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Presentación de
una pos-escritura Horacio Banega*

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“La ausencia de un estado de ánimo definido, que a menudo se sostiene igual largo tiempo y que no se debe confundir con un estado de ánimo francamente negativo, dista tanto de ser una nada, que justamente en ella se torne el existente humano insufrible para sí mismo. El ser es vuelto patente como una carga. Por qué, no se sabe”.1

La paradoja es que Heidegger escribió eso pero no sabemos si imaginaba lo que implica en la sociedad patriarcal ser mujer. De todos modos hay algo importante en lo que afirma: no sabemos por qué existir puede ser insufrible. La autora de mis humores se embarca, se embarga, se embreta y se compromete en una indagación por la existencia indexada, no de indexación sino de indexización, la existencia femenina.

No es tan difícil definir a la existencia en estos tiempos de sangre, locura y muerte como aquello que nos es dado, que no pedimos, y que no queremos que se nos quite, hasta que morimos. Lo importante es lo que sucede mientras tanto. Mientras aparecemos y nos vamos. mis humores es un artefacto cuya voz y cuerpo son múltiples, pero literalmente, no filosófica o geométricamente. Una voz que busca su cuerpo artístico por múltiples formatos y que, como un virus, muta en cada uno de ellos, cambiando su naturaleza, pero donde permanece el grito munscheano “soy mujer mexicana”.

El término “humores” también remite a líquidos, fluidos, materias licuefaccionadas en los vapores de menjunjes de sabor exquisito. La autora fluctúa, nada, juega al tenis y saca rápido, salta la red y tira la raqueta entre los antiguos géneros literarios y dramatúrgicos llevándonos al territorio del arte digital, arte que se hace con los dedos sobre la computadora, con las manos sobre las texturas pixélicas, con los sudores de la pantalla, con las manchas sobre los cursores dejados por los dedos de los lectores participando del fluido humoroso de la palabra-imagen-espacio-fluido-caliente que atraviesa este artefacto. Si el contenido de una obra de arte son las formas sedimentadas que arrastran sus luchas anteriores, entonces esta obra reactualiza esas luchas y muestra la completa adecuación de su voz, su enunciado, su cuerpo de enunciación y su forma material de encarnación.

La voz y el cuerpo hacen y piden espacio. El espacio prolifera en distintas dimensiones: imaginaria, potencial, virtual, escénica, erótica, maternal, privada, pública. Su temporalidad es de larga duración. Su norte es la independencia de los géneros (sexuales/eróticos/disciplinares/discursivos).

Y en medio del grito, la puta vida. ¿Acto performático como re-encantamiento del mundo o como reactualización de la pregunta existencialista? ¿Qué es vivir así? ¿Cómo vivir así? Así no. El grito no es negación ni negatividad, sino pura afirmación. Se transforma en susurro, caricia, discurso, modulación amorosa del auto-goce (no tocarse, sino escucharse la propia voz y el placer que da).

La obra no teme a nada. Se enfrenta a las enfermedades. El lenguaje es un virus, cantaba Laurie Anderson la sentencia de William Burroughs. Actos psicomágicos para curarse, también decimos por estos lares. Un acto psicomágico para exhibir las necedades y necesidades de una existencia fragmentada por afuera mientras se restablece una unidad orgánica interna dada por la pasión de la escritura. Una cura por la palabra (escrita). Dejar la huella, atravesar las redes, hacerse oír-leer-ver, en un universo que debería mutar para un lado y parece que muta para el otro.

Bienvenidos mis humores, cuidado con las compañías, algunas son mortales, otras son alegres, dependerá de usted, lector, lectora, cuál elegir.

* Doctor en Filosofía (uba, Argentina). Director, dramaturgo y performer. <<

1 Martin Heidegger, Sein und Zeit. Max Niemeyer Verlag, Tübingen, 1967 [2002], p.134. <<

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