Читать книгу mis humores - Fernanda del Monte - Страница 21

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Nunca nadie puede sentir tanto dolor como aquel que se siente al traer una vida a este planeta. Quien lo siente a partir de otro acto, muere. El dolor trae vida. Vida deforme, en potencia. Ese dolor no es sufrimiento pero sí atemoriza. Sentimos dolor al nacer. Sentimos dolor al dar vida. Entonces, la muerte también debe doler. Dolemos y vivimos. Parece algo inseparable. Pero doler no es enfermar. Enfermar es algo diferente. Curar no es quitar solo el dolor. Curar es algo más. Ser curado, curarse, es un camino más complejo que tomar una medicina o sacar el demonio que llevamos dentro.

Entre todos estos dolores siempre está presente la sangre que recorre el cuerpo o se desparrama fuera de él. Como si la sangre nos ayudara a poner materia al dolor y a la vida.

Sangrar para nutrir la tierra, piensan los mayas. Sangrar para regenerar, es lo que hace el cuerpo de la mujer cada mes para fertilizar su vientre. Sangrar lleva a la muerte. Una de las formas de la muerte: desangrar. Los litros que tenemos dentro son viscosos glóbulos rojos, blancos y plaquetas que sirven para dar ritmo a toda la maquinaria.

Se dice que hay distintos tipos de sangre. Los antiguos médicos creían que las personalidades estaban definidas a partir del tipo de humores que generan los cuerpos. Entre ellos está el sanguíneo, que significa que uno es colérico. Como mi padre. Muerto. Como yo. Enojarse mata. Dicen. El cáncer viene del enojo enraizado. Por eso, ahora, toda esta vía del optimismo. Para salvarnos de la muerte. De ser coléricos y sanguíneos. Ahora, lo de hoy, es permanecer inmóvil. Pero el dios antiguo era colérico también, y también destruía ciudades enteras para regenerar el mundo.

mis humores

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