a un país que no estaba preparado para hacer frente a una crisis sanitaria de esta envergadura, que hasta ahora no ha dejado indiferente a nadie.

Pero ¿qué pasó con el tema del VIH en Chile y con la atención a las personas que viven con el virus?, ¿qué sucedió con esa pandemia que ha causado la muerte de aproximadamente 36 millones de personas a nivel mundial?

Desde que la pandemia apareció un 3 de marzo de 2020 en nuestro país, provocó una inminente desviación de recursos humanos, físicos y económicos del sistema de salud hacia la atención de los pacientes con covid-19. Entonces, nos preguntamos: ¿el VIH ha sido eclipsado por la aparición del coronavirus?

Por lo menos, así lo dejó de manifiesto Gracia Violeta Ross, presidenta de la Red Boliviana de Personas que viven con el VIH, en un informe de ONUSIDA, donde explica que no se estaban cumpliendo los protocolos establecidos por la Organización Mundial respecto al tema.

“Aquellos de nosotros que sobrevivimos al VIH y luchamos por la vida y el acceso al tratamiento y la atención, no podemos permitirnos perder las ganancias que nos demandaron tanto esfuerzo para obtenerlas. En algunos países latinoamericanos estamos viendo cómo los recursos, medicamentos, personal de salud y materiales para el VIH se están trasladando a la lucha contra la COVID-19”.2

A pesar de vivir en pleno siglo XXI y estar avanzando lentamente en temas referentes a la inclusión o a temáticas relacionadas con personas lesbianas, gais, transexuales, bisexuales, intersexuales, queer (LGTBIQ+), todavía como sociedad no le damos la importancia que merece el tema del VIH, en especial, a las estrategias de prevención, diagnóstico o en materia de educación sexual, para prevenir infecciones de transmisión sexual. Parece que aún vivimos en una sociedad conservadora y bajo un contexto donde la Iglesia católica todavía tiene bastante injerencia en los asuntos del Estado. Situación que podría explicar por qué las campañas o spot publicitarios destinados a prevenir el aumento en el número de personas viviendo con VIH (PVVIH) han sido históricamente catalogadas como desafortunadas en cuanto a su propósito, a su lenguaje y por su mensaje inadecuado. Incluso, expertos en materia de salud han catalogado estos informativos como inapropiados y carentes de contenido útil, debido a la falta de asesoramiento de organismos técnicos o sociedades civiles que tienen que ver con el tema. La mayoría no han sido campañas de prevención, no educan ni fomentan prácticas de autocuidado, niegan la diversidad sexual e invisibilizan a la población foco (HSH3, homosexuales, personas transgéneros o trabajadores/as sexuales).

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Pero ¿nos acordamos cuándo y cuál fue la última campaña publicitaria que vimos por televisión?, ¿cuándo fue la última vez que escuchamos hablar sobre VIH o que indetectable es igual a intransmisible? Y es que, a pesar de ser un virus que ha estado presente desde la década de 1980, sigue siendo un tema tabú, mal visto, pecaminoso, algo sucio, prejuicioso y, en especial, estigmatizador para las personas que viven con el virus.

Por lo mismo, parece ser necesario volver a recordar que, en 1981 en Estados Unidos, principalmente en New York y San Francisco (ciudades reconocidas por ser los epicentros de la vida gay), comenzaban a aparecer los primeros casos de una enfermedad transmisible, de origen desconocido, sin tratamiento disponible y que generaba la muerte en los pacientes que la padecían. Aunque la narrativa discrepa respecto al lugar o a quién fue el paciente 0, algunos autores señalan que un joven afroamericano de 16 años habría fallecido por una neumonía en el año 1968, luego de presentar diversos síntomas asociados a la enfermedad. Otros aseguran que en el año 1959, en la zona del Congo Belga, había indicios que certificaban que el VIH ya existía. Una enfermedad que en su tiempo fue denominada por los científicos como síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida)6 y que, por su letalidad, fue considerada como la gran pandemia del siglo XX.

Según cifras de ONUSIDA, al realizar este libro, alrededor de 79,3 millones de personas han contraído la infección por el VIH desde sus inicios y cerca de 36,3 millones han fallecido a causa de enfermedades relacionadas con el sida7.

Lumi Rodríguez, encargada de la Unidad de Prevención y Control del VIH/sida e ITS, Seremi Región Metropolitana, indica:

“Las campañas publicitarias para la prevención del VIH han sido todo un tema. La Ley del Sida dice que la sociedad civil debe jugar un rol fundamental, siendo incorporada desde la discusión de su contenido, pasando por los estereotipos, las imágenes, hasta llegar al resultado final. Sin embargo, esa participación ha sido compleja. Debido a esto, el MINSAL ha recibido críticas constantes desde las organizaciones. Pero las campañas se definen desde el nivel central y bajan por los medios de comunicación, informativos, entre otros. Nosotros como Seremi no tenemos ninguna incidencia ni en los contenidos ni en la difusión de estas. Lo que nosotros hacemos como región es bajar esa campaña y generar instancias (por lo menos en la Región Metropolitana) con la sociedad civil y darle una cobertura local”.

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